sábado, 28 de agosto de 2010

Desigualdad, violencia, narcotráfico, migrantes

Los que no tienen esperanza en Tegucigalpa, en San Salvador, en ciudad de Guatemala; los que tienen que abandonar Quito, las barriadas frías de la serrana Bogotá. Los varones costarricenses que parten y transforman sus pueblos en lugares de mujeres solas; las aldeas vacías de México...

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
Los que más sufrieron los terremotos de Haití y Chile; los que quedaron bajo las aguas de las inundaciones en Brasil; los que sufrieron los efectos demoledores de los huracanes del Caribe; los asesinados en la orgía de violencia mexicana son, en primer lugar, siempre, los pobres: los que a duras penas sobreviven con trabajos informales que atiborran de ventas callejeras las ciudades latinoamericanas; los sin tierra, los minifundistas, los peones; los que no lograron terminar la educación primaria, los ignorantes; los carne de cañón para el narcotráfico, las bandas criminales de sicarios y paramilitares.
Los que no tienen esperanza en Tegucigalpa, en San Salvador, en ciudad de Guatemala; los que tienen que abandonar Quito, las barriadas frías de la serrana Bogotá. Los varones costarricenses que parten y transforman sus pueblos en lugares de mujeres solas; las aldeas vacías de México.
Las largas caminatas de miles de kilómetros de quienes abandonan el lugar del mundo con mayores desigualdades. Los que como hormigas se suben al tren de la muerte, trepan a los muros, atraviesan ríos, duermen a la intemperie y son despertados a patadas por quienes deberían protegerlos.
Los antiguos militares que aprendieron a masacrar y aterrorizar a sus pueblos; los que fueron erigidos en defensores del mundo libre; los que se pintaron la cara, aullaron como bestias y esquilmaron la faz de la tierra como solo en Cartago había sucedido. Los que ahora trasiegan la droga y pelean hasta la muerte por el territorio por el que transitan. Los nuevos reyezuelos, los nuevos poderosos que fueron alimentados, criados, consentidos por los que, ahora que se han desmadrado, no los quieren, como si fueran viles talibanes organizados, entrenados y armados por los norteamericanos que luego tienen que enviar miles de soldados para combatirlos.
72 seres humanos muertos a la vera del camino; 72 que salieron endeudados y temerosos y evitaron las luces de las aglomeraciones urbanas; los que jamás pisaron los emporios que bordeaban, las inversiones del hombre más rico del mundo, las del mexicano Slim que seguramente dormía, a pata suelta, la siesta de las dos de la tarde cuando ellos pasaron, sigilosos, tratando de esquivar las patrullas armadas que con escudos en sus uniformes, estrellas en las charreteras, se podían apersonar en cualquier momento para volverles hacia fuera los bolsillos y sacarles hasta el último cinco de sus bolsillos exhaustos.
72 angustiosas esperanzas truncadas; la esperanza de los pobres, de los que no tiene nada en el lugar de donde vienen: la esperanza de que ojalá alguien quiera explotarlos mucho, sin pausa, sin descanso; bajo el sol, la lluvia o la nieve, es decir con calor o con frío, de día o de noche pero que se fijen en ellos, que valoren lo único que tienen, sus manos, la fuerza de sus brazos mal alimentados, el tesón por aferrarse a la vida y lo poco que gastan en la sobrevivencia. El “sueño americano” de los pobres, sueño de mandar $200, $300 a fin de mes para construir la casa; que los hijos vayan a la escuela; para celebrar el cumpleaños número uno de la más pequeña de todos los que se quedaron, a la que no verán crecer, transformarse en niña y luego en adolescente; en mujer cuyo esposo e hijos (tal vez ella misma) partan también como aves migratorias que buscan sobrevivir a lo áspero del medio ambiente.
72 pares de ojos abiertos que nos miran desde el desierto.

“Los dueños de la palabra” y la democracia en América Latina

¿Puede existir democracia real, pluralidad política y diversidad cultural, cuando cuatro o cinco grupos empresariales controlan el negocio de las infocomunicaciones: uno de los espacios privilegiados para la producción y difusión de los contenidos ideológicos, ideas, patrones de conducta y valores que dan sentido a las relaciones políticas, económicas, sociales y culturales en nuestro tiempo?

