domingo, 26 de abril de 2009

Oscar Arias y la universidad latinoamericana

Es posible que el “pensamiento pragmático” expuesto en un best seller como el Manual del perfecto idiota latinoamericano, sea el que al presidente de Costa Rica le gustaría que impulsaran las universidades latinoamericanas. Si no lo hacen, se les rebaja el presupuesto.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
En su alocución a los presidentes en la Cumbre de las Américas realizada recientemente en Trinidad y Tobago (ver: "Algo hicimos mal"), el presidente de Costa Rica, Oscar Arias, dijo que “uno va a las universidades latinoamericanas y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante al caer el muro de Berlín y el mundo cambió”. El presidente de Costa Rica se duele que en las casas de enseñanza superior públicas latinoamericanas, dice él, se siga discutiendo cuál es el mejor sistema para sacar del subdesarrollo a nuestros países, e insta a seguir el camino del pragmatismo que, según nos asegura, ha seguido China desde Deng Xioping, con el que lo que importa no es si el gato es blanco o negro, sino que cace ratones.
Es decir, que Oscar Arias insta a las universidades a dejar tanta discusión, tanta pensadera. No dice quién será el que piense por nosotros, quiénes serán los que determinarán, en última instancia, cuáles serán los caminos a seguir, quiénes los que determinarán las vías de desarrollo deseables, viables, necesarias para nuestras condiciones particulares, aunque lo insinúa cuando expresa, también siguiendo a Deng, que “enriquecerse es glorioso”, pero no dice quién es el que se enriquece ni cómo, ni a costa de qué.
Pierden el tiempo los universitarios latinoamericanos, suponemos que también los costarricenses -aquellos a los que en este momento su gobierno amenaza con recortarles el presupuesto seguramente porque están dedicados a pensar asuntos fútiles-, con eso de andar pensando y discutiendo sobre esos temas tan feos e incómodos que tienen que ver con las causas del subdesarrollo, las vías para lograr una mejor redistribución de la riqueza o las relaciones con los Estados Unidos de América.
Los que eso hacen no son más que esos buscapleitos que estuvieron a punto de aguarle la implementación triunfal del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, paso necesario y nunca bien ponderado en ese camino teñido de pragmatismo que nos llama a transitar.
¿Cuándo –debe preguntarse el insigne presidente- en América Latina se ha formulado alguna teoría, se ha mostrado alguna guía de cómo hacer mejor las cosas en eso que se llama progreso? Por eso, hubo que importar desde Chicago ese aparataje teórico, conceptual, metodológico, que hoy se ha dado en llamar neoliberalismo, para que nos sacara del marasmo. Y nuestros gobiernos hicieron, pragmáticamente, lo que había que hacer: poner en práctica tales ideas y no pararse a discutirlas interminablemente como hoy lo hacen las universidades latinoamericanas.
La concepción según la cual las universidades latinoamericanas no son sino antros de discusiones superados que no sirven sino para incubar rebeldías juveniles, no es original de Oscar Arias. Tampoco lo es la idea que el pensamiento “pragmático” debe encontrar espacios más saludables para desarrollarse. Instancias internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la OCDE han hecho tal diagnóstico desde los años 80, y llegaron a la conclusión que aunque había que intentar cambiar a la tradicional, lo mejor era impulsar otro tipo de universidad en donde no hubiera que luchar contra tanta resistencia. Para todos ellos, entonces, lo ideal es la universidad privada en donde, pragmáticamente, se elimina la investigación, se acorta ostensiblemente el tiempo que tarda en obtenerse un título, y no existe ese montón de materias que solo llenan de pajaritos las cabezas de los jóvenes. Hemos sido nosotros, y solo nosotros, los latinoamericanos, los responsables de lo que nos ha pasado, de nuestro “quedarnos atrás” frente a la pujanza norteamericana a la que –por envidia, seguro- achacamos nuestros males.
Ante esta concepción, muy lamentable debe de haberle parecido a don Oscar el gesto del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, de regalarle a su par norteamericano Las venas abiertas de América Latina, del uruguayo Eduardo Galeano. Cierto es que no dice esto en su alocución pero lo deducimos de lo que expresa. La caracterización que se hace de la división internacional del trabajo en el primer renglón del libro en cuestión es lo más alejado del pensamiento del señor presidente: “La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder”. Tal vez el señor presidente se vio relevado de la necesidad de decirlo porque ya otros lo han dicho por él, especialmente en ese opúsculo, que fue best seller por cierto, llamado Manual del perfecto idiota latinoamericano. Es posible que ese sea el "pensamiento pragmático" que al presidente de Costa Rica le gustaría que impulsaran las universidades latinoamericanas.
Si no lo hacen, se les rebaja el presupuesto.

Profundizar las conquistas populares en nuestra América

La reafirmación contundente del mandato popular de los presidentes de Bolivia, Ecuador y Venezuela crea las condiciones generales para avanzar, con el apoyo y participación de los movimientos sociales, en la discusión, propuesta y profundización de las alternativas posneoliberales.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
La elección del Rafael Correa como nuevo presidente de Ecuador, ahora bajo las disposiciones de la Constitución de Montecristi, y la posibilidad de su permanencia en el cargo hasta el año 2017; la aprobación de la enmienda constitucional en Venezuela, que eventualmente extendería el mandato de Hugo Chávez hasta 2019; y la celebración de elecciones en Bolivia en diciembre próximo –si la oposición “democrática” y los mercenarios lo permiten-, que definiría un mandato más del presidente Evo Morales hasta 2014, reflejan la consolidación político-electoral de los procesos de cambio social y cultural en la región andina.
Al mismo tiempo, este panorama de continuidad -en el mediano plazo- de los llamados gobiernos nacional-populares sugiere que las tensiones y diferencias existentes entre éstos y los gobiernos de Colombia y Perú, cuyas élites se alinean con el bloque del Pacífico latinoamericano, los intereses transnacionales norteamericanos y el neoliberalismo decadente, mantendrán la dinámica de conflictos y disputas diplomáticas de los últimos años. Especialmente ahora que la oligarquía colombiana juega su carta con la reelección de Álvaro Uribe.
Pero más allá de estos hechos, la reafirmación contundente del mandato popular de los presidentes de Bolivia, Ecuador y Venezuela crea las condiciones generales para avanzar, con el apoyo y participación de los movimientos sociales, en la discusión, propuesta y profundización de las alternativas posneoliberales.
Esto tiene especial relevancia en una región cuyas coordenadas sociales, políticas y culturales se han convertido en baluarte estratégico de nuestra América, especialmente por su efecto de demostración positiva para los demás pueblos y movimientos latinoamericanos.
Prueba de ello son los diversos triunfos electorales de gobiernos de izquierda o centro-izquierda que se han sucedido tras la reconfiguración del mapa político y social andino, el nuevo tono y orientación de las relaciones internacionales de la región, y más puntualmente, el hecho de que regímenes como los de Colombia o Perú sean sacudidos por la reaparición de un nuevo –pero viejo- sujeto social: los pueblos indígenas que, inspirados en las luchas de sus hermanos en Ecuador y Bolivia, se expresan y organizan políticamente por medio de la minga de la resistencia y las movilizaciones en defensa de sus derechos (ver: “¿Qué moviliza a los indígenas?: Un asunto de vida o muerte” y “La lucha indígena amazónico-andina actual”).
Justamente en la región andina –aunque no solamente aquí- se hace más visible la insurgencia de la América marginada, razón por la cual muchos de los oprimidos de otras latitudes se identifican y encuentran líneas comunes de acción política en lo que representan, histórica y culturalmente, los procesos en Bolivia, Ecuador o Venezuela.
Esto no quiere decir, por supuesto, que las diferencias y contradicciones entre gobiernos y movimientos sociales desaparezcan, puesto que incluso estos últimos promueven y reclaman transformaciones que, en muchos casos, sobrepasan la capacidad de maniobra política e institucional de los primeros.
Los liderazgos de Chávez, Morales o Correa, legitimados popularmente una y otra vez, han demostrado su fortaleza pero también sus limitaciones, tanto en aspectos de fondo como en cuestiones de coyuntura. Por ejemplo, y sobre esto coinciden varios análisis, en el ritmo y profundidad de los cambios, en la centralización y no distribución del poder político, en las estrategias de largo plazo para la continuidad misma del proceso, en la inclusión de nuevos actores y aliados sociales, o en enfoques específicos sobre asuntos de la relación entre economía, producción y medio ambiente.
Sin embargo, es indubitable que a partir de la llegada al poder de estas revoluciones, que se enuncian como bolivarianas, indígenas-culturales y ciudadanas, los pueblos, movimientos y distintas fuerzas sociales han conquistado derechos largamente postergados. Además, han abierto espacios de diálogo y deliberación para los sectores populares, allí donde la “democracia” elitista y oligárquica –la de esa derecha que planea magnicidios y financia células separatistas- siempre cerró sus puertas.
Estos derechos y espacios de construcción conjunta, que son la base para una sociedad nueva, deben ampliarse y consolidarse en los próximos años. Otro de los desafíos consiste en afirmar los pilares que sustenten y proyecten la comunidad del ALBA en la próxima década. Ya varios países latinoamericanos se han comprometido, en distintos programas e iniciativas, con esta integración regional otra, sobre valores socialistas, de cooperación, solidaridad y desarrollo humano. Esta línea debe ser permanentemente enriquecida.
Imposible no reparar en las palabras que José Martí expresó en su ensayo Nuestra América, para sugerir un programa elemental de acción política que dé cumplimiento a estas tareas, tanto a lo interno de los países como en su proyección internacional: “Los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente. ¡Bajarse hasta los infelices y alzarlos en los brazos! ¡Con el fuego del corazón deshelar la América coagulada! ¡Echar, bullendo y rebotando, por las venas, la sangre natural del país”.
En las inmensas posibilidades de transformación de este ideario, y en lo mucho que ya se ha logrado, reside un germen de esperanza para la América nuestra que emerge de las cenizas del neoliberalismo.

