martes, 30 de junio de 2009

¿Qué significa el golpe de Estado de Honduras?

El golpe de Estado en Honduras muestra, lamentablemente, que no es cierto que “nunca más” puedan volver a repetirse situaciones de represión feroz en nuestra América. Todo lo cual obliga a seguir viendo cómo se alcanza ese “otro mundo” de mayor justicia que anhelamos. Lo de Honduras nos debe servir, nos debe obligar a pensar entonces cómo se construye ese “otro mundo”.
Marcelo Colussi / Rebelion
(Ilustración de Enrique Lacoste)
La destitución inconstitucional del presidente hondureño Manuel Zelaya es un hecho que nos obliga a pensar qué implicancias tiene todo esto para el campo popular en el mediano y largo plazo. De acuerdo a como están las cosas en este momento, podría llegar a ser posible que el depuesto presidente sea restituido en su cargo, dado la respuesta de los distintos gobiernos desconociendo al nuevo mandatario surgido de la asonada, o mandatario paralelo, de acuerdo a la compleja situación jurídico-administrativa creada. Lo importante, para lo que debe servirnos todo este oscuro capítulo, es para sacar conclusiones útiles en un futuro escenario a quienes seguimos pensando que otro mundo es posible, para quienes seguimos apostando por algo más allá de estas “democracias vigiladas”, estos “simulacros de democracia” asentados en enormes masas de pobres a los que se les enseña sólo a agachar la cabeza. Todo esto, obviamente –lo de Honduras lo reafirma– no es democracia.
Por lo pronto, para todas las fuerzas progresistas y para el campo popular –de Honduras, obviamente, pero también para toda América Latina, o el mundo– es una pésima noticia. Deja entrever que las estructuras políticas sobre las que se asentaron todas las dictaduras que marcaron la historia latinoamericana a través de décadas, no han desaparecido. Si alguien osó pensar en algún momento que en el continente se habían registrado cambios profundos en esa estructura, este golpe viene a demostrar lo contrario. Nada ha cambiado en lo profundo, y las relaciones de fuerza no se han alterado. Los grandes propietarios nacionales (terratenientes tradicionales y empresariados modernos, a los que se pueden sumar las nuevas aristocracias ligadas al nuevo capitalismo crecido en torno al negocio del narcotráfico) siguen siendo tan reaccionarios como décadas atrás, y cuando existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, que su situación de privilegio pueda ser siquiera rozada, reaccionan monolíticamente por olfato de clase. Reaccionan liquidando lo que se les ponga delante, castigando al presunto “comunista” de turno, al que ose ya no cuestionar su poder (léase expropiaciones, reforma agraria) sino intentar algunos cambios cosméticos, por superficiales que sean.
Pasó en Venezuela con el intento de golpe a Hugo Chávez en 1992 por sus medidas populares, pasó y sigue pasando en Bolivia cuando la llegada al gobierno del aymará Evo Morales, quien habla un lenguaje popular, pasó en Guatemala con Álvaro Colom, a quien se le fabricó el famoso video que lo incrimina como asesino por tener un barniz progresista; en otros términos, las derechas (tradicionales o emergentes), que siguen detentando las mismas cuotas de poder económico de siempre, siguen estando al acecho en términos políticos, y si algo significa que pueden ponerse en algún peligro sus privilegios históricos, actúan (¿para qué, si no, siguen estando las fuerzas armadas?)
De todos modos sería miope no ver que también en estas últimas décadas, de la mano de los furiosos planes neoliberales, vinieron también aires modernizadores en los aspectos políticos: las dictaduras son vistas como cosas del pasado, dinosaurios que no deben volver, y todos los países de la zona hablan un nuevo lenguaje “democrático” que cuestiona regímenes o procedimientos anticonstitucionales.
Eso fue lo que todos los sectores fuera del país, en Latinoamérica y en el resto del mundo, dijeron inmediatamente luego del golpe de Estado de Honduras, incluido el gobierno de Estados Unidos. Hoy día podríamos estar tentado de decir que es un avance en la cultura política extendida globalmente el hecho que ya se hayan instaurado los sistemas democráticos parlamentarios, habiéndose relegado al olvido las dictaduras.
Pero los sucesos de Honduras muestran que eso no es tan así. Enseñan, por el contrario, que los procesos democráticos que vienen desplegándose en Latinoamérica en estos últimos años son totalmente cosméticos, asentados en pies de barro. Son, por el contrario, las salidas políticas no cruentas que Washington ha venido imponiendo desde hace unas tres décadas para la región, no porque realmente hay una mayor salud política y una efectiva participación popular en la toma de decisiones sino porque las dictaduras ya no le eran funcionales para su estrategia continental. “Democracias de baja intensidad”, como se les ha llamado.
Las fuerzas reaccionarias, si bien estos últimos años no han tenido todo el protagonismo de décadas atrás, ahí siguen estando y no han retrocedido un milímetro en su cuota de poder.
Podría decirse que incluso la Casa Blanca viene teniendo un nuevo discurso político últimamente, y hoy día no avala golpes de Estado como fue su costumbre durante todo el siglo XX. Sí y no. De hecho el presidente Barak Obama desconoce –al menos de momento– el quiebre de la institucionalidad en Honduras y al mandatario paralelo Roberto Micheletti. Aunque también se ha denunciado ya que algunos actores golpistas mantuvieron contactos con miembros de la embajada estadounidense en Tegucigalpa antes de la movida que alejó de la presidencia a Zelaya. Por supuesto, no son noticias oficiales, pero no sería nada improbable que, una vez más, Washington mantenga un doble discurso, diciendo algo oficialmente y avalando otras vías por lo bajo.
El caso de Honduras muestra que hoy se habla otro lenguaje político y nadie puede invocar ni saludar alegremente un golpe anticonstitucional. Pero muestra también que patéticamente, más allá del repudio de los distintos gobiernos, los pueblos siguen estando indefensos frente a los poderes de hecho: unos cuantos tanques de guerra puestos en algunas ciudades, el corte de energía y una buena campaña mediática siguen siendo muy difícil, cuando no imposible, de enfrentar por las grandes mayorías populares. ¿Qué se avanzó realmente en el campo popular con estos simulacros democráticos? Muestra que el mismo sigue estando a merced de las acciones criminales de la derecha, la cual puede con mucha facilidad montar los escenarios necesarios para golpear con contundencia. Muestra que, más allá de las buenas intenciones de un “nunca más” que circuló por el continente luego de retiradas las últimas dictaduras el siglo pasado, nada garantiza con simples declaraciones políticas que efectivamente nunca más puedan repetirse escenarios de represión, de sangre y de guerras sucias internas.
Quizá los mecanismos íntimos del golpe de Estado de Honduras tengan que ver con situaciones muy coyunturales del país centroamericano, con elementos muy propios de su historia particular no generalizables al resto de la comunidad latinoamericana. Pero también significa, en definitiva, que la lucha popular sigue estando al rojo vivo, y que si bien hoy día no se menciona en forma explícita la ideología de la Guerra Fría que marcó a sangre y fuego buena parte de la historia del siglo XX, todo ello sigue estando en los cimientos mismos de nuestra sociedad global, tan antidemocrática e injusta como décadas atrás. Muestra, lamentablemente, que no es cierto que “nunca más” puedan volver a repetirse situaciones de represión feroz. Todo lo cual obliga a seguir viendo cómo se alcanza ese “otro mundo” de mayor justicia que anhelamos. Lo de Honduras nos debe servir, nos debe obligar a pensar entonces cómo se construye ese “otro mundo”.

domingo, 28 de junio de 2009

Honduras: la futilidad del golpe

Lo ocurrido en Honduras pone de manifiesto la resistencia que provoca en las estructuras tradicionales de poder cualquier tentativa de profundizar la vida democrática. Pero Zelaya no ha renunciado ni ha solicitado asilo político en Costa Rica. Fue secuestrado y expatriado, y el pueblo ha salido a la calle a defender a su gobierno.

Atilio A. Borón

La historia se repite, y muy probablemente concluya de la misma manera. El golpe de estado en Honduras es una re-edición del que se perpetrara en Abril del 2002 en Venezuela y del que fuera abortado ante la fulminante reacción de varios gobiernos de la región en Bolivia el año pasado. Un presidente violentamente secuestrado en horas de la madrugada por militares encapuchados, siguiendo al pie de la letra lo indicado por el Manual de Operaciones de la CIA y la Escuela de las Américas para los escuadrones de la muerte; una carta de renuncia apócrifa que se dio a conocer con el propósito de engañar y desmovilizar a la población y que fue de inmediato retransmitida a todo el mundo por la CNN sin antes confirmar la veracidad de la noticia; la reacción del pueblo que conciente de la maniobra sale a la calle a detener los tanques y los vehículos del Ejército a mano limpia y a exigir el retorno de Zelaya a la presidencia; el corte de la energía eléctrica para impedir el funcionamiento de la radio y la televisión y sembrar la confusión y el desánimo. Como en Venezuela, ni bien encarcelaron a Hugo Chávez los golpistas instalaron un nuevo presidente: Pedro Francisco Carmona, a quien la inventiva popular lo rebautizó como “el efímero.” Quien desempeña su rol en Honduras es el presidente del Congreso unicameral de ese país, Roberto Micheletti, quien juró este domingo como mandatario provisional y sólo un milagro le impediría correr la misma suerte que su predecesor venezolano.

Lo ocurrido en Honduras pone de manifiesto la resistencia que provoca en las estructuras tradicionales de poder cualquier tentativa de profundizar la vida democrática. Bastó que el Presidente Zelaya decidiera llamar a una consulta popular -apoyada con la firma de más de 400.000 ciudadanos- sobre una futura convocatoria a una Asamblea Constitucional para que los distintos dispositivos institucionales del estado se movilizaran para impedirlo, desmintiendo de ese modo su supuesto carácter democrático: el Congreso ordenó la destitución del presidente y un fallo de la Corte Suprema convalidó el golpe de estado. Fue nada menos que este tribunal quien emitió la orden de secuestro y expulsión del país del Presidente Zelaya, prohijando como lo hizo a lo largo de toda la semana la conducta sediciosa de las Fuerzas Armadas.

