sábado, 27 de febrero de 2010

Costa Rica: ver la viga en el ojo ajeno

El pragmatismo del señor presidente Oscar Arias lo ha llevado a protagonizar una política que podría catalogarse de oportunista y de doble cara.
Rafael Cuevas Molina /Presidente AUNA-Costa Rica
(Ilustración de Luis Demetrio Calvo "Mecho", artista gráfico costarricense)
Cada vez que el señor presidente de la República de Costa Rica, don Oscar Arias Sánchez, habla, moraliza. Habla con el tono de quien alcanzó la sabiduría suprema y alecciona a los demás sobre el rumbo que deberían darle a lo que hacen.
La última Cumbre de Estados de América Latina y el Caribe, realizada en la Riviera Maya, fue el último escenario internacional en la que ejercitó tales dotes. Aleccionó a los presentes sobre lo que es la democracia, el papel que juegan las elecciones en ella, y anatemizó a quienes se salen del libreto que el considera el adecuado y pertinente.
A pesar de haber protagonizado un solo, formó parte de un coro de voces cuyo director principal actuaba tras bambalinas. Es el coro de los mejores amigos de Washington: Uribe, Martinelli y Piñera, mismos a los que se habría sumado in situ Porfirio Lobo de Honduras, si no hubiera sido por cierto prurito que, no dudamos, el aparataje diplomático de los estados Unidos no tardarán en disipar.
El pragmatismo del señor presidente en cuestión lo ha llevado a protagonizar una política que podría catalogarse de oportunista y de doble cara.
Al inicio de su mandato hace cuatro años, por ejemplo, se erigió en paladín de las fuerzas que en América Latina arremetían contra el proceso venezolano. No contaba el señor presidente con que las circunstancias económicas del mundo cambiaran en poco tiempo, y fue así como, ante la subida de los precios del petróleo, no dudó un instante en recomponer su ideario, catalogar a Hugo Chávez de generoso y solicitar ingreso a unos de los organismos impulsados por ese que su coro de amigos catalogan como execrable miembro del eje del mal. Bajó luego el petróleo y don Oscar mandó al saco del olvido todo lo dicho. Ahora que está a punto de abandonar el poder, retoma el viejo libreto, envalentonado tal vez por la recomposición que la nueva derecha ha tenido recientemente en América Latina.
No es ese, ni mucho menos, el único ejemplo de esa política de doble faz, o de moral ambigua, que ha protagonizado. Siendo como es, presidente de un país que se ha caracterizado por hacer esfuerzos remarcables en relación con el cuido del medio ambiente, y habiendo recibido él, hace unos años, el Premio Nobel de la Paz, impulsó una política en su gobierno llamada Paz con la naturaleza. Fue él en persona, sin embargo, el primero en perturbar tal paz: firmó un decreto que declaró como “de conveniencia nacional” el proyecto minero “Las crucitas”, propiedad de una empresa de capital canadiense, que para funcionar tiene que devastar una zona de 18 kilómetros cuadrados de bosque virgen en el Norte del país, vital para la reproducción de especies en peligro de extinción.
Más recientemente, casi coincidiendo con su estadía en la costa caribe mexicana, su gobierno emitió otro decreto, esta vez permitiendo la urbanización de zonas que, hasta ahora, se encontraban bajo el régimen de protección ambiental en el Gran Área Metropolitana (GAM). La GAM costarricense consta de 178.019 hectáreas, de las cuales 42.740 son aptas para el urbanismo; empero, con la aplicación del decreto de marras, los terrenos aptos para construir se extienden a 45.627 hectáreas, es decir, 2.887 hectáreas más. El incremento equivale a más de 28 millones de metros cuadrados.
Es decir, el suyo es un discurso de “Hagan lo que digo pero no imiten lo que hago”.
Ahora, en la Cumbre Latinoamericana y del Caribe, aleccionó a los pueblos que eligen gobernantes que, según él, se valen de artimañas para desvirtuar el mandato que se les ha dado a través de elecciones que, hasta ahora, nadie se ha atrevido a catalogar como amañadas o fraudulentas. Debe lamentarse mucho don Oscar que tales pueblos sigan eligiendo una y otra vez, contundentemente, a esos que él piensa que están engañándolos.
Es posible que el contexto en el que dijo su discurso haya desvirtuado nuestra comprensión. Tal vez no se trataba de una arremetida contra los gobiernos progresistas, de nuevo tipo, que han surgido en América Latina, sino de un proceso de autoevaluación de su propio accionar en el gobierno de Costa Rica, ahora que está por concluir su mandato.
Un ejercicio de humildad al que no estamos acostumbrados, pero que no debe descartarse.

Brasil y el equilibrio hemisférico

El futuro de los procesos de cambio, las conquistas sociales y la integración múltiple y diversa nuestramericana, emprendidos desde hace más de una década, dependerán, en buena medida, del rol que asuma un Brasil progresista en la construcción de un nuevo equilibrio en las relaciones hemisféricas.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
(Fotografía: los presidentes Lula da Silva y Mauricio Funes en San Salvador)
Mientras todavía se celebraba la creación, en México, de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), sin Estados Unidos y Canadá, y que evoca los proyectos e ideas unionistas de Simón Bolívar, José Martí o Augusto C. Sandino, Brasil se anotó un nuevo triunfo en la región: la firma de un convenio de cooperación por $500 millones de dólares con El Salvador, país a quien el propio presidente Lula calificó como un socio estratégico para la política exterior brasileña en Centroamérica.
La importancia de este doble movimiento fue retratada con claridad por el Diario Colatino de El Salvador, al expresar en uno de sus editoriales que “lo más importante y estratégico, de la llegada del Presidente Lula a El Salvador, es que puede abrir una relación inesperada de los organismos regionales del sur de América con el istmo centroamericano[1].
Brasil, que desde el 2008 es observador regional del Sistema de la Integración Centroamericana, consolida ahora su protagonismo como actor geopolítico en el área, lo que ya había dejado claro desde el año anterior cuando recibió en su embajada en Tegucigalpa al presidente Manuel Zelaya: un elemento que Washington no consideró en su diseño y solución del golpe de Estado en Honduras.
Desde nuestro punto de vista, esta ofensiva diplomática de Brasil en América Latina es crucial por, al menos, tres motivos.
El primero, porque la creación de la CELAC constituye un éxito de la diplomacia brasileña en la consolidación de su liderazgo y su proyecto regional, basado en el poder suave y la emergencia pacífica. En efecto, bajo los dos gobiernos de Lula y el Partido de los Trabajadores (PT), Brasil desarrolló una política exterior sólida y coherente, que le permitió aprovechar los espacios dejados por EE.UU. en la región, para forjar alianzas políticas y económicas con los gobiernos de izquierda o nacional-populares que han accedido al poder en nuestros países. Todo esto en momentos en que la potencia norteamericana experimenta una de las peores crisis de hegemonía de su historia.
El segundo, porque la CELAC ofrece la posibilidad, sin precedentes, de constituir un espacio realmente nuestroamericano de integración y toma de decisiones, que contribuya a transformar la lógica de las relaciones internacionales en el hemisferio, configuradas hasta ahora al amparo de la Organización de Estados Americanos y los intereses del imperialismo norteamericano. Esto, sin embargo, no será fácil, pues supone resolver la disputa histórica entre el panamericanismo estadounidense y el unionismo latinoamericano, que por lo demás, hoy tiene numerosas expresiones en los procesos políticos en curso.
De ahí la importancia del liderazgo brasileño, y en particular del presidente Lula, pues, como lo explica Isaac Bigio, “la CELAC estará sujeta a dos presiones polares. Una la que ejercen México, Colombia, Perú, Chile, Panamá, Costa Rica y otros países pro-EEUU (quienes quieren un ente que colabore con Washington y que no cuestione los TLC con éste). Otra es la que persigue el ALBA (quien quisiera que este ente sepulte y remplace a la OEA). El país más grande del nuevo bloque (Brasil) debe servir como puente entre ambos y Chávez ha propuesto que Lula, cuando deje la presidencia brasilera, asuma la jefatura de la CELAC[2].
Y el tercer motivo: el atinado sentido de oportunidad de este despliegue diplomático. América Latina se encuentra inmersa en una compleja coyuntura, que incluye la crisis política en Argentina y Paraguay y el ascenso de la derecha en Chile; asimismo, el asedio permanente de EE.UU. al bloque de países del ALBA y las nuevas formas de intervencionismo militar, político y económico estadounidense en el Caribe (Haití, especialmente), México, Centroamérica (véanse los casos de El Salvador, Honduras y Nicaragua) y Colombia.
Sin duda alguna, el futuro de los procesos de cambio, las conquistas sociales y la integración múltiple y diversa nuestramericana, emprendidos desde hace más de una década, dependerán, en buena medida, del rol que asuma un Brasil progresista en la construcción de un nuevo equilibrio en las relaciones hemisféricas. Así parece entenderlo el presidente Lula. Así lo entiende también su partido, el PT, que hizo público hace unos días un documento oficial en el que expone su objetivo de “que la izquierda latinoamericana no pierda ningún gobierno a manos de la derecha[3]. Y a esto apuesta la candidatura de Dilma Rousseff y la proyección de que gobierne Brasil hasta el año 2018.
Por su parte, Washington, con escaso poder de convocatoria fuera del círculo de sus gobiernos aliados –o, mejor dicho, tributarios-, no ofrece otra respuesta más que las maniobras (mediáticas, políticas y militares) de desestabilización y fractura regional, y el apuntalamiento de los proyectos panamericanistas heredados por la administración Bush, en particular, la iniciativa Caminos para la Prosperidad en las Américas: una versión menor de la derrotada Área de Libre Comercio de las Américas.
En esta línea se inscribe la gira que la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, emprenderá esta semana por Uruguay, Chile y Brasil, y las reuniones ministeriales y presidenciales que sostendrá en Costa Rica y Guatemala, los días 3 y 4 de marzo.
Se abre así un nuevo capítulo en la disputa entre Brasil y EE.UU, por la hegemonía continental y el equilibrio geopolítico de América Latina.
NOTAS
[1]Presidente Lula llega con maleta llena de convenios”, Diario Colatino, El Salvador. 26 de febrero de 2010. Disponible en: http://www.diariocolatino.com/es/20100226/editorial/77293/
[2] Biggio, Isaac. “CELAC”, Agencia Latinoamericana de Información, 25 de febrero de 2010. Disponible en: http://alainet.org/active/36375&lang=es
[3]El Partido de los Trabajadores no quiere vecinos de derecha”, en Página/12, Buenos Aires, 10 de febrero de 2010. Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-139932-2010-02-10.html