Plan 3000: la Bolivia de abajo y a la izquierda

El Plan 3000 es un barrio bastión que representa a la Bolivia multicultural, donde las identidades particulares pueden convivir sin establecer jerarquías.
Raúl Zibechi / LA JORNADA
En una ciudad como Santa Cruz, centro de la oligarquía golpista y del racismo, nació un nuevo símbolo continental de la resistencia y del cambio social. El Plan 3000, barrio aymara, quechua y guaraní de casi 300 mil habitantes, emergió de los combates de septiembre de 2008 como un bastión de los movimientos populares de base, donde las fuerzas paramilitares de la derecha se estrellaron contra la decisión de sus habitantes de defenderse del racismo. Para la oligarquía fue una derrota de la que aún no ha conseguido reponerse, y para los movimientos es un punto de apoyo tan importante, como fue, en su momento, la ciudad aymara de El Alto.
El Plan 3000 es una de las periferias urbanas más jóvenes del continente. Fue creado en 1983 por una riada del río Piraí que llevó a las autoridades a trasladar a un descampado a 3 mil familias. En poco más de dos décadas la población inicial de 10 mil personas se multiplicó, sin presencia del Estado y sufriendo el contumaz desprecio de una oligarquía feudal enriquecida por el despojo de millones de hectáreas que estaban destinadas al campesinado en la reforma agraria de 1953.
Como sucede en casi todas las periferias pobres, los pobladores debieron organizarse para conseguir agua y servicios, y pudieron sobrevivir gracias a la ayuda mutua que se manifiestan de mil modos en la vida cotidiana. El centro del Plan 3000, en torno a la rotonda en la que nace la avenida Che Guevara, es un enorme mercado popular donde conviven alimentos, ropa y electromésticos, y se sostiene por la solidaridad entre las miles de vendedoras organizadas en sus gremiales. Durante los días de combates contra los paramilitares de la Unión Juvenil Cruceñista, esas mujeres jugaron un papel decisivo en la pelea cuerpo a cuerpo contra los fascistas, a los que consiguieron expulsar de su barrio.
Los niveles de organización formal tal vez no sean tan extensos y consolidados como en otros barrios de Bolivia, en particular El Alto, aunque las juntas vecinales están presentes en la mayor parte de los 107 barrios del Plan 3000, las gremiales tienen 3 mil mujeres organizadas de los mercados y existen múltiples cooperativas de servicios, grupos juveniles, de la tercera edad y culturales.
Radio Integración, cuya larguísima antena junto a la rotonda luce una bandera boliviana y una whipala, fue donada por el gobierno de Evo Morales y es administrada por 11 movimientos del Plan 3000. Es un referente ineludible ya que consiguió romper el monopolio mediático de la derecha y durante los combates en defensa del barrio convocaba y movilizaba a los vecinos, en la mejor tradición de las radios populares bolivianas.
Cuentan algunos militantes que las estructuras partidarias y formales se vieron desbordadas y que fueron los grupos de afinidad de cada barrio los que se autoconvocaron en la rotonda cada vez que fue necesario contener a los fascistas. La estrategia de la fuerza de choque de la oligarquía consistió en llegar en grandes grupos, de hasta 400, armados con escudos antimotines, petardos y bates de beisbol, para tomar la rotonda, el punto más emblemático del Plan 3000. Si lo hubieran conseguido habrían asestado una derrota moral y simbólica a los de abajo y, en opinión de muchos, podrían haber derrocado al gobierno de Evo.
Para defenderse, los pobladores del Plan 3000 convocaban vigilias desde la madrugada en torno a la rotonda, donde realizaban cabildos y asambleas. Durante los crispados días 9, 10 y 11 de septiembre se produjeron enfrentamientos con heridos, pero los derechistas no consiguieron su objetivo. En la primera fila de combate predominaban los jóvenes, varones y mujeres; en una segunda fila las mujeres del mercado y familias enteras con sus hijos pequeños que se protegían con escudos caseros; los comerciantes apoyaban con agua y las vendedoras del mercado con comida. Una forma de organización espontánea, como suelen sentenciar las academias y las izquierdas electorales cuando la realidad no responde a sus esquemas. Sin jerarquías ni comandantes, dicen algunos jóvenes del Plan.
Pasada la tormenta, parece predominar un clima de autoestima y de orgullo apenas disimulado. No es poca cosa hacer retroceder, a puro coraje, a una oligarquía altiva y machista que no conocía límites para sus ambiciones de poder y riqueza. Septiembre de 2008 mostró la capacidad de los sectores populares de coordinar sus acciones y de intervenir en los momentos en que se juega el destino del país. En efecto, el levantamiento del Plan 3000, en el que, se estima, se movilizaron unas 20 mil personas, confluyó con el impresionante cerco a Santa Cruz establecido por campesinos, indígenas, estudiantes, mineros, obreros, sin tierra y colonizadores, en los días posteriores a la masacre de campesinos en Pando, cuando el gobierno denunciaba que estaba en marcha un golpe cívico.
El cerco a la ciudad colonial tiene una larga historia en Bolivia, desde que el célebre cerco a La Paz del ejército de Tupaj Katari en 1781 comenzó a mostrar a los colonizadores los límites de su dominación. La memoria larga, como señala la antropóloga Silvia Rivera, encarnó con inusitada potencia en sitiados y sitiadores, y reaparece cada cierto tiempo en las luchas sociales andinas modelando aun las formas modernas de acción social colectiva.
Una consecuencia de la autoestima colectiva ganada en las calles es la propuesta de que el Plan 3000 se convierta en sección municipal autónoma de Santa Cruz bajo el nombre de Ciudad Igualitaria Andrés Ibáñez, en homenaje a quien en 1870 fue asesinado por combatir a la oligarquía en nombre de la igualdad y por la abolición de la servidumbre de los indios. Dicen que este barrio-bastión representa a la Bolivia multicultural, donde las identidades particulares pueden convivir sin establecer jerarquías.

Obama, intervencionismo suave

La diplomacia de guerra de Washington sigue siendo tan neocolonial, depredadora y unilateral como ha sido siempre. El tema de fondo, en el que el ya Obama logró ubicar su nuevo trato con México, es la seguridad. En rigor, puro continuismo de la era Bush.
Carlos Fazio / LA JORNADA
No hay ni habrá respiro. La ofensiva es total y continuada. Y, como siempre, abarca varias vías, incluidas las encubiertas o clandestinas. Washington fija la agenda de México, considerado un asunto interno por la Casa Blanca y el Capitolio. Más allá de las formas y los modos, de su sonrisa perenne, estilo lúdico, informal y coloquial, el intervencionismo suave de Barack Obama es más de lo mismo. La diplomacia de guerra de Washington sigue siendo tan neocolonial, depredadora y unilateral como ha sido siempre. El tema de fondo, en el que el ya mítico presidente cool que despacha en la oficina oval logró ubicar su nuevo trato con México –tras un corto periodo de ablandamiento salpicado por un doble discurso–, es la seguridad. En rigor, puro continuismo de la era Bush.
Dicen que el diablo está en los detalles. El simbolismo de la breve escala en México estuvo en la doble presencia, aquí, de la bestia y Janet Napolitano. La bestia es el nombre del tanque blindado disfrazado de limusina que utilizó Obama para moverse en un reducido perímetro de seguridad en lo que sus jefes de inteligencia en el Pentágono y la CIA definieron como el Pakistán de América Latina. Y Napolitano, principal funcionaria de su comitiva, es la titular del Departamento de Seguridad Interior, cuya misión es prevenir ataques contra Estados Unidos. Ergo, México es un asunto doméstico. De allí que previamente a la llegada de Obama al país, temprano en la mañana, la Napolitano despachaba en Bucarelli con el gabinete de seguridad nacional de Felipe Calderón.
Es de suponer que daba las últimas instrucciones para la apertura del Centro Conjunto de Implementación (CCI), instancia bilateral que funcionará en territorio mexicano, al margen de la Constitución y las leyes locales –y del control del Senado de la República–, donde expertos de las agencias de seguridad e inteligencia de Estados Unidos tomarán decisiones estratégicas, a la vez que vigilarán, fiscalizarán y calificarán el trabajo de las fuerzas armadas y las distintas policías nativas en el uso del equipo militar que, a un costo de 700 millones de dólares, fue aprobado por el Congreso estadunidense para los primeros dos años de la Iniciativa Mérida. O sea que “los marines llegaron ya”, bajo la pantalla de fiscales in situ de la guerra a las drogas de Calderón, en un franco acto de injerencia en los asuntos internos de México, avalado por el Eliot Ness de Los Pinos y sus Intocables (Obama dixit). A propósito, ¿no que no se iban a permitir condicionamientos ni monitoreos?
Con un punto adicional: el CCI será el cuarto de guerra que encontrará a su llegada a México el embajador designado por Washington, el cubano-estadunidense Carlos Pascual, especialista en desestabilización y reconstrucción de estados fallidos, guerra asimétrica, golpes suaves y comunicación estratégica. The Ambassador Crisis es un experimentado agente de la política de intervención encubierta de Washington. Entre otros cargos, tras la autodisolución de la Unión Soviética, fue administrador adjunto de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) para Europa y los nuevos Estados Independientes, y entre 2000 y 2003 se desempeñó como embajador en Ucrania, donde se ocupó de la lucha contra el terrorismo (sic) y ayudó a construir un fuerte sector privado. Además, introdujo las técnicas del golpe suave, que culminaron en 2004 con la Revolución Naranja en Ucrania. En ese periodo, otras revoluciones de colores exitosas, que siguieron las tácticas desestabilizadoras de las agencias de Washington, fueron las de Serbia, Georgia y Kirgizstán.
En 2005, la administración de Bush lo puso al frente de una nueva Oficina de Coordinación de Reconstrucción y Estabilización –Oficina de Colonias” la llamó John Saxe Fernández–, desde dondePascual diseñó escenarios de guerra urbana, que permitieron al Departamento de Estado, el Pentágono y la USAID (que opera en combinación con los servicios de espionaje) aprobar y justificar recursos y partidas especiales de ayuda militar y asesorías de tipo contrainsurgente, como ocurre ahora en el caso de México en el contexto de la Iniciativa Mérida, símil del Plan Colombia.
A la sazón cabe mencionar que dos entusiastas del nuevo trato de Obama hacia Cuba, los senadores Richard Lugar, republicano, y el demócrata Joseph Biden, actual vicepresidente de Estados Unidos, apoyaron el proyecto de guerra irregular de Pascual, desde la OCRE. Por cierto, en el esquema de guerra asimétrica intervienen, además del Pentágono, el Departamento de Estado, la CIA, Seguridad Interior, la DEA, Aduanas y un largo etcétera, así como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). ¿Será que el blindaje del FMI por 47 mil millones de dólares es un anticipo para que Carlos Pascual pueda llevar a cabo la reconstrucción del Estado fallido mexicano?
Si a todo lo anterior le agregamos el adoctrinamiento de senadores y diputados mexicanos en los cuarteles centrales del comando estadunidense de defensa del espacio aéreo (Norad, por sus siglas en inglés) y el Comando Norte (Northcom), en la base aérea Peterson de Colorado Springs; la participación de un contingente de marinos, dos fragatas y helicópteros de la Armada de México en los ejercicios de guerra antisubmarina UNITAS 50-09, bajo el mando del Pentágono, y la llegada decontratistas privados (mercenarios) de Dyncorp, el cuadro se completa. En síntesis, caos e intervención, y un objetivo estratégico: los hidrocarburos de México.