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
(Fotografìa: la presidenta argentina Cristina Fernández, en la presentación del informe sobre la compra de la empresa Papel Prensa)
Los grupos empresariales de la comunicación han sido centro de atención de la opinión pública, durante la última semana, con motivo de las denuncias sobre las prácticas de concentración de la propiedad de los medios, las relaciones que mantienen con las élites político-económicas latinoamericanas, su influencia sobre los sistemas políticos, y las consecuencias que estos fenómenos tienen para la siempre inconclusa tarea de la construcción de la democracia en la región.
En Argentina, el gobierno dio a conocer un informe que establece vínculos entre los dueños de los principales diarios–Clarín, La Nación y La Razón- y la junta militar que dirigió la dictadura de finales de los años 1970 y principios de la década de 1980, para apropiarse ilegalmente de la empresa Papel Prensa, principal proveedora de ese insumo fundamental en el país suramericano. “Después de leer este informe, me quedó un sabor amargo y la certeza de que existe un poder que está por encima de la primera magistratura. Desde hace décadas que existe un poder que intenta subordinar al Estado a sus intereses. Esto lo pude ver en todo el expediente. Lamento decirle a ese poder que no seré funcional a sus intereses”[1], fueron las palabras que dirigió la presidenta Cristina Fernández en un mensaje televisivo difundido desde la Casa Rosada.
En Brasil, por su parte, el presidente Lula da Silva inauguró el primer canal sindical: la Televisión de los Trabajadores (TVT), con sede en el circuito industrial de Sao Paulo, cuna del Partido de los Trabajadores. En el acto de lanzamiento, y en el contexto de la disputa que sostienen Lula y numerosos movimientos sociales con el poderoso Grupo Globo, el mandatario afirmó: “No sería justo que en un país como el nuestro, con una democracia cada vez más sólida y madura, un sindicato o los movimientos sociales continúen impedidos de ejercer su libertad usando sus propias emisoras de TV. Queremos informar al pueblo con más imparcialidad que como está siendo informado”[2].
Y en México, los relatores de la libertad de expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la ONU advirtieron que “la concentración en la propiedad y el control de los medios de comunicación limita seriamente el vigor, la diversidad y el pluralismo en el debate democrático”; además, afirmaron que “el derecho a la libre opinión también se ve coartado por la ausencia de un marco jurídico claro y equitativo en la asignación de frecuencias de radio y televisión, por la inexistencia de mecanismos de acceso a medios alternativos y por la falta de regulación de la publicidad oficial, cuyo manejo es discrecional”[3]. Comedidos, los funcionarios de esas organizaciones evitaron referirse, con nombres y apellidos, a los dueños de los grupos Televisa y TV Azteca, duopolio que controla la televisión y no pocas instancias y actores de la política formal del país.
Presurosa, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) ha salido en defensa del “mundo libre” en el que señorean sus principales asociados, alegando que, por ejemplo, en el caso argentino, lo que se ha puesto en marcha es un plan del oficialismo para asegurarse “el control de los medios”[4]. En cambio, poco o nada dice sobre las restricciones que los oligopolios de la comunicación –uno de los poderes fácticos de nuestras sociedades- imponen a la realización de algunos de los supuestos de la democracia liberal, como la participación informada de los ciudadanos y ciudadanas, con igualdad de derechos, en la discusión y decisión de los asuntos públicos; la libre difusión de las ideas y de información alternativa; o la posibilidad de elegir libremente entre opciones políticas, sin ser manipulados, desinformados o sometidos a campañas de terror mediático.
A ese sistema de medios de comunicación –prensa escrita, radio, TV, internet- e industrias culturales que ha sido estructurado en América Latina, nos hemos referido en otras ocasiones utilizando la metáfora del latifundio mediático. A los grupos empresariales que controlan este espacio cercado, los investigadores Martín Becerra y Guillermo Mastrini los llaman “Los dueños de la palabra”. Y así han titulado un libro de lectura indispensable, publicado en 2009 por Prometeo Libros, y en el que analizan –con datos del 2004- las condiciones de acceso, estructura y concentración de los medios.
Su investigación ofrece datos que permiten comprender la naturaleza de las dinámicas del conflicto entre empresarios, gobiernos y movimientos sociales, y los intereses en conflicto en aquellos países donde avanzan las iniciativas de regulación y democratización del espacio público de las comunicaciones. Veamos: en Argentina, el Grupo Clarín controla el 31% de la circulación de periódicos y el 40,5% del porcentaje de facturación, así como el 23,2% de la facturación de la TV de pago; en Brasil, el Grupo Globo controla el 16,2% del mercado de periódicos, el 56% de la facturación de la TV abierta y el 44% de la TV de pago; y por último, en México, Televisa y TV Azteca se reparten el negocio de la TV abierta con el 69% y 31,37% de la facturación, respectivamente.
¿Puede existir democracia real, pluralidad política y diversidad cultural, cuando cuatro o cinco grupos empresariales controlan el negocio de las infocomunicaciones en América Latina: uno de los espacios privilegiados para la producción y difusión de los contenidos ideológicos, ideas, patrones de conducta y valores que dan sentido a las relaciones políticas, económicas, sociales y culturales en nuestro tiempo?
Quizá solo en la democracia que se empeñan en mantener, a su medida, “los dueños de la palabra”.
NOTAS
[1]Existe un poder por encima de las instituciones”, en diario Página/12, publicado el 25 de agosto de 2010. Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-151970-2010-08-25.html
[2]Lula lanzó el canal sindical”, en diario Página/12, publicado el 25 de agosto de 2010. Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-151939-2010-08-25.html, y “Lula da Silva inauguró Tv sindical”, Agencia de noticias ANSA, publicada el 24 de agosto de 2010. Disponible en: http://www.ansa.it/ansalatina/notizie/fdg/201008241244383848/201008241244383848.html
Véase además: “Lula vrs. Globo”, de Darío Pignotti, en Le Monde Diplomatique Edición Perú. Año III, número 32, diciembre de 2009. Disponible en: http://www.eldiplo.com.pe/lula-vs-globo
[3]Monopolios de medios limitan el ejercicio de la democracia”, en diario La Jornada. México DF. Publicado el 25 de agosto de 2010. Disponible en:
http://www.jornada.unam.mx/2010/08/25/index.php?section=politica&article=005n1pol
[4]Se agudiza enfrentamiento político en Argentina”, en diario La Nación. San José, Costa Rica. Publicado el 26 de agosto de 2010. Pág. 25A.