Zelaya no ha renunciado ni ha solicitado asilo político en Costa Rica. Fue secuestrado y expatriado, y el pueblo ha salido a la calle a defender a su gobierno. Las declaraciones que logran salir de Honduras son clarísimas en ese sentido, especialmente la del líder mundial de Vía Campesina, Rafael Alegría. Los gobiernos de la región han repudiado al golpismo y en el mismo sentido se ha manifestado Barack Obama al decir que Zelaya "es el único presidente de Honduras que reconozco y quiero dejarlo muy claro". La OEA se expresó en los mismos términos y desde la Argentina la Presidenta Cristina Fernández declaró que "vamos a impulsar una reunión de Unasur, aunque Honduras no forma parte de ese organismo, y vamos a exigir a la OEA el respeto de la institucionalidad y la reposición de Zelaya, además garantías para su vida, su integridad física y la de su familia, porque eso es fundamental, porque es un acto de respeto a la democracia y a todos los ciudadanos.”

La brutalidad de todo el operativo lleva la marca indeleble de la CIA y la Escuela de las Américas: desde el secuestro del Presidente, enviado en pijama a Costa Rica, y el insólito secuestro y la golpiza propinada a tres embajadores de países amigos: Nicaragua, Cuba y Venezuela, que se habían acercado hasta la residencia de la Ministra de Relaciones Exteriores de Honduras, Patricia Rodas, para expresarle la solidaridad de sus países, pasando por el ostentoso despliegue de fuerza hecha por los militares en las principales ciudades del país con el claro propósito de aterrorizar a la población. A última hora de la tarde impusieron el toque de queda y existe una estricta censura de prensa, pese a lo cual no se conoce declaración alguna de la Sociedad Interamericana de Prensa (siempre tan atenta ante la situación de los medios en Venezuela, Bolivia y Ecuador) condenando este atentado contra la libertad de prensa.

No está demás recordar que las fuerzas armadas de Honduras fueron completamente restructuradas y “re-educadas” durante los años ochentas cuando el Embajador de EEUU en Honduras era nada menos que John Negroponte, cuya carrera “diplomática” lo llevó a cubrir destinos tan distintos como Vietnam, Honduras, México, Irak para, posteriormente, hacerse cargo del super-organismo de inteligencia llamado Consejo Nacional de Inteligencia de su país. Desde Tegucigalpa monitoreó personalmente las operaciones terroristas realizadas contra el gobierno Sandinista y promovió la creación del escuadrón de la muerte mejor conocido como el Batallón 316 que secuestró, torturó y asesinó a centenares de personas dentro de Honduras mientras en sus informes a Washington negaba que hubiera violaciones de los derechos humanos en ese país. En su momento el Senador estadounidense John Kerry demostró que el Departamento de Estado había pagado 800 mil dólares a cuatro compañías de aviones de carga pertenecientes a grandes narcos colombianos para que transportasen armas para los grupos que Negroponte organizaba y apoyaba en Honduras. Estos pilotos testificaron bajo juramento confirmando las declaraciones de Kerry. La propia prensa estadounidense informó que Negroponte estuvo ligado al tráfico de armas y de drogas entre 1981 a 1985 con el objeto de armar a los escuadrones de la muerte, pero nada interrumpió su carrera. Esas fuerzas armadas son las que hoy depusieron a Zelaya. Pero la correlación de fuerzas en el plano interno e internacional es tan desfavorable que la derrota de los golpistas es sólo cuestión de (muy poco) tiempo.

AUNA-Costa Rica: En apoyo al pueblo de Honduras y a su presidente

La Asociación por la Unidad de Nuestra América (AUNA-Costa Rica), hace suyo el comunicado emitido por la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad que se reproduce más abajo, y que fue elaborada antes de que se supiera del incruento golpe de Estado que se ha perpetrado en la mañana de hoy, domingo 28 de julio, en la hermana República de Honduras. Ante estos últimos acontecimientos, la AUNA-Costa Rica condena enérgicamente la ruptura del orden constitucional en ese país, y exige la restitución, con todas sus funciones, del señor presidente de la República, Manuel Zelaya.
La Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, ante los últimos acontecimientos que se han suscitado en la República de Honduras y como parte de su compromiso por salvaguardar la democracia, la participación popular y la autodeterminación de los pueblos, manifiesta:

En apoyo al pueblo de Honduras y a su presidente
Una vez más la ultraderecha latinoamericana, acompañada de las grandes empresas de comunicación, ha demostrado su talante antidemocrático y su empeño por acabar con la autonomía de los pueblos que deciden emprender procesos de cambio de la mano de gobiernos legítimamente constituidos. Esta vez el objetivo de la arremetida oligárquica es el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, quien durante su gobierno se ha distanciado de los grupos de poder económico y político, acabando con el usufructo que los dueños de las grandes empresas obtenían del Estado (especialmente en los sectores del combustible, medicinas y armas), a costa de la miseria de la mayoría del pueblo hondureño.
En el plano internacional, Zelaya ha desarrollado una política exterior cercana a los gobiernos progresistas de América Latina, lo cual le ha valido los apelativos de “populista” y “detractor” de los Estados Unidos, todo ello por atreverse a reclamar el derecho de los pueblos latinoamericanos a decidir sus propios destinos. Internamente, Zelaya ha abierto la casa de gobierno a los sectores populares a fin de confrontar a los altos funcionarios con los sectores más humildes e históricamente ignorados y en 2008 se enfrentó contra un grupo de diputados que pretendían que el Congreso Nacional aprobara una reforma a la ley electoral, a través de la cual el Estado se comprometía a financiar permanentemente a los partidos políticos con dinero del presupuesto nacional. Un decreto de incremento al salario mínimo le valió a Zelaya la antipatía definitiva de los sectores dominantes y las empresas de comunicación, quienes enfilaron el grueso de la artillería mediática contra los intereses de esta nación centroamericana.
En los últimos meses, el presidente Zelaya ha venido proponiendo la realización de una encuesta nacional, a fin de consultar al pueblo hondureño sobre si está o no de acuerdo con la instalación de una cuarta urna durante las elecciones nacionales del próximo noviembre. Es decir, que además de la urna presidencial, de diputados y de alcaldes, se incluirá una cuarta en la que los electores opinarán sobre la posibilidad de convocar una Asamblea Nacional Constituyente. Esta propuesta ha generado un verdadero maremoto político, en el que los sectores ultraconservadores se han unido a los medios de comunicación y han emprendido una campaña multimillonaria en contra del “SÍ”, utilizando todos los métodos de guerra psicológica y argumentos extremistas a fin de influir y atemorizar a la población, con miras a evitar la consulta.
Durante la última semana, algunos sectores del alto mando militar han estado en el centro de la polémica por su negativa a obedecer a su Comandante General, argumentando que no darían apoyo logístico a la consulta y que las fuerzas armadas saldrían a las calles a reprimir cualquier manifestación en apoyo al presidente. Es así como el antiguo régimen oligárquico, anclado en la judicatura y en ciertos sectores reaccionarios del ejército, se levantan para declarar ilegal la convocatoria y violar abiertamente una ley que permite someter a referéndum los asuntos de interés general, desobedeciendo a los poderes legítimamente constituidos e intentando, una vez más, la desestabilización del gobierno democrático de Honduras.
La Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad defiende el derecho del pueblo hondureño a decidir libremente sobre la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente que permita llevar a cabo reformas que modernicen las estructuras de la sociedad y repudia vehementemente el ataque de los centros de poder oligárquicos en contra del presidente de Honduras, Manuel Zelaya. No aceptamos la tergiversación y la manipulación de los hechos por las transnacionales de la información, a sabiendas que la libertad de expresión es un derecho de los ciudadanos y no de las empresas de medios de comunicación. Queremos hacer llegar a los hermanos y hermanas hondureños nuestro apoyo incondicional en su lucha por la dignificación de la democracia, la profundización de los medios de participación y la inclusión de los sectores tradicionalmente marginados, asegurándoles que su batalla es nuestra batalla y que Latinoamérica entera respalda sus procesos de transformación en aras de la independencia y autodeterminación de nuestros pueblos.