Guatemala: ¡Qué difícil es gobernar!

La adversidad nos ha servido de sombra, las situaciones que hemos enfrentado han sido extremadamente difíciles y complicadas y no ha habido un proyecto o un estadista que nos conduzca hacia una salida viable y posible para construir ese otro país menos desigual y excluyente, en paz, no tan centralista, racista paternalista y violento.
Ileana Alamilla* / ALAI
Los 12 años de campaña, antesala de la llegada de Álvaro Colom a la Presidencia, no fueron suficientes para prepararse para gobernar. El equipo que lo acompañó, del que muchas veces alardeó en sus discursos, sigue ausente; el Instituto del que se jactó con frecuencia como el autor del diseño de los planes de gobierno en todas las áreas, fracasó en sus propuestas; sus cuadros fueron insuficientes o tal vez desertaron al ver frustradas sus aspiraciones y se sustituyeron por los acreedores de los favores recibidos por su partido, lo que ha dado como resultado un fracaso en estos 15 meses del ejercicio del poder.
El agobio y la aparente soledad del gobernante, salvo, por supuesto, el inseparable acompañamiento de la primera dama y de sus más cercanos colaboradores, seguramente lo lleva a pensar más de una vez que es muy difícil gobernar.
A Colom le tocó una coyuntura complicada, aunque así la hemos pasado casi toda la vida, tras una desgracia otra, hundiéndonos sin tocar fondo. La adversidad nos ha servido de sombra, las situaciones que hemos enfrentado han sido extremadamente difíciles y complicadas y no ha habido un proyecto o un estadista que nos conduzca hacia una salida viable y posible para construir ese otro país menos desigual y excluyente, en paz, no tan centralista, racista paternalista y violento.
El estado de ánimo colectivo es de malo a sombrío, vivimos con miedo, desconfiamos de los demás, estamos agobiados por la situación económica, social y financiara, sentimos desamparo, tememos a las fuerzas de seguridad, el sistema de justicia, con la Corte Suprema a la cabeza, no es merecedor de confianza ni de respeto, las autoridades nos defraudan con frecuencia, los ofrecimientos nos crispan y las justificaciones nos encolerizan.
El escenario de violencia sistemática se agudizó el primer año de la gestión de Colom; la Procuraduría de los Derechos Humanos reporta que en ese período fueron asesinadas cinco mil 834 personas, por lo que el ombudsman lo califica como el más violento de la historia, que además reportó seis mil 468 lesionados por la violencia y 183 secuestrados, las muertes de mujeres y de pilotos fueron una constante dramática.
Este es el aspecto que más se resiente en las áreas urbanas. Los poderes paralelos, crimen organizado y narcoactividad están posicionados en casi todo el territorio nacional, provocando un severo peligro para el estado de Derecho y la soberanía. Actúan con libertad e impunidad y el Gobierno no tiene capacidad de reacción oportuna y efectiva, a pesar de que el combate a la violencia con inteligencia fue su principal oferta de campaña.
Las decisiones de la actual administración han sido muy desatinadas, y el discurso imputando responsabilidad a sus antecesores produce rechazo.
El Acuerdo Nacional de Seguridad y Justicia es percibido con escepticismo. Sus 101 puntos son el consolidado de distintas propuestas que no ofrecen, en lo inmediato, lo que los gobernados esperan: el principio del fin de la violencia y de una vida sin tanto sobresalto, sin tener que agradecer por la sobre vivencia diaria. ¡Qué difícil es para el presidente responder a la confianza de sus votantes!
*Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, es Directora de la Agencia CERIGUA.
http://cerigua.info/portal/

Las Cumbres y la crisis

En Trinidad y Tobago no se discutió la crisis capitalista mundial y, en función de esa misma lógica, en Panamá la palabra crisis no se menciona. La economía panameña dependiente de la exportación de servicios sentirá a fines del presente año el golpe de la recesión.
Marco A. Gandásegui, h. / http://marcoagandasegui.blogspot.com/
Las recientes cumbres celebradas por el G20 en Londres, de la OEA en Puerto España y del ALBA en Caracas tuvieron un objetivo en común. Pretendían enfocar la crisis mundial y desarrollar políticas que mitigaran sus efectos. Los líderes del G20, cuyos países concentran el 85 por ciento de la producción mundial, se dividieron en cuanto a la acción que deben tomar para domar la recesión mundial. En Puerto España, Trinidad y Tobago, los presidentes del hemisferio occidental estuvieron en desacuerdo en casi todos los puntos colocados sobre la mesa. No llegaron a tocar la crisis mundial. Los seis países que llegaron a la reunión del ALBA tenían una agenda más sencilla y aprobaron resoluciones muy importantes para sus respectivos países.
El presidente Martín Torrijos no fue a Londres y tampoco viajó a la reunión de ALBA en Caracas. Sin embargo, si estuvo en la V Cumbre de la OEA donde saludó a Barak Obama, nuevo presidente de EEUU. También aprovechó para despedirse de sus colegas ya que dejará su cargo el 1º de julio de 2009. Además, informó al cónclave que se iniciaron los trabajos de ampliación del Canal de Panamá.
La reunión de la OEA estuvo dominada por la figura de Obama y por la ausencia de Cuba. En EEUU, la prensa que no estaba muy segura en qué parte del mundo estaba su presidente, concentró su atención en el choque de manos entre el líder norteamericano y el presidente Hugo Chávez, de Venezuela. Desde que fue creada la OEA, su agenda siempre era impuesta por Washington. Obama, sin embargo, tuvo dificultades de poner orden en la casa que en ocho años (2001-2009) desmontó el expresidente George W. Bush.
El desorden en Puerto España – reflejado en los despachos de los medios de comunicación norteamericanos - no le permitió a los observadores en la región percatarse de los cambios importantes que se están produciendo en la región. Por un lado, la política del “garrote” acostumbrado por EEUU no está dando los resultados esperados. Los carteles de la droga montados en Colombia y México no están contribuyendo a estabilizar a los gobiernos de derecha. El monopolio comercial se esta fracturando frente a la disminución de importaciones norteamericanas de productos de la región. En su lugar ha aparecido la República Popular China como nuevo comprador de materias primas.
Por otro lado, se están formando bloques comerciales en la región que buscan fórmulas que le permita a los países mantener un mínimo de autonomía frente al mundo exterior. ALBA se ha movido en varias direcciones garantizando independencia energética y servicios sociales básicos a un número creciente de países. El Mercosur quiere convertirse en un bloque comercial con capacidad de negociar en el plano global. La mayoría de los países latinoamericanos apuntan su política exterior en varias direcciones manteniendo un equilibrio cuidadoso en función de sus intereses.
En el caso de Cuba, mantiene buenas relaciones con el Mercosur y mejores aún con ALBA. Además, es probable que logre dar pasos políticos importantes para disminuir la tensión casi cincuentenaria con EEUU. La viabilidad de Bolivia fue reconocida por sus vecinos e, incluso, Obama aseguró que su país no abanicará opciones golpistas como lo hacía su predecesor. Nuestro vecino, Costa Rica, acaba de establecer relaciones con Pekín con el cual desarrollará relaciones comerciales estratégicas.
Obama mencionó la existencia de “estados fallidos” como un peligro para la región. A diferencia de Bush, sin embargo, parece que se refería a los aliados más cercanos de Wahington: México, Colombia y, por supuesto, Haití. Antes de la cumbre de la OEA Obama viajó a México con Janet Napolitano (secretaria de Seguridad Interna del Estado) y llevó a su nuevo embajador Carlos Pascual (especialista en “estados fallidos”). También habló del despliegue de tropas a la frontera con México. Además, apunto a las dificultades para aprobar un “tratado comercial” con Colombia, país que no respeta los derechos humanos.
En Trinidad y Tobago, Obama hizo todos los gestos protocolares para extenderle la mano a los países que han sido más críticos de EEUU en los últimos años. Es una señal de otra manera de hacer política en función de la llamada “seguridad nacional” de EEUU. Daniel Ortega, presidente de Nicaragua le recordó a Obama a quién le corresponde introducir los cambios. Según el mandatario sandinista, “Nicaragua no tiene que cambiar, los que tienen que cambiar son ustedes Presidente, porque Nicaragua nunca ha invadido a EEUU, Nicaragua nunca ha minado los puertos de EEUU, Nicaragua no ha lanzado un sola piedra en contra de la nación norteamericana, Nicaragua no ha impuesto gobiernos en EEUU”.
La economía mas poderosa del mundo se encuentra deslizándose en forma peligrosa hacia el abismo. Tiene que establecer nuevas relaciones estratégicas. Mientras que Bush ignoró a la región, Obama está decidido a hacer algo. La mala noticia es que ni él sabe a ciencia cierta que es lo que va a hacer. El desorden dejado por Bush es de tal magnitud en la Casa Blanca que todavía no han definido una estrategia.
La clase política panameña sigue colgada de la cola de Washington, sin saber cuales son las intenciones de los nuevos gobernantes demócratas que enfrentan duras decisiones en múltiples escenarios: económicas, militares y domésticas. En el caso de Panamá, a menos de dos semanas de las elecciones del 3 de mayo, ninguno de los candidatos a la Presidencia tiene un plan de desarrollo ni una política exterior coherente. La Embajada de EEUU sigue diseñando las políticas públicas del país y se ha convertido en la única fuerza capaz de darle a la clase política dominante líneas de acción.
En la V Cumbre no se discutió la crisis capitalista mundial y, en función de esa misma lógica, en Panamá la palabra crisis no se menciona. La economía panameña dependiente de la exportación de servicios sentirá a fines del presente año el golpe de la recesión. No se están haciendo los preparativos para enfrentar el reto. Torrijos regresó de la reunión de la OEA satisfecho, observando la trayectoria del tsunami económico que golpeará el istmo con dureza antes de fin de año.
Panamá, 23 de abril de 2008.

