sábado, 3 de abril de 2010

¿Qué está pasando en Panamá?

El empobrecimiento sistemático de los panameños producto de estas políticas que aplauden los “barones asaltantes” , debe formar parte de lo que sus estrategas militares llaman “daños colaterales”.
Marco Gandásegui, h. / http://marcoagandasegui10.blogspot.com/

Con la publicidad acostumbrada, se reunieron en Panamá [el 24 de marzo] 200 empresarios del más alto nivel internacional para celebrar que el país se presta para toda clase de negocios, sean especulativos, sin fundamento y destinados a empobrecer aún más las arcas nacionales. La vedette del “show” de magnates fue David Rockefeller, heredero emblemático de quizás la familia más relacionada con la era de los “barones asaltantes” (Robber Barons).

En el evento denominado “Panama: It´s Happening”, el presidente Ricardo Martinelli reiteró la promesa que le hizo a los jefes de Estado en las Naciones Unidas el año pasado: “Panama is open for business” (Panamá esta a sus órdenes para hacer negocios). El presidente, además, se comprometió públicamente a cambiar la legislación minera para atraer capital y explotar los recursos existentes en el país. Según un diario de la localidad, “el mandatario panameño aseguró que Corea desea invertir en la industria minera y si para ello se necesita cambiar el Código Minero... con mucho gusto cambiamos (la ley)”. Martinelli agregó que quería que “el gobierno coreano desarrolle esa mina (de cobre de cerro Colorado en la comarca Ngobe Buglé)”.

Una empresa coreana compró hace pocas semanas el 20 por ciento de Petaquilla, que explota una mina de cobre en el sector de Coclesito. Las técnicas de la empresa coreana son iguales o peores que las utilizadas por las mineras norteamericanas cuando explotan yacimientos a cielo abierto en el llamado mundo subdesarrollado.

En vez de afirmar que algo está pasando en Panamá – “It’s Happening in Panama” – los empresarios, con Rockefeller a la cabeza, debieron haberse preguntado ¿qué está pasando en Panamá? Podrían haber invitado a la ministra de Educación para que les informara sobre la crisis en ese sector. O a la ministra de Trabajo para que explicara cómo el gobierno ha decidido cerrarle la puerta a los trabajadores que quieren organizar sus sindicatos.

También podría haber invitado al ministro de Relaciones Exteriores para que presentara el plan de apoyo panameño a Israel para anexar la ciudad de Jerusalén. O al ministro de Economía para que les diera una charla de cómo apropiarse de 400 millones de dólares pertenecientes a los asegurados del país.
Mejor aún, los organizadores junto con el gobierno nacional, debieron haber invitado a la embajadora de EE.UU. en Panamá para que les analizara la creciente amenaza a la seguridad nacional que representa el crimen organizado en el país. Un alto funcionario norteamericano declaró que Panamá tiene que organizar su ejército para luchar junto con Colombia contra traficantes y terroristas. De paso, Panamá debería comprarle a EE.UU. armas nuevas, servicios de asesoría militares y equipos de espionaje.

En un seminario sobre "El narcotráfico y la delincuencia organizada y su impacto en el sector empresarial", organizado por la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa (APEDE), la Embajada de EE.UU. denunció que Panamá estaba en manos del crimen organizado. Comparó a las ciudades de Panamá y Nueva York. Mientras que en Panamá, la tasa de homicidos es de 35 por cada cien mil habitantes, en la “Gran Manzana” es de sólo 5.7 por cada cien mil.

Es probable que Rockefeller y los empresarios que lo acompañaron a Panamá están bien informados y no necesitan conocer los datos. El empobrecimiento sistemático de los panameños producto de estas políticas que aplauden los “barones asaltantes”, debe formar parte de lo que sus estrategas militares llaman “daños colaterales”.

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