Acerca de "La brecha por llenar"

El pasado 14 de febrero, el académico panameño Nils Castro ganó el concurso de ensayo Pensar a contracorriente, convocado por el Ministerio de Cultura de Cuba, el Instituto Cubano de Libro y la Editorial de Ciencias Sociales. Su texto "La brecha por llenar" fue reconocido como “un valioso ensayo sobre la realidad presente y proyección futura de la izquierda en América Latina”. En esta ocasión, les ofrecemos una reflexión del autor sobre las motivaciones de su escrito y su relación con el actual contexto latinoamericano.
Nils Castro Herrera / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
Hasta la fecha, nunca había participado en un concurso. ¿Por qué ahora? Lo menos importante es que al conocer la convocatoria de Pensar a Contracorriente tenía a mano un ensayo que se ajustaba a lo que pedía. Cosa inusual pues, mal que bien, habitualmente he escrito según los tiempos de las polémicas político‑ideológicas, no según a los términos de los concursos.
De hecho, hace añales que los apremios del compromiso político me habían dejado sin espacio para mis pasadas vocaciones académicas y literarias. Pero ahora se había dado el caso de que un revés en el campo de ese compromiso me devolvió el privilegio de abandonar el traje formal y disfrutar de mayor tiempo y libertad para leer y escribir.
El hecho que motivó esta oportunidad es conocido: en Panamá un gobierno progresista ha sido derrotado ‑y expulsado del gobierno‑ por una imprevista ofensiva de la “nueva” derecha. Es decir, esa oportunidad resultó de un fenómeno que hoy también está latente en otras latitudes de nuestra América y que valdrá la pena estudiar.
Como bien decía Omar Torrijos, en política no hay sorpresas sino sorprendidos. No es apenas que esa “nueva” derecha supo ganar sino que nosotros no supimos preverla ni, por consiguiente, prepararnos al efecto. En pocas palabras: confiar en el mérito de viejos laureles sin examinar lo que las nuevas circunstancias exigen ‑para actuar en consecuencia‑ nos ha traído a este punto.
¿Cuáles son las falencias que hacen políticamente abatible a un buen gobierno progresista? ¿Por qué la masa de ciudadanos que en recientes años ha votado por opciones de izquierda es, sin embargo, esquiva para volverse una masa revolucionaria dispuesta a buscar objetivos de mayor aliento histórico?
Y, por otro lado, ¿qué caracteriza a esa “nueva” derecha y qué vacío le vuelve a deparar oportunidades para asaltar el poder político y devolvérselo a la derecha en general?
Desde luego, el ensayo que ahora el jurado decidió premiarme está muy lejos de resolver con propiedad estas preguntas. Apenas dice que el problema está ahí y que las izquierdas latinoamericanas ‑las que han ganado elecciones y también las otras‑ deben ocuparse conscientemente del asunto.
La cuestión es señalar la nuez del problema y concretar eso de “saberlo atender”. Puesto que ya sabemos que las condiciones “objetivas” del tema hace rato están maduras, este ensayo procura examinar los motivos de rezago de las llamadas “subjetivas”. Esto es, considerar el plano específicamente político del asunto y, en particular, el relativo a la formación de una nueva contracultura política que contribuya a construir la necesaria contrahegemonía, esto es, la capacidad que permite convertir ideas en fuerza material.
Cosa que, desde luego, no se puede lograr repitiendo las afirmaciones doctrinarias que otrora nos inspiraron confianza, pero que en lugar de ayudarnos a hacer una revolución, nos acompañaron a lo largo de un trayecto que, al cabo, nos ha traído a la actual situación. Un círculo del que ya toca salir…
Construir esa contracultura no es, entonces, apenas restaurar lo mejor que antes hubo en nuestro pensamiento, sino producir su relevo frente a unas circunstancias que ya no son las de aquellos tiempos. Hace falta reponer, crear, cosa que no se logra sin volver a investigar y proponer (por cierto, en aquellos tiempos se estudiaba mucho más que ahora).
Lo más probable es que al señalar tales cosas este ensayo, a su turno, cometa no pocas equivocaciones. Dirimirlas será más que oportuno, porque proponer mejores respuestas es precisamente lo que hace falta para enriquecer el tema, a fin de encontrar mejores caminos. Al escribirlo, a esto he querido invitar.
Y no diré más, porque seguir diciendo sería como contar el final de la película antes de ofrecer los boletos para el cine.

El bloque latinoamericano y caribeño

El bloque regional tiene muchos problemas y contradicciones internas que lo harán caminar lentamente. Nada de eso le impidió tomar cuerpo desde comienzos de los años 80 del siglo pasado, en una situación de mucho mayor peso y presencia de Estados Unidos, luego ampliarse y, ahora, comenzar a consolidarse. El tiempo largo hace su trabajo; lenta, pero inexorablemente, pulveriza el tiempo corto.
Raúl Zibechi / LA JORNADA
La creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños forma parte del viraje mundial y continental, caracterizado por el declive de la hegemonía estadunidense y el ascenso de un conjunto de bloques regionales que van dando forma a un nuevo equilibrio global. La creación de este organismo sin la presencia de Canadá y Estados Unidos, se venía gestando desde tiempo atrás, pero comienza a cobrar cuerpo meses después del notable fracaso de la OEA para resolver la crisis provocada por el golpe de Estado en Honduras, país que por el momento no forma parte del organismo en gestación.
La decisión, que se preparó durante los dos años anteriores impulsada por el presidente Lula, completa un largo proceso de autonomización de la región respecto de la superpotencia. Miremos atrás para observar el profundo cambio producido en la región. Desde su creación en 1948, la OEA respondió a los intereses de Washington. Cuando Cuba fue expulsada en 1962, ningún país votó en contra para evitarse problemas con Estados Unidos, aunque seis se abstuvieron, entre ellos Argentina, Brasil y México. En 1983, la creación del Grupo de Contadora (Colombia, México, Panamá y Venezuela) para buscar salidas a las guerras civiles centroamericanas, representa el primer intento por dotar a la región de voces que se aparten del coro impuesto por la Casa Blanca y el Pentágono. Fue la intervención del primer ministro sueco, Olof Palme, la que resultó decisiva para que se formara este grupo que se fue ampliando, pese al rechazo de Washington.
En 1990 el Grupo de Río sustituyó a Contadora (ya convertido en Grupo de los Ocho), con la incorporación de los países sudamericanos que hasta ese momento no lo integraban, más la Comunidad del Caribe y los países de Centroamérica. En 2008 adquirió su actual fisonomía con la incorporación de Guyana, Haití y Cuba, y en 2010 durante la celebración de su 21 reunión, la Cumbre de la Unidad en la Rivera Maya, dio el paso definitivo al generar la nueva Comunidad de Estados. Son dos décadas y media de lenta construcción que culmina un proceso iniciado cuando la ofensiva imperial contra Nicaragua, El Salvador y Guatemala parecía omnipotente, que cuaja cuando se vive una coyuntura nueva.
La Declaración de Cancún, suscrita por los 32 presidentes (con la única ausencia de Honduras), señala que el objetivo del nuevo organismo es profundizar la integración política, económica, social y cultural de nuestra región, defender el multilateralismo y pronunciarse sobre los grandes temas y acontecimientos de la agenda global.
En el apartado dedicado a crisis económica promueve la creación de una nueva arquitectura financiera regional o subregional, incluyendo la posibilidad de realizar pagos en monedas nacionales y evaluar la creación de una moneda común, así como la cooperación entre bancos nacionales y regionales de fomento. Un claro énfasis en la integración, sin establecer plazos, puede rastrearse en el espíritu del documento. Sin embargo, los dos aspectos centrales y los más concretos que firmaron los presidentes son los apartados dedicados a energía y a la integración física en infraestructura. Se propone enfrentar los desafíos energéticos promoviendo la expansión de fuentes de energía renovables y promoviendo el intercambio de experiencias y transferencia de tecnología sobre programas nacionales de biocombustibles, entre otros, para permitir a las economías más pequeñas y los países menos desarrollados alcanzar un acceso justo, equilibrado y constante a las diversas formas de energía.
Respecto de la infraestructura, se propone intensificar las obras para la conectividad y el transporte aéreo, marítimo, fluvial y terrestre, así como el transporte multimodal. Quien dice integración vía obras de infraestructura y biocombustibles, dice Brasil, país que lidera a la región en ambos rubros y es el primer productor mundial de etanol, a la par de Estados Unidos.
Pero el documento dedica un apartado a desastres naturales, en el que llama a crear mecanismos para dar una respuesta regional rápida, adecuada y coordinada a los mismos. También aquí puede verse la mano brasileña, escaldada doblemente luego de la anémica reacción de la OEA en Honduras y de la brutal intervención-invasión de la Cuarta Flota en Haití. Aunque la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe es aún una declaración de intenciones, que habrá de dar sus primeros y verdaderos pasos en las cumbres de Caracas (2011) y Chile (2012), cuando deberá dotarse de estatutos, el hecho de que se haya puesto en marcha es lo más significativo. Su creación debe leerse desde tres ángulos.
En el tiempo corto representa un freno al reposicionamiento de Estados Unidos en Colombia y Panamá con 11 bases militares, pero también en Honduras y Haití. Recordemos que cuando se produjo el ataque de Colombia a Ecuador, primero de marzo de 2008, con el bombardeo del campamento de Raúl Reyes, se aceleraron los tiempos que llevaron a la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y del Consejo de Defensa Suramericano. El segundo tema se relaciona con el tiempo largo: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe completa el largo ciclo de autonomización respecto del centro imperial. No es casual que los dos pasos se dieran en momentos de graves tensiones: guerras centroamericanas, hace 25 años; crisis económica y polarización mundial, ahora.
La tercera cuestión tiene carácter geopolítico. México y Centroamérica ya no estarán tironeados sólo desde el norte. El bloque regional tiene muchos problemas y contradicciones internas que lo harán caminar lentamente. Nada de eso le impidió tomar cuerpo desde comienzos de los años 80 del siglo pasado, en una situación de mucho mayor peso y presencia de Estados Unidos, luego ampliarse y, ahora, comenzar a consolidarse. El tiempo largo hace su trabajo; lenta, pero inexorablemente, pulveriza el tiempo corto.