Puerto Rico: Planteada la posibilidad de corregir el pasado

La Cumbre de las Américas dejó planteado el tema de las islas fronterizas entre América Latina y Estados Unidos –Cuba como principal, seguida por La Española y Puerto Rico- y el Presidente Barack Obama se mostró receptivo a escuchar los reclamos, lo que ha producido expresiones positivas.
Jesús Dávila (NCM, especial para ARGENPRESS.info)
Contrario a lo que hubiera sido de esperarse en otras circunstancias, Obama no se sobresaltó ni los funcionarios diplomáticos estadounidenses hicieron advertencia alguna ante el triple reclamo de que se termine el bloqueo y el aislamiento de Cuba, se atienda con urgencia la situación deteriorada de Haití y la expresión del Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, de que Puerto Rico dejará de ser colonia para ocupar un lugar junto a las demás naciones latinoamericanas.
Los problemas con las tres naciones isleñas, junto con la situación de porosidad peligrosa de la frontera con México, implican para EEUU y América Latina el despertar de temas inconclusos que cobraron forma en la segunda década del Siglo XIX, con las políticas no oficiales desarrolladas por aventureros diplomáticos y navales estadounidenses. Planteada quedó la posibilidad de que EEUU se avenga a que América Latina guarde su frontera norte –en las islas y el continente- como aliado o si continuará por parte de Washington la visión estratégica imperial gestada hace cerca de 200 años y reforzada como “super potencia” durante la Guerra Fría.
El asunto de las islas ubicadas estratégicamente en los pasos hacia el continente no se limitó al Caribe sino que la Presidenta de Argentina, Cristina Fernández, dejó claro que interesa que en la agenda de devoluciones se incluya las Islas Malvinas.
Obama escuchó con respeto al Presidente Ortega, quien presentó una extensa disertación sobre el problema del expansionismo y la necesidad de que haya un cambio por parte de EEUU y recibió de buen grado el libro de historia que le regaló el Presidente de Venezuela Hugo Chávez. Pero sobre todo, ante el reclamo general de los mandatarios para la reincorporación de Cuba al sistema hemisférico, reconoció que el bloqueo ha fracasado y dijo estar dispuesto a negociar aunque advirtió que sigue vigente el objetivo de que haya cambios internos en esa nación alegando que el pueblo de Cuba “no es libre”.
Tan dramática fue la diferencia entre lo que hubiese sido la reacción en el pasado reciente, que la delegación del Partido Independentista Puertorriqueño, encabezada por su presidente ejecutivo Fernando Martín, logró cabildear sin tener que jugar al gato y el ratón con los diplomáticos de EEUU. De hecho, luego de que el Presidente Ortega hiciera las expresiones de apertura sobre Puerto Rico en la primera reunión plenaria, fueron varios los presidentes latinoamericanos que le llevaron el tema a Obama en reuniones privadas.
En el otro lado de la ecuación boricua, el Comisionado Residente en Washington, Pedro Pierluisi, también cabildeó intensamente con los presidentes, pero para plantearle que los puertorriqueños se sienten muy bien representados por EEUU y no requieren para nada de la independencia nacional. Pierluisi relató que en una reunión de congresistas con Obama el sábado en la noche, éste les reiteró que su política es la de atender el tema de la condición política de Puerto Rico durante este cuatrienio, versión que fue rechazada por fuentes de Washington que insistieron en que ni el Presidente ni el Departamento de Estado hicieron expresión alguna –pública o privada-sobre el asunto.
De hecho, si bien los independentistas y los anexionistas –ambos interesados en un cambio en la condición política de Puerto Rico- cabildearon intensamente, el bando de los autonomistas no estuvo completamente ajeno, pues se indicó que tuvieron una o dos voces cerca del Presidente Obama.
De una forma o de otra, Washington no estaba interesado en confrontación. Hasta cuando la declaración de la Cumbre fue firmada sólo por el Primer Ministro de Trinidad y varios presidentes se fueron sin siquiera asistir al acto de clausura, todos hicieron expresiones cada cual por su lado sobre lo exitoso del encuentro. Para Obama no era muy negativo que los 34 mandatarios prefirieran no estampar sus firmas en una declaración redactada bajo el mando de su antecesor George Bush y a los presidentes latinoamericanos les interesaba más abrir un nuevo proceso de negociaciones que adelantar acuerdos formales.
Sin embargo, justo mientras la delegación de EEUU mostraba disposición a un nuevo diálogo con Latinoamérica, al menos en Puerto Rico las fuerzas policiales comenzaron a ejecutar acciones controversiales, como el allanamiento extrajudicial de la residencia de una líder del Partido Independentista Puertorriqueño en la ciudad portuaria de Mayagüez.
La amenaza a la independentista Sandy Borrás se produjo con despliegue de una fuerza policial que repartió bastonazos e improperios contra vecinos del proyecto de vivienda pública en que ella reside, agresión fue sólo concluyó cuando llegaron al lugar militantes de La Nueva Escuela con equipos fotográficos para documentar lo sucedido. Mientras tanto, en San Juan, se informó que un periodista de la red mundial Indymedia, que está afiliado al Frente Socialista, sería acusado formalmente por haber hecho un foto reportaje de una protesta estudiantil contra el Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva del Ejército de EEUU (ROTC) en la Universidad de Puerto Rico.
No estaba claro de momento si esas acciones contra los independentistas, ejecutadas por la Policía nacional bajo el mando del ex agente del Buró Federal de Investigaciones, José Figueroa Sancha, son ordenadas desde Washington o no. Figueroa Sancha estuvo a cargo de la logística durante el operativo de 2005 en el que un grupo comando del FBI mató a Filiberto Ojeda, comandante del Ejército Popular Boricua-Macheteros, con el que se abortaron las conversaciones que llevaba a cabo con la Iglesia Católica explorando la posibilidad de un proceso pacífico para la independencia de Puerto Rico.

sábado, 25 de abril de 2009

El obsequio de Chávez a Obama: un gesto cargado de sentido

Cuando Hugo Chávez le regaló un libro de Eduardo Galeano a Barack Obama en la reciente Cumbre de las Américas, no lo hizo para agasajarlo sino para generar un hecho político. O para decirlo en otras palabras: para producir sentido.
Roberto López Belloso / Semanario Brecha (Uruguay)
Por una parte está el gesto. Mientras al ex presidente George W Bush le recomendaba lectura a la distancia ya que en su presencia “el aire olía a azufre”, la cercanía con Obama se busca (tal vez en retribución a un gesto previo del propio Obama), y no solamente para estrechar una mano sino también para dar un presente. Dicho con doble intención: acá está el presente, el pasado podría, eventualmente, quedar atrás.
Pero no sólo está el gesto. También el objeto está cargado de sentido. Un libro en una estantería es apenas una cosa latente. Sin embargo Chávez (mediador entre ese objeto y el sentido que ese objeto adquirirá luego del gesto) lo toma de esa estantería, lo toma de ese estado latente, de esa potencialidad que es un libro guardado, y lo carga de sentido al entregárselo públicamente a Obama. Y a su vez el libro, que no es cualquier libro, que ya tiene una trayectoria recorrida, que ya significa algo muy concreto, carga de sentido el gesto de Chávez.
Por eso el libro, ese libro en particular, fue el regalo preciso para la intención de Chávez al obsequiarlo. El destinatario final –el conjunto de quienes estábamos observando, en directo o en diferido, a través de los medios– entendería enseguida el mensaje. No era necesario haber leído el libro. No era necesario ni siquiera conocer la existencia del autor ya que el título era claro. Si además el televidente o el lector del periódico que estaba mirando la foto de los dos jefes de Estado conocía la obra de Galeano, Chávez ganaba un palmo más de significado: reforzaba su vínculo con una tradición de izquierda latinoamericana con la que se ha esforzado en entroncar –sobre todo a través de su búsqueda insistente de asociación de imagen con Fidel Castro– pese a las dificultades de una profesión (la militar) y del lastre de un primer acto (la salida a escena a través de una intentona golpista) que cuando se las trata de incluir en la gramática de esa tradición de izquierda suelen verse como “faltas de ortografía” o al menos como una sintaxis rara.
Tal vez Obama encuentre tiempo para satisfacer su curiosidad y –en una edición en inglés– lea algunas páginas. Ni siquiera necesita hacer eso. El libro, incluso a tapas cerradas, es un recordatorio de que mejorar la imagen de su país en América Latina no será tan sencillo como en Europa. Podrá poner en juego todo su carisma de rock star (ese genialmente captado por la lente de Winter y que le valió el reciente Pulitzer al New York Times), pero a la vez tendrá que producir hechos (Cuba es el nombre central de esa expectativa) para ganarse el respeto de esa región que ahora –probablemente– identifique como la de las venas abiertas. Poco importa si el conjunto de datos que contiene el libro corresponde a una época pretérita o si las herramientas de análisis del ensayista resultaron superadas (al fin de cuentas fue editado en 1971). Lo que importa es que en el momento de su entrada a escena en el club de los presidentes de las Américas, donde su antecesor había actuado como elefante en un bazar, su principal antagonista le puso ese libro en la mano.
Luego del hecho político vino el hecho comercial. En parte por la obamanía (ahora todos quieren un perro de aguas portugués para tener una mascota como la de los nuevos inquilinos de la Casa Blanca), en parte por las necesidades del Departamento de Estado de saber qué dice ese libro que le regalaron a su presidente, y en parte –se sabe que menor pero más esperanzadora que las anteriores– por el interés de algunos estadounidenses de conocer un poco mejor a sus vecinos. Cuando se piense en el boom de ventas de Las venas abiertas de América Latina en Estados Unidos, donde, como se ha dicho hasta el cansancio, el libro pasó del lugar 57 mil y tantos al segundo o primero de ventas en el sitio de Internet Amazon, no debe olvidarse que se trata de un país donde algunas ciudades son parcialmente latinas. No en vano Los Ángeles es la ciudad del mundo en la que viven más salvadoreños, dejando a San Salvador en segundo puesto. Ciudades donde habitan comunidades que tienen sus propios motivos para sentirse de este lado del mostrador cuando un presidente le obsequia a otro una historia del saqueo.