México: Violencia contra migrantes y debilidad del Estado

A pesar de las medidas coyunturales anunciadas por el gobierno federal frente a estos hechos –una investigación a fondo de lo sucedido–, el riesgo de que episodios similares se reproduzcan seguirá latente en la medida en que no se reconozca la naturaleza estructural de la problemática.
Editorial de LA JORNADA (México, 28 de agosto de 2010)
La matanza de 72 migrantes centro y sudamericanos, cuyos cadáveres fueron hallados el pasado lunes en Tamaulipas, ha alcanzado en horas recientes cotas de escándalo nacional e internacional. Ayer, el gobierno brasileño calificó el hecho como una tragedia, y a esa condena se suman las formuladas por las autoridades de Honduras, El Salvador y Ecuador a través de sus representantes diplomáticos. Por su parte, el sistema de Naciones Unidas en México indicó que indigna y preocupa el nivel de violación a la seguridad de los indocumentados en México, en tanto que la Organización de Estados Americanos exigió esclarecer y hacer justicia por estos crímenes.
La indignación generalizada dentro y fuera del país por estos asesinatos tiene como telón de fondo un desempeño institucional exasperante en materia de seguridad, que redunda en la ruptura del estado de derecho y en una profunda indefensión para prácticamente cualquier persona que transite por nuestro país, incluyendo a quienes lo hacen en forma irregular. Ante este panorama de violencia e ilegalidad generalizadas, el gobierno federal no puede contentarse con señalar que el asesinato de los migrantes en Tamaulipas es un reflejo del grado de violencia y de barbarie con el que actúan los criminales y del tamaño del reto que el país enfrenta en materia de seguridad, como hizo ayer su titular. Un paso obligado, en cambio, es el reconocimiento de que estos hechos evidencian la extrema debilidad del Estado mexicano para cumplir con sus funciones básicas de proteger la integridad de toda persona dentro del territorio nacional, independientemente de su nacionalidad y su condición migratoria.
En este caso concreto, la violencia de los grupos criminales converge con la indolencia gubernamental hacia la situación de los migrantes indocumentados en nuestro país. Tal actitud se traduce en un trato oficial y social tan degradante como el que se ha dispensado a los connacionales en el país vecino del norte, que no sólo contraviene consideraciones éticas y humanitarias, sino que transgrede la ley: a fin de cuentas, la carencia de documentos migratorios no constituye en México un acto ilegal –es apenas una falta administrativa, según las normativas vigentes–, y aunque ese fuera el caso persistiría la obligación de la autoridad de respetar las garantías básicas de todos los individuos. Por lo demás, lo anterior ocurre en el contexto de un país crecientemente militarizado que, como han documentado diversos organismos humanitarios, multiplica los riesgos de que los extranjeros sean vejados, explotados, extorsionados y, como en este caso, asesinados, ya sea por efectivos de las fuerzas públicas o por miembros de bandas criminales.
A pesar de las medidas coyunturales anunciadas por el gobierno federal frente a estos hechos –una investigación a fondo de lo sucedido–, el riesgo de que episodios similares se reproduzcan seguirá latente en la medida en que no se reconozca la naturaleza estructural de la problemática. Son significativos, al respecto, los datos proporcionados recientemente por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, de que el secuestro de migrantes en México sobrepasó los 10 mil casos en el semestre comprendido de septiembre de 2009 a febrero de 2010.
Hasta ahora, el calderonismo ha desatendido los llamados a reformular la estrategia de seguridad vigente y a abandonar la visión estrecha, simplista y, a fin de cuentas, ineficaz, que dirige la acción gubernamental en materia de seguridad pública. Los reclamos de la comunidad internacional debieran gravitar como elementos para que el gobierno recapacite, admita la gravedad del problema que se enfrenta y que corrija, por lo pronto, los elementos que sí están a su alcance, como son los tratos denigrantes a que son sometidos los ciudadanos de otros países que llegan al nuestro sin permiso de tránsito, visita o residencia. Si no se actúa en ese sentido, al derrumbe de la legalidad que se vive en el país se sumará un descrédito generalizado de las instituciones del Estado mexicano en el exterior.

Nos vemos en la próxima masacre de migrantes

La masacre de San Fernando, allá a donde un migrante centroamericano llega tras más de 20 días de viaje, es solo un hecho más, uno impactante, pero nada más. La masacre de San Fernando, allá a donde un centroamericano llega tras haber abordado como polizón más de ocho trenes, era previsible. La masacre de los indocumentados en México empezó a principios de 2007.