La cuestión de Las Malvinas: La versión latinoamericana de la Doctrina Monroe

Esta cuestión en torno a Malvinas es la punta del iceberg de lo que en materia geoestratégica se puede esperar a corto plazo. Las potencias hegemónicas no van a ahorrar esfuerzos por asentarse en el Atlántico Sur –la zona actualmente más preciada del planeta, Patagonia Argentina incluida- a fin de servirse de sus recursos.
Diego Ghersi / Agencia Periodística del Mercosur
Lo más notable del apoyo latinoamericano que Argentina recibió en Cancún es el simple reconocimiento de que antes estas cosas no pasaban. No se decían.
Es que a nadie escapa que el saqueo del Atlántico Sur que Londres avala con firmeza es un asunto que excede el interés de Buenos Aires, en un contexto en el que los países al sur del Río Grande buscan diferenciarse a través de organizaciones suprarregionales propias, que entiendan en lo que consideran problemas que les son comunes.
No es casualidad que el respaldo a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner haya nacido desde el Grupo Río tan sólo un instante antes de que dicha Asamblea se dispusiera a tratar la creación de una Organización continental “tipo OEA” (Organización de Estados Americanos) pero sin Estados Unidos ni Canadá.
Paralelamente al consenso obtenido por la posición argentina, Estados Unidos, a través de declaraciones del vocero del Departamento de Estado, Philip Crowley, informó que adoptaba una posición “neutral” frente al problema de soberanía y que instaba al “diálogo” entre Londres y Buenos Aires.
No hay nada de TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) en las manifestaciones de Crowley. Tampoco hay nada de “están con nosotros o contra nosotros”. Sí hay oposición al espíritu de Cancún, que parece haber tomado como propia la ofensa causada por la incursión británica en aguas reclamadas por Argentina.
¿Qué hubiera pasado en 1962 si alguien se declaraba “neutral” al bloqueo de Cuba?
¿No hubo una guerra cuando el empresario argentino Constantino Davidoff intentó desensamblar una factoría en las Georgias durante 1982?
Llegados a esta instancia es necesario repetir –una vez más y hasta el hartazgo- por qué son importantes las Islas Malvinas y por qué Gran Bretaña se toma tantas molestias con ellas.
Hay tres causas fundamentales que explican el interés británico.
La primera es el carácter geoestratégico, fundado en el hecho de que el archipiélago custodia uno de los puntos de estrangulamiento de la navegación mundial: el Estrecho de Magallanes y el Pasaje de Drake. Porque si bien es cierto que el pasaje Atlántico –Pacífico puede ejecutarse a través del canal de Panamá, también es importante decir que ese paso no tiene las dimensiones que permitan el tránsito de una flota basada en portaaviones.
La segunda es la riqueza natural del área. No sólo es petróleo, también es biodiversidad marina y explotación de pesca.La tercera es la proyección antártica. Nadie quiere perderse el acceso a esa “Caja de Pandora” congelada por siglos. Pero para tener pretensiones sobre el continente blanco, al menos habría que estar mínimamente cerca en términos geográficos. Las Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur aportan ese requisito a Londres, al menos como para sentarse a la mesa de discusiones cuando llegue el momento.
Este último punto explica en parte las durísimas declaraciones hacia la posición británica del presidente brasileño Luiz Inacio Lula Da Silva, estableciendo la necesidad de aclarar “la razón geográfica, política y económica por la cual Inglaterra está en Malvinas”. Otra vez, cometer la irrespetuosidad de pedir razones en ese tono a una potencia mundial; antes no se hacía.
La posición del presidente de Brasil corresponde a la de un estadista que ha asumido la totalidad de las obligaciones que hacen falta para poner a su nación como potencia regional y mundial.
Pero Lula no se quedó en la defensa de su socio menor y de Latinoamérica toda. También le exigió una explicación a Naciones Unidas (ONU) por no "haber tomado una decisión que dijera que no es posible que Argentina no se adueñe de Malvinas y que, por el contrario, lo haga un país que está a 14 mil kilómetros de distancia de las islas" y la crítica, que antes no se hacía, fue un cachetazo para una organización que hace rato que no sirve para nada.
El posicionamiento latinoamericano liderado por Brasil y la búsqueda de lo que se denominó “una OEA sin Estados Unidos y Canadá” no hace más que –usemos terminología argentina pura- “marcar la cancha” o, sin temor a aventurarse demasiado, colaborar a un deseo compartido por los gobiernos implicados de que “Latinoamérica sea para los latinoamericanos” y éstos se manifiesten en organismos que funcionen.
Para esto también Estados Unidos tuvo respuesta en la boca del el máximo responsable del Departamento de Estado para América Latina, Arturo Valenzuela, quién simplemente contestó con modo arrogante “¿Reemplazar a la Organización de Estados Americanos?”
El entuerto argentino-británico por Malvinas ha desatado algunas cuerdas que marcan que nuevos aires soplan en estos tiempos.
El gran logro es el paso adelante en el sentido de que los recursos naturales de Latinoamérica son de los latinoamericanos y no están sujetos a la depredación de empresas privadas, a cuyos deseos son funcionales gobiernos de otro hemisferio.
Sin embargo debe reconocerse que la maravillosa actitud de defender lo propio ha puesto a la región frente al desafío de sustentar los dichos con hechos concretos.
¿Qué hacer cuando quede claro que a los británicos les importa un soberano pepino Real los reclamos de un puñado de países no mayormente White-anglo/saxon-protestant?
Esta pregunta tiene múltiples respuestas que van desde acciones comerciales y políticas hasta la disuasión militar, y cuya resolución pondrá a prueba al espíritu de Cancún.
La maraña de intereses comerciales británicos en Latinoamérica es difícil de analizar en pocas líneas y se iría descubriendo con el correr del tiempo. Para darse una idea, ya circulan versiones de que la misma empresa que entiende en el canje de la deuda argentina estaría detrás de la petrolera británica que insiste en perforar el lecho marino malvinense.
Lo militar es algo más sencillo de explicar.
En principio, la matriz de pensamiento común hoy en Latinoamérica –exceptuemos Colombia- es de neto carácter no bélico. Aún así, el Poder de Combate Relativo entre Latinoamérica y la alianza Gran Bretaña- Estados Unidos es, sin dudas, desventajoso para los primeros. Eso sin siquiera contar el desequilibrio nuclear y la carencia de una organización latinoamericana que entienda las cuestiones de defensa –y todo lo que ello implica-, con perspectiva regional.
No es risible pensar en las armas atómicas en momentos en que es de dominio público que Inglaterra transportó al escenario bélico de 1982 el 65 por ciento de su arsenal nuclear y, obviamente, no para sacarlo de simple paseo. Es más, el HMS Sheffield -hundido por la Aviación Naval Argentina en pleno conflicto- se habría llevado a pique unas cuantas ojivas contaminantes al fondo del mar.
Por lo pronto, el diario inglés The Times anunció el 24 de febrero que un submarino nuclear había sido despachado a la zona de litigio. La noticia, obtenida desde el entorno del mismísimo Gordon Brown, confirma que a la hora de la guerra los “casacas rojas” van “a por todo” sin que les importe nada.
Un submarino nuclear desequilibra aún más la ecuación bélica del Atlántico Sur, ya descompensada por la Base malvinense de Mount Pleasant, impresionante complejo militar que concentra aviones Tornado y misiles Rapier de última generación.
En lo político, apuntar a la ineptitud que demuestra el actual diseño de la ONU –condenada en Cancún por Cristina Fernández de Kirchner y Lula Da Silva- tiende a forzar cambios que atentan contra la concepción del “yo tengo una pistola y ustedes no”, que parece ser la vara que mide las controversias internacionales en todo el orbe y que es sostenida por las grandes potencias que ocupan el Consejo de Seguridad del organismo.
Para finalizar, esta cuestión en torno a Malvinas es la punta del iceberg de lo que en materia geoestratégica se puede esperar a corto plazo. Las potencias hegemónicas no van a ahorrar esfuerzos por asentarse en el Atlántico Sur –la zona actualmente más preciada del planeta, Patagonia Argentina incluida- a fin de servirse de sus recursos.
A la complejidad del problema se suma el comportamiento de las oposiciones internas de cada país -en particular de Brasil y de Argentina- y del futuro –por muy poco- oficialismo chileno, representantes de una matriz tradicionalmente funcional al poder británico/estadounidense y anclada en la idea de que la unión de Latinoamérica sencillamente no existe, no es posible y jamás sucederá.
Pero esa es otra historia.

