sábado, 24 de abril de 2010

La construcción de la unidad de la izquierda

  • Las circunstancias políticas que viven Uruguay y América Latina colocan en primer plano la experiencia unitaria del Frente Amplio, que es la materia que aborda el libro "La construcción de la unidad de la izquierda".
Niko Schvarz* / Bitácora (Uruguay)
(Fotografía: Rodney Arismendi, 1913-1989)
La reedición de un libro que contiene textos de Rodney Arismendi referidos a la construcción de la unidad de la izquierda fue presentada en un acto en Montevideo con participación del presidente del Frente Amplio, Jorge Brovetto, de la ministra de Desarrollo Social, Ana María Vignoli y de quien firma estas líneas. Hay programados varios actos para facilitar su difusión en departamentos del interior. En esta nota se examinan algunas razones que llevaron a esta reedición.
La primera es de Perogrullo: la edición original, del año 1999, estaba absolutamente agotada, y era requerida tanto desde el exterior como en nuestro país. Las circunstancias políticas que viven Uruguay y América Latina colocan en primer plano la experiencia unitaria del Frente Amplio, que es la materia que aborda el libro desde la etapa de su gestación, su concreción, su papel en la lucha contra la dictadura y luego en la reconstrucción democrática. Ello se acentúa en momentos en que el Frente Amplio accede por segunda vez al gobierno. Lógicamente se acrecienta el interés por conocer todo el proceso que condujo a esta renovada victoria del pueblo y de sus fuerzas de izquierda. No es casual que en el entorno de la asunción de Mujica se realizara en nuestra capital un seminario internacional, sugerido por los partidos de izquierda del continente con los cuales integramos el Foro de Sâo Paulo, cuyo temario era precisamente “La construcción de la unidad de la izquierda. La experiencia uruguaya”, en el que participó una veintena de panelistas y en algunas de cuyas intervenciones estuvo presente el legado de Rodney Arismendi.
Democracia y socialismo
A más de veinte años de su muerte, la relectura de estos textos se nos revela de una pasmosa actualidad. Condensan una experiencia de siete lustros, y tienen materia para incidir eficazmente en los grandes debates de nuestro tiempo. Me refiero en particular a la polémica sobre la aspiración al socialismo, las vías para alcanzarlo y la dialéctica entre democracia y socialismo, lo que cobra particular relevancia cuando nuestra América vive, ya no una época de cambios sino un cambio de época. Sobre este tema se han lanzado al ruedo diversas fórmulas y concepciones, muchas de las cuales carecen de un fundamento sólido. Arismendi elabora de arriba abajo lo que se ha denominado la vía uruguaya hacia el socialismo, y ahora comprobamos que esos escritos resisten la prueba del tiempo.
Su síntesis se expresa en la fórmula: “Nuestro camino es la democracia y el antiimperialismo, nuestro destino es la liberación nacional y el socialismo”. De donde se deduce que “no hay contraposición entre lucha por la democracia y lucha por el socialismo”.
En el libro se insertan también los fragmentos fundamentales de su informe a la Conferencia Nacional del PCU de diciembre de 1985, al inicio de la recuperación democrática, en que se analizaba el proceso de unidad política y popular y de unidad obrera a lo largo de 30 años, y se concluía que “la vía uruguaya al socialismo debe verse unida al camino del avance de la democracia en el país, de su consolidación, profundización y desarrollo”. Con anterioridad, ya había definido las características de esta vía uruguaya, que incorpora “las mejores tradiciones nacionales -sus raíces artiguistas, las concepciones republicanas, civilistas y varelianas, el profundo amor a la libertad, el espíritu fraternal y solidario de nuestro pueblo- y asegurando una auténtica y profunda democracia con amplias libertades, con derechos reales al trabajo, a la salud, a la cultura, a la vivienda y al descanso”.
Por esa vía se llega a la definición final, que ha adquirido carta de ciudadanía y consideramos su testamento político: “La democracia –sin hablar de sus valores universales humanos– es la mejor ruta política para la amplia congregación de nuestros pueblos. Nos sentimos consustanciados con los pueblos de América Latina y el mundo que han materializado su liberación nacional y social, que asaltaron el cielo (valga la expresión de Marx dedicada a la Comuna de París). Pero esas metas luminosas no contradicen ni son obstáculo para reivindicar la democracia y la liberación nacional, incluso en cada etapa y hasta cada metro del camino a adelantar. Por el contrario, iluminan la ruta. En nuestro proyecto de socialismo se integran los valores universales de la democracia. La consolidación y la defensa de la democracia y su profundización se nos aparece como faena central en este momento y en este final del siglo XX: Inclusive para llegar a conquistar y construir un día una sociedad socialista”.