Óscar Martínez * / www.elfaro.net
(Fotografía: migrantes centroamericanos en el tren de Ixtepec a Medias Aguas, México. De Eduardo Soteras, www.elfaro.net )
No comprendo la algarabía que se ha desatado por los 72 migrantes asesinados en México por Los Zetas. Supongo que se debe a la cantidad de cuerpos apiñados, a lo explícito de la imagen del rancho en el municipio de San Fernando, Tamaulipas, casi en la frontera con Brownsville, Texas. Es un gusano de cadáveres que se enrolla recostado en la pared del galerón descascarado de ese monte en medio de la nada, allá por donde llega el caminito de tierra. Algunos cadáveres estaban atados de manos por la espalda. Otros yacen apiñados, unos sobre otros, en las partes donde el gusano se engorda. No comprendo la algarabía que se ha desatado por la masacre de tantos migrantes.
Los grandes medios de comunicación mexicanos, los salvadoreños, los hondureños, los guatemaltecos, hasta los estadounidenses, españoles y sudamericanos han utilizado sus portadas, sus páginas principales, sus noticiarios estelares para hablar de la masacre de migrantes en México. No comprendo la algarabía de tanto medio tan grande.
Los políticos, los de México, de Centroamérica, de Brasil, de Ecuador, han salido urgidos a sentarse en sus sillas de conferencia de prensa, ante aquellos medios, para luego salir en portada. Eso sí, no cualquier político. Son jefes de departamentos, de institutos, de organismos. Son, incluso, los mismísimos presidentes de esos países los que han dicho, como dijo el de México, que los autores de la masacre de San Fernando son unas “bestias”. No comprendo tanta algarabía de tanto político tan importante.
No lo comprendo porque las algarabías suelen explotar tras la sorpresa. No lo comprendo, y si me obligaran a intentarlo diría que fingen. Se están inventando esas caras serias, ese gesto seco. Están haciendo ostento de su tinta, de su tecnología, de su capacidad de contratar un servicio de noticias por cable.
La masacre de San Fernando, Tamaulipas, cerca, muy, muy cerca de Estados Unidos, allá por donde los indocumentados casi han llegado, no es sorprendente. La masacre de San Fernando, allá a donde un migrante centroamericano llega tras más de 20 días de viaje, es solo un hecho más, uno impactante, pero nada más. La masacre de San Fernando, allá a donde un centroamericano llega tras haber abordado como polizón más de ocho trenes, era previsible. La masacre de los indocumentados en México empezó a principios de 2007.
Lo que empezó esta semana una vez más son las conferencias de prensa de los funcionarios compungidos. Lo que empezó esta semana son los grandes titulares de los medios que ni sabían dónde queda Tamaulipas ni qué diablos hace por aquellos lados un indocumentado centroamericano. Lo que empezó esta semana es el circo. Pero ese se acaba pronto. Ese no dura muchos años, ni muchos meses, ni siquiera muchas semanas.
Es mentira lo que dijo ayer [25 de agosto] Alejandro Poiré, el secretario del Consejo de Seguridad Nacional de México, el vocero en temas de crimen organizado. Dijo que en los últimos meses han recibido información de que algunas organizaciones de delincuentes participan en secuestros y extorsión de migrantes. Es mentira. Lo sabe hace mucho. Lo dijo el FBI a finales de 2007. Lo dijo la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México a mediados del año pasado. Lo dijo bien claro. Su informe se titulaba “Informe Especial Sobre Secuestro de Migrantes en México”. Decía que cerca de 10 mil indocumentados, principalmente centroamericanos, habían sido secuestrados solo en los últimos seis meses. Decía también el nombre y apellido de esa “organización de delincuentes”. Se llaman Los Zetas, son una banda organizada que existe desde 1997, que fundó el Cártel del Golfo, que nació con militares de élite reclutados para entrenar sicarios. Decía también que las autoridades de municipios y estados mexicanos participaban en esos secuestros. Decía que ocurrían a la luz del día en municipios y estados que también tienen nombre: Tenosique, Tabasco, Coatzacoalcos, Medias Aguas, Tierra Blanca, Veracruz, Ixtepec, Oaxaca, Saltillo, Coahuila, Reynosa, Nuevo Laredo, Tamaulipas. TAMAULIPAS. Es mentira que Poiré y aquellos de los que él es vocero lo sepan "hace unos meses". Unos pinches meses, diría un mexicano.
Es mentira, como dijo ayer Antonio Díaz, el coordinador de asesores del Instituto Nacional de Migración de México que en lo que va de 2010 han detectado alrededor de siete secuestros de migrantes por parte de organizaciones criminales. Es mentira, porque compartimos mesa el lunes 5 de julio a las 6 de la tarde en la Comisión de Derechos Humanos de la capital mexicana. En esa mesa dijimos que mientras dábamos esa charla había migrantes secuestrados, y no siete, dijimos cientos. CIENTOS. Y él asintió.
Es mentira que estén consternados los funcionarios centroamericanos que se han pasado el día dando conferencias de prensa sobre la masacre. Y si esa consternación es verdadera, importa muy poco. Ellos también lo saben desde hace mucho. Ellos nos han citado a los miembros de El Faro que hicimos la cobertura de migración en México a reuniones con Cancillería de El Salvador y Guatemala, con funcionarios del Sistema de Integración Centroamericana y de otras dependencias. Y nosotros dijimos y presentamos documentos que hablan de cientos de secuestros que ocurren desde hace años en esos lugares que tienen nombre por esa organización de delincuentes que tienen nombre. LOS ZETAS. Les dijimos que era una crisis humanitaria, que era una masacre, que había que pronunciarse al más alto nivel y ellos, cuando nos estrecharon las manos y se despidieron, dijeron que nos creían, que de verdad nos creían y que estaban rabiosos, horrorizados.
Y ahora dirán, los de El Salvador al menos, que han instalado dos nuevos consulados. Eso sí es verdad. Uno está en Arriaga y el otro en Acayucan. Pero es mentira que crean que esa es la solución. No lo creen o fue mentira lo que nos dijeron. Dijeron que sí, que entendían nuestro argumento de que un consulado es más una oficina administrativa que una oficina para esos otros casos, los casos de masacre, de secuestros, de violaciones. Dijeron que también creían que era al más alto nivel que tenían que levantarse las voces, que esto no requería el grito de un vicecanciller de salvadoreños en el exterior, sino de un presidente, de varios presidentes que ven cómo sus migrantes son asesinados en el intento de llegar a Estados Unidos.
Es mentira tanto titular en tanto medio importante, porque no han enviado a nadie a poner sus ojos de forma permanente en esa masacre constante. Es mentira, porque siguen creyendo que la señora exitosa que abrió una pupusería en Los Ángeles merece el mismo espacio en sus páginas de migración que el que le dan a un secuestro, a unas violaciones, a unas mutilaciones. O más bien, a las conferencias de prensa donde se habla de esos secuestros, de esas violaciones, de esas mutilaciones. Porque cuando se trata de embarrar solo embarran de tinta sus portadas, nunca sus botas ni a sus reporteros, porque no quieren embarrar sus billeteras.
Si se embarraran, si salieran de sus conferencias, si dejaran de asentir cuando dicen que creen algo para luego no hacer nada. Si dejaran de mentir. Supieran que desde Tamaulipas Los Zetas controlan todo un sistema de secuestro de centroamericanos. Supieran que Los Zetas infiltran a centroamericanos en el tren para detectar a los migrantes que tienen familia en Estados Unidos, a esos a los que le sacan a tablazos los 500, 800, mil o hasta 5 mil dólares en secuestro exprés.
Supieran que en cada estaca (y supieran que estaca se le llama a los comandos de Los Zetas) hay un carnicero (y supieran que los carniceros son esos hombres que cortan en trocitos a los migrantes por los que nadie responde y que después los meten en un barril y los queman). Supieran que ranchos como el rancho de San Fernando hay decenas en México y que en muchos hay cadáveres enterrados. Supieran que en San Fernando no hay periodistas que hablen de Los Zetas (ni en Tenosique, ni en Medias Aguas, ni en Orizaba, ni en Tierra Blanca, ni en Saltillo, y supieran también dónde quedan estos lugares) porque los matan. Supieran que desde 2007 Los Zetas controlan desde Tamaulipas la ruta de los coyotes. Supieran que el que no paga muere y que aunque no se vean los cadáveres ahí están.
Ustedes no están sorprendidos, nadie de ustedes. Ustedes han montado esta algarabía para parecer sorprendidos. Ustedes son unos mentirosos. A ustedes ya se les va a volver a olvidar una masacre que empezó en 2007. A ustedes solo hay una manera de despedirlos: nos vemos en la próxima masacre.
* Cronista de la sección En el camino, autor del libro “Los migrantes que no importan”.

Honduras: ¿Es el Frente Nacional de Resistencia Popular un movimiento social?