sábado, 27 de junio de 2009

Centroamérica: puente

En las nuevas condiciones globales, la vocación de puente que tiene Centroamérica ha resucitado, ha tomado vuelo, y no precisamente por razones de las cuales los centroamericanos deban alegrarse. Mencionaremos dos, a manera de ejemplo, que en la actualidad signan la realidad centroamericana: las migraciones y el narcotráfico.
Rafael Cuevas Molina /Presidente AUNA-Costa Rica
A través de su historia, Centroamérica ha jugado tanto el papel de puente como de istmo. Puente de flora, fauna y culturas entres las dos masas continentales del Norte y del Sur. A partir de la llegada de los europeos a nuestras tierras en el siglo XV y XVI, se privilegió su condición de istmo, es decir, de lengua de tierra que separa los dos océanos más grandes de la Tierra: el Océano Pacífico y el Océano Atlántico, que aquí toma el nombre de Mar Caribe.
Poca utilidad le encontró el Imperio Español, volcado hacia afuera, es decir, a drenar las riquezas naturales hacia la metrópoli, a la posibilidad que ofrecían estas tierras para comunicar el Norte y el Sur. Le obsesionó sí, desde el principio, la eventualidad de encontrar un paso que comunicara los dos océanos para evitarse el viaje hasta el Cabo de Hornos, que entonces duraba más de dos meses y era altamente riesgoso. Esa condición de “zona de tránsito” que tiene, como vemos, origen eminentemente colonial, pondría su sello sobre la región y la caracterizaría durante su vida republicana. Buena parte del valor geoestratégico que ha tenido para los Estados Unidos de América, en el contexto de la Cuenca del Caribe, deriva, precisamente, de ahí, y se concreta en la existencia del Canal de Panamá y la posibilidad de construir otro, en Nicaragua, a través del río San Juan y el Gran Lago de Nicaragua.
Pero en las nuevas condiciones globales, la vocación de puente que tiene Centroamérica ha resucitado, ha tomado vuelo, y no precisamente por razones de las cuales los centroamericanos deban alegrarse. Mencionaremos dos, a manera de ejemplo, que en la actualidad signan la realidad centroamericana: las migraciones y el narcotráfico.
En efecto, Centroamérica es hoy el paso obligado de muchos de los migrantes que, en oleadas cada vez mayores, se mueven desde el Sur del continente americano hacia el Norte, en donde esperan encontrar la posibilidad de trabajar que les permita, luego, enviar dinero (“remesas” les llaman hoy) a sus familias. Las condiciones del tránsito son precarias y peligrosas, e implican atravesar varias fronteras. Ciudadanos peruanos, ecuatorianos o colombianos, para no hablar de los ciudadanos de los mismos países centroamericanos, se aventuran en riesgosas travesías a través de ese puente natural que es Centroamérica.
Estas migraciones constituyen hoy una de las principales preocupaciones de los Estados Unidos. Para frenarlas, han construido muros, uno en la frontera que tienen con México y, dentro de poco, otro en segmentos de la frontera entre México y Guatemala. Un muro vegetal es el llamado Tapón del Darién, en la frontera Sur panameña, único punto en el cual la carretera interamericana, que recorre todo el continente, se interrumpe, y que se ha mantenido así, precisamente, para que quien viene desde el Sur no pueda continuar por tierra su viaje. Algunos de los principales proyectos que tiene en la región, como el Plan Puebla Panamá (hoy Proyecto Mesoamérica) contempla también una serie de medidas destinadas a frenar el flujo migratorio.
Por otra parte, el narcotráfico también utiliza a la región como puente de paso hacia los Estados Unidos. Casi la totalidad de la droga proveniente de América Latina pasa, ya sea por tierra o por mar, por Centroamérica. Después de más de 30 años de guerra, con aparatos estatales débiles y venales, los estados centroamericanos no están en la posibilidad de enfrentar esa situación que dispone de ingentes capitales y, cada vez más, colaboradores en todos los estratos sociales. Hay lugares en los que su autoridad ya no funciona (si es que alguna vez funcionó), en donde quien arregla escuelas y equipa hospitales es algún reyezuelo local inserto en una red transnacional de narcotraficantes. Alguien atento a los avatares de la moda terminológica, ha hablado de estados “fallidos” para referirse a ellos.
Naciones pequeñas y pobres que, inmediatamente después de la independencia de España, se cuestionaron a sí mismas la posibilidad de constituir estados soberanos viables, ven en nuestros días jaqueada nuevamente su viabilidad para administrar la cosa pública y ofrecer, a quienes viven en el marco de sus fronteras, una vida más o menos digna y segura.
“Puente del universo” dice un conocido eslogan panameño para caracterizar al país. Puente de las Américas se llama, también ahí, una inmensa construcción que une las dos orillas del canal. ¡¡Ojalá puente del universo!! ¡¡Ojalá puente de las Américas!! Ojalá punto central del Nuevo Mundo como el que le asignaba Bolívar. Por ahora, puente revelador de la pobreza, puente de incierto futuro.

La integración que desintegra a Centroamérica

Pensar(nos) como Centroamérica no es solo una actitud consecuente con la historia de la región y con lo mejor de su pensamiento social, político y cultural; en la actual situación de crisis de civilización, la unidad de nuestra América es una alternativa necesaria e impostergable.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
La teoría y la práctica de la integración centroamericana –tal y como la han concebido sus élites políticas y económicas- está desintegrando a la región. Así lo evidencia la reciente polémica suscitada entre los gobiernos de Nicaragua y Costa Rica, por la negativa del primero a entregar la presidencia pro tempore del Sistema de Integración Centroamericana (SICA) al segundo.
En medio de lo que algunos sectores de la prensa presentaron como un episodio más de la enemistad entre los presidentes Daniel Ortega y Oscar Arias, y de las recriminaciones nicaragüenses por la falta de voluntad integradora de Costa Rica –no del todo lejanas a la realidad-, se han hecho evidentes dos aspectos claves para el futuro de la integración: por un lado, las debilidades estructurales y de conducción política del SICA, que exigen atención inmediata (como lo recomienda el Informe Estado de la Región 2008, elaborado por el Programa Estado de la Nación / Región); y por el otro, el avance de una integración real económica –comercial y financiera- profundamente excluyente, en tanto no se traduce en bienestar para las grandes mayorías, y que estaría en la raíz de la desintegración de la base social de nuestros pueblos.
Quizá el más grave de estos aspectos, por su grado de incidencia en la vida socioeconómica y cultural de nuestros países, es el fenómeno de la integración real de los nuevos grupos de poder centroamericanos, vinculados al gran capital regional y transnacional.
Alexander Segovia, asesor económico del Presidente Mauricio Funes, se ha referido a esta situación en los siguientes términos: “Nunca hemos visto en Centroamérica niveles tan profundos de desigualdad. Y nunca hemos visto avanzar tan rápidamente la integración centroamericana. La presencia de nuevos y poderosos grupos económicos que concentran cada vez más riqueza explica la desigualdad. Igualmente, son esos grupos económicos, y no los Estados, quienes están moviendo aceleradamente la integración regional”.
Como esta integración se produce sin regulaciones y responde solo a los dictados del mercado, explica Segovia, “tiene poco o nada que ver con lo que piensan, dicen y firman los gobiernos”.
Esta realidad, usualmente silenciada en el discurso político oficial, nos muestra las limitaciones y equívocos de Centroamérica como región para alcanzar lo que el lenguaje de los tecnócratas llama una inserción exitosa en la globalización. A la luz de las evidencias, este afán de insertarnos nos ha llevado, más bien, a ensartarnos en un sistema económico depredador del ser humano y la naturaleza, que acentúa las desigualdades sociales. Para comprobarlo, basta con mirar el lugar que ocupan los ocho países del SICA en el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas: Belice, 95; Costa Rica, 48; El Salvador, 101; Guatemala, 118; Honduras, 117; Nicaragua, 112; y Panamá, 58 (datos correspondientes al año 2006).
De parte de Costa Rica, no se vislumbra, en el futuro inmediato, un cambio en la manera en que la clase política ha interpretado su papel en el proceso de integración, ni tampoco en los intereses que, por acción u omisión, promueve. En los últimos días, los dos principales aspirantes a la Presidencia de la República –Laura Chinchilla, PLN (gobierno), y Ottón Solís, PAC (oposición)- expresaron sus puntos de vista sobre la integración centroamericana (ver “Candidatos reacios a unión política de Centroamérica”, La Nación, 20-06-2009) y, de nuevo, prima en ellos la visión economicista o mercadocentrista de la integración, que afecta otros órdenes de la vida social.
Solís afirmó que “la integración política solo es justificada si viene como una consecuencia natural de una mayor asociación económica”; en tanto que Chinchilla, heredera del actual gobierno, “coincidió en la necesidad de perfeccionar la integración aduanera y en la cooperación regional en seguridad”, lo que responde a la reciente incorporación de Costa Rica al Plan Mérida y su alineamiento con los EE.UU.
Pero esta resignación al imperio del mercado no solo ocurre en Centroamérica: la organización no gubernamental Latinobarómetro dio a conocer, la semana pasada, los resultados de un estudio realizado a finales del 2008, cuyo gran hallazgo fue que “el 73 por ciento de los latinoamericanos es favorable a la integración económica en la región, mientras que un porcentaje inferior, el 60 por ciento, aboga también por la cooperación política, once puntos menos respecto a la medición de 2002” (“América Latina quiere más la integración económica que la política”, Infolatam, 23-06-2009). El éxito cultural del neoliberalismo ha sido precisamente ese: hacernos creer que el horizonte del mercado constituye la única solución a los problemas de nuestros países.
Lo anterior explica por qué la sociedad civil y, en un sentido más amplio, los pueblos centroamericanos, se consideran los grandes ausentes del proceso de integración. ¿Cuáles son los espacios concretos de encuentro y decisión política efectiva de los indígenas del altiplano guatemalteco con, por ejemplo, los pueblos del Darién en Panamá; o de los garífunas hondureños con los afrocostarricenses de la costa Atlántica? ¿Dónde deliberan y dialogan las mujeres, los trabajadores, los artistas, los jóvenes y los intelectuales centroamericanos?
Pensar(nos) como Centroamérica no es solo una actitud consecuente con la historia de la región y con lo mejor de su pensamiento social, político y cultural; en la actual situación de crisis de civilización, que se traduce en otras tantas crisis (de carestía de alimentos, de agotamiento de fuentes de energía, de colapso del sistema financiero y de la democracia misma) la unidad de nuestra América es una alternativa necesaria e impostergable.
En su memorable discurso de 1921, dado en San José, al pie del Monumento Nacional a la Guerra Centroamericana de 1856 contra el invasor norteamericano, Joaquín García Monge dijo: “Centro América y la América entera, abiertas a los intereses de la civilización occidental, no se alzaron de las aguas para convertirse en factorías de los pueblos mercaderes y codiciosos, sino en tierras de libertad para humanidades ansiosas de mejorar su vida y no tan solo de hacer negocios más o menos lucrativos, o de explotar nuestros recursos naturales”.
Para hacer valer esta ideas, así como para impulsar un proyecto renovado de la integración centroamericana, se requiere audacia, creatividad, una enorme dosis de voluntad política y, sobre todo, se requiere de un profundo apoyo de los pueblos, quienes deben ser los verdaderos conductores del proceso (una dimensión ausente en la mayor parte de los procesos de integración latinoamericana).
Pero esto, el respaldo del pueblo, es algo de lo cual los líderes políticos más afines al sentido común neoliberal dominante en Centroamérica no pueden presumir.