Apenas hace falta acotar que en América Latina en el último decenio, y antes aún, se desarrollaron formas inéditas y muy amplias de democracia participativa en gobiernos locales y nacionales de las fuerzas de izquierda. Y que la elección de alcaldes y gobiernos municipales el próximo mes de mayo en nuestro país se inscribe en la línea de ampliar y profundizar la democracia, que es sinónimo de participación ciudadana.
Unidad, ahora y siempre
El libro está consagrado a señalar los principales hitos en el proceso de construcción de la izquierda uruguaya. “Somos obreros de la construcción del futuro”, decía Seregni. Ladrillo a ladrillo se fue levantando esta obra originalísima, que unificó a todas las corrientes de izquierda, sin exclusiones, que incorporó sectores de los partidos tradicionales convencidos de que era imposible su renovación por dentro, que fue sumando nuevos grupos políticos en sucesivos pasos y que, como rasgo único en el mundo, colocó en fraternal unión a marxistas y cristianos. En el acto antes citado se dieron múltiples ejemplos de este proceso y de la decisiva contribución de Arismendi en cada una de sus etapas. Se valoró su concepción, de gran audacia intelectual y política, de colocar la unidad como límite al desarrollo de la polémica ideológica, ubicándola como valor superior: “la lucha ideológica debe ser puesta al servicio de la unidad, de lo contrario es divisionismo”. Se polemizó en el acto con opiniones contrarias, recientemente expuestas.
El segundo gobierno del Frente es, al igual que el primero, hijo de esta unidad de la izquierda. El Frente nació, creció y gobernó con esa unidad, y con ella gobernará en el futuro. Es su garantía de hoy y de mañana. Vale como experiencia acumulada, que merece estudiarse. “Se ha agrandado en el mundo la palabra unidad”, dice Arismendi en uno de sus trabajos. Eso es todavía más cierto en el convulsionado mundo de hoy. A esa luz puede hacerse un fértil análisis de la realidad actual, y sin duda cualquier lector se sentirá inclinado a emprender ese viaje por su cuenta. A usar su cabeza, que es en el fondo la enseñanza mayor que Arismendi legó a todo militante de la izquierda que quiere contribuir a cambiar el mundo.
En este sentido se está produciendo un fenómeno nuevo, desconocido en otras épocas. En Europa, en el universo político y en la academia, se comienza a valorar los aportes de América Latina en la lucha política mundial. Citamos en el acto las declaraciones de Gregor Gysi, líder de Die Linke (La Izquierda), formación unitaria que reunió al Partido del Socialismo Democrático con el de Oskar Lafontaine a través de un proceso ejemplar, y que hoy aparece como una tercera fuerza y una alternativa en la Alemania unificada. Interesa destacarlo porque la derecha ha avanzado en Europa y ciertos partidos que antes tuvieron profundo arraigo hoy se interrogan sobre su propia existencia. No hay que endulzarse en demasía por el resultado de las elecciones regionales francesas, aunque es un buen indicio. En declaraciones formuladas en la Nicaragua sandinista en medio de una gira que incluyó además a Bolivia, Brasil, Cuba Ecuador, El Salvador, Venezuela (y Colombia), Gysi expresó que “el centro de la nueva izquierda está más bien en Latinoamérica que en Europa”.
Aún más expresivo es el comentario del profesor Jean Ortiz, catedrático de la Universidad francesa de Pau, en la frontera pirenaica. En un trabajo titulado: “Europa y América Latina: los bicentenarios” señala: “Parte del porvenir está en marcha en América Latina. El continente se ha vuelto un gran laboratorio de movimientos sociales, de corrientes emancipadoras, de búsquedas de alternativas al neoliberalismo. Desde hace unos diez años, vientos liberadores están soplando…Una izquierda europea en crisis necesitaría rejuvenecerse en el hervidero latinoamericano, compartir ideas, experiencias, luchas, con modestia y espíritu abierto. Necesitaría ir al encuentro de las innovaciones en Bolivia, Brasil, Cuba, Uruguay, Venezuela: el multiculturalismo, la democracia participativa, el papel del Estado, nuevas formas de propiedad social, cooperativa, el control y protección de las materias primas, de los recursos naturales, de la biodiversidad. Los cambios imperantes modifican la esencia de sociedades hasta hoy muy desiguales, buscan formas de integración soberana. El camino hacia una verdadera independencia está despejado”. Critica luego la política de Europa con los inmigrantes, y afirma: “Europa ya no es el ombligo del mundo”. Buena conclusión, por cierto.
Vean adónde vinimos a parar partiendo de la concepción de Arismendi sobre la construcción de la unidad de la izquierda. Sin duda cada lector hará aflorar sus propias reflexiones.

*Publicado en Bitácora, suplemento de La República (Uruguay), 18 de abril 2010, pp. 6-7. Agradecemos el envío de este texto a Guillermo Castro H., en Panamá.

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