La resistencia, en Honduras, más allá de ser un nuevo movimiento social, se ha convertido en una virtud ciudadana que implica un grado de conciencia elevada con relación a las y los indiferentes con el sistema vigente en el país.
Muchos académicos/as se niegan a reconocer al Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) como un movimiento social. Entre ellos, la actual rectora de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). Pero, ¿por qué?
La principal razón es porque el FNRP, por su naturaleza y características, no calza en los modelos de movimientos sociales tradicionales que todavía la vieja academia universitaria enseña.
Las características de los movimientos sociales tradicionales son: una estructura organizacional/dirigencial articulada. Demandas ante el Estado y dentro del sistema establecido. Un objetivo común. Enmarcado en la lógica de la lucha de clases.
El FNRP carece de una estructura organizacional uniforme y definida. En algunos lugares el Frente es más horizontal y asambleario, y en otros, comités de delegados y asambleas consultivas. Este movimiento surge justamente ante el debilitamiento y ausencia estatal. Y, es más, expresamente la gran mayoría de sus integrantes se niegan a reconocer al gobierno actual por su génesis y prolongación inconstitucional. La demanda principal del Frente es el proceso de la Asamblea Constituyente para la refundación de Honduras, y no para oxigenar el ilusorio sistema existente. Quizás muchos/as sueñen con un sistema socialista (capitalismo de Estado), pero ninguno quiere la continuación del neoliberalismo. El denominador común es el rechazo del mortal sistema-mundo-occidental que pone en riesgo la permanencia de la vida en el planeta.
El FNRP es transfronterizo. Es decir, ante el ilegítimo Estado en proceso de autodestrucción, el Frente busca hacer incidencia en la comunidad internacional. La capacidad de incidencia de este movimiento se mide en la frenética pulseta actual que mantienen el gobierno de los EEUU. y UNASUR, más los países de UE y SICA, para reincorporar o no a Honduras a la “comunidad” internacional.
El FNRP es amplio. Los viejos movimientos sociales fueron excluyentes con quienes no comulgaban con la ideología que profesaba el movimiento. El Frente Nacional acoge a todas y todos que sueñen y apuesten por una Honduras de todos, con todos y para todos. Cristianos/as y ateos/as, ambientalistas y socialistas, liberales y nacionales, indígenas y mestizos, católicos/as y evangélicos/as, todas y todos han convivido ya por más de un año en el Frente porque han identificado a un enemigo común en el país: la muerte.
El FNRP es fundacional. Exige la concertación de una nueva partida de nacimiento del Estado de Honduras que exprese la voluntad genuina de todas y todos los hondureños. Las y los resistentes no demandan nada al Estado, más por el contrario, buscan construir un nuevo Estado y un nuevo país.
El FNRP es simultáneo y espontáneo. Las y los resistentes, desde diferentes rincones del país, y con ritmos diferenciados, se auto convocan y organizan alrededor de la demanda común, que es la Asamblea Constituyente fundacional. Existe una comisión nacional del Frente, pero ésta, hasta ahora, es más simbólica que real en su injerencia a nivel nacional. Cada quien acude a las asambleas según sus tiempos y convicciones. No existe mecanismo alguno de coacción (obligación) en los colectivos. Ésta es una de las diferencias con los sindicatos (movimientos sociales clásicos), pero al mismo tiempo frena los avances del movimiento.
El FNRP es multitudinario. Son multitudes de personas que se movilizan, de manera simultánea y espontánea, en diferentes momentos. No son representantes quienes van a las marchas de protestas y/o a las asambleas, sino las que puedan y quieran movilizarse según el grado de sus convicciones.
La resistencia, en Honduras, más allá de ser un nuevo movimiento social, se ha convertido en una virtud ciudadana que implica un grado de conciencia elevada con relación a las y los indiferentes con el sistema vigente en el país. Por eso, ser resistente implica identidad y orgullo, mientras que ser golpista es un insulto intelectual y moral.
Con estas y otras características, el FNRP es un nuevo movimiento social que supera el nacionalismo metodológico (actúa fuera de las categorías del Estado nación) y los paradigmas ideológicos de izquierda y derecha. Y, esto ocurre, porque la conciencia individual y colectiva intuye y siente las nefastas consecuencias a las que nos encamina esta cultura de la muerte, oficialmente instaurada en Honduras. Por eso, en la Honduras actual, el ejercicio de la ciudadanía pasa necesaria por la práctica de la virtud de la resistencia propositiva.

Martinelli no dialoga y sigue la crisis

En 14 meses en el poder, el gobierno del presidente Ricardo Martinelli ha creado condiciones favorables para que los inversionistas extranjeros lleguen al país recibiendo todas las garantías para que puedan explotar sin control a la fuerza de trabajo y acabar con la naturaleza del país.
Marco A. Gandásegui, h. / http://marcoagandasegui10.blogspot.com/
La crisis económica de EEUU y los países más industrializados del mundo parece consolidarse. La tasa de ganancia de las inversiones – y como consecuencia – el crecimiento económico se encuentra en su punto más bajo desde la gran crisis. La economía mundial sigue marchando – aunque cojeando – en gran parte debido a la expansión de la producción china. Entre los países llamados “subdesarrollados” la situación es ambivalente. En los países de la gran cuenca del Caribe las tasas de crecimiento han perdido su ímpetu. La disminución de las importaciones de EEUU – entre otras razones – han resentido las economías de la región.
En el caso de Panamá, la tasa de crecimiento ha disminuido en forma significativa en los últimos dos años. Sin embargo, Panamá logra mantener una tasa aceptable para los inversionistas en gran medida gracias a las expectativas creadas por la ampliación del Canal, las actividades portuarias y la confianza que le proporciona un gobierno amigo del capitalismo depredador. En 14 meses en el poder, el gobierno del presidente Ricardo Martinelli ha creado condiciones favorables para que los inversionistas extranjeros lleguen al país recibiendo todas las garantías para que puedan explotar sin control a la fuerza de trabajo y acabar con la naturaleza del país. Precisamente, las dos fuentes de riqueza de todo país. El presidente Martinelli – quizás ignorando el significado de sus propias acciones – está destruyendo la relación productiva que debe existir entre la población (trabajadores educados y productivos) y la naturaleza que sirve de base para el desarrollo económico. La gota que rebasó el contenedor fue la aprobación, a tambor batiente, de la Ley 30 que de un solo plumazo reformó 3 códigos y seis leyes. Esas piezas legislativas existían para proteger a la población y a la naturaleza de los inversionistas depredadores.
Los depredadores son inversionistas piratas quienes para extraer riquezas destruyen todo lo que encuentran en su camino. En el caso de Panamá, la Ley 30 les permite a los inversionistas destruir las comunidades formadas por trabajadores quienes se quedarán sin el empleo asalariado que les permitía llevar el sustento familiar a sus hogares. Al mismo tiempo, les dará luz verde a los inversionistas que están destruyendo bosques, ríos, playas y otros recursos naturales.
Los obreros de las bananeras de Changuinola se levantaron contra la Ley 30 y pagaron su atrevimiento con vidas humanas, centenares de heridos y muchas viviendas destruidas. La represión de la Policía Nacional de Martinelli fue implacable. Ante la ola de rechazo a la barbarie desatada por el presidente, éste decidió llamar a una mesa de diálogo entre las partes: gobierno, empresarios y obreros. Han pasado tres semanas de no-diálogo de los convocados y el gobierno todavía no ha dado el primer paso para encontrar un terreno común sobre el cual entablar un intercambio que tenga sentido.
Por el contrario, en la mesa de diálogo se dan cita los representantes más sectarios del gobierno que les cuesta sólo pensar que se sentarán a conversar con obreros. Por su lado, los empresarios escogidos a dedo por el gobierno consideran que es una pérdida de tiempo hablar sobre Bocas del Toro.
Curiosamente, mientras que en el pasado los presidentes Pérez Balladares, Moscoso y Martín Torrijos dividían a los trabajadores para después aliarse con el sector que los favorecía, en el caso de Martinelli éste ha logado unir a los trabajadores por primera vez en más de cuarenta años. La unión, sin embargo, no ha sido puesta a prueba debido a la inoperancia total de la mesa del diálogo.
Según la Unidad de Lucha Integral del Pueblo (ULIP), ninguna de las demandas de los trabajadoras ha sido objeto de consideración por el gobierno. Estos son “la derogatoria de la Ley 30”, la ampliación de la mesa para incluir indígenas, ambientalistas y otros. Atender a los heridos de la represión en Changuinola y eliminar los expedientes levantados por las fiscalías en contra de los miembros de las agrupaciones populares sentados en la mesa.
El gobierno pretende que está dialogando mientras satura los medios de comunicación con propaganda a favor de la ley 30 y persigue a los defensores de los derechos humanos. Al mismo tiempo, la empresa minera Petaquilla admitió que los embalses de contención del cianuro están a punto de desbordarse. Según otra versión, de SERPAJ-Panamá, “la tina de Molejones en el Campamento 5, se rajó y toda el agua y lodo con cianuro fueron a dar derechito al río del mismo nombre, tributario del río San Juan” que llega al Caribe.
Panamá, 26 de agosto de 2010.