Somos civilizados porque matamos a todos los salvajes

Reconocer los crímenes de nuestra historia no nos hace peores países. Defender semejantes crímenes contra la humanidad nos hace partícipes. Y si fuimos presidentes, nos hace, por lo menos, sospechosos.
Jorge Majfud * / Página12
En el artículo editorial de El País de Montevideo del 19 de abril de 2009, el ex presidente de Uruguay Julio María Sanguinetti reacciona contra la reivindicación de los charrúas y, sin advertirlo, nos da las claves de una mentalidad que gobernó por dos períodos y que siguió influyendo en la ideología de un vasto grupo social durante décadas.
El doctor Sanguinetti afirma que “no hemos heredado de ese pueblo primitivo ni una palabra de su precario idioma [...], ni aun un recuerdo benévolo de nuestros mayores, españoles, criollos, jesuitas o militares, que invariablemente los describieron como sus enemigos, en un choque que duró más de dos siglos y los enfrentó a la sociedad hispanocriolla que sacrificadamente intentaba asentar familias y modos de producción, para incorporarse a la civilización occidental a la que pertenecemos”.
La habilidad literaria y filosófica de Sanguinetti radica en reunir tres o cuatro ideas en una sola frase: (1) No hemos heredado casi nada de ese pueblo salvaje. Porque los matamos a casi todos en nombre de la civilización. (2) Perú o Guatemala no pertenecen a la civilización occidental porque en su mayoría su población lleva sangre indígena. Ni qué hablar de Japón, que lamentablemente no ha podido integrarse a la cultura occidental por el problema de su raza y sus costumbres. (3) A pesar de que los matamos a todos y no heredamos nada de ellos, ni una sola palabra, de cualquier forma sabemos que su idioma era precario. Los charrúas no sabían decir “Hegel” ni “weltanschauung” ni “iPod” ni “ley de obediencia debida”. No sabían conjugar sus propios verbos y cuando hacían el amor proferían quejidos sin pluscuamperfectos. Como los primitivos quechuas, debían tener sólo tres fonemas vocálicos, dato por el que se demuestra la inferioridad del español ante el inglés, idioma de la civilización, como decía otro insigne educador, Domingo Faustino Sarmiento. Ni qué hablar de los escandinavos, quienes van a la punta de la civilización con el uso de nueve vocales. (4) De los charrúas no conservamos “ni un recuerdo benévolo de nuestros mayores españoles, criollos, jesuitas o militares, que invariablemente los describieron como sus enemigos”. Si quienes colonizaron, expropiaron y asesinaron a los primitivos no conservan ningún recuerdo positivo de ellos, ergo los primitivos eran malos y no dejaron ni un recuerdo rescatable. Salvo la tierra y el honor que las víctimas en cada guerra siempre confieren al vencedor. (5) Durante dos siglos, los charrúas se enfrentaron con “la sociedad hispanocriolla que sacrificadamente intentaba asentar familias y modos de producción, para incorporarse a la civilización occidental a la que pertenecemos”. Sacrificadamente expoliamos a los primitivos, de eso no hay dudas. No fue fácil. No se dejaban.
El autor, para demostrar que es capaz de ver algo bueno en un pueblo primitivo, elogia a los guaraníes: “La etnia guaraní misionera, esa sí fundamental en la construcción de nuestra sociedad, desde las murallas montevideanas, por ella levantadas, hasta la formación de nuestro ejército”. Es decir, los guaraníes (corregidos) contribuyeron a la construcción de las murallas y los ejércitos de los colonizadores que se asentaron en la franja de tierras charrúas. Aunque el número de estos esclavos que colaboraron en la empresa era ínfimo en relación en el pueblo que se extendía desde Paraguay hasta Uruguay, conviene identificarlos con todo el pueblo. Esos salvajes sí eran buenos porque colaboraron “en la construcción de nuestra sociedad”, trabajaron en las murallas y se hicieron matar por los nobles colonos blancos.
No dice Sanguinetti que la sociedad de ningún país se construyó en un par de décadas al inicio de su historia política, sino que se sigue construyendo mientras ese país existe, y un factor central de esa construcción surge cuando cada pueblo admite, reconoce y mira de frente los crímenes y genocidios de su propia historia.
Alegremente, Sanguinetti cita el caso de una matanza guaraní en 1702, “en que el ejército guaraní, al mando de los padres jesuitas, mató –según su versión– a 500 guerreros, destruyó una toldería y envió a ‘cristianar’ a las mujeres y niñas”. Los guaraníes masacrando en nombre de Cristo... ¿Necesitamos más pruebas del aberrante e hipócrita modus operandi de esta calaña de colonizadores? ¿No recuerda estas proezas a Hernán Cortés y a Adolfo Hitler masacrando en nombre del mismo (mil veces) Crucificado, aplaudido por otras masas de bestias adoctrinadas en nombre de la moral, la civilización, Dios y el progreso? ¿No recuerda esto a los negros esclavos azotando otros negros esclavos hasta que la víctima terminaba por reconocer la bondad de los azotes para controlar la mala naturaleza de las razas inferiores?
“De modo que el tema del enfrentamiento con los charrúas es un ‘choque de civilizaciones’ que no se puede reducir a una mera batalla final.” La referencia a Samuel Huntington, cuya teoría sirvió para justificar guerras como la de Irak, le sirve hoy a la mediocre clase tradicionalista de Uruguay para justificar los crímenes de un pasado que es defendido por su valor de mitos fundadores.
“No olvidemos que, cuando la dominación brasileña, Rivera le propuso a Lecor un plan de reducción de los charrúas, tratando de preservar sus vidas.” Lo que se puede entender como un intento de control de natalidad mediante la distribución de condones entre los salvajes, ya que no vamos a pensar que intentaban reducirlos en guetos o matar a algunos, como era la costumbre y tal cual fue el resultado final. Pero los Rivera no fueron los únicos responsables de la cacería humana. “Organizada la República, le tocó a Rivera librar en 1831 la tan discutida campaña, aprobada por la unanimidad del Parlamento, sin una voz en contra, dado el clamor del vecindario de la campaña.”
Señor ex presidente, este dato no exime a un criminal; implica a toda su clase dominante (los gauchos, los negros y los indígenas no pertenecían al vecindario ni tenían diputados).
Para Sanguinetti, la matanza de charrúas en Salsipuedes fue “poco genocida”. Los sobrevivientes charrúas que “organizados dieron muerte, poco después, a Bernabé Rivera, principalísima figura del ejército patrio y sobrino del Presidente” fueron víctimas de una media matanza. Por lo cual Rivera es medio asesino y quienes lo defienden hoy son medio hipócritas.
“Es doloroso por el país que se use la historia de modo abusivo, fundamentalmente para denostar al general Rivera, a quien el país le debe los mayores esfuerzos en la lucha por la independencia.” Cualquier historiador sabe que no hubo pura lucha por la independencia, ni siquiera hubo independencia total y menos revolución. Esa lucha estuvo dominada por una fuerte lucha de intereses de clase, de raza y hasta por intereses familiares, individuales. El primer gobierno de Fructuoso Rivera data de 1830. José Artigas, el héroe máximo de la rebelión liberadora del Plata y el más humanista entre los jefes políticos, nunca quiso regresar a vivir bajo el mando de semejantes libertadores. Murió en 1850, tres décadas después de exiliarse en Paraguay. Hoy sabemos que Rivera propuso asesinar a ese “monstruo anarquista”.
Julio María Sanguinetti, el ex presidente que tantas veces se puso la bandera de haber asegurado la paz de nuestro país negociando la impunidad de secuestradores y torturadores del Estado militar –América latina, siempre mendigando derechos–, entiende que el genocidio de los charrúas fue realizado por “magníficos esfuerzos de tantos patriotas para consolidar la paz y abrir las rutas del progreso”.
La paz de los cementerios y del olvido.
Reconocer los crímenes de nuestra historia no nos hace peores países. Defender semejantes crímenes contra la humanidad nos hace partícipes. Y si fuimos presidentes, nos hace, por lo menos, sospechosos.
* Escritor uruguayo, Lincoln University.

miércoles, 22 de abril de 2009

Ecuador se dispone a reelegir a Correa

Todo indica que el actual presidente será el ganador en las elecciones del próximo domingo 26 de abril. El embajador ecuatoriano en Argentina da claves para entender los nuevos tiempos de la nación andina, que adhiere al Socialismo del Siglo XXI.
Germán Gonaldi / Agencia Periodística del Mercosur (APM)
Es una elección extraña la de este domingo 26 en Ecuador. Contrariamente a lo que pasaba en años anteriores, el proceso electoral transita por aguas calmas y seguras, sin sobresaltos para el Presidente Rafael Correa, que va por su primera elección con la nueva constitución, complementando el mandato que ya tiene desde 2006, cuando derrotó a los partidos políticos tradicionales.
A menos que ocurra una sorpresa mayúscula que nadie se atreve a pronosticar, Correa será proclamado en las urnas hasta el 2013. Así, el guayaquileño podrá permanecer en el Palacio Carondelet otros cuatros años mas, hasta 2017, porque la constitución aprobada en septiembre se 2008 habilita la reelección por un período.
La sensación general es que los comicios ya están ganados. Ninguno de los candidatos llega a una expectativa mínima de, siquiera, disputarle la presidencia al economista. Este hecho no es gratuito: muchos de ellos representan a sectores de la vieja política y la sociedad ha dado evidentes muestras de querer sepultarla. (Ver: “Correa larga primero en la carrera electoral”. APM 16/03/2009)
Y acaso en la contrafigura que la gente ve frente a los políticos tradicionales, más que en sus políticas efectivas, esté la base del favoritismo del líder de Alianza País. Es cierto que aun no parece afectarlo el desgaste del poder, porque hábilmente ha sabido mantener una buena llegada al público y mantiene un interesante apoyo de los nuevos actores de inicio de siglo: los movimientos sociales.
Desde que empezó a gobernar, ha aplicado políticas sociales avanzadas, especialmente en salud, educación y vivienda, ha ganado algunas batallas contra la corrupción -un mal endémico en América Latina- y supo contrarrestar los ataques de la iglesia y de la prensa.
APM charló con Wellington Sandoval Córdoba, embajador de Ecuador en Argentina, minutos antes de inaugurar el ciclo “Socialismos en América Latina” organizada por el Partido Socialista de la ciudad de La Plata.
Médico de profesión y con solo un puñado de años en la política, el diplomático habla claro: quiere la “gran unión sudamericana socialista” y alinea en ese destino a Argentina, Bolivia, Venezuela, Nicaragua y El Salvador. Leer más...