Brasil: Crece figura de candidata del Partido de los Trabajadores

Dilma Rousseff suma adhesiones en el país más influyente de América Latina de cara a los comicios de octubre. Deberá competir con el opositor José Serra que lidera los sondeos previos. Se dirime entre un estado social e inclusivo o la vuelta al neoliberalismo.
Luis Hernando Restrepo / Agencia Periodística del Mercosur

El próximo 3 de octubre de 2010 en Brasil se realizará una nueva elección presidencial, en donde el actual presidente Luiz Inácio Lula da Silva ya no podrá ser reelecto. Para estas elecciones, los candidatos que más chances tienen de llegar al Palacio de Planalto son Dilma Rousseff, candidata del Partido de los Trabajadores (PT) y Ministra de la Casa Civil de Brasil y José Serra, actual gobernador de Sao Paulo, al frente del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
Según las últimas encuestas realizadas en Brasil por la Confederación Nacional del Transporte (CNT) para la primera vuelta, Serra cuenta con 33 por ciento de las intenciones de voto frente al 28 de la ministra de la Presidencia, Dilma Rousseff. En encuestas anteriores, durante noviembre del año pasado, Serra tenía el 31,8 por ciento de la intenciones de voto y Rousseff, el 21,7.
Estos informes demuestran el crecimiento de Rousseff en su camino hacia la presidencia. De seguir subiendo en las listas de las encuestas, estaría muy bien posicionada para las elecciones presidenciales y contaría con grandes posibilidades de continuar con las politicas progresistas de Lula en el país más importante en la región.
La prensa brasileña afirma que en el nordeste del país la popularidad de Rousseff, la candidata de Lula, fue mayor que la de Serra durante el paso de ambos por esta región del país sudamericano, ya que representa una de las zonas más pobres y en donde es ampliamente popular el actual presidente.
Serra y Rousseff son los más fuertes candidatos para lograr la próxima presidencia de Brasil, pero ¿quienes son y qué propuestas tienen?
Dilma Rousseff, ex integrante del movimiento de resistencia contra la Dictadura Brasileña de los años `60, es considerada la candidata firme del oficialismo para las elecciones de octubre. Para la ministra, es importante que Brasil continúe acelerando el crecimiento económico y el impulso a la industria, la agricultura y los servicios sociales en los sectores de la población menos favorecidos. La militante del PT nunca protagonizó una elección pero cuenta con el aval de Lula, con más del 70% de popularidad.
Por su parte José Serra es el gobernador del estado de Sao Pablo en Brasil. Miembro del mas importante partido opositor, es el principal postulado por el PSDB para las elecciones, siendo nombrado en su partido como “el candidato”. Es defensor del libre mercado y de implantar el neoliberalismo como parte fundamental de la economía brasileña, y es caracterizado por su poca simpatía por el estatus de unión del Mercosur. Serra, quien tiene experiencia en elecciones ya que perdió con al actual mandatario en el 2002, se mantiene como favorito para ganar las elecciones presidenciales de octubre próximo en Brasil, pero su ventaja sobre la posible candidata oficialista se ha reducido notablemente.
Con Rousseff en la presidencia, Brasil se afianzaría en su proceso de ser potencia regional, mantendría la política de la unión latinoaméricana, buscaría generar propuestas claves para la sociedad de la región y hacer frente ante la intervención de Estados Unidos en los asuntos propios de Centro y Sur América.
El candidato opositor, lleva una delantera en las encuestas, pero es de preveer que Rousseff mejore sus resultados después de hacer campaña con el popularísimo Lula y que así obtenga el apoyo de otros partidos de izquierdas más pequeños en caso de una segunda vuelta.
El mapa presidencial en Latinoamérica se agita constantemente. Por ahora, en Brasil se mueve a un ritmo tranquilo, hasta octubre, en donde la oposición y el oficialismo se van a enfrentar para suceder a Lula Da Silva en la presidencia.

Mujica, ahora empieza el presente

Lucidez. Audacia. Sencillez. Realismo. Tantas lecciones de ese Uruguay que produjo a Mujica. La izquierda no es ni la utopía por venir ni el pasado guerrillero: es el presente contradictorio y complejo, eso que empieza este lunes en el Uruguay.
Juan Martín Cueva / El Telégrafo (Ecuador)
Recibió seis balazos en enfrentamientos armados en los duros setenta. Pasó quince años en la cárcel. Protagonizó dos fugas antes de ser amnistiado con el retorno a la democracia. Fue rehén de la dictadura cuando los militares amenazaban con ejecutarlo si los Tupamaros retomaban las acciones violentas. Fue diputado, ministro y senador. Este lunes asume la presidencia del Uruguay.
Después de los barbudos cubanos, el médico chileno y los muchachos nicaragüenses, parecía que este continente había agotado su capacidad de sorprender. En los noventa flotó a la deriva de los mitos neoliberales y con el nuevo milenio patea el tablero mundial. Después de un militar venezolano y un obrero brasileño, un indio boliviano, un economista ecuatoriano y un cura paraguayo, llega este campesino que fue guerrillero. Cuando en Chile asume el multimillonario de derecha, la izquierda se anota un porotazo al poner al Uruguay nuevamente en manos del Frente Amplio. Se anota, además, un tremendo triunfo al haber optado Tabaré Vázquez y Lula por la alternancia. (Deberíamos ir buscando una Dilma Rousseff o un Pepe Mujica en estas tierras, sería el mejor regalo que le podríamos hacer a la revolución ciudadana).
Mujica es un hombre rústico que ha sorprendido a más de uno a diestra y siniestra. Extraña que un tipo con ese currículum y ese perfil atípico seduzca a trabajadores y a inversionistas, a los postmodernos y los nostálgicos.
Miles de uruguayos le fueron a esperar en la cárcel, cuando salió: “Fue un abrazo fraternal interminable con todos. Aunque no puedo dejar de señalar que nunca dejé de ser libre. Puede sentirse como una monstruosidad, aparente, lo que voy a decir: le doy gracias a la vida por lo que he vivido. Si no hubiera pasado esos años de aprender el oficio de galopar para adentro, para no volverme loco de pensar, me hubiera perdido lo mejor de mí mismo. Me obligaron a remover mi suelo y por eso me hice mucho más socialista que antes”.
Impresiona su conciencia de necesidades esenciales como la crítica y el inconformismo para construir un cambio: “Queridos compañeros, critiquen, critiquen todo lo que quieran, pero no se sienten a criticar; vayan criticando en la medida que hacen, el que no hace no tiene derecho a criticar. Bienvenida la crítica de los que se comprometen, bienvenida la crítica de los que luchan. Malvenida la crítica de los cómodos, de los escépticos, de los que creen que no se puede cambiar nada. Estamos en una sociedad donde todos tendemos a ser un pequeño burgués, donde todos llevamos un consumista potencial adentro, no seamos tan jueces ni inflexibles con nuestros compatriotas y tengamos el coraje de ver nuestras propias debilidades. Si esta izquierda fracasa no viene una izquierda mejor, viene un derechazo que te hace retroceder décadas. Esta izquierda tiene sus defectos y sus carencias, pero esta izquierda es tu capital y es lo que pudimos conformar como sociedad y como pueblo a lo largo de muchas décadas”.
Lucidez. Audacia. Sencillez. Realismo. Tantas lecciones de ese Uruguay que produjo a Mujica. La izquierda no es ni la utopía por venir ni el pasado guerrillero: es el presente contradictorio y complejo, eso que empieza este lunes en el Uruguay.

Bolivia: tres revoluciones

Dos casos recientes ilustran las dificultades que derivan del pasado. El primero es del intelectual aymara y ex ministro Félix Patzi, hasta hace poco candidato nada menos que a gobernador de La Paz y que acaba de pasar a la oposición y de intentar formar su propio partido campesino sobre bases racistas (habla de que los ministros blancos lo persiguen). El otro es el de la negativa del Estado Mayor de las fuerzas armadas a proporcionar a la justicia los documentos sobre la dictadura y las desapariciones y torturas.
Guillermo Almeyra / LA JORNADA
Bolivia está llevando a cabo tres revoluciones simultáneas: una, democrática, descolonizadora, modernizadora; otra, cultural, eliminadora del atraso y la barbarie impuestos por el pasado de explotación y sumisión, y la tercera, social, de contenido anticapitalista objetivo. Evo Morales y su gobierno conducen las dos primeras con gran vigor y decisión, pero las formas y el contenido de la tercera están todavía indefinidos.
Dos casos recientes ilustran las dificultades que derivan del pasado. El primero es del intelectual aymara y ex ministro Félix Patzi, hasta hace poco candidato nada menos que a gobernador de La Paz y que acaba de pasar a la oposición y de intentar formar su propio partido campesino sobre bases racistas (habla de que los ministros blancos lo persiguen). El otro es el de la negativa del Estado Mayor de las fuerzas armadas a proporcionar a la justicia los documentos sobre la dictadura y las desapariciones y torturas. Analicémoslos un poco.
El gobierno, por la vía legal, había declarado que conducir en estado de ebriedad constituía un delito punible con cárcel, como en cualquier país civilizado. El sindicato de choferes de autobuses declaró un paro de 48 horas para revocar esa medida, defendiendo obviamente el derecho a conducir borracho y, además, Patzi fue pillado conduciendo alcoholizado y Evo Morales, de inmediato, así como el MAS, su partido, lo eliminaron automáticamente como candidato a gobernador de la principal ciudad boliviana, a pesar de su popularidad y su apoyo organizado.
Patzi, para colmo, primero mintió al tratar de explicar su borrachera pues dijo que venía de un inexistente velorio de una prima. O sea, opuso los usos y costumbres (en los velorios todos beben) a la ley estatal y, después, para colmo, se fue a su zona natal para que su comunidad le aplicase un castigo (hacer mil ladrillos de adobe en tres días). La imposibilidad material de cumplirlo en ese corto lapso (reducido además por entrevistas y reuniones) constituía por sí misma otra mentira evidente y, una vez más, un intento de oponer los usos y costumbres a la ley estatal (aunque, desde el punto de vista de aquéllos, correspondía que el castigo fuese establecido por la comunidad donde había cometido el delito, y no por su comunidad originaria).
La ley de la República fue violada en nombre de la incorporación de los usos y costumbres a la Constitución pero pisoteando al mismo tiempo el precepto indígena oficial de no mentir, aprovechando que en Bolivia, como en muchos otros países, emborracharse es algo muy común y cosa de hombres, tanto que un sinónimo de beber es macharse. Las decisiones legales tendientes a fortalecer el Estado, por otra parte, chocaron además en este caso con el indigenismo racista de Patzi (y de sus seguidores atrasados que creen que los explotadores son sólo los k’aras, los blancos, cuando hay capitalistas aymaras) y con el nepotismo y el clientelismo del ex ministro durante su periodo de administrador público, así como con el corporativismo de la Federación Campesina de la Paz, que lo siguió acríticamente, y sobre el cual Patzi intenta construir su partido opositor.
En el caso del mando militar y de su oposición a la justicia actúan diversos factores ( como, por ejemplo, la influencia en los altos mandos de las fuerzas conservadoras y contrarrevolucionarias nacionales y extranjeras) pero predomina nuevamente el corporativismo. Los militares de hoy cubren a los dictadores y asesinos del pasado, porque perro no come perro y porque esperan que en el futuro se les brinde a ellos la misma solidaridad de casta.
Ahora bien, en un Estado moderno –y Morales quiere modernizar Bolivia– los militares están sometidos a las leyes y a los poderes estatales y no son un cuerpo que pueda funcionar en autogestión. Nuevamente, los intentos de sacar a Bolivia del atraso (la borrachera, el clientelismo, la corrupción, la arbitrariedad de los cuerpos separados) para imponer una Constitución, un estado de derecho y construir, por primera vez en su historia, un verdadero Estado capitalista, chocan con el espesor político-cultural del colonialismo y el precapitalismo. Y eso no se elimina en un par de años sino que requiere una larga revolución cultural. No basta, pues, con ganar el gobierno y con obtener un apoyo popular de 80 por ciento contra la reacción, si no se tiene realmente el poder y si ese apoyo masivo es mucho menor en casi todos los aspectos de la vida política y cotidiana, que, para bien y para mal, están muy marcadas por el pasado.
Aquí entra el problema de la tercera revolución, la anticapitalista, que figura en las aspiraciones de Evo Morales y Alvaro García Lineras pero no permea ni las medidas de su gobierno ni el accionar de su partido, el MAS. En primer lugar, éste es un pool de intereses corporativos, una alianza de organizaciones sindicales y sociales con sus burocracias respectivas, y no está en condiciones de orientar al gobierno. En segundo lugar, según las tradiciones nacionalista-desarrollista de la revolución de abril de 1952, el gobierno confía en el aparato estatal para industrializar el país y no en las capacidades de autogestión y construcción de una economía alternativa por parte de los obreros y campesinos. Depende, pues, como antaño, de una economía extractiva, exportadora y de la producción por el Estado de lo mismo que producían los capitalistas privados. Construye así el capitalismo de Estado e intenta crear un aparato burocrático para dirigirlo y utiliza el apoyo masivo como si fuera su infantería de choque, pero sin que los trabajadores discutan y decidan qué hacer en el territorio y qué con los recursos. Pero esto tampoco se consigue rápidamente y, además depende de los avances de la revolución cultural y de la situación económica internacional.