El silencio estruendoso de los grandes medios

El juicio a los Cinco nunca garantizó el debido proceso y aunque el mismo tribunal ha admitido no tener documentos específicos, ni siquiera una página que los acuse por espionaje, fueron sentenciados. Se trata de una condena política, porque no quiere admitirse que el “delito” de los Cinco ha sido develar la existencia de grupos terroristas en Miami. ¿Querrán referirse a eso los grandes medios?
Lic. Abner Barrera R. / AUNA-Costa Rica
El 12 de septiembre de 2008 se cumplieron diez años de la detención en los Estados Unidos de los cubanos René González, Fernando González, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Gerardo Hernández; héroes de su patria y de la humanidad. Fueron acusados de "conspiración para cometer espionaje”, y les impusieron condenas que van desde quince años de cárcel hasta la doble cadena perpetua.
Los abogados que defienden su causa al igual que autoridades y expertos han demostrado que los Cinco[1] son víctimas de un ensañamiento político y que nunca hubo un juicio justo, empezando porque tuvo lugar en la Corte Federal de Miami, ciudad de la que Leonard Weinglass, jurista de Nueva York ha dicho que "es diferente a cualquier ciudad de Estados Unidos, es la única que tiene su propia política exterior, que ha sido investigada por un grupo estadounidense por las violaciones de los derechos humanos, y de la que se ha dicho que no es una ciudad segura y nada se puede resolver ahí respecto a Cuba”[2]. El juicio nunca garantizó el debido proceso y aunque el mismo tribunal ha admitido no tener documentos específicos ni siquiera una página que acuse por espionaje, los Cinco fueron sentenciados.
Se trata de una condena política, porque no quiere admitirse que el “delito” de los Cinco ha sido develar la existencia de grupos terroristas en Miami[3]. La defensa presentó documentos que demostraron las acciones de esos grupos contra Cuba; se trata de organizaciones con años de experiencia de entrenamiento militar y armamentos, que utilizaban explosivos y habían sido entrenados en campamentos militares de los Estados Unidos. El éxito de los Cinco fue interceptar los planes de ataques, impidiendo más de 170 acciones de ese tipo contra Cuba[4].
La justicia estadounidense no solo ha violado los derechos de estos cinco hombres, sino también los de sus familias (negándoles el derecho a visitarlos)[5] y los de su patria, Cuba (el derecho a la autodeterminación de los pueblos y a su propia defensa)[6]. Mientras tanto el gobierno de los Estados Unidos –con la cobertura tiránica mediática internacional- se presenta al mundo como ejemplo de un país democrático y defensor de los derechos humanos.
La detención de los Cinco se dio tres años antes de que el mundo viera con espanto los ataques violentos y sorpresivos contra las Torres Gemelas en New York y contra el Pentágono en Washington. Pero el mundo no sabe -los grandes medios nunca han informado- que contra Cuba se ejerce desde hace varias décadas todo tipo de terrorismo con el apoyo de los Estados Unidos[7].
Después de los sucesos del 11 de septiembre de 2001, el presidente George W. Bush declaró al mundo que iniciaría una guerra contra el terrorismo. Amenazó a más de 80 países y se tomó la libertad de señalar quiénes eran o no países terroristas. Descaradamente mencionó a Cuba entre tales países, “cuando miles de cubanos han muerto víctimas del terrorismo procedente de Estados Unidos y ni un solo ciudadano norteamericano ha sufrido jamás el menor rasguño y ni siquiera un tornillo ha sido afectado por acción alguna de ese carácter procedente de Cuba”[8]. En esa lista de países no apareció la ciudad de Miami, lugar en donde los Cinco cubanos, habían recabado información de los grupos terroristas.
Hasta hoy los Estados Unidos y los grandes medios de comunicación han silenciado esa información. Un gobierno cuya justicia ha violado el sistema legal del país y los derechos de los detenidos tratará siempre de encubrir la obra realizada por los Cinco. Pero surge la pregunta ¿por qué la mayoría de los denominados grandes medios de información no han divulgado el caso de los Cinco? ¿Qué ha sucedido con esas grandes empresas de comunicación que dicen defender la libertad, la verdad, la democracia y los derechos humanos?[9] Hoy cuando la noticia tarda solo segundos para dar la vuelta al mundo ¿pueden esos grandes medios desconocerla? ¿Es posible que después de diez años de encarcelamiento de los Cinco, esos medios no sepan de esa injusticia?[10].
El tema de los Cinco no aparece en sus publicaciones. Lo que sí abunda es propaganda sobre los llamados “disidentes” cubanos; grandes reportajes, fotos y declaraciones de sus “luchas” por los derechos humanos y la democracia en Cuba. Pero no informan que, éstos al igual que los grupos terroristas de Miami son financiados por el gobierno de los Estados Unidos; no dicen que se trata de grupúsculos de mercenarios que se mueven a cambio de dólares entregados por los “diplomáticos” de la Sección de Intereses de Norteamérica (SINA)[11].
Tampoco es que creamos que la liberación de los Cinco dependa de que esos medios se unan a la campaña de solidaridad con los Cinco. Esos medios, por su naturaleza, no pueden hacerlo y tampoco pueden informar[12]; su práctica periodística está reñida con la verdad y la justicia. Pensamos que ellos no se suman a esta campaña por las razones que veremos a continuación.
Primero: porque informar sobre los Cinco es reconocer que Cuba al igual que otras naciones, es un país soberano que exige que se respete el derecho de los pueblos a su propia autodeterminación. Es aceptar que ningún país por más poderoso -económico o militar- que sea, puede arrogarse la potestad de agredir a otra nación; que ningún gobierno en el mundo puede obligar a otro a seguir un determinado modelo económico o político; es aceptar que Cuba tiene derecho a ser constructor de su propio destino como lo viene haciendo desde hace casi cincuenta años; que la democracia occidental no es el único sistema de gobierno y que Cuba tiene derecho a su propia forma de gobierno y de elegir a sus gobernantes.
Es reconocer que el derecho a la autodeterminación de los pueblos en Cuba no es un simple enunciado discursivo, sino una vivencia política e histórica. Que quienes hablan de los derechos humanos no pueden ignorar que éste es el derecho de un pueblo a buscar su desarrollo económico, social y cultural y, a organizarse libremente, sin injerencias externas[13].
Segundo: porque informar sobre los Cinco, llevaría a ejercer un periodismo profesional y responsable[14]; se preguntarían: ¿cuáles habrían sido los móviles que llevaron a los cinco cubanos -arriesgando inclusive sus propias vidas- a decidir penetrar en grupos terroristas? Tendría que admitirse que la revolución cubana sufre un bloqueo económico, comercial y financiero desde hace casi medio siglo por los Estados Unidos, bloqueo que es la manifestación de venganza del imperio en sus distintas administraciones estadounidenses, que en el afán de desestabilizarla, cobijan a grupos terroristas en Miami conformados en su mayoría por antiguos batistianos. Obligaría a la prensa responsable a levantar la cortina de humo que ha tendido el gobierno de Washington sobre asesinos connotados como Luis Posada Carriles, Orlando Bosch y otros.
Referirse a los Cinco, obligaría a la prensa, a denunciar que Cuba es el blanco de permanentes agresiones por parte del imperio. Es informar que en el pueblo cubano durante más de cuatro décadas “han fallecido como consecuencia de estos actos 3,478 personas, y resultaron mutiladas e incapacitadas 2,099. Los daños a la economía cubana se calculan en 121 mil millones de dólares”[15]. Dirían que el motivo que llevó a los Cinco a entrar en esos grupos terroristas fue para obtener información y prevenir a Cuba de los ataques terroristas.
Tercero: porque informar sobre los Cinco significa señalar que el gobierno de los Estados Unidos que dice luchar contra el terrorismo a nivel mundial, en su propio territorio alberga, apoya, financia y entrena a terroristas para atacar a la revolución cubana, sus dirigentes[16], el pueblo y sus instalaciones. Es admitir y publicar que en la ciudad de Miami hay grupos terroristas que se organizan con el beneplácito de las autoridades estadounidenses.
Los grandes medios se preguntarían: ¿Existe de verdad una guerra contra el terrorismo? Si la hay, ¿cómo puede llevarse a cabo encarcelando a los que luchan por detenerlo? ¿Cómo un país que dice combatir el terrorismo puede albergar en su propio territorio a grupos terroristas? ¿Informarían sobre eso, los dueños de los grandes medios?
No es que no sepan, sucede que, como el gobierno de los Estados Unidos está involucrado, entonces temen decirlo y por eso lo ocultan[17]. Porque informar sobre los Cinco, obligaría a esos medios a poner en entredicho la veracidad de la lucha contra el terrorismo que dice haber emprendido desde hace algunos años los Estados Unidos; tendrían que denunciar esa política hipócrita y mentirosa. Los Cinco no solo desenmascaran el cinismo de Washington sino también de los medios que con su silencio estruendoso se ponen de lado de la impunidad y de la injusticia.
Cuarto: porque informar sobre la detención de los Cinco cubanos, implica reconocer que en la misión que ellos cumplían se puso en evidencia la inteligencia con la que trabaja la Seguridad del Estado cubano.
Los grandes medios tendrían que responder a la pregunta: ¿se debe combatir al terrorismo usando la violencia o la tortura como lo hace el gobierno de los Estados Unidos? ¿Hay que recurrir al terror como arma para luchar contra ellos? Usar la violencia no es un trabajo de inteligencia, sino de brutalidad. Ese método nunca ha sido usado por el gobierno cubano y está reñido con los propios principios revolucionarios. Desde los primeros combates librados en la Sierra Maestra, los guerrilleros nunca emplearon ni la violencia ni la tortura contra sus enemigos; siempre respetaron la vida[18].
Cuba a diferencia de otros países, en su lucha contra el terrorismo, apostó por usar la fuerza de la razón y de la inteligencia. Sin emplear una sola arma de fuego ni provocar una sola gota de sangre, los Cinco fueron capaces de detectar cuántos eran los grupos terroristas que había en el sur de la Florida, quiénes eran los integrantes de cada grupo y cuáles eran los planes terroristas que tenían contra Cuba.
En un mundo donde algunos países poderosos usan la violencia como arma para luchar contra el terror -provocando más terror-, informar sobre los Cinco es asentir el gran nivel de inteligencia con el que actuó la Seguridad del Estado cubano.
Quinto: porque informar sobre los Cinco llevaría a los medios a admitir que en la misión que ellos cumplieron, Cuba mostró al mundo su ética revolucionaria, su dignidad y su compromiso con la paz y con la humanidad. Que los Cinco son el ejemplo más evidente de las grandes diferencias que existen entre la ética del gobierno de Cuba y la del gobierno de los Estados Unidos; no solo son distintas sino opuestas. Cuba arriesgando por la paz, por salvar vidas, luchando contra el terror sin balas ni bombas; Estados Unidos por la guerra, por encubrir terroristas y facilitarles su territorio, armas y entrenamiento para realizar atentados contra Cuba[19].
Dar cuenta de la ética revolucionaria de Cuba presente en la persona y la misión de los Cinco es ir en contra de la infamia y la calumnia que caracteriza a los grandes medios cada vez que algo quieren decir acerca de Cuba[20]. Nunca titubean para hacerse eco de la voz procedente de Washington que en el gobierno de George W. Bush reiteradamente calificaba a Cuba de ser un país terroristas, de fabricar armas biológicas y desarrollar planes de guerra electrónica, de violar los derechos humanos, de tener presos de conciencia, de practicar torturas, de amordazar la libertad de expresión, de impedir la libre circulación de la gente. Las calumnias son tan colosales que llegan a decir que los cubanos no tienen acceso a la atención de la salud y que en Cuba hay analfabetos y faltan libros y escuelas. Acusaciones todas falsas que contrastan con la realidad[21] y con la ética del gobierno cubano.
Cualquier ingenuo o desinformado que lea esos titulares, podría ser presa fácil de creer que Cuba es un infierno y una amenaza para la paz estadounidense[22].
Sexto: porque informar sobre los Cinco obliga a referirse dónde y en qué condiciones se encuentran ellos. ¿Estarán dispuestos los grandes medios a señalar que la justicia penal estadounidense ha violado una serie de derechos de los Cinco?
Tendrían que decir que desde el primer momento del arresto en Miami se produjo la detención arbitraria, que fueron recluidos varias veces en El Hueco (un espacio reducido con paredes y pisos húmedos) violando el Reglamento del Buró de Prisiones del Departamento de Justicia de Estados Unidos que, establece que esa sanción se aplica solo para "casos disciplinarios" y por un "máximo de 60 días" y a ellos los tuvieron ahí la primera vez 17 meses, que fueron despojados de todas sus pertenencias personales, incluidas cartas, fotos, poemas, lápiz. Tendrían que denunciar que las autoridades estadounidenses infringieron la Declaración sobre la Protección de todas las personas contra la tortura y otros tratos inhumanos y crueles, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 9 de noviembre de 1975, así como otras disposiciones de la Organización de Naciones Unidas. Expresarían que fueron incomunicados, aislados e impedidos de trabajar con sus abogados. Que todavía hoy se encuentran recluidos, como si fueran criminales en cárceles de máxima seguridad, y que a los familiares de algunos de ellos les niegan la visa y a otros les hacen viajar en vano porque a última hora las autoridades carcelarias inventan algún pretexto, para suspender las visitas.
Séptimo: porque informar sobre los Cinco conllevaría también a decir que son personas valientes, dignas y justas; que sus manos no están manchadas de sangre. Son hombres que tienen familias, padres, esposas e hijos; se trata de hombres educados que realizaron estudios de economía, relaciones internacionales, ingeniería y conducción de aviones; que sus manos en lugar de coger un revolver, cogen lápices para escribir poemas, para hacer caricaturas o para enseñar matemáticas. Dirían que abundan los testimonios de que los Cinco, gracias a su conducta intachable y su ética revolucionaria, se han ganado el respeto de otros presos y de los mismos policías que los vigilan; que cada mes, los Cinco reciben cartas, mensajes y saludos de miles de personas de todo el mundo, expresándoles su solidaridad e informándoles que ellos –los Cinco- han puesto a andar a cientos de Comités y, que la verdad avanza como un huracán, abriéndose paso contra la injusticia, el odio y el silencio. ¿Querrán referirse a eso los grandes medios?