domingo, 19 de abril de 2009

Necesidad de la integración

La última Cumbre de las Américas, realizada en Trinidad y Tobago, ha puesto de manifiesto el nuevo momento que vive América Latina: los miembros del ALBA han llevado algunas posiciones conjuntas que le dan más peso como bloque. Han marcado una pauta que indica el camino que debería prevalecer. La integración es una necesidad.
Rafael Cuevas Molina/ Presidente AUNA-Costa Rica
Como en ninguna otra parte, la idea de la integración y de la unión ha estado tan presente a través de la historia como en América Latina. Esto no es casualidad, pues nuestro pasado nos “condena” a reeditar continuamente la nostalgia por lo que Simón Bolívar llamó la construcción de “la más grande nación del mundo”.
El momento para concretar tal ideal habría sido, efectivamente, ese en el cual actuó Bolívar cuando, saliendo de la noche colonial, podría haber fructificado la tendencia a no separarse, como sucedió en lo que hoy es un solo gran Estado: Brasil. Pero esa era solo una de las tendencias existentes en ese momento. La otra, que a la postre terminó prevaleciendo, fue la de la disgregación. Ambas provenían de la administración colonial española: por una parte, la colonización expandió por todo el continente una sola cultura (dominante), que prevaleció por sobre la multitud de pueblos e identidades que existían desde antes de su llegada. En este sentido, la cultura del colonizador estableció una unidad que, hasta nuestros días, sigue predominando. No se trataba solo de aspectos culturales sino, también, de una administración que tenía un centro único, en la península ibérica, que unificaba formas de vida.
Por otra parte, esa misma administración, para poder manejar el vasto territorio sobre el cual actuaba, estableció divisiones que, a la postre, fueron el antecedente de los estados nacionales que luego despuntarían. En la inmensidad de la tierra americana, se fueron creando vínculos más fuertes entre aquellos que se encontraban bajo la égida de una administración local, y fue, también, generando intereses particulares vinculados a esos espacios más reducidos.
Una vez cristalizada la disgregación, pasados los años de las guerras independentistas, los años de la anarquía en el que unos intereses buscaban prevalecer sobre otros; una vez que los estados nacionales se consolidaron alrededor del proyecto de las oligarquías liberales, resurgió la nostalgia por la unidad. Eso que llamamos “nostalgia” fue, también, un grito de alerta ante los acontecimientos que el final del siglo XIX y principios del XX traían: en primer lugar, la aparición en el horizonte del coloso del Norte, los estados Unidos de América que, confederados, pujantes en su desarrollo industrial, empezaban a desbordar sus fronteras sobre los territorios que le estaban más cercanos, que eran los nuestros, los latinoamericanos. Se trataba, ni más ni menos, que la expresión de lo que Vladimir Ilich Lenin llamaría el tránsito hacia el capitalismo en su forma imperialista, cuando el capital financiero pasa a ser la forma dominante de capital y se transforma en transnacional para realizarse. Ahí fue cuando nos vimos débiles y añoramos haber estado unidos. Pero ya era tarde.
Ha sido nuestro sino buscar continuamente formas de asociarnos para no ser tan frágiles: el Mercado Común Centroamericano y el Sistema de Integración Centroamericano, el MERCOSUR, la Comunidad Andina de Naciones, la Unión de Naciones Suramericanas, no son más que expresión de esa desiderata que sigue prevaleciendo pero que siempre se realiza a medias. Y esta imposibilidad de concreción tiene siempre el acecho de los Estados Unidos que trata de embelesarnos, incansablemente, con el canto de sirena del panamericanismo. Su último intento fue la propuesta del ALCA.
Hoy, Venezuela lidera una nueva propuesta que se concreta en el ALBA. Se impulsa en un momento inédito para la región, cuando nuevas fuerzas sociales pugnan por hacer prevalecer modelos de desarrollo que estén en función de las necesidades e intereses de las grandes mayorías. Es una situación diferente a la que ha sido lo usual en nuestra historia, y por lo tanto es diferente la noción de integración que se impulsa: es solidaria, busca el beneficio mutuo, parte de las condiciones específicas de cada pueblo. No es fácil, sin embargo, el camino, pero ha venido avanzando poco a poco. La última Cumbre de las Américas, realizada en Trinidad y Tobago, ha puesto de manifiesto ese nuevo momento: los miembros del ALBA han llevado algunas posiciones conjuntas que le dan más peso como bloque. Han marcado una pauta que indica el camino que debería prevalecer. La integración es una necesidad.

V Cumbre de las Américas: Vísteme despacio que tengo prisa

Es cierto que, en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, surgieron signos positivos respecto de la era Bush. La mejor constatación del carácter simbólico de la Cumbre fue la ausencia de un acuerdo unánime, requisito indispensable para que la cita de Puerto España tuviese un documento que respondiera a la línea política histórica de la OEA.
NOTAS RELACIONADAS:
Víctor Ego Ducrot / Agencia Periodística del Mercosur
Vísteme despacio que tengo prisa es un dicho popular que se oye con frecuencia en el Caribe. Está todo bien…pero se lo escucha en las calles de Buenos Aires. ¿Se acuerdan cuando entre fines de los `80 y principios de los `90 los grandes medios de comunicación del mundo entero se fascinaban con Gorbachov e instalaron el eslogan publicitario de la “gorbimanía”? Los tiempos finalmente cambiaban para siempre y la felicidad reinaría sobre la Tierra. Quizá estemos viviendo algo similar (¿pero al revés?) con Mr. Obama.
Es cierto que, en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, surgieron signos positivos respecto de la era Bush. La Cumbre de Trinidad y Tobago exhibió gestos impensables hasta no hace mucho tiempo atrás y ello constituye un signo favorable.
La mejor constatación del carácter simbólico de la Cumbre fue la ausencia de un acuerdo unánime, requisito indispensable para que la cita de Puerto España tuviese un documento “como dios manda”.
La agencia estatal argentina TELAM sostuvo que los mandatarios se reunieron en la residencia del primer ministro anfitrión, Patrick Manning, y resolvieron que solamente él sea quien firme la resolución final, ya que fue aprobada sin unanimidad.
Por su parte, la agencia Reuters hizo verdaderas piruetas informativas para traducir los signos que, desde una perspectiva latinoamericana fueron positivos por cierto, en un supuesto rotundo triunfo de la diplomacia de Obama.
La agencia británica dijo: Obama obtuvo en Puerto España un amplio crédito de los países de la región. En ese sentido, consigno las siguientes palabras del presidente venezolano Hugo Chávez: "Estas conversaciones abrieron una nueva era en la asociación entre nuestras naciones. En los últimos días hemos visto potenciales señales positivas en las relaciones de Estados Unidos, Cuba y Venezuela". Pero el mismo Chávez ya había anticipado la imposibilidad de alcanzar un consenso, lo que, se reconozca o no, devalúa la trascendencia de la Cumbre. A eso se refería cuando señaló que a faltaba tiempo para negociar y que por esa razón no habría texto final.Venezuela y los jefes de Estado del ALBA no firmarían el texto final si no se expresaba una clara solidaridad con Cuba. Es decir, una condena al bloqueo estadounidense a Cuba, el tema central del conclave. Leer más...

¿Quién imagina la “sociedad de las Américas”?

Los ejes de la propuesta del presidente Barack Obama, para forjar una sociedad de las Américas, reafirman los pilares geoestratégicos de la política que George W. Bush diseñó para América Latina, y de modo particular, las tesis de los ideólogos republicanos del neopanamericanismo. Y ya conocemos su huella en la región.
Andrés Mora Ramírez* / AUNA-Costa Rica
Barack Obama y Joe Biden, Presidente y Vicepresidente de los Estados Unidos, respectivamente, han presentando a la opinión pública -y colocado en el imaginario del poder político del continente- su proyecto de reconstitución de la hegemonía estadounidense, al que denominan sociedad de las Américas (idéntico nombre al de la exclusiva sociedad de hombres de negocios creada por David Rockefeller en 1965).
En su nuevo papel de articulistas exclusivos del Grupo de Diarios de América (GDA), que es algo así como el brazo político de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), ambos líderes han optado por unos muy particulares voceros para comunicarse con América Latina. O por lo menos, con la América Latina a la que quieren aliarse. Baste con decir que el GDA, presidido por Luis Fernando Santos (hermano del Vicepresidente de Colombia, Francisco Santos, y de Enrique Santos, presidente de la SIP, y en consecuencia, primo del Ministro de Defensa colombiano, Juan Manuel Santos), se autodefine como “un consorcio exclusivo integrado por los once periódicos independientes con más influencia en Latinoamérica”.
Y puede que lo sean, si por influyentes e independientes se entiende a aquellos medios que apoyan golpes de Estado, como lo han hecho en Brasil, Chile y Venezuela, o que defienden el statu quo y los intereses de la oligarquía –transnacional y criolla- de Argentina, Costa Rica, Colombia, Ecuador, México, Perú, Puerto Rico y Uruguay.
En su artículo “Escogiendo un futuro mejor en las Américas” (La Nación, 16/04/2009), el presidente Obama enumera los cuatro ejes fundamentales de esa sociedad de las Américas donde, por supuesto, la potencia del norte ocuparía un lugar y una función dominante. Se trata de: 1) prosperidad económica, 2) energía (por la vía de la explotación “sostenible” de los recursos naturales), 3) seguridad y 4) derechos humanos.
Estos conceptos no son nuevos en la política exterior hemisférica de Washington. Por el contrario, reafirman los pilares geoestratégicos de la política que George W. Bush diseñó para América Latina, y de modo particular, las tesis de los ideólogos republicanos del neopanamericanismo, como Robert Zoellick (actual presidente del Banco Mundial). Y ya conocemos su huella en la región.
No pretendo realizar aquí un análisis detallado de esta situación, pero considérense estos dos hechos: primero, ya en el año 2001, Zoellick exponía el objetivo de la Administración Bush en términos muy similares a los que Obama utiliza hoy. En ese momento, el entonces Secretario de Comercio hablaba de “crear una comunidad hemisférica”, donde la prosperidad económica nos haría “parte de un Hemisferio nuevo e incluyente. Esta esperanza hemisférica creará un segundo siglo americano, pero esta vez será un siglo para todas las Américas”.
Y segundo, que una de las últimas iniciativas de Bush para América Latina (el plan B del ALCA), presentado el 24 de setiembre de 2008 en el Consejo de las Américas y que lleva el nombre de Caminos para la Prosperidad en las Américas, se articula, precisamente, alrededor de dos conceptos clave en el planteamiento de Obama: una agenda de prosperidad económica –vía acuerdos comerciales- y una agenda de seguridad y lucha contra el narcotráfico y la migración ilegal.
La visión de Bush de una Comunidad Hemisférica no difiere, en lo esencial, de la visión de Obama de una sociedad de las Américas. Quizá los modales del nuevo gobierno estadounidense sean otros, pero los objetivos geoestratégicos y políticos –salvar la supremacía continental y global- se mantienen intactos.
Y es aquí donde viene la cuestión de fondo: ¿Quién imagina esa sociedad que se propone hoy al continente? ¿Y desde qué lugar histórico, político y cultural lo hace? ¿La imaginará la América marginada, la de los vencidos, o las élites oligarcas, racistas y excluyentes que tradicionalmente han detentado el poder político en nuestra región, al amparo de Washington y sus hombres de negocios? ¿La imaginan los sectores populares, que impulsan los cambios sociales más importantes de la región en las últimas décadas, o por el contrario, lo hacen los grupos económicos transnacionales, interesados en mantener sus privilegios y ganancias dentro de la lógica del sistema capitalista?
No debe olvidarse que en el reverso de las poderosas y sugestivas imágenes con que Obama construye su discurso, e incluso detrás de sus gestos amistosos en Trinidad y Tobago, abundan las omisiones sobre temas y decisiones que realmente podrían marcar un giro sustantivo en las relaciones de Estados Unidos con América Latina.
En su artículo, Obama omitió referirse, por ejemplo, a los grupos desestabilizadores y golpistas que amenazan constantemente a la democracia popular y el proceso de cambio social en Bolivia (allí están el reciente sabotaje a la ley electoral y la desarticulación de grupos terroristas mercenarios en Santa Cruz), así como en Ecuador y Venezuela. Tampoco dijo una palabra sobre el renovado despliegue militar de su país en América Latina (primero con Bush, y ahora con él), a través del relanzamiento de la IV Flota -calificada por el canciller ecuatoriano como una amenaza de largo plazo para la región- y la amenaza de la militarización de las sociedades mexicanas y centroamericanas con el Plan Mérida; no mencionó el reposicionamiento de sus bases militares en Colombia y Perú, tras la salida forzosa del puerto de Manta en Ecuador; ni los objetivos que subyacen a la realización -en las próximas semanas- de los Ejercicios Internacionales de Guerra Antisubmarina (UNITAS, por sus siglas en inglés) entre la Armada estadounidense y la Armada mexicana, en los mares de la Florida.
Esta es la otra cara de la sociedad de las Américas: la que reproduce los esquemas económicos y militares que le han sido impuestos a América Latina desde el norte, y que pretende hallar soluciones a los problemas hemisféricos dentro de la misma lógica de acumulación que provocó la actual crisis de la civilización occidental-moderna. Pero probado está, y así lo ratifican los triunfos recientes de los pueblos latinoamericanos, que en las actuales condiciones deberán ser otros los caminos de la integración, la unidad y la realización soberana de nuestra América.