Argentina: Los desplazados por la soja y la minería

El modelo agropecuario y la minería que comenzó a instalarse en el país a fines de la década pasada afectaron a campesinos pobres y pueblos originarios, un sector silenciado.
Darío Aranda / Página12
A medida que avanzan en el país las distintas industrias extractivas (petróleo, minería, monocultivos industriales) se incrementan como respuesta la organización de las comunidades rurales y pequeños pueblos, que resisten el avance empresarial.
Un relevamiento de conflictos territoriales y ambientales sobre seis provincias del noreste argentino confirma esta situación, cuantifica la magnitud del fenómeno y aporta datos inéditos: cinco millones de hectáreas en disputa, casi 600 mil personas afectadas y confirma que el sector privado y estatal son los principales opositores a los campesinos e indígenas, un espectro rural silenciado y ubicado en las antípodas de la Mesa de Enlace. El trabajo, que coincide con otro realizado por la Cátedra Unesco de Sostenibilidad de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) (ver aparte), reveló que la mayor conflictividad comenzó en la década del ’90, de la mano del avance de la soja sobre el norte del país.
“Conflictos sobre tenencia de la tierra y medioambiente en la región del Chaco argentino” es el título del relevamiento de la Red Agroforestal Chaco Argentina (Redaf), integrada por un colectivo de organizaciones, académicos y técnicos de distintas disciplinas. Identificaron 120 conflictos, de los cuales ya fueron procesados hasta el momento 52 casos (el 43 por ciento). Los datos son contundentes: 600 mil personas, mayoritariamente campesinos e indígenas, de las provincias de Salta, Formosa, Santiago del Estero, Chaco, Córdoba y norte de Santa Fe están afectadas por conflictos territoriales y ambientales.
“Una superficie y población que prácticamente equivalen a la provincia de Jujuy son las que actualmente se encuentran afectadas por conflictos de tierra o medioambiente en la región chaqueña argentina”, compara el informe y destaca que más de la mitad de los conflictos (63 por ciento) comenzaron a partir de 2000, época en que se inició la expansión de la frontera agropecuaria en el noreste argentino. También subraya que en el 95 por ciento de los conflictos tienen protagonismo organizaciones de base y la articulación de comunidades.
La región del Chaco Americano (incluye norte argentino y zonas de Paraguay y Bolivia) es, luego del Amazonas, el área más rica en biodiversidad. También es la zona con los índices de pobreza más altos del país. Las familias campesinas e indígenas enfrentan en sus conflictos al Estado (52 por ciento), empresas y personas físicas (44 por ciento), Estado junto a empresas juntas, ONG e iglesias (cuatro por ciento).
La gran mayoría (70 por ciento) de las familias y comunidades afectadas responsabilizan al Estado por su situación de conflicto, sobre todo por la falta de títulos de propiedad, donde los afectados sienten falta de voluntad política o negligencia y demoras de parte de la dirigencia para resolver la situación. También cargan contra el Poder Judicial, que en la opinión de los afectados realiza una interpretación sesgada del Código Civil, que suele favorecer a quien tiene los dudosos títulos de propiedad y no a quienes tienen la posesión de las tierras.
“En los últimos años amplias zonas del NEA y NOA se sumaron a la producción de oleaginosas, especialmente soja, y fueron incorporadas de este modo al esquema modernizante de agricultura pampeana. Para lo cual se arrasaron decenas de miles de hectáreas de monte, se eliminaron cultivos tradicionales, se cambió el destino de terrenos dedicados a la ganadería y se modificó la estructura de tenencia de la tierra”, afirma el relevamiento y destaca que “la modernización agrícola agravó el deterioro de los ecosistemas, empeoró las condiciones de vida y aceleró las migraciones de pequeños productores”.
Se identificaron 14 casos de conflictos ambientales, de los cuales el 72 por ciento se iniciaron a partir de 2000. El 36 por ciento se debe a deforestación (para realizar obras de infraestructura o habilitar campos para siembra), el 29 por ciento por contaminación (uso de agrotóxicos, desechos industriales y canales que provocan deterioro del medioambiente), el 14 por ciento a obras de infraestructura y el otro 14 por ciento son preventivos (por amenazas de contaminación y deforestación).
Las contrapartes en las disputas ambientales son el Estado (79 por ciento) y empresas (21 por ciento). A diferencia de los conflictos de tierra, los conflictos ambientales afectan a la población en general, no sólo a criollos y aborígenes.
El informe resalta los casos de conflictos medioambientales causados por obras públicas. Aunque no son la causa mayoritaria, afectan a ecosistemas importantes de la región: Bañado la Estrella, en Formosa, y los Bajos Submeridionales, en Santa Fe, que involucran extensas superficies y gran cantidad de población. “Las obras provocan cambios en su dinámica natural, inundaciones, sequías, desertificación, deforestación y pérdida de biodiversidad”, explica.
El relevamiento de la Redaf señala la existencia de dos factores que imposibilitan las políticas de desarrollo de las comunidades campesinas e indígenas: la precariedad en la tenencia de la tierra y los daños ambientales provocados por la acelerada expansión de la frontera agrícola. El trabajo recuerda que en Argentina el 80 por ciento de la población vive en ciudades de más de 100.000 habitantes y asegura que “no hay voluntad política o no se visualizan políticas públicas” que consideren la permanencia de la población rural en sus tierras.

Misión a seis provincias
Para la investigación fueron visitadas seis provincias (Santiago del Estero, Jujuy, Salta, Catamarca, Mendoza y Córdoba), se realizaron 55 entrevistas y llevó dos años de trabajo de un equipo multidisciplinario de profesionales. Con 187 páginas repletas de datos, testimonios, investigaciones de otras instituciones y entrecruzamiento de datos, contó con el apoyo local del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI-Vía Campesina), de miembros de la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC) y fue presentado en Ginebra (Suiza) durante el 12º período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos.
La Cátedra Unesco de Sostenibilidad de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) comenzó en 1996 luego de una acuerdo entre Unesco y la UPC. En la última década se transformó en una referencia en lo que respecta a derechos humanos, ambiente y economía. También participaron de la elaboración de la investigación las organizaciones Educación para la Acción Crítica, el Grupo de Cooperación del Campus de Terrassa y el Grupo de Investigación en Derechos Humanos y Sostenibilidad. Colaboró la Asociación Catalana de Ingeniería Sin Fronteras y apoyó el Departamento del Interior de Cataluña.