NOTAS
[1] Con el nombre Comité de Solidaridad por los Cinco, a finales de 2007 se habían formado 350 en 112 países y más de 1000 parlamentarios de todo el planeta. Rafael Carela Ramos: Caso de los Cinco: Solidaridad sin fronteras. http://www.sierramaestra.cu/esp/noticia/24cincosinfronteras04086789.html.
[2] Deisy Francis Mexidor: ¡Cuán afortunado soy de defender a los Cinco! http://www.granma.cubaweb.cu/miami5/enjuiciamiento/abogados/00598.html.
[3] Sobre los grupos terroristas de Miami véase el trabajo de Hernando Calvo Ospina y Katlijn Declercq: ¿Disidentes o mercenarios?, Casa Editorial Abril, La Habana, Cuba, 2003.
[4] Mumia Abu-Jamal: Los Cinco impidieron más de 170 actos terroristas, en http://www.granma.cubaweb.cu/miami5/enjuiciamiento/justicia/00353.html.
[5] Varios: El dulce abismo, Editorial José Martí, La Habana Cuba, 2004, p. 17-18.
[6] El 20 de octubre de 1998 Fidel Castro dijo a la cadena televisiva CNN: "Sí, a veces hemos enviado ciudadanos cubanos que se han infiltrado en organizaciones contrarrevolucionarias, para informar de actividades destructivas contra nuestra patria, y creo que tenemos derecho a hacerlo mientras Estados Unidos tolere que desde allí se organicen sabotajes, incursiones armadas, ametrallamiento de instalaciones turísticas, introducción de armas, explosivos, y, sobre todo, brutales atentados terroristas” véase Deisy Francis Mexidor: El Comienzo, en http://www.granma.cubaweb.cu/miami5/enjuiciamiento/justicia/05.html
[7] Varios: Cuba, La historia no contada. Editorial Capitán San Luis, La Habana, Cuba, 2003.
[8] Fidel Castro Ruz: Discurso en el acto solemne de condecoración a las madres y esposas de los cinco Héroes de la República de Cuba prisioneros del imperio. Teatro "Karl Marx", el 8 de marzo del 2002.
[9] Los grandes medios son los que están al servicio de sus dueños y son cómplices entre gobernantes y oligarquías mediáticas; en los que solo aparece la voz de la impunidad y de la manipulación contra los pueblos; poseen una opinión rígida y unilateral, donde es difícil encontrar voces disonantes.
[10] Si lo que hicieron los Cinco fue espionaje, entonces los medios hubieran informado que se trató de espionaje, pero como no lo es, entonces prefirieron silenciar la noticia.
[11] Véase Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez: “Los disidentes”, Editorial Política, La Habana, Cuba, 2003.
[12] Hablando de lo que significa informar, Ignacio Ramonet dice: “Hasta no hace mucho, informar equivalía a brindar no sólo las descripción precisa (y verificada) de un hecho, sino también un conjunto de parámetros contextuales que permitieran al lector la comprensión de su sentido más profundo. Informar era responder a preguntas básicas: ¿Quién hizo qué? ¿Con qué medios? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuáles son las consecuencias?”, en Varios: Nuevas tecnología y concentración de los medios. La prensa ¿refleja la realidad? Editorial Aún Creemos En Los Sujetos, Santiago de Chile, 2003. p. 9.
[13] La libre determinación está contenida en algunos documentos internacionales como la Carta de las Naciones Unidas o los Pactos Internacionales de Derechos Humanos, y en numerosas resoluciones de la Asamblea General de la ONU se hace referencia a este principio.
[14] Refiriéndose a la nueva comunicación, Manuel Castells señala “La segunda tendencia que se observa en la actualidad reside en la pérdida de autonomía de los periodistas profesionales en relación con sus empleadores. Allí se juega gran parte del complejo juego de las manipulaciones mediáticas”, en Varios La nueva comunicación. Editorial Aún Creemos En Los Sujetos, Santiago de Chile, 2006. p.9.
[15] Ver Cuba la historia no contada, Op. cit. Nota de la editorial.
[16] Contra Fidel Castro han habido más de 600 planes para asesinarlo. Cf. Luis Báez: El mérito es estar vivo, Prensa Latina, La Habana Cuba, 2005.
[17] Manuel Castells dice: “Pues la influencia más determinante que los medios ejercen sobre la política no proviene de lo que se publica sino de lo que no se publica. De lo que se oculta, lo que se silencia. La actividad mediática reposa sobre una dicotomía: en la mente del público sólo existe lo que los medios dicen que existe. Su poder fundamental reside entonces en su facultad de ocultar, de enmascarar, de condenar a la inexistencia pública”, en Op. cit., p. 9-10.
[18] Ignacio Ramonet pregunta: “¿Ustedes habían hecho del respeto a los prisioneros un principio?” Fidel Castro responde: “Y contra la tortura. Porque lo que nos inspiraba a nosotros, en la lucha contra aquel régimen, era el hecho de que asesinaba y torturaba. Yo he dicho alguna vez a los que nos acusan de violar los derechos humanos: “Busquen un solo caso de ejecución extrajudicial, busquen un solo caso de tortura””, en Cien horas con Fidel, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana. Cuba, 2006, 2da edición. p. 236.
[19] Las diferencias éticas no son nuevas. Fidel Castro refiriéndose a la reunión en Punta del Este había dicho que allí “se libró una gran batalla ideológica entre la Revolución Cubana y el imperialismo yanki. ¿Qué representaban allí, por quién habló cada uno de ellos? Cuba por la soberanía; Estados Unidos por la intervención. Cuba por el trabajo creador; Estados Unidos por el sabotaje y el terror contrarrevolucionario que practican sus agentes, la destrucción de cañaverales y fábricas, los bombardeos de sus aviones piratas contra el trabajo de un pueblo pacífico. Cuba por los alfabetizadores asesinados; Estados Unidos por los asesinos. Cuba por los héroes que cayeron en Girón para salvar la patria del dominio extranjero; Estados Unidos por los mercenarios y traidores que sirven al extranjero contra su patria. Cuba por la paz entre los pueblos; Estados Unidos por la agresión y la guerra.” Discurso pronunciado por Fidel Castro, en la Plaza de la Revolución, el 4 de febrero de 1962.
[20] Manuel Castells subraya que “La difamación y el rumor pasan a ser el arte dominante en política: un mensaje negativo es cinco veces más eficaz que un mensaje positivo”, Op. cit., p. 10.
[21] Ignacio Ramonet dice: “De ahora en más, un hecho es verdadero no porque corresponda a criterios objetivos, rigurosos y verificados con una fuente fidedigna, sino simplemente porque otros medios repiten las mismas informaciones y las “confirman”…”, en Nuevas tecnología y concentración de los medios. La prensa ¿refleja la realidad? op. cit, p. 11.
[22] “Ni una sola gota de sangre se ha derramado en Estados Unidos, ni un átomo de riqueza allí se ha perdido en 43 años de Revolución por acción terrorista alguna procedente de Cuba. A la inversa, son miles las pérdidas de vidas y cifras siderales los daños materiales que se han ocasionado a nuestra patria desde territorio norteamericano. Es algo sobre lo que el pueblo de Estados Unidos debe ser informado, en lugar de saturarlo con calumnias y mentiras.” Discurso pronunciado por Fidel Castro, el 25 de mayo del 2002.