Brasil quiere una presidenta

A Dilma se le reconoce como una funcionaria entregada a su trabajo, de fuerte personalidad y muy competente. Como guerrillera, es recordada por su entereza ante la tortura durante los años que estuvo presa (1970-1973).
Ángel Guerra Cabrera / LA JORNADA
Dilma Rousseff, 62 años, candidata del Partido del Trabajo (PT) del presidente Lula apunta a convertirse en la primera mujer presidenta de Brasil el domingo 3 de octubre sin que sea necesaria una segunda vuelta electoral. De haber sido desahuciada en noviembre del año pasado por muchos analistas, apoyados en los sondeos de entonces, en que aparecía casi 20 puntos porcentuales por debajo de su rival José Serra, del neoliberal Partido Socialdemócrata de Brasil (PSDB), cuando su candidatura aún no había sido proclamada oficialmente por el PT, Dilma ha pasado a aventajarlo en todas las encuestas y en la más reciente del Instituto Sensus por 18 puntos, realizada entre el 20 y el 22 de agosto.
En esa consulta la petista tiene una intención de voto de 46 por ciento contra 28.1 de Serra, que se ha desplomado. Todavía a finales de mayo conservaba 37 por ciento, fecha en que Dilma logró empatar la contienda. Pero su aceptación ha crecido a tal velocidad, sobre todo después que comenzó oficialmente la campaña en julio y la petista no sólo empezó a ser conocida, sino reconocida como la candidata de Lula, que probablemente esa ventaja se haya ampliado cuando se publique este artículo. Por otro lado, Serra registró en la mencionada consulta 40.7 por ciento de rechazo (personas que afirman que nunca votarían por él) lo que según el análisis de Sensus lo inhabilita de entrada para ganar la contienda.
La razón por la que la candidata del PT era poco conocida es que por muchos años ha trabajado en cargos públicos no electivos, aunque acaso hayan influido también los hábitos de discreción adquiridos en su etapa de guerrillera durante la dictadura militar (1964-1985) pues ha ocupado puestos tan relevantes como ministra de Energía y Minas durante dos años y desde 2005 ministra jefa de la Casa Civil, equivalente a jefe de gabinete, un cargo en el que ha tenido una gran cercanía con Lula, desde el que restableció el orden en el trabajo del gobierno en la coyuntura de crisis política en que lo asumió a la vez que recibía la responsabilidad de planes estratégicos como el Programa de Aceleración del Crecimiento, que ha dado un gran impulso a la construcción de obras de infraestructura, así como el plan de viviendas populares Mi Casa, Mi Vida.
A Dilma se le reconoce como una funcionaria entregada a su trabajo, de fuerte personalidad y muy competente. Como guerrillera, es recordada por su entereza ante la tortura durante los años que estuvo presa (1970-1973). Preguntada por la revista Carta Capital acerca de las acusaciones de haber sido terrorista durante los años 70, respondió: "Esa acusación es contraproducente para quien no resistió. Siento mucho orgullo de haber resistido a la dictadura desde el primero hasta el último día, de haber ayudado al país a transitar a la democracia y de no haber cambiado de lado".
Aparte de los indiscutibles méritos personales de esta mujer la pregunta es qué impulsa a su candidatura a crecer indeteniblemente. La respuesta está en los ocho años de gobierno de Lula, que arrojan un saldo muy positivo para el nivel de vida de la población brasileña, en especial la más desfavorecida, que el pueblo compara con los gobiernos neoliberales anteriores y en particular con el de Fernando Henrique Cardoso, del PSDB. Mientras aquél lo apostó todo al ajuste fiscal y la lucha contra la inflación, Lula optó por el crecimiento económico, la redistribución de la riqueza, la integración latinoamericana y la diversificación del comercio internacional. Cardoso fue el socio de Estados Unidos en el ALCA y Lula el aliado de Chávez y Kirchner para impedirlo e impulsar organizaciones como la Unasur. Entre 2004 y 2008 la pobreza bajó en Brasil de 36.2 a 23.9 por ciento, pese a la crisis económica. En el primer semestre de este año, cuando cunde el desempleo en el mundo, el gigante sudamericano ha creado un millón 600 mil puestos de trabajo formales y se calcula que cerrará 2010 con 2 millones 500 mil. El crecimiento del mercado interno ha sido un dinamizador del impetuoso avance de la economía, lo que se atribuye también a la subida de los salarios mínimos y los más bajos.
Mientras la derecha brasileña es partidaria de la subordinación a Estados Unidos y Europa, Lula ha actuado por rescatar la soberanía nacional, a favor de la paz y la multipolaridad, y junto a Turquía realizó un audaz intento fuera de la órbita de las grandes potencias por buscar una solución política a la peligrosísima amenaza de Estados Unidos contra Irán.