Puerto Rico: Mi izquierda duerme

La izquierda ha demostrado una incapacidad pasmosa para estar a la altura del reto histórico lanzado en agosto de 2005 por Filiberto Ojeda Ríos: ante el evidente colapso del sistema colonial-capitalista vigente y el declive evidente de los dos principales partidos que le han apuntalado, transformar la independencia en una opción alternativa pertinente y viable.
Carlos Rivera Lugo / Semanario Claridad
La izquierda en Puerto Rico duerme el sueño de los justos. Parece bastarle soñar con el futuro alternativo deseado, mientras que despierta se reduce a la protesta, siendo incapaz de transitar hacia la articulación de una propuesta de cambio para el país. Menos aún parece capaz de la suma de fuerzas que permita, como en otros contextos de Nuestra América, emprender la construcción de lo que supere el estado de cosas actual.
Proliferan a granel las arbitrariedades y abusos del actual gobierno colonial, sin respuesta eficaz de parte de la oposición, sea del centro o de la izquierda. La izquierda, sea independentista, socialista, sindicalista o de ese amplio movimiento de movimientos que reivindica “ese otro mundo posible”, se ha limitado a cavar sus respectivas trincheras para resistir el embiste clasista y autoritario de las políticas gubernamentales. Y allí se ha empantanado, reproduciendo la misma cultura política sectaria que la marginaliza cada vez más como alternativa real en las presentes circunstancias.
De esa manera, la izquierda ha demostrado una incapacidad pasmosa para estar a la altura del reto histórico lanzado en agosto de 2005 por Filiberto Ojeda Ríos: ante el evidente colapso del sistema colonial-capitalista vigente y el declive evidente de los dos principales partidos que le han apuntalado, transformar la independencia en una opción alternativa pertinente y viable. Puntualizó el líder independentista poco antes de ser asesinado por los agentes policiales estadounidenses que la independencia es hoy mucho más que un mero derecho: constituye una apremiante necesidad. Sin embargo, advertía, para ello los independentistas tienen que forjar una capacidad de decisión y convocatoria propia, si no iban a seguir andando tras la cola del reformismo autonomista.
Fue José Luis González quien allá para la década del setenta tuvo la osadía de sugerir que tal vez, incapaces de producir un proyecto propio con suficiente capacidad de ejecución, el destino de los independentistas era ayudar a los autonomistas a concretar el suyo, ante la misma incapacidad de éstos para hacerlo por su cuenta. Según el controvertible juicio del reconocido escritor puertorriqueño, estábamos ambos, independentistas y autonomistas, condenados a concurrir en torno a la articulación de un proyecto de soberanía que ninguno por sí sólo era capaz de plasmar.
De ahí que en 1978, el entonces líder socialista Juan Mari Brás propuso una convergencia histórica entre ambas fuerzas, hasta entonces encontradas, para producir el vuelco en la situación de fuerzas al interior del país que permitiese no sólo aislar al creciente anexionismo, sino destrancar el proceso de descolonización de la Isla. Y a pesar de la importante incorporación de los autonomistas a los reclamos descolonizadores llevados ante la ONU, cuando se trata de confrontar cara a cara a las estructuras de poder en Wáshington con iguales reivindicaciones de traspaso de poderes soberanos, éstos reincidieron en el notorio miedo muñocista. Así lo demostró, por ejemplo, el entonces gobernador Rafael Hernández Colón cuando en 1989, ante un interrogatorio congresional, confesó patéticamente que no le interesaba la soberanía para Puerto Rico y que ésta podía seguir, como hasta ahora, en manos de Estados Unidos.
A éste le siguió Victoria “Melo” Muñoz, quien malgastó el impresionante capital político que generó al comienzo de su ascenso, incluso entre independentistas. Igualmente timorata como su padre, fue incapaz de entender la oportunidad que tenía de representar un proyecto de renovación que incluyese, entre otras cosas, la soberanía política. Prefirió abroquelarse en el proyecto ideológico y económico-político ya agotado de Muñoz Marín. Su derrota electoral fue tan sólo la confirmación de una muerte política anunciada.
Con Rafael “Churumba” Cordero y José Aponte de la Torre, surge un nuevo liderato local y regional que intenta articular un proyecto de autosostenibilidad económica, acompañado de la soberanía necesaria para éste. Su participación en la lucha contra la Marina de Guerra de Estados Unidos en Vieques, entre otras campañas y movilizaciones, fue vinculando a los autonomistas a causas concretas de afirmación nacional. A su vez va despuntando un joven liderato en torno a figuras como Charlie Hernández, Luis Vega y Néstor Duprey, entre otros, que empiezan a fabricar los fundamentos para una nueva vía soberanista al interior del autonomismo.
Aníbal Acevedo Vilá, hasta entonces un autonomista conservador, pretendió montarse en ese barco y encabezar dichos esfuerzos. Sin embargo, sus coqueteos con la soberanía eventualmente se redujeron a un mero juego de palabras, el típico artilugio ideológico de los colonialistas que donde dicen una cosa realmente afirman otra. Incapaz de garantizar su reelección a partir de las acusaciones federales en su contra y ante la inconformidad generalizada por el desastre que resultó su administración gubernamental, esencialmente buscaba el voto de los independentistas a cambio de una promesa de convocatoria a una Asamblea Constitucional de Status.
Luego de su aplastante derrota electoral del 2008, los nuevos administradores del PPD, encabezados por Héctor Ferrer, han renegado de cualquier interés en la soberanía política del pueblo de Puerto Rico. Han pretendido erigir el oportunismo electorero en virtud y la administración de la colonia en su exclusivo objetivo. Incluso, han iniciado una cacería de brujas para excluir del PPD, por independentista, a todo miembro de éste que crea en la soberanía.
Es en este contexto, de incapacitación general de la oposición, sea de izquierda o de centro, que se inserta el pronunciamiento del lunes pasado del alcalde de Caguas William Miranda Marín a favor de la soberanía como “herramienta indispensable para construir el proyecto colectivo de un pueblo”. El ELA ya se agotó para esos fines, aseguró, para añadir que hacía falta una ruptura: “Una ruptura que haga posible crear las condiciones políticas que viabilicen un nuevo proyecto de país”.
Los detractores, representantes de ese yermo pasado colonial, rápidamente han querido salirle al paso. Entre éstos, el apocado pretendiente a líder autonomista, José Alfredo Hernández Mayoral, prácticamente invitó a Miranda Marín a unirse a los independentistas si la soberanía política es lo que busca.
Ahora bien, es justo reconocer que con todas sus limitaciones, Miranda Marín ha puesto sobre el tapete el proyecto de país por el que sectores significativos del país habían estado aguardando. De nuevo, el independentismo parece marchar a la cola de los acontecimientos o tal vez es que, desde sus cómodos nichos ideológicos y su manifiesta y persistente debilidad organizativa, ha dejado de representar, al igual que los autonomistas y los anexionistas, la fuerza histórica que requiere el momento para salvar al país.
Ante ello, voces influyentes del independentismo le dan la bienvenida a la propuesta soberanista de Miranda Marín. Entre éstas, incluso, se escuchan aquellos que abrigan hasta la esperanza de que el Partido Popular pueda constituir eventualmente el vehículo para la agenda “rupturista” anunciada.
Me parece estar escuchando la advertencia de Filiberto Ojeda Ríos: Los independentistas no estamos para salvarle el pellejo político a los responsables de haber hundido al pueblo de Puerto Rico en su actual infortunio. Está próximo a producirse lo que siempre temíamos a partir de la admonición anterior: si frente a los retos de la crisis actual el independentismo no superaba su incapacitante tribalismo e infantilismo ideológico, para transformarse en un amplio movimiento representativo de todo un país, de toda una nación, más temprano que tarde el vacío sería llenado por una propuesta, menos audaz y radical, que le diese aire nuevamente al autonomismo y pudiese tal vez desembocar en el remozamiento del orden de cosas actual.
Claro está, si hay algo que aprender de ciertas experiencias políticas recientes a través de Nuestra América, potenciadas por una confluencia de centro-izquierda, es que éstas sólo fueron posible a partir de un renacer de la izquierda más allá de sí misma. ¿Será que somos menos que esas izquierdas que han conseguido socializarse, salir de sus estrechos límites políticos, constituir alianzas maduras y potenciar, desde las bases mismas de sus respectivas sociedades, un nuevo bloque hegemónico de fuerzas que le ha ganado la confianza de grandes mayorías? De paso, han conseguido erigirse en opciones viables de poder comprometidas con darles a sus respectivos pueblos una gobernabilidad nueva centrada en el bien común.
A esa ruptura definitivamente me apunto.

El Bicentenario a debate

Hoy la America hispánica se encuentra ante nuevos desafíos y como hace 200 años, estamos antes cambios mundiales trascendentales, más allá de las teorías apocalípticas del fin del imperio norteamericano o el fin del capitalismo, de lo que si estamos seguros es que la actual dinámica global geopolítica y geoestratégica, tiende a la creación de múltiples polos de poder y por ello se debe debatir estas nuevas realidades para participar del nuevo tablero mundial.
Carlos A. Pereyra Mele / Barómetro Internacional
Nos encamínanos en este año 2010, a conmemorar los 200 años de las luchas por la independencia de la America conquistada por España cinco siglos atrás (12 de octubre de 1492). Lo que esta en debate es el rol de Iberoamérica en este nuevo siglo XXI [1].

Permítaseme para el lector de otras latitudes hacer algunas consideraciones sobre este proceso independista que en general se inician en el año 1810 (1809 la actual Bolivia se subleva contra el poder colonial pero es derrotada) y que culmina con la batalla de Ayacucho en 1826. Liberándose la mayor parte del continente Americano desde México hasta la Patagonia, salvo Puerto Rico y Cuba que lo harán a fines del siglo XIX. Las luchas por la independencia se desarrollaron entre criollos que se dividieron en dos bandos: los monárquicos pro España y los independistas, esto es una consecuencia de la conquista española, que además de imponer su idioma, sus costumbres, su religión, su sistema político y comercial, permitió el mestizaje entre europeos y nativos creando una fuerte clase criolla (diferente de la colonización anglosajona y francesa en las Américas).

España invadida por Napoleón Bonaparte y destruida su flota en la batalla de Trafalgar (1805), perdió sus colonias en detrimento de la nueva potencia mundial, Inglaterra, que fogoneo los movimientos separatistas con: Hombres, dinero, armas y logias masónicas. La heroica historia de la independencia de la América española culminara con la instalación de gobiernos oligárquicos, casi todos portuarios en detrimento de los pueblos del interior del continente, y en la balcanización de la America española en 19 Republicas y una nueva dependencia colonial ahora con Inglaterra por el rol de asumido de proveedores de materias primas.