Pensar, para servir

El arte del gobierno no es el de la manipulación de la necesidad y las ambiciones ajenas. Es el de la construcción de una sociedad capaz de conocerse y ejercerse. Y para esto hay que empezar por saber lo que hemos venido a ser, si aspiramos a entender lo que podemos llegar a ser.

Guillermo Castro H.* / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
Desde Panamá

Para Nils, mi hermano, cuya condecoración con la Orden de Omar Torrijos Herrera renueva la razón de José Martí al afirmar que honrar, honra.
Proliferan los llamados al diálogo y la reflexión nueva en estos momentos en que ocurren en Panamá cambios políticos que, sin duda, anuncian el fin de toda una época de nuestra historia contemporánea. En momentos así, sin duda es más fácil morir con honra que pensar con orden, como lo advirtiera José Martí a fines del siglo XIX. Pensar con orden, sin duda, es más difícil, en cuanto implica trascender las apariencias inmediatas de la realidad, para llegar a ser capaces de comprenderla en sus posibilidades de transformación.
Fue en esa perspectiva, así, que Martí nos advirtió también que ser bueno “es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre. Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno. Y el único camino abierto a la prosperidad constante y fácil es el de conocer, cultivar y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la naturaleza.”[1]
Martí dijo esto en 1884, cuando se encontraba en un período de búsqueda de sí mismo, y de sus propias razones, al que había ingresado tras romper con la mentalidad y los métodos de hacer política característicos de los caudillos de la Guerra de Independencia de 1868 – 1878. Era muy joven entonces – recordemos que murió a los 42 años de edad, 11 después de esa ruptura -, pero los problemas que se planteaba eran en esencia muy cercanos a los que enfrentamos los latinoamericanos de nuestro tiempo. Porque en verdad, si lo pensamos un instante, podríamos suscribir hoy el texto en que Martí expresó entonces sus razones, dirigido al General Máximo Gómez, máximo líder entonces del independentismo cubano:
"Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento; y cuando en los trabajos preparativos de una revolución más delicada y compleja que otra alguna, no se muestra el deseo sincero de conocer y conciliar todas las labores, voluntades y elementos que han de hacer posible la lucha armada, mera forma del espíritu de independencia, sino la intención, bruscamente expresada a cada paso, o mal disimulada, de hacer servir todos los recursos de fe y de guerra que levante el espíritu a los propósitos cautelosos y personales de los jefes justamente afamados que se presentan a capitanear la guerra, ¿qué garantías puede haber de que las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas mañana? ¿Qué somos, General?, ¿los servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados que con el látigo en la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la guerra a un pueblo, para enseñorearse después de él? ¿La fama que ganaron Uds. en una empresa, la fama de valor, lealtad y prudencia, van a perderla en otra?"[2]
Martí había emprendido desde mucho antes el camino que lo llevó a romper con Gómez, por supuesto. Así como en Panamá la generación de Omar Torrijos se forjó a lo largo de los veinte años que van de la creación del Frente Patriótico de la Juventud en 1947, al repudio de los Tratados Robles – Johnson en 1968 – o, si se quiere, de la frustración de las revoluciones guatemalteca y boliviana de la década de 1950, al triunfo de la cubana en la de 1960 -, la de Martí lo hizo a lo largo del proceso de transformación de la Reforma Liberal democrática en el Estado Liberal Oligárquico en América Latina, entre las décadas de 1860 y 1880.
La forja de esa generación se expresa desde temprano en una tenaz voluntad de trascender los límites ideológicos y políticos de sus propios adultos predecesores, para culminar el proceso de reforma cultural y moral que ellos habían iniciado, pero no estaban en condiciones de culminar. Y en esa forja, las tareas relacionadas al desarrollo de un pensamiento nuevo, en que lo nacional trasciende sus formas provinciales espontáneas para hacerse expresión particular de fenómenos de alcance universal, ocupan desde temprano un sitio de especial importancia.
Así, ya en 1883 la premisa cultural y moral de su decisión política de ruptura con el pasado inmediato aflora ya en la observación siguiente:
"Todo nuestro anhelo está en poner alma a alma y mano a mano los pueblos de nuestra América Latina. Vemos colosales peligros; vemos manera fácil y brillante de evitarlos; adivinamos, en la nueva acomodación de las fuerzas nacionales del mundo, siempre en movimiento, y ahora aceleradas, el agrupamiento necesario y majestuoso de todos los miembros de la familia nacional americana. Pensar es prever. Es necesario ir acercando lo que ha de acabar por estar junto. Si no, crecerán odios; se estará sin defensa apropiada para los colosales peligros, y se vivirá en perpetua e infame batalla entre hermanos por apetito de tierras".[3]
La forma misma de la expresión resalta la urgencia del problema. Lo esencial está formulado en una oración construida con tres formas verbales, sin adjetivos ni sustantivos, como un claro llamado a la acción de reforma o, si se quiere, a crear las condiciones indispensables para el éxito de esa acción.
Para el tiempo de nosotros, además, resulta significativo el modo en que esa actitud encaja con el pensamiento de Antonio Gramsci – a su modo, el Martí de los italianos y quizás del marxismo contemporáneo – quien se refería al mismo problema cincuenta años después en los siguientes términos:
"Es cierto que prever significa solamente ver bien el presente y el pasado en cuanto movimiento; ver bien, es decir, identificar con exactitud los elementos fundamentales y permanentes del proceso. Pero es absurdo pensar en una previsión puramente “objetiva”. Quienes prevén tienen en realidad un “programa” para hacer triunfar y la previsión es justamente un elemento de ese triunfo. Esto no significa que la previsión deba siempre ser arbitraria y gratuita o puramente tendenciosa. Se puede decir mejor que sólo en la medida en que le aspecto objetivo de la previsión está vinculado a un programa adquiere objetividad: 1) porque sólo la pasión agudiza el intelecto y contribuye a tornar más clara la intuición; 2) porque siendo la realidad el resultado de una aplicación de la voluntad humana a la sociedad de las cosas (del maquinista a la máquina), prescindir de todo elemento voluntario o calcular solamente la intervención de las voluntades ajenas como elemento objetivo del juego general mutila la realidad misma. Solo quien desea fuertemente identifica los elementos necesarios para la realización de su voluntad".[4]
El deseo, sin embargo, debe corresponderse con las necesidades y las posibilidades ya presentes en la realidad que se busca transformar. Por lo mismo, hay que empezar por conocerla, y por darla a conocer. Se trata, en efecto, de llegar a ser cultos – nosotros, nuestra gente -, para poder aspirar a ser libres, empezando por protegernos a nosotros mismos – nosotros, nuestra gente – del riesgo cierto de que en pueblos como el nuestro, “compuestos de elementos cultos e incultos, los incultos gobernarán, por su hábito de agredir y resolver las dudas con su mano, allí donde los cultos no aprendan el arte del gobierno.”[5]
El arte del gobierno no es el de la manipulación de la necesidad y las ambiciones ajenas. Es el de la construcción de una sociedad capaz de conocerse y ejercerse. Y para esto hay que empezar por saber lo que hemos venido a ser, si aspiramos a entender lo que podemos llegar a ser. La generalización de la incultura, el deterioro de la educación, el enclaustramiento de la Universidad, la burocratización mezquina de la actividad cultural del Estado, son todas expresiones de una misma política de hecho, encaminada a preservar un modo de evolucionar de la sociedad – de nosotros, de nuestra gente - , que finalmente nos ha traído a donde estamos hoy.
Así hemos llegado, en efecto, a una situación en la que “salen los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen”. Lo que haría falta es precisamente lo contrario: conocer y dar a conocer los problemas del país en toda su complejidad y en toda su riqueza, precisamente porque conocerlos “basta, sin vendas ni ambages; porque el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó, que crece en la negligencia, y derriba lo que se levanta sin ella.” ¿O no es esto, justamente, lo que nos ha traído a donde estamos?
Ocho años después de su ruptura con los caudillos de su origen, estaba ya Martí en plena creación de las condiciones necesarias para reencontrarse con ellos, y con su pueblo entero. Había elaborado en ese lapso un pensamiento propio y una moral nueva, esto es, una cultura capaz de expresarse en la acción política. Y en el centro más vital de ese proceso estaba la más sencilla de las constataciones, y la más valiosa para nuestra propia circunstancia: “Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. […] Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas.”[6]
En las condiciones de Panamá, este camino pasa necesariamente por la necesidad de crear nuevas comunidades de pensamiento, dotadas de órganos de expresión propios para atender las necesidades mayores del país, y de los medios de agitación que pudieran ser necesarios para satisfacer las pasiones menores. La revista Tareas, tal como la concibieron y ejercieron Ricaurte Soler y José de Jesús Martínez entre 1960 y 1970 cumplió entonces la labor de sintetizar y dar expresión al pensamiento nuevo que se venía acumulando desde fines de la década de 1940, y produjo fracturas irreparables en la capacidad de la vieja cultura oligárquica para imponer sus temas y sus valores a la comunidad intelectual de aquel país.
No hay manera de evadir esta experiencia, ni camino fácil para replicarla en las condiciones de nuestro tiempo. Más, aun: como dirían nuestros mayores, si fuera fácil ya estaría hecho. Como no lo es, nos tocó a nosotros. Que lleguemos a hacerlo, o no, es lo que de verdad está por verse.
Panamá, 22 de junio de 2009

* El autor es ensayista, profesor e investigador panameño.