El tercer triunfo de Lula

Los ocho años de Lula lanzaron a Brasil como potencia global y regional en desmedro de Estados Unidos, instalaron una nueva elite en la administración del Estado y debilitaron la lucha anticapitalista y por un mundo nuevo.
Raúl Zibechi / LA JORNADA
Cuando falta poco más de un mes para las elecciones presidenciales en Brasil, la candidata creada y auspiciada por Lula, Dilma Rousseff, lleva una ventaja suficiente como para ganar incluso en la primera vuelta del 3 de octubre. La encuesta de Datafolha difundida el pasado fin de semana concede a Rousseff 47 por ciento frente a 30 por ciento del socialdemócrata José Serra y 9 por ciento de la ecologista Marina Silva. Esa diferencia parece imposible de descontar en sólo un mes, sobre todo porque su candidatura viene creciendo sin parar desde hace ya más de un año.
El ascenso de Rousseff es asombroso: tres meses atrás estaba empatada con Serra; un año atrás tenía apenas 16 por ciento de las intenciones de voto mientras Serra ostentaba más de 40 por ciento; a principios de 2009 tenía apenas 8 por ciento del electorado. En poco más de un año pasó de la marginalidad política a convertirse en la más firme candidata a suceder a Lula. Rousseff fue presa política durante la dictadura militar por integrar el grupo armado VAR-Palmares, luego militó en el Partido Democrático Trabalhista de Leonel Brizola, se graduó en economía y desde 2001 integra el PT. Cuando el escándalo de corrupción que forzó la renuncia de José Dirceu, Lula la nombró al frente de la Casa Civil, un cargo similar al de jefe de gabinete.
A todas luces, se trata de un triunfo más del actual presidente, que luego de ocho años de gobierno se retira con casi 80 por ciento de aprobación. El apoyo popular a Lula es sólido, sostenido en el tiempo, y atraviesa todos los sectores sociales. Oponerse a Lula, dicen amigos brasileños, es como poner en cuestión la ley de la gravedad. Su hegemonía es tan fuerte que un anuncio publicitario de su adversario Serra incluye la imagen de Lula. Desde una mirada de larga duración, habrá un antes y un después de sus ocho años al frente de Brasil.
Un balance de la gestión de Lula implicaría recorrer muchos aspectos, desde el carisma personal del hombre nacido en una humilde vivienda del noreste, que sintoniza con los sentimientos de la inmensa mayoría de los brasileños, hasta su exitosa gestión estatal luego de la pesadilla neoliberal y privatizadora de los ocho años de Fernando Henrique Cardoso, cuando cerca de 30 por ciento del PIB cambió de manos, provocando un terremoto en el país.
Desde el punto de vista económico, las dos presidencias de Lula supusieron un crecimiento de 37 por ciento, que contrasta con el escaso 20 por ciento de los años 1994-2002 de la presidencia de Cardoso. Aunque no fue espectacular, permitió que casi 30 millones de brasileños (en un país de 190 millones) hayan migrado de la pobreza a las clases medias, algo inédito en la historia del país y una de las claves del masivo apoyo a Lula.
Los frutos de este crecimiento no se repartieron de forma pareja. Las ganancias de la gran banca explotaron 420 por ciento bajo Lula. Sólo tres bancos (Banco do Brasil, Itaú-Unibanco y Bradesco), que controlan 80 por ciento del mercado, ganaron en ocho años 95 mil millones de dólares, frente a 18 mil millones que habían ganado bajo el mandato de Cardoso. El capitalismo brasileño vive una profunda reorganización mediante un proceso de centralización y concentración lubricado por el Estado por conducto del BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social), el mayor banco de fomento del mundo.
El apoyo a las grandes empresas brasileñas les está permitiendo competir en buenas condiciones en el mercado internacional, al fusionarse y convertirse en multinacionales exitosas con financiación estatal y de los fondos de pensiones. Brasil Foods, fruto de la fusión entre Sadia y Perdigao, se convirtió en la mayor exportadora de carne procesada del mundo. La semiestatal Petrobras figura entre las cuatro mayores petroleras, la privatizada Vale do Rio Doce es la segunda minera del planeta y Embraer la tercer aeronáutica detrás de Boeing y Airbus. La fusión de Votorantim y Aracurz creó la cuarta procesadora de celulosa del mundo y la fusión de Itaú y Unibanco lo coloca entre los 10 mayores bancos. Las multinacionales forman parte del nuevo papel de Brasil en el mundo.
En segundo lugar, el amplio apoyo a Lula no podría explicarse sin políticas sociales como Bolsa Familia, que supone transferencias monetarias muy bajas (entre 12 y 114 dólares) pero que llegan a 50 millones de personas, uno de cada tres brasileños. Sobre todo en el noreste este tipo de programas consiguieron modificar el escenario político electoral construyendo un sólido apoyo a Lula. Todos los estudios aseguran que se produjo una fuerte disminución de la pobreza, aunque Brasil sigue siendo uno de los países más desiguales del mundo.
La tercera cuestión, quizá la determinante, es que bajo Lula Brasil se ha convertido en potencia global. No sólo forma parte del cuarteto de países emergentes conocido como BRIC (Brasil, India, China y Rusia), sino que se ha ganado un lugar en el mundo que se evidenció en el acuerdo entre Turquía, Brasil e Irán para solucionar el conflicto a raíz del enriquecimiento de uranio. En Sudamérica, la Unasur creada bajo impulso de Brasilia ha conseguido desplazar a la OEA en la resolución de conflictos regionales.
Bajo el gobierno Lula se aprobó la Estrategia Nacional de Defensa, que establece como prioridades la protección de la Amazonia y de los hidrocarburos de la plataforma marítima, la reorganización y modernización de las fuerzas armadas, con capacidad de fabricar desde submarinos hasta cazas de quinta generación, mientras el país ya domina todo el proceso que le permitirá construir armas atómicas.
Por último, los movimientos sociales están en su peor momento desde la década de 1980. La profundización del neoliberalismo y la expansión de las políticas sociales están en la base de la creciente debilidad de los movimientos. Los ocho años de Lula lanzaron a Brasil como potencia global y regional en desmedro de Estados Unidos, instalaron una nueva elite en la administración del Estado y debilitaron la lucha anticapitalista y por un mundo nuevo. Los tres hechos son parte inseparable de un mismo proceso.