El muro invisible

Cuando dos pueblos empiezan a interactuar, es más difícil estereotipar y demonizar al otro. Por eso da la sensación de que se ha echado a rodar un proceso irreversible que culminará, más tarde o más temprano, con la normalización de las relaciones bilaterales entre Cuba y Estados Unidos.
Santiago O’Donnell / Página12
A juzgar por la reacción en Cuba y Estados Unidos al acercamiento de esta semana, queda la sensación de que se ha derrumbado un muro, uno de los últimos que quedaban de la Guerra Fría.
Puede sonar demasiado optimista, pero no quiere decir que dos países enfrentados desde hace un siglo se han reconciliado. Falta el regreso de Cuba a la OEA, un acuerdo migratorio, el intercambio de embajadores y sobre todo el levantamiento del bloqueo comercial que Estados Unidos busca canjear por la libertad de los presos políticos en Cuba. Pero esta semana una gran barrera que los separaba ha sido derribada.
Claro, no se trata de un muro de concreto como el muro de Berlín, sino de un muro imaginario, un muro simbólico construido a partir de relatos antagónicos, con el fin de dividir a dos sociedades enfrentadas por muchas razones, pero sobre todo por ideología.
A un lado Estados Unidos, un pueblo libertario y religiosamente capitalista, que cree que su “destino manifiesto” es liderar el mundo, y que sabe usar ese liderazgo en beneficio de sus intereses globales, necesarios para sostener su hábito de consumo y su promesa de oportunidad.
Al otro lado Cuba, un pueblo orgullosamente solidario, gobernado por un sistema de partido-Estado único, que defiende a ultranza su modelo, su historia, su independencia y su verdad.
Cuando caen los muros, los extraños se ven las caras.
De un lado Barack Obama extiende la mano en su intento por recuperar el componente moral del liderazgo de Estados Unidos en el mundo. Con el mismo discurso que usa para dirigirse a Rusia, a China o a Irán, admite que Estados Unidos se equivocó y mucho durante el gobierno de Bush en su enfoque para encarar sus problemas con esos países. Después menciona casi al pasar, sin entrar en detalles, que esos países también hicieron algunas cositas que en su momento podrían haber molestado a Estados Unidos, o herido la sensibilidad de su gente. Remata ofreciendo empezar de nuevo y resolver los problemas por medio de la negociación.
Del otro lado Fidel Castro, más vivo que nunca, intuye que la oferta es sincera pero toma resguardos. Celebra sin estridencias la caída del muro pero al mismo tiempo advierte que no está dispuesto a rifar la Revolución en una mesa de casino. La Revolución es su legado. No lo va a entregar justo ahora, que se acerca el final. Como líder del pueblo cubano no puede olvidarse de los complots, de los boicots, de Playa Girón. “¿Y qué pasa después de Obama?”, se pregunta. Puede venir otro Bush, se contesta. Y lo publica en CubaDebate.
Detrás de Obama hay murmullos, algo de sorpresa y sobre todo indiferencia. Hace mucho tiempo que Cuba dejó de importarle al norteamericano medio. Hasta los cubanos anticastristas de Miami, a partir del recambio generacional, perdieron interés en el enfrentamiento. Eso no quiere decir que Cuba les sea indiferente. Después de todo, Estados Unidos es el país que en la década del ’50 expulsó al comunismo de su sistema político a través de la represión ilegal. Después hizo un mea culpa por haber perseguido comunistas, pero nunca dio muestras de arrepentirse, de haber aniquilado la estructura política y cultural del partido. Es más, se pasó los siguientes treinta años demonizando al comunismo con la maquinaria de Hollywood funcionando a pleno. A partir de semejante relato, en Estados Unidos “socialista” es mala palabra. Se podría decir que el noventa por ciento de la población aborrece y teme al comunismo, y Cuba es un régimen orgullosamente comunista, para colmo vecino.
Detrás de Castro hay millones de cubanos eufóricos, porque intuyen que se vienen tiempos mejores, o que al menos se acaban las excusas. Y que entienden la dimensión de su victoria. Castro lo entiende mejor que nadie. Excitado, publica tres reflexiones en un día, el martes, para contestarle a Obama, que todavía ni siquiera había hablado, sino a través de los anuncios que habían hecho sus voceros. El triunfo consiste en que, a diferencia de Berlín, esta vez tuvieron que derribar el muro desde el otro lado. Al derribarlo, quien lo hizo quedó expuesto como el responsable de sostenerlo. Los peores estereotipos del imperialismo yanqui que sostienen el relato oficial cubano habían tomado forma durante el gobierno democráticamente electo, y dos veces, de George W. Bush. Ahora el país de la tortura, las cárceles secretas y el capitalismo salvaje reconoce su error. No son muchos los triunfos ideológicos de los que puede vanagloriarse el comunismo en las últimas décadas. Este puede ser el último, o no, pero no deja de ser un gran triunfo.
Es imposible dimensionar el impacto que tendrá, a partir de los anuncios de Obama, la llegada masiva a Cuba de personas, dinero y tecnología en comunicaciones provenientes de Estados Unidos. Pero no será insignificante.
Cuando dos pueblos empiezan a interactuar, es más difícil estereotipar y demonizar al otro. Por eso da la sensación de que se ha echado a rodar un proceso irreversible que culminará, más tarde o más temprano, con la normalización de las relaciones bilaterales.
Por eso y por el contexto internacional. A partir de la formación de un bloque latinoamericano, donde confluyen distintos procesos de integración regional, el bloque ha colocado la cuestión cubana al tope de su agenda de prioridades, casi como un acto fundacional de ejercicio de soberanía frente a los distintos bloques comerciales y políticos que se van consolidando alrededor del mundo. Se trata de los mismos países cuyos gobiernos apoyaban con entusiasmo el embargo estadounidense hace quince o veinte años.
Pero el tema les plantea un dilema a esos mismos países que hoy se reunieron en Trinidad y Tobago con la sola excepción de Cuba, el país cuyos derechos ahora reivindican.
Como les gusta recordar a los funcionarios estadounidenses, como no dejó de mencionar el propio Obama en su carta abierta a la región previa a la cumbre, existe un papel llamado Carta Democrática Interamericana. Ese papel fue firmado en el 2001 por todos los países que hoy le reclaman a Estados Unidos el regreso de Cuba a la OEA. La Carta ha resultado un instrumento muy útil para resolver algunos problemas graves de la región. Por ejemplo, sirvió en el 2001 para aislar y así derribar a la dictadura de Fujimori, que había violado la Carta al darse un autogolpe. También fue clave para apuntalar al gobierno de Evo Morales frente al intento de golpe de Estado cívico en las regiones autonómicas. La última vez que se usó fue para condenar el ataque colombiano a un campamento guerrillero en territorio ecuatoriano el año pasado.
La función de la Carta es facilitar la intervención regional en defensa del sistema de “democracia representativa” adoptado por los países firmantes. Pero resulta que el sistema político cubano no parece muy compatible con algunos de los requerimientos que aparecen en la Carta para que un país sea considerado “democracia representativa”.
Por lo menos da la impresión de que los redactores de la Carta no manejan los mismos criterios que el régimen cubano con respecto a qué significa “elecciones libres”, “régimen plural de partidos y organizaciones políticos” o “separación de poderes” y, sobre todo, “respeto por los derechos humanos”.
La Carta, a su vez, no impone a las “democracias representativas” la obligación de proveer salud y educación universal, ni la garantía de seguridad alimentaria, ni la existencia de desempleo cero. Esos son, precisamente, los pilares sobre los que se construye el modelo democrático cubano.
Ahora que cayó el muro, el desafío es compatibilizar las distintas ideologías dentro de un mismo sistema interamericano. Ese trabajo permitirá crear un nuevo marco legal, comercial, migratorio y de desarrollo para la región, uno que refleje el nuevo equilibrio alcanzado entre Estados Unidos y Latinoamérica, y que esté basado en el respeto por las diferencias, dejando atrás las doctrinas hegemónicas.