NOTAS:
[1] Martí, José: Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VIII, 289: “Maestros ambulantes”. La América, Nueva York, mayo de 1884.
[2] Martí, José: Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. I, 177 – 178: “Al General Máximo Gómez”. New York, 20 de octubre de 1884.
[3] Martí, José: Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VII, 325: “Agrupamiento de pueblos”. La América, Nueva York, octubre de 1883. Cursivas: GCH.
[4] Gramsci, Antonio, 2003: Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado Moderno. Nueva Visión, Buenos Aires. Traducción de José Aricó. “El príncipe moderno”, p. 48 - 49. Cursivas: GCH.
[5] Martí, José: Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VI, 18: “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891.
[6] Martí, José: Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VI, 18: “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. Cursivas: GCH.

Haciendo historia: el ALBA

El ALBA es consecuencia del ciclo de luchas antineoliberales latinoamericanas, cuyo inicio está marcado por el caracazo y hunde sus raíces en el plan de unidad continental bolivariano y martiano.
Ángel Guerra Cabrera / LA JORNADA
(Fotografía: VI Cumbre del ALBA, en Venezuela)
Ya son nueve los países que integran la Alternativa Bolivariana para los pueblos de América Latina y el Caribe (Alba). Como siempre ocurre con los empeños nobles que hacen historia, cuando hace ocho años el presidente Hugo Chávez lanzó la iniciativa parecía un sueño. Los nuevos miembros, Antigua y Barbuda, Ecuador y San Vicente y las Granadinas ingresaron en la cumbre extraordinaria en memoria de la Batalla de Carabobo, con la que Bolívar culminara la independencia de Venezuela hace 188 años. Ahora, el mecanismo integracionista suma una superficie bastante superior a los 2 millones de kilómetros cuadrados y una población cercana a 80 millones.
Fueron Cuba y Venezuela los primeros en abrazarla en 2004, un año después entró Bolivia, en 2007 Nicaragua y al año siguiente Honduras. El Alba (uso el artículo él en lugar de la por su homonimia con alba, sinónimo de amanecer) es la organización de integración regional más diversa de América Latina, por la ubicación geográfica y diferencias de origen cultural de sus miembros. Abarca desde el área andina, pasando por América Central, hasta el Caribe. Desde países marcados por su vigorosa raíz indígena hasta los mayoritariamente producto del mestizaje afroeuropeo; Venezuela, como Honduras y Nicaragua, fruto de una mezcla cultural amerindia africana y europea, y San Vicente y las Granadinas y Antigua y Barbuda, con mayoritaria población de origen africano.
Pero no es esta la característica definitoria del Alba, sino las bases ideológicas y éticas que sustentan las relaciones entre sus miembros. En primer término, la solidaridad entre los pueblos como principio rector, que la diferencia de todas las demás asociaciones entre Estados existentes a escala global. El comercio y la inversión los conceptúa como medios y no fines, llamados a elevar la calidad de vida de sus integrantes; subordina el mercado a la justicia social y toma en cuenta las asimetrías y la complementariedad entre las economías, de modo que las decisiones se adopten mediante la observancia de la equidad y en ningún momento movidas por el afán de lucro de un Estado, una empresa o un territorio a costa de otros. Se entiende por qué la analogía entre Alba y alba es mucho más que un accidente lingüístico, pues constituye un amanecer de la solidaridad y del nuevo proyecto emancipador latinocaribeño. En su corta historia ha logrado realizaciones importantes como el Banco del Alba, las grandes empresas que se están creando en su seno y trascendentes proyectos educativos y culturales. El Alba surgió en contraposición a la fenecida ALCA, promovida por Washington y los sectores entreguistas de América Latina con el objetivo de recolonizarla y destruir su identidad.
El Alba no es el único mecanismo de integración regional, pero sí su núcleo más dinámico, ha dicho Chávez. En efecto, instituciones como Unasur y el Banco del Sur son también muy valiosas. Pero el Alba es más que los nueve países que lo integran, puesto que Petrocaribe, otra iniciativa venezolana con la misma filosofía, está formado por la inmensa mayoría de los Estados del Caribe y tres de América Central (16). Por cierto, con las facilidades de pago que otorga ha salvado de la ruina económica a muchos de sus miembros, que no habrían podido hacer frente a sus facturas petroleras.
En el espíritu que anima el Alba se llevan a cabo por Cuba y Venezuela otras acciones solidarias ideadas por Fidel Castro: la Operación Milagro, que ha devuelto la visión a más de un millón 600 mil personas, y la aplicación masiva del método cubano Yo sí puedo, que erradicó ya el analfabetismo en Venezuela, Bolivia y Nicaragua y se extiende en todos los países miembros del mecanismo integracionista.
El Alba ha demostrado también su eficacia como mecanismo de concertación y cohesión política latinoamericano y así se pudo apreciar con la derogación de la resolución que excluía en la reciente reunión de la OEA.
El Alba es consecuencia del ciclo de luchas antineoliberales latinoamericanas, cuyo inicio está marcado por el caracazo y hunde sus raíces en el plan de unidad continental bolivariano y martiano. Este, como el Alba, pareció un sueño en su momento, pero es el único camino para que las naciones de América Latina y el Caribe rompan con la dominación imperialista y el subdesarrollo y afiancen su soberanía y autodeterminación. El Alba crece y es su embrión.

Chile: un eslabón clave de la nueva política de EE.UU. para América Latina

No recuerdo, en las últimas tres décadas, que un presidente de una potencia como EEUU, haya dicho sobre un país, situado en un confín tan poco gravitante en el tráfico estratégico excepto por la Antártica y la Patagonia, que podía constituirse en modelo por su manejo económico y en el funcionamiento de la relación internacional bilateral con EEUU.
Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)
En su encuentro con la prensa del martes 23 después de mediodía, el Presidente Barack Obama menciona a Chile repetidamente en dos aspectos.
Primero, lo destaca como un modelo en cuanto a la forma de enfrentar la recesión económica. En una traducción a la rápida: “Si se mira cómo Chile ha manejado la recesión, que la ha manejado muy bien, en parte porque protegieron el superávit derivado del alto precio del cobre. Esto es una buena lección para EEUU. Cuando teníamos el superávit, lo hicimos disipar”.
Segundo, enfatiza el modelo de relación bilateral con Chile, señalando que no obstante las diferencias en algunos puntos en política exterior que se respetan, los importante es que “EEUU no le dicta a Chile cómo debe velar por sus intereses".
La conferencia de prensa ocurre en medio de procesos álgidos: el debate de la reforma a la salud en el Congreso, y la revuelta en Irán. También coincidía con la visita de la Presidenta de Chile Michelle Bachelet.
Pocas veces un presidente de una potencia como EEUU, se ha referido a un país como modelo en dos temas macro, como son la economía política y las relaciones internacionales.
Dice Obama: “Ese es el modelo a que aspiramos: el asociarse”. Después agrega: “Esperamos que la Presidenta Bachelet nos entregue sus consejos de manera que podamos expandir el tipo de relación que EEUU tiene con Chile a través de toda Latinoamérica".
Ante una pregunta de cómo funcionaría EEUU frente a otros países con menos democracia, Barack Obama comenzó a responder así: “El punto es que Chile lidera a partir del ejemplo. Ver a Chile como un ejemplo”.
Más allá de la dosis de entusiasmo diplomático que se adopta durante visitas de estado -como la que llevaba a cabo la presidenta de Chile en Washington al momento de esta conferencia de prensa-, a Barack Obama no se le caracteriza por la ostentación en el elogio y en el comentario. Frecuentemente, dentro de la calidez que proyecta, hay contención y a menudo la prensa de su país le fustiga a veces su parquedad y frialdad. Esta vez se le vio diferente.
Independiente de la evaluación propia, quizás hace muchas décadas que no se escuchaba a un presidente de EEUU señalar con tanta confianza –podríamos decir convicción - y a la vez con pulcritud de lenguaje, un elogio tan rotundo hacia un país, y menos de la región.
Decir modelo siempre es riesgoso o exagerado, y la verdad es que en todas partes se puede palpar injusticia, exclusión, y mal manejo. No hay modelitos como para que el género humano se vanaglorie, incluyendo los atribuidos a nórdicos. Guía u orientación estarían más apropiados creo, pero claro, no le vamos a corregir a un presidente que se destaca por la precisión de sus discursos.
También es tentador transferir el entusiasmo al ingrediente innato de chovinismo ramplón que se acostumbra a tener cuando algún forastero elogia algo bueno del país propio, a lo cual nadie está exento, creo. Pero eso es importante resaltar en este caso, que el tema tal vez no sea solamente Chile y ni siquiera lo que uno pueda opinar sobre lo dicho por Obama respecto a Chile.
Aquí interesa poner atención por qué lo dice y cuando lo dice. Es así que es más importante el tema de cómo Obama comienza a perfilar en EEUU una política exterior que ni se soñaba en la narrativa más optimista de política internacional.
Puede que sea prematuro aventurar juicios con menos de seis meses en el cargo, frente a hechos como dos guerras, Corea del Norte reclamando un derecho nuclear que otros tienen, la revuelta en Irán y la revuelta permanente interna neoconservadora que lo presiona por todos lados. Esto recién comienza.
Pero aún aplicando el más obsesivo realismo, es innegable que en la administración que comanda se desarrolla una tendencia a buscar denominadores comunes en los países para reestructurar una maquinaria de relaciones internacionales precaria y roída.
Chile es como el pretexto para los anuncios, y por cierto es importante, pero lo de Obama son los mensajes breves, concisos y plenos de contenido en cómo restablecer cierto orden mundial para poder hacer las cosas en paz. Igualmente ha sido su mensaje equilibrado respecto a lo de Irán. “No me pidan intervención los que protestan; el régimen debe saber que el mundo observa”.
Existe un credo político que dejó de tener expectativas, entusiasmo, y hacer suposiciones sobre Chile en particular y un continente al cual le han caído los egoísmos y narcisismos más fecundos en cuanto a apoderarse de los espacios políticos para sacar cuentas alegres en algunos casos, y en otros, para el revanchismo destructivo. De allí que escuchando a Barack Obama elogiar a Chile de esa forma, uno volvía a las preguntas de siempre:¿Tendrá que ser un forastero el que venga a decir lo que está sucediendo, en este caso la parte positiva del asunto, dicha por el Presidente de EEUU? ¿O es que ha sido informado sobre un sólo lado del asunto? Las preguntas quedaban circulando.
No recuerdo en las últimas tres décadas, que un presidente de una potencia como EEUU, haya dicho sobre un país, situado en un confín tan poco gravitante en el tráfico estratégico excepto por la Antártica y la Patagonia, que podía constituirse en modelo por su manejo económico y en el funcionamiento de la relación internacional bilateral con EEUU.
Obama no quiso entregar una disculpa respecto a las dictaduras impulsadas y apoyadas en América Latina por las administraciones anteriores en EEUU. Solo admitió equivocaciones del pasado. Muchos pensarán que es poco, pero es un comienzo. En Chile en amplios sectores todavía no se debaten públicamente las equivocaciones y sucede lo mismo en muchos países.
El elogio llega en un período de inflexión en la campaña presidencial, y cuando más lo necesitaba la alianza de gobierno de la Concertación para estabilizar la curva ascendente en su reencuentro con los objetivos de su ideal político, para muchos desvirtuado.
La pregunta es paradójica. ¿Comenzará a gobernar la verdadera Concertación después de 20 años en el poder?