El primer centenario de la independencia (1910), encontró a los países hispanoparlantes en una situación de dependencia comercial, económica y política de Inglaterra. A fines del siglo XIX aparecía un nuevo jugador imperial en las Américas, Estados Unidos de Norteamérica que ya había quitado la mitad del territorio a México y en 1898 le quitaría a España las ultimas posesiones en el mar caribe Cuba y Puerto Rico y reclamaría al caribe como “mare nostrum” (este nuevo imperialismo fue denunciado por el gran poeta y escritor argentino Miguel Ugarte), que la reemplazaría, por ello había poco que festejar en el primer centenario, como lo había expresado el revolucionario colombiano Antonio Nariño cuando pontifico: "que habíamos mudado de amos".

El siglo XX será un periodo de conflicto de los pueblos hispanos parlantes por su identidad y ruptura con las oligarquías nativas y la dependencia imperial, se destacan varios procesos, pero por su trascendencia pondremos como hitos: la revolución Mexicana que rompe con la oligarquía que había manejado el país e instala un gobierno nacionalista que con el Gral. Cárdenas será su máxima expresión (nacionalizando el petróleo), la Lucha del Gral. Sandino contra la ingerencia imperial norteamericana en Nicaragua será otra referencia importante, en los años 50 Argentina aportara al continente suramericano con el Gral. Perón, políticas que pueden resumirse en un desarrollo de la industria nacional liviana, la investigación nuclear, así como un avance en la conciencia de la libertad del pueblo trabajador a través de sus múltiples organizaciones sociales (sindicatos, asociaciones, uniones de todo tipo). Su política internacional de integración suramericana y tercera posición le ganaron la oposición norteamericana desde el comienzo, oposición que termina derrocándolo en 1955.

Debemos recordar también la revolución Cubana que rompe con la dependencia de ese País con Estados Unidos como otro hito importante del siglo XX. Quien ha desarrolla una magnifica síntesis de estas corrientes del pensamiento nacional menospreciadas con el termino “populismo” en Iberoamérica es el filósofo argentino Alberto Buela [2].

Hoy la America hispánica se encuentra ante nuevos desafíos y como hace 200 años, estamos antes cambios mundiales trascendentales, más allá de las teorías apocalípticas del fin del imperio norteamericano o el fin del capitalismo, de lo que si estamos seguros es que la actual dinámica global geopolítica y geoestratégica, tiende a la creación de múltiples polos de poder y por ello se debe debatir estas nuevas realidades para participar del nuevo tablero mundial. Tres son los proyectos que intentan imponerse en nuestra América:

1.- El proyecto de los Estados Unidos de Norteamérica para las Américas, que como ya lo expresáramos en varias oportunidades recurre frecuentemente a la herramienta militar como son: Plan Colombia, Plan Puebla (y su correlato de presencia de bases militares en el continente). Hasta la fecha, el programa del Comando Sur de USA para América conocido como plan 2016 continúa en fase de desarrollo y como se frenó el plan del ALCA para las Américas, y recurriendo a los pactos bilaterales conocidos como tratados de libre comercio (TLC), dos estado del Sur son integrantes del mismo, Chile y Perú. Este incluye a la IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana), que está planificada para establecer los canales interoceánicos para conectar los dos océanos agilizar la salida hacia Europa, Asia y EE.UU. de productos.

2.- El proyecto de la Alternativa bolivariana para las Américas ALBA que sobre el eje de un proyecto geopolítico de la Venezuela del Coronel Hugo Chávez Frías, al cual se incorporaron Ecuador y Bolivia junto a Cuba y Nicaragua. Intenta establecer políticas muy activas para la consolidación de una moneda regional y un banco de fomento suramericano. Tener una política internacional que enfrente a los TLC (tratados de libre comercio). La crisis económica mundial afecto los precios del petróleo lo que llevo desactivo muchos proyectos de este grupo, como es el caso del gasoducto del sur y a dado pie a los sectores opositores de Chávez en Venezuela a desestabilizar su gobierno. El enfrentamiento con USA también obligo a realizar ingentes esfuerzos para fortalecer sus fuerzas armadas ante la posibilidad de conflicto con su vecino Colombia, en especial desde la entrada en vigor del acuerdo colombo estadounidense que reforzó las bases militares de este ultimo en Colombia con el pretexto de la lucha contra las FARC y el narcotráfico, lo que llevo a Chávez a establecer acuerdos con Rusia y China para abastecerse de armamentos disuasorios y junto con los países del ALBA incrementar las relaciones con Irán.

3.- El Proyecto integracionista de Brasil, para el continente suramericano, resistido por los representantes de los poderes tradicionales en América, que lo atacan con el argumento de que “no es integración con Brasil sino al Brasil”. Tiene su eje en el denominado “poder suave” con una fuerte presencia diplomática y una política de apoyo y hechos concretos a los países de la región y que esta posicionando a Brasil como el país líder mas ahora que esta considerada potencia emergente dentro del BRIC (Brasil, Rusia, India y China). Apostado a consolidación y ampliación del MERCOSUR, el Grupo Río y mas recientemente apoyando la creación de la UNASUR y dentro de este organismo, la creación del Consejo de Defensa Continental.

Esto es lo que esta en debate por el bicentenario en las Américas [3]

NOTAS:
[1] Bicentenario -1810 2010- hacia la búsqueda de un autentico Pensamiento Estratégico para Argentina: http://www.malvinense.com.ar/sgeopol/utj072007/00053.htm
[2] Movimientos Nacionales en Iberoamérica (Siglo XX): http://licpereyramele.blogspot.com/2006/09/movimientos-nacionales-en-iberoamrica.html
[3] Nuevo umbral de poder en Suramérica: http://licpereyramele.blogspot.com/2010/01/nuevo-umbral-de-poder-del-continente.html

Sandino, pensador y luchador contra todo dominio interno o externo.

Ponencia presentada en la XI Cátedra Bolívar, Martí y Sandino, “Pensadores Emancipadores de Nuestra América” realizada en la Habana, Cuba, los días 08 y 09 de febrero de 2010.
Manuel Moncada Fonseca / Rebelión
(Fotografía: al centro, Augusto C. Sandino; junto a él, en orden usual, sus comandantes: Francisco Estrada, Santos López, Juan Pablo Umanzor y Sócrates Sandino)
La derecha criolla declara que Sandino es, a secas, de todos los y las nicaragüenses. No tenemos nada que objetar a semejante aseveración, salvo el hecho de que el Padre de la Nación para todos y todas; el inspirador de la creación del FSLN en 1961 y de la Revolución Sandinista que triunfa el 19 de julio de 1979 y se mantiene hasta nuestros días cada vez más fuerte, no tiene nada que ver con los oligarcas, opresores y traidores a la causa libertaria del pueblo nicaragüense. En consecuencia, Sandino no es de los y las nicaragüenses sin excepción. Por el contrario, es de los que aman sin reservas a la nación entendida como pueblo, como mayorías, como marginados y oprimidos. Es del pueblo, de nadie más. Cualquier otra versión de las cosas relativas al héroe representa una flagrante deformación de su gesta que debe ser invariablemente rechazada. Examinaremos a continuación sus propios escritos para darle soporte a nuestros planteos.
I. Inteligencia, sensibilidad y entrega total a la lucha
Sólo un ser sensible, inquieto ante lo que ocurre a su alrededor y en todo el planeta con los pueblos en su totalidad, puede sentirse constantemente desilusionado ante lo que observa allí donde llega, en cualquier país donde se encuentre.
Sólo una persona así, con auténtica fibra humanista, puede apreciar que los hombres “… de gran mentalidad, se ensoberbecen con frecuencia”, olvidándose de su condición de mortales al “traficar con la justicia y con la carne humana”; sólo un ser así, como él, puede comprender cómo “las buenas doctrinas son menospreciadas por hombres sin escrúpulos”, en función de alcanzar prebendas. Sólo alguien capaz de indignarse por completo ante las injusticias sociales, puede tener la conciencia plena necesaria para moverse en contra de la inacción y la indiferencia ante semejante orden de cosas. (1: 69-70)
Más aún, sólo una persona sensible y de mente amplia puede tener la certeza de lo imprescindible que resulta guiarse siempre por las circunstancias históricas y no por subjetivismos de una u otra índole. Sólo alguien por entero comprometido con la justicia popular puede contar con la más firme determinación para luchar hasta el final por esa causa. En las décadas del veinte y del treinta del siglo XX, entre los nicaragüenses, Sandino reúne, más que ningún otro, todos esos atributos, inteligencia, sensibilidad, determinación para luchar hasta el fin y necesidad constante de escudriñar cotidianamente la realidad impuesta a los pueblos del continente americano, en particular, al nicaragüense. Por eso, el héroe refiere que, en México, junto a un grupo de espiritualistas, “día a día”, comenta “la sumisión de nuestros pueblos […] ante el avance hipócrita o por la fuerza del asesino imperio yanqui.” (1:79)
Sólo alguien con sensibilidad, gran inteligencia, resolución y permanentemente inquieto puede aprender rápido a conocer al enemigo de clase; a desentrañar su verdadera faz. Por ello, Sandino expresa que colocado ya en el teatro de los acontecimientos; esto es, incorporado en las filas de la Guerra Constitucionalista de 1926-1927, durante la cual crea su propia columna (la Segoviana), se encuentra “con que […] conservadores y liberales, son una bola de cobardes, canallas y traidores”, incapaces de “dirigir a un pueblo patriota y valeroso” como el nicaragüense.