La guerra que Obama ignora

¿A cuántos miles de campesinos dejó sin opción de vida digna la competencia desleal de los alimentos importados? ¿Cuántos jóvenes del campo se vieron por ello más empujados a las garras del crimen organizado?
Víctor M. Quintana S. / LA JORNADA
Obama está todavía en un periodo de gracia. Mucha gente mantiene aún una cautelosa esperanza en el primer presidente afroestadunidense de Estados Unidos. En días recientes se le han hecho llegar dos cartas referentes al tema agroalimentario. Una la firman 108 organizaciones rurales y de investigación estadunidenses y de 28 países más; otra, las organizaciones de México que participan en la campaña Sin maíz no hay país.
El hecho es que hay una guerra peor que la de Afganistán o la de Irak, que Obama ignora, a diferencia de estas últimas: es la guerra de baja intensidad contra las agriculturas campesinas, indígenas y familiares que han emprendido un puñado de trasnacionales del agronegocio, la mayoría con base en Estados Unidos y sus aliados.
No, no es una guerra en sentido figurado. Es una guerra real con armas, con su cuota de destrucción, con bajas y terribles impactos sociales.
La guerra tiene como propósito aumentar el lucro de estas corporaciones y controlar los territorios que consideran valiosos. Nada diferente a los propósitos de otras guerras convencionales. En lo que sí difiere es en el tipo de armas de destrucción masiva que se utilizan: no son bombas ni cañonazos. Son de tres tipos preferentemente: especulación con los alimentos en las bolsas de valores; invasión de los mercados nacionales con alimentos producidos y comercializados por las trasnacionales; inundación de semillas genéticamente modificadas.
Créase o no, la destrucción producida por estas armas es enorme: las exportaciones a precio dumping destruyen los sistemas productivos nacionales, sobre todo los más tradicionales. La especulación con los alimentos los pone fuera del alcance de las familias más pobres. La invasión de semillas transgénicas arrasa con la dotación de simientes naturales y con ecosistemas antiguos. La necesidad de competir con las altas productividades de las trasnacionales hace que se sacrifiquen suelos, bosques, mantos acuíferos para poder ganar la loca carrera productivista y librecambista.
Como todas las guerras, la que se libra contra las agriculturas campesinas produce hambrunas y migraciones. Y, claro, también produce muertes. Señala la primera carta que el último arranque especulativo, el de 2008, hizo que 200 millones más de personas de todo el planeta cayeran en pobreza alimentaria.
Esto debe saberlo Barack Obama. Las trasnacionales, como Monsanto, Cargill, Continental Grain, etcétera, han utilizado y quieren seguir utilizando a la Casa Blanca para proseguir esta guerra que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ni siquiera ha detectado, mucho menos tratado de impedir. Por eso es necesario que se informe, que escuche a los agricultores familiares de su patria, a los campesinos de todo el mundo.
En sus manos está modificar los tratados de libre comercio, que son verdaderos tratados de guerra; poner un alto a la especulación con alimentos. Detener en seco la inundación de semillas transgénicas.
Debe saber también que al lado de esta guerra ignorada, sus antecesores han promovido y apoyado una guerra hipócrita: la guerra contra las drogas.
El Plan Colombia, señalan los propios colombianos, ha gastado más de 7 mil 814 millones de dólares de 1999 a la fecha, pero la cifra resulta casi ridícula comparada con los 8 millones de toneladas de alimentos que el mismo plan les ha impuesto a importar a los colombianos, mismos que se preguntan: “¿No es imperialista una estrategia antinarcóticos que por un lado obliga a importar la comida que pueden producir nuestros campesinos e indígenas, y por el otro ordena fumigarlos como cucarachas cuando esos compatriotas, desesperados por la pobreza, siembran coca?” (senador Jorge Enrique Robledo).
En el caso de México las cifras son todavía más desproporcionadas: tan sólo el año pasado importamos, sobre todo de Estados Unidos, bienes agroalimentarios por más de 22 mil millones de dólares… ¿No les produjeron a los estadunidenses estas importaciones ganancias como para pagar varias veces los 300 millones de dólares que gastará este año la Iniciativa Mérida? ¿A cuántos miles de campesinos dejó sin opción de vida digna la competencia desleal de los alimentos importados? ¿Cuántos jóvenes del campo se vieron por ello más empujados a las garras del crimen organizado?
Obama debe dejar de ignorar la guerra contra la agricultura campesina. Debe replantear la guerra contra las drogas asumiendo el papel que su gobierno debe cubrir en relación con sus adictos, a quienes nos exportan armas, a quienes lavan dinero. De no hacerlo, el tiempo de las cartas puede tornarse en el tiempo de los zapatazos.

Puerto Rico, ficha en el tablero hemisférico

Mientras la política estadounidense de aislamiento y hostilidad hacia el gobierno de la Habana es motivo de controversias a nivel internacional y gran atención en los medios noticiosos, el tema de Puerto Rico es un asunto ignorado por muchos y atendido por pocos. El panorama, sin embargo, parece haber comenzado a cambiar.
Jesús Dávila / (NCM) Argenpress.info
Mientras Nicaragua tomó la ofensiva proclamando que “falta Puerto Rico” de la cumbre hemisférica de Trinidad, Estados Unidos movió también su primera ficha y se anunció que a mediados de mayo comenzará en el Congreso el proceso para revisar la condición política boricua.
El anuncio sobre Puerto Rico, hecho en San Juan sin gran fanfarria, se parece al que se proclamó en días recientes en Washington con respecto a reducir algunas restricciones sobre Cuba –aunque el bloqueo continúa- y ambos parecen seguir el patrón de reducir tensiones previo al primer encuentro entre el presidente Barack Obama y una treintena de mandatarios del hemisferio.
Los dos anuncios se diferencian, sin embargo, en que mientras la política estadounidense de aislamiento y hostilidad hacia el gobierno de la Habana es motivo de controversias a nivel internacional y gran atención en los medios noticiosos, el tema de Puerto Rico es un asunto ignorado por muchos y atendido por pocos. El panorama, sin embargo, parece haber comenzado a cambiar.
“No es de las Américas, porque falta Cuba, falta Puerto Rico”, dijo el presidente Daniel Ortega, quien pareció hacerse eco de las palabras del general Antonio Valero de Bernabé, héroe puertorriqueño de las guerras de independencia que comandó el Libertador Simón Bolívar. Ortega hizo la declaración al llegar a Caracas para participar de la reunión extraordinaria del ALBA, al que asisten los presidentes de Bolivia, Cuba, Dominica, Honduras, Nicaragua y Venezuela, además de Ecuador y Paraguay como observadores.Su declaración coincide también con el llamado hecho por el Comité de Latinoamérica y el Caribe de la Internacional Socialista para que impulse la inclusión de Puerto Rico en el temario de la “Cumbre de las Américas” que sesiona esta semana en Trinidad.
De inmediato no hubo respuesta directa de Washington a las palabras de Ortega, pero el Comisionado Residente, Pedro Pierluisi, dijo que aunque el caso de Puerto Rico no está en la agenda de la reunión hemisférica, cualquiera de los presidentes podría levantarlo y “si surge nuestro tema me voy a ocupar”. Pierluisi, quien forma parte de la delegación de congresistas que acompaña al Presidente Obama, anunció además que a mediados del próximo mes estará radicado en Washington el proyecto para convocar un proceso para dilucidar la situación política de Puerto Rico.
Las declaraciones de Pierluisi se produjeron luego de haber recibido orientación de parte de la Casa Blanca sobre lo que puede esperarse en Trinidad y cuando ni siquiera están claros los contornos del proyecto que se presentará en el Congreso para atender el caso de Puerto Rico. De hecho, se conoce que hay varias versiones del proyecto y que se intentará lograr un texto que permita un “consenso” entre EEUU y las fuerzas políticas puertorriqueñas.
Pierluisi tiene para eso la ventaja de que el Gobernador, Luis Fortuño, quien obtuvo en noviembre un triunfo electoral tan grande como no se veía en más de medio siglo, ha estado demostrando una gran habilidad para la maniobra y lograr negociaciones difíciles.
Pero lo delicado y volátil del asunto quedó demostrado con la detención por varias horas de las delegaciones puertorriqueñas que viajaron a Trinidad para participar en la IV Cumbre de los Pueblos, que sesiona a la vez que la reunión de los mandatarios. Del grupo fue deportado el conocido ambientalista Alberto de Jesús (Tito Kayak), quien a su llegada a San Juan fue detenido también durante cerca de tres horas por el Departamento de Seguridad de la Patria (Homeland Security), según informó su abogado Salvador Tió.
Todo esto sucede en momentos en que esta nación caribeña y colonia estadounidense desde 1898 se enfrenta a una crisis económica galopante con la pérdida de 57,000 puestos de trabajo en poco más de tres meses, de acuerdo a las estadísticas oficiales. El panorama se complementa con una situación política interna cada vez más inestable en la que por un lado comienza a gestarse un choque entre sindicatos y el Gobierno mientras los dos partidos mayoritarios, el anexionista y gubernamental Partido Nuevo Progresista y el opositor autonomista Partido Popular Democrático, ensayan esta misma semana una convergencia para pedir mejor trato en los fondos y subsidios que envía Washington.
Como si eso no fuera suficiente, el pequeño aunque influyente Partido Independentista Puertorriqueño ya logró recoger sobre 100,000 endosos, con lo cual volvió a emerger como la tercera fuerza política y tendrá plena representación en la Comisión Estatal de Elecciones en cualquier proceso de votación que se convoque. De igual forma, las manifestaciones obreras han dado el espacio para que adquieran más fuerza formaciones de izquierda como el Frente Socialista, el Movimiento Socialista de los Trabajadores, el Movimiento al Socialismo y el Movimiento Independentista Nacional Hostosiano.
Asimismo, los sindicatos de las centrales estadounidenses AFL-CIO y Change to Win terminaron esta semana marchando junto a los de confederaciones boricuas como PROSOL ante la amenaza común de que entren en vigor medidas de austeridad que se anticipa podrían dejar en la calle a 30,000 o 40,000 empleados del Estado. Hasta el presidente del PPD, Héctor Ferrer, estuvo presente en la manifestación junto con varios legisladores de su partido.
En un cuadro tal en estos días en San Juan, no está claro quiénes son aliados o adversarios, ni por cuánto tiempo.
El Departamento de la Defensa tampoco evita las controversias y esta semana se conoció que el Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva (ROTC) intentará –por segunda vez en menos de un mes- reanudar sus actividades en pleno Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, lo que anticipa tensión estudiantil. De hecho, aviones militares de gran tamaño han estado estos días en el Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín y se programó una exhibición de aviones de combate en lo que antes fue la Estación Naval de Roosevelt Roads.