domingo, 12 de abril de 2009

Cuba y la revolución en el siglo XXI

Hoy, casi veinte años después de la caída de la URSS y de la subsecuente crisis de la revolución cubana, esa nación caribeña continúa con su rumbo propio y más bien adquiere aliados en la región latinoamericana . ¿Qué sucedió? ¿Por qué no se derrumbó la revolución cubana entre 1990 y 1995 (o incluso, digamos, antes del 2000)?
Eduardo Saxe-Fernández y Francisco Robles
La historia cubana es muy clara, en términos de la dominación política, económica y cultural ejercida por las potencias metropolitanas, desde el genocidio de los pueblos aborígenes y las consiguientes importaciones de esclav@s african@s y el asentamiento hispano, pasando a la dominación directa de EE.UU. entre 1898 y 1959. La revolución cubana marcó el hito más significativo en la historia contemporánea de la isla y de la misma región latinoamericana -similar al de la independencia de España y Portugal y a la revolución mexicana de 1910. Cuba se separó del control del entonces hegemón mundial, los EE.UU., y se alió con su principal retador del período 1917-1989, la URSS y en una medida muy importante –aunque difícil de evaluar-, sobrevivió a los embates contrarrevolucionarios y de los sucesivos gobiernos de Washington, por ese apoyo euroasiático.
Con el colapso soviético luego del derrumbe de las “democracias populares” en la Europa oriental, así como con el aggiornamento neocapitalista de la R.P.China, la opinión generalizada era que la revolución cubana y latinoamericana, tenían sus días contados. Caería derrotada como habrían caído las luchas revolucionarias en Guatemala, en El Salvador, en Nicaragua, en Granada y antes en Chile, en Bolivia, en Perú o en Panamá.
En el caso cubano, con el hundimiento soviético y la hegemonía “imperial” de EE.UU., no haría falta ninguna intervención militar para destruir la revolución, sino que la mismas dinámicas sociales, económicas, y culturales internas, condicionadas por el determinismo tecnológico en su versión informática, así como por la supuesta perfección democrático capitalista de la “globalización”, junto con el posmoderno fin de la historia y el eterno “imperio global” de EE.UU., producirían los efectos deseados. Después de todo, algo así estaba sucediendo en la República Democrática Alemana, en las repúblicas populares de Polonia, Checoeslovaquia, Hungría, Rumanía, etc., así como en la URSS misma, que se desintegraba porque poc@s creían ya en el socialismo y en la revolución social. Las juventudes, sobre todo, daban la espalda a los regímenes socialistas pro soviéticos y pedían “democracia y mercado”, por supuesto con mucha ayuda de los aparatos ideológicos y de seguridad de EE.UU., sus aliados de la propaganda, la OTAN, Israel, Japón y el Vaticano. Recordemos que durante la última fase de la llamada Guerra Fría, al frente de EE.UU. y de la URSS se encontraban los directores de las principales agencias de seguridad e inteligencia, Bush I y Andrópov.
A Cuba se le ofrecería una “transición” al capitalismo que podría ser pacífica si el gobierno cubano no resistía, renunciaba y se entregaba a juicio “internacional” por sus “crímenes”, tal como se haría eventualmente en la R.F. Yugoslava con Milósevich y asociados. Se hablaría entonces de “la primavera de La Habana”, etc. Esto sucedía entre 1989 y 1991.
Para ese momento el presidente de Cuba, Fidel Castro, en el discurso pronunciado en el acto central por el XXXVI aniversario del asalto al Cuartel Moncada, celebrado el 26 de julio de 1989, en Camagüey, argüía:
Hay dificultades en el movimiento revolucionario mundial; hay dificultades en el movimiento socialista. Ni siquiera podemos decir con seguridad que los suministros del campo socialista, que con la puntualidad de un reloj han estado llegando a nuestro país durante casi 30 años, sigan llegando con esa seguridad y con esa puntualidad de reloj. (Castro, 2007a)
Y más adelante apuntaba:
...con relación a la idea de que nuestra Revolución no pudiera resistir si hay una debacle en la comunidad socialista; porque si mañana o cualquier día nos despertáramos con la noticia de que se ha creado una gran contienda civil en la URSS, o, incluso, que nos despertáramos con la noticia de que la URSS se desintegró...¡aún en esas circunstancias Cuba y la Revolución Cubana, seguirían resistiendo! (Castro, 2007a)
Efectivamente, el período entre 1989 y 1995 fue durísimo en todos los aspectos para la revolución cubana. Mas no se derrumbó la revolución, ni enfrentó el régimen un descontento generalizado, organizado y activo, ni las juventudes se sentieron alienadas y reprimidas por el “sistema”. El incentivo capitalista de consumo sin medida para engrandecer sin medida el ego parecía fallar. La mayoría en Cuba interiorizó y siguió las consignas de resistencia e hizo de tripas corazón. El daño económico social fue severo; muchas personas sufrieron penuria. El deterioro no llegaba, ni siquiera al punto de partida de la situación social en los otros países latinoamericanos sometidos a las “reformas” neoliberal globalistas. En Cuba, mientras tanto la economía decrecía y la población tenía menos acceso a bienes básicos. El embargo de EE.UU. parecía acabar con la revolución.
Hoy, casi veinte años después de la caída de la URSS y de la subsecuente crisis de la revolución cubana, esa nación caribeña continúa con su rumbo propio y más bien adquiere aliados en la región latinoamericana . ¿Qué sucedió? ¿Por qué no se derrumbó la revolución cubana entre 1990 y 1995 (o incluso, digamos, antes del 2000)? Leer más...

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