sábado, 20 de febrero de 2010

Honduras: volver a la normalidad

El estado de normalidad al que ha vuelto Honduras cumple a cabalidad sus objetivos de ser ejemplo amedrentador para sus vecinos, especialmente para El Salvador y Nicaragua. Costa Rica no porque ella, de por sí, es una chica bien portadita, y Guatemala tampoco porque rapidito corrió a ponerse en la fila.
Rafael Cuevas Molina /Presidente AUNA-Costa Rica
(Ilustración de Umpiérrez)
Honduras salió de la agenda noticiosa. Manuel Zelaya salió de la Embajada de Brasil en Tegucigalpa y se zambulló en un mar opaco del que emerge de vez en cuando. Suponemos que Michelleti debe estar en su casa, o asistiendo a las deliberaciones del Congreso de la República del cual ahora es diputado ad perpetuam, o solazándose con la condición de “héroe” al que lo elevaron sus correligionarios.
Los Estados Unidos reconocieron al nuevo gobierno, tal y como estaba pautado en su agenda y cronograma desde el inicio de todo este conflicto, y poco a poco otros se aproximan a beber del abrevadero de la normalidad, lo cual significa restablecer relaciones con Honduras y bregar porque la OEA la reciba nuevamente en su seno.
Es urgente volver a la normalidad, es decir, hacer borrón y cuenta nueva para que, como dijera el presidente de Costa Rica, el señor Oscar Arias Sánchez, los hondureños dejen de sufrir, como si antes hubieran vivido en la arcadia y una breve nube hubiera oscurecido por unos meses el sol de su felicidad.
La verdad es que Honduras no se ha movido un ápice de la normalidad latinoamericana. Quiere decirse con esto que lo que Honduras nos ha mostrado es que todo sigue dentro de lo normal, es decir, en el marco de un estado de cosas en el que las oligarquías vernáculas no aguantan que la brújula de la nación se mueva un ápice de la dirección que a ellos les conviene, y que los Estados Unidos de América es su mejor aliado en esta tarea.
Anormal es Venezuela, Bolivia, Ecuador; los esfuerzos que se hacen desde otros países por impulsar políticas que se separen un poco (o mucho) de esa dirección que parece pesar como un destino sobre nuestros países. Por eso son anatemizados y sus líderes ridiculizados: porque son anormales.
El estado de normalidad al que ha vuelto Honduras cumple a cabalidad sus objetivos de ser ejemplo amedrentador para sus vecinos, especialmente para El Salvador y Nicaragua. Costa Rica no porque ella, de por sí, es una chica bien portadita, y Guatemala tampoco porque rapidito corrió a ponerse en la fila.
El Salvador recibió el mensaje y no tardó en dar la respuesta que los Estados Unidos estaban esperando: por ellos no tienen porqué preocuparse. Nicaragua se queda nuevamente sola en el contexto centroamericano, como por demás ha sido su destino recurrente cada vez que llega el FSLN al poder.
La normalidad centroamericana y caribeña cada vez se afirma más. El presidente Barak Obama se ha encargado de reforzarla para que nadie tenga dudas: normalizó Honduras, invadió Haití con más de 20,000 tropas, cercó a Venezuela con bases militares y sus aliados (como la recién electa presidenta de Costa Rica, la señora Laura Chichilla) proclaman que el antiguo Plan Colombia y la Iniciativa Mérida deben reforzarse.
Los Estados Unidos de América han venido construyendo esta "normalidad" desde hace 200 años. Ha invertido ingentes esfuerzos y no poco capital en ella con la finalidad de transformar, primero, y mantener, después, a los países latinoamericanos en estado de lo que V.I. Lenin catalogara de semi-independencia.
Debe acotarse que esta normalidad construida desde las necesidades de las grandes corporaciones, cuyos intereses defiende y promueve el gobierno norteamericano, pugna hoy contra la “anormalidad” que antes mencionamos. Es decir que estamos en “otros” tiempos, en los que la normalidad empieza a dejar de serlo en medio de una pugna en la que a veces de adelanta y a veces se sufren retrasos.
En el marco de ese desafío, la historia venidera es más construible que previsible y, como dice el analista cubano Luis Suárez en su brillante opúsculo Las relaciones interamericanas: continuidades y cambios (CLACSO, 2008):a consecuencia, el porvenir se parece más a un juego de ajedrez o un campeonato de fútbol (donde todos los contendientes pugnan por triunfar), que a un guión de cine o una pieza de teatro en los que el guionista y director de la obra conocen el final de la trama” (p.23).
Por consiguiente, la construcción del futuro no es un proceso neutral sino un campo de batalla.

Centroamérica, minería y el maldesarrollo

En su carrera hacia el (mal)desarrollo, siempre hacia “adelante”, las élites centroamericanas dilapidan, a pasos agigantados, la inmensa riqueza de nuestra biodiversidad y, al mismo tiempo, aceleran el colapso ambiental y social de la región
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
En su novela El País de la Canela, el escritor colombiano William Ospina relata la insólita travesía –y su previsible fracaso- de una expedición comandada por el conquistador Gonzalo Pizarro, en 1541, y que movilizó a cientos de españoles, miles de indígenas, bestias de carga y mastines desde las alturas de Quito hasta la selva amazónica, en busca de un imaginado país donde abundaban los árboles de la preciada especia.
Tal territorio, sin embargo, no existía más que en los rumores y la voracidad mercantilista de los hombres europeos de la época. “Esa expedición –dice el narrador de la novela- solo a medias era la búsqueda de un tesoro. Era sobre todo la prueba de la credulidad desmedida, una sonámbula procesión de creyentes yendo a buscar un bosque mágico, un ritual corroído por la codicia, espoleado por la impaciencia”. Enardecido por la constatación de lo absurdo de su búsqueda, Pizarro ordena el exterminio de los 4000 indígenas para aplacar su furia: “empezó a matar a los indios para alimentar a los perros[1] y a otros los quemó vivos.
Como en la obra de Ospina, hoy Centroamérica aparece surcada por nuevas expediciones: numerosos proyectos transnacionales de explotación minera a cielo abierto que pretenden encontrar aquí su propio tesoro: su país del oro, la plata o el hierro.
Desde el año 2000, con el aumento del precio del oro en el mercado internacional, y especialmente con el favor cómplice de gobiernos y partidos políticos, e incluso con la complacencia de los tribunales de justicia –en no pocos casos-, varias empresas extranjeras, sobre todo de capital canadiense, italiano y británico, se han instalado en la región. Solo en Guatemala, según informa la agencia de noticias IPS, permanecían vigentes, en el 2009, “259 licencias de explotación, de las cuales más de la mitad (141) correspondían a minerales metálicos, mientras que otras 383 licencias, entre recursos metálicos y no metálicos, estaban en trámite”.[2]
Se trata, además, de un escandaloso sistema de despojo: a manera de ejemplo, se conoce que en Guatemala “Goldcorp reportó en 2008 unos 258 millones de dólares en ingresos y 100 millones de dólares en utilidades, solo por la mina Marlin, San Miguel Ixtahuacán, [pero] el municipio donde está ubicado el yacimiento, recibió en el mismo año alrededor de un millón de dólares”.[3]
En el contexto del “área de libre comercio” que une América del Norte con Centroamérica desde el año 2005, las empresas mineras se amparan, también, a las cláusulas de inversión de los TLC, que permiten elevar demandas contra los Estados que perjudiquen sus expectativas de negocios, aunque existan razones de conveniencias política y ambiental para detener las explotaciones. Así, establecen formas de control y dominación político-económica similares a las que, a principios del siglo XX, inauguró la explotación bananera en el Atlántico centroamericano.
El costo ambiental de este desarrollo es muy alto: deterioro de mantos acuíferos, contaminación de ríos, destrucción de bosques (como ocurre en Honduras[4]) y corredores biológicos (como se ha denunciado en Costa Rica, con el proyecto minero Las Crucitas, en el norte del país[5]), y la afectación de los ecosistemas colindantes a las excavaciones. Y en lo social, el impacto de estas inversiones ya se ha cobrado varias vidas humanas producto de los conflictos entre inversionistas y comunidades, especialmente las campesinas e indígenas (tres activistas contra la minería fueron asesinados en El Salvador entre junio y diciembre del 2009[6], y en Guatemala, importantes movilizaciones de resistencia indígena han tenido lugar en el departamento de San Marcos, fronterizo con México[7]).
En los estertores del modelo de acumulación del capitalismo contemporáneo -que no otra cosa reflejan las crisis de toda índole que azotan hoy a la humanidad-, nuestra región vuelve a ser incorporada a los círculos de producción recurriendo a las formas más primitivas de explotación capitalista: la de la naturaleza y la de la mano de obra.
Se trata de una apuesta irracional –en tanto que es pensada solo desde la lógica del cálculo de utilidad- por un modelo de desarrollo que, al decir de Raff Carmen, “ha significado un abismal bandazo hacia el maldesarrollo universal, y la principal culpable es la práctica, profundamente carente de ética y no integrada, de la economía de rapiña, de exacción y de expoliación[8].
En su carrera hacia el (mal)desarrollo, siempre hacia “adelante”, las élites centroamericanas dilapidan, a pasos agigantados, la inmensa riqueza de nuestra biodiversidad y, al mismo tiempo, aceleran el colapso ambiental y social de la región. Ese es su ritual de la codicia, espoleado por la impaciencia, que siempre reclama nuevas víctimas: la naturaleza, primero, y luego el ser humano.
NOTAS
[1] Ospina, William (2008). El País de la Canela. Bogotá: Grupo Editorial Norma. Pág. 97 y 133.
[2] Valladares, Danilo. “Guatemala: Lupa sobre compañías canadienses”. Agencia IPS, disponible en: http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=94663
[3] Ídem.
[4] Trucchi, Giorgio. “Denuncian contaminación y acoso de transnacional minera italiana”. Agencia Latinoamericana de Información. 5 de febrero de 2010. Disponible en: http://alainet.org/active/35997&lang=es
[5] Véase el informe elaborado por expertos de la Universidad de Costa Rica: “Minería química a cielo abierto. El caso de Las Crucitas”. Mayo de 2009. Disponible en: http://cu.ucr.ac.cr/documen/InformeFinaldeCrucitas.pdf
[6] Ayala, Edgardo. “Activista asesinados”. Agencia Latinoamericana de Información. 4 de febrero de 2010. Disponible en: http://alainet.org/active/35969&lang=es
[7] CIDSE- Alianza de organizaciones católicas para el desarrollo (2009). América Latina: riqueza privada, pobreza pública. ALAI: Quito. Pp. 19-33.
[8] Carmen, Raff (2004). Desarrollo autónomo. Humanizar el paisaje: una incursión en el pensamiento y la práctica radicales. Heredia, Costa Rica: EUNA. Pág. 33.