El poder soberano está hoy en la lucha

La democracia se ejerce hoy no desde las legislaturas o los partidos encumbrados en las estructuras oficiales del Estado actual, sino que desde las calles y las comunidades por su potencialidad democrática como principal escenario de la movilización proactiva de la sociedad.
Carlos Rivera Lugo / Claridad (Puerto Rico)
A Miguel Sánchez, para quien la vida es una lucha eterna
Hace unas semanas, a raíz de un artículo que publiqué sobre el nuevo Estado de los movimientos sociales que se construye en Bolivia, me llamó el compañero Miguel Sánchez, destacado dirigente mayagüezano del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH), para hablarme sobre la pertinencia que tenía su contenido para Puerto Rico en estos momentos. En particular, se refería a la idea de que ante la creciente corrupción e incapacitación de los procesos legislativos bajo el Estado neoliberal –como el que vivió Bolivia hasta finales del 2005 o el que ha estado viviendo Puerto Rico hace ya unos años- , las acciones de fuerza de los movimientos sociales se han convertido en el principal instrumento de contestación a sus desvaríos y abusos, así como la más fértil fuente de producción de otro porvenir nacido de sus entrañas como soberano popular, incluyendo sus correspondientes expresiones normativas.
De ahí que la democracia se ejerce hoy no desde las legislaturas o los partidos encumbrados en las estructuras oficiales del Estado actual, sino que desde las calles y las comunidades por su potencialidad democrática como principal escenario de la movilización proactiva de la sociedad, como caracteriza el vicepresidente boliviano Álvaro García Linera el movimiento real que va entretejiendo las formas nuevas de la política que aspira a suprimir y superar el orden actual de cosas. El movimiento hoy se caracteriza no sólo por su resistencia, sino que sobre todo por su carga propositiva que va anunciando la articulación, golpe a golpe, de ese otro futuro posible que anida ya en el presente.
¿Cómo es posible dentro de este mundo, que no tiene un afuera, determinar con la resistencia la construcción de un nuevo mundo?, se preguntó el filósofo político italiano Antonio Negri en un foro sobre el “movimiento de movimientos” celebrado en La Paz en agosto de 2007. A lo que responde que no basta con proclamar la ruptura con la máquina capitalista de explotación y opresión de un ser humano por otro. Hay que ir más allá: se trata también de “definir un éxodo, una salida”. Abunda al respecto: “Si no hay más afuera, el afuera tiene que ser construido, pues este construir un éxodo significa concebir la lucha por el poder como un paso para vaciar el poder, para expropiarlo. Habrá que construir un camino en el cual nosotros logremos expresar nuevas formas de vida, nuevas formas de asociación, nuevos lenguajes”.
En ello coincide esencialmente el filósofo político boliviano Luis Tapia en referencia a las transformaciones que vive la política hoy en la América nuestra ante la pérdida de la capacidad de representación de los llamados representantes dentro de la decrépita partidocracia actual: “Los movimientos sociales que estamos viviendo son formas de revinculación entre vida productiva y tiempo político o generación de capacidades de autoorganización y autogobierno local. Cuando la política se vuelve un no lugar es cuando una sociedad (o parte de una sociedad) se está moviendo in toto, es decir, se está autogobernando”. Se genera así un nuevo espacio político para la gobernabilidad desde abajo, es decir, un “espacio político paralelo cambiante, discontinuo y polimorfo que se constituye y reconstituye según los conflictos y luchas sociales que se plantean y en función de los sujetos sociales y políticos que se constituyen como querellantes y reformadores”. (Política salvaje, Coedición CLACSO-Muela del Diablo-Comuna, La Paz, 2008, pp. 66,68).
Un buen ejemplo de lo anterior es lo cosechado por los pueblos de la Amazonia peruana con su abnegada y firme lucha de las pasadas semanas que consiguió forzar al gobierno neoliberal de Alan García a derogar una serie de controvertibles decretos legislativos que pretendían la privatización y posterior entrega al capital transnacional de una serie de bienes patrimonio de dichos pueblo, así como una serie de bienes comunes (agua, yacimientos mineros, riquezas madereras e hidrocarburos) que se encuentran allí. A pesar de que el gobierno peruano intentó imponer dichos decretos a sangre y a fuego, dejando un saldo de más de una treintena de muertos y más de sesenta desparecidos, la férrea movilización de miles de nativos de la región constituyó un espacio político a partir del cual la carga contestataria y propositiva le infligió una dura derrota a un gobierno que hasta ese momento desoía arrogantemente sus reclamos. Y si bien éstos se iniciaron en Bagua, pronto se extendieron a todos los rincones del país, extendiéndose así la fuerza política y la legitimidad democrática de la interpelación. Los congresistas, a regañadientes, anularon las leyes “por razones de Estado” y el presidente Alan García se vio forzado a admitir públicamente “errores” en su trato con los pueblos indígenas, luego de haberlos maltratados y tachados de “terroristas”, así como de haber desconocido sus legítimos derechos a ser consultados en todo lo relativo al desarrollo de la Amazonia.
Sin embargo, al igual que ocurrió en su momento en Bolivia, se ha potenciado en este caso el poder paralelo de los pueblos indígenas de la Amazonia. De ahí que no le será fácil al gobierno dejar atrás las heridas abiertas y silenciar las voluntades de poder despertadas. “Estamos felices por la anulación de las leyes, pero seguimos muy afectados y dolidos por la forma cómo nos trató el Gobierno”, le señaló al diario argentino Página 12 Salomón Awananch, uno de los dirigentes de la rebelión. Aseguró que insistirán en que el gobierno debe anular las órdenes de captura que hay contra aproximadamente veinte dirigentes indígenas acusados de “azuzar a la violencia” y que se liberen la veintena de manifestantes aún detenidos. Debe igualmente aclararse la situación de los desaparecidos. Si el gobierno no accede, “nos retiraremos del diálogo”, puntualizó.
Tal y como enseña el levantamiento zapatista en las selvas de Chiapas, con su carga contestaría pero sobre todo propositiva para transformar el mundo a partir de instancias locales autogobernadas como expresión de ese “poder muy otro” del pueblo; la insurgencia civil de ese movimiento de movimientos que en Bolivia desgastó y derrocó al neoliberal presidente, para elegir en su lugar a un presidente de sus propias filas, un indígena, para refundar el país, desde la economía hasta el Estado; así como los procesos que en Venezuela y Ecuador emprenden igualmente la refundación, desde los otrora marginados de la historia, esos descalificados como “salvajes” incapaces de gobernarse a sí mismos y menos aún a todo un país; estamos ante la puesta en escena de un nuevo paradigma: el poder está hoy en la lucha. Contrario al modelo juridicista clásico, la soberanía no está en las formas jurídicas abstractas, sino en los actos políticos concretos. Sólo son libres los que, a partir de sus acciones soberanas deciden serlo. La fuente de la soberanía está, pues, en la autodeterminación. Como tal su fuente está en nosotros mismos.
Miguel lo entendió perfectamente cuando me llamó aquella mañana, pocos días antes de caer gravemente enfermo. Había que mirar al sur en busca de darle sentido a un presente que pretende demasiadas veces agotarnos con sus tribulaciones, minarnos el ánimo como si los mismos motivos de nuestra cotidiana desesperanza no contuviese, a su vez, la clave de nuestra ansiada esperanza. Sólo hay que saber buscar, porfiadamente buscar, casi por fe, ya que a ratos hasta las razones parecen burlarse de uno.
Y es que por encima de todo, Miguel lo veía claramente: Vivimos en un momento constitutivo en que sólo hace falta la voluntad para refundar. Los momentos constitutivos son aquellos en que una serie de procesos sociales y políticos se van cuajando, más allá del Estado neocolonial o colonial, para ir definiendo, desde ese afuera del que nos habla Negri, una nueva dirección del movimiento de toda una sociedad, de construcción de otra sociedad, aunque esta vez desde sí misma y para sí misma. Y en ese forcejeo histórico, Miguel será siempre una de esas voluntades indispensables.
El autor es Catedrático de Filosofía y Teoría del Derecho y del Estado en la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos, en Mayagüez, Puerto Rico. Es, además, miembro de la Junta de Directores y colaborador permanente del semanario puertorriqueño “Claridad”.