Colombia: Campo minado

Frente a la posibilidad de avanzar hacia la paz en Colombia, y ante el clima distendido que ahora se observa, nada de extraño tiene que se disparen, como siempre sucede al hablar de paz, los inefables mecanismos de la violencia. Es difícil la paz, pero vale la pena perseverar.
José V. Rangel / Columna El Espejo (Diario Ojo Pelao)
I
La búsqueda de la paz es una tarea muy riesgosa. Es como atravesar un campo minado. Todos los esfuerzos hechos en Colombia por alcanzar la paz, durante casi seis décadas de conflicto armado, han fracasado. Los terribles dictados de la violencia tuvieron más poder que los llamados a la reconciliación. Factores diversos, de derecha y de izquierda, intereses sociales y económicos caracterizados por una infinita sordidez, siempre terminaron por imponerse.
La expectativa de victoria de los bandos enfrentados condujo a la ficción de que era posible doblegar al adversario y derrotarlo. La creencia de que la solución era esencialmente militar y que consistía en el incremento de las armas, los equipos y el entrenamiento de hombres para la muerte, generó una antilógica de la solución del problema. Con el correr del tiempo se impusieron los fracasos, y el conflicto, resuelto en otros lugares por la vía política -El Salvador, Guatemala, Venezuela-, se institucionalizó. O se estancó en la charca podrida, sin salidas, de una lucha inacabable en la cual millones de colombianos fueron masacrados, torturados, desaparecidos, desplazados, despojados de sus tierras; en fin, victimados de una u otra manera.
II
Una de las consecuencias de esa interminable guerra colombiana, más allá de la pérdida de sensibilidad y la aceptación fatalista de coexistir con la violencia -convertida en forma de vida-, ha sido, por una parte, la consolidación de un Estado de hecho, con menoscabo del Estado de derecho, conformado por militares represores que hacen carrera en la guerra, paramilitarismo y narcotráfico, cada uno de ellos convertido en núcleo de poder; y, por otra, la extrapolación del conflicto. La guerra en Colombia revierte sobre los vecinos. Es fuente de graves problemas. Incide en Ecuador, y en menor proporción en Panamá y Brasil. Pero donde su efecto letal es mayor es Venezuela.
La violencia colombiana, que a diario descarga sobre el territorio venezolano sus mortíferos efectos, convierte en víctima al país y reproduce una situación similar a la que afecta al vecino. Pero la consecuencia más grave del fenómeno es el envenenamiento de la relación entre Venezuela y Colombia. No quiero enumerar hechos y situaciones que avalan lo que afirmo. Lo cierto es que la guerra en Colombia tiene repercusión directa y creciente sobre Venezuela. Hacer tan categórica afirmación me lleva a señalar que a ningún otro país de la región le conviene más la paz en Colombia que a Venezuela, y que la relación de las dos naciones la condiciona esta circunstancia. Razón tiene Chávez cuando convierte la lucha por la paz en Colombia en objetivo supremo, y también cuando Santos abre las puertas, con las reservas del caso, a esa posibilidad. Al menos por ahora.
III
Por eso los riesgos aumentan cuando el tema ocupa la escena. La paz es un revulsivo para sectores de las sociedades colombiana y venezolana. Ambos han vivido de la guerra en sus manifestaciones políticas, militares, ideológicas y mediáticas. El día que la guerra se acabe, quedaran sin sustento. La revista SEMANA de Bogotá decía en comentario editorial que "hay sectores interesados en sabotear los acercamientos Santos-Chávez". Y que, por supuesto, provoca reacciones la actitud del nuevo mandatario neogranadino de abrirse al diálogo, de reunirse con Chávez, de suscribir una hoja de ruta para manejar las relaciones y, al mismo tiempo, el planteamiento del presidente venezolano a las FARC para que revisen su línea y opten por la política. Sin duda que en un ambiente enrarecido con la dinámica bélica, caracterizado por la confrontación, las reacciones adversas no se hacen esperar.
En este contexto, hay que evaluar el bombazo frente a Caracol. Nada más parecido a una provocación, bien de la guerrilla, bien de la derecha. Para Gustavo Petro, senador del Polo Democrático, lo sucedido "busca llevar al nuevo gobierno a participar de la política del anterior", en tanto que otros observadores tildan de "extraño" el atentado y sostienen que "cada vez se piensa menos que haya sido de las FARC", aún cuando no se descarta del todo tal posibilidad. En fin, variadas hipótesis que no descartan la sorpresa. Lo cierto es que frente a la posibilidad de avanzar hacia la paz, y ante el clima distendido que ahora se observa, nada de extraño tiene que se disparen, como siempre sucede al hablar de paz, los inefables mecanismos de la violencia. Es difícil la paz, pero vale la pena perseverar.

A propósito de la desigualdad en Latinoamérica....

Las causas de raíz de la desigualdad que el Informe del PNUD identifica no radican ni en la corrupción, ni en las deficiencias institucionales, ni en los métodos pseudo-democráticos de nuestros sistemas, sino más bien en las rígidas estructuras de clase que se benefician de estas incongruencias y las atizan sistemáticamente.
Carlos Velásquez Carrillo / ContraPunto (El Salvador)
(Ilustración de Pedro Méndez Suárez)
Hace poco más de un mes el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó el primer Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe, y el diagnóstico resultó mucho más que desalentador. El Informe confirmó categóricamente lo que ha sido el fantasma histórico que agobia al continente: es la desigualdad, y no precisamente la creación de riqueza, lo que impide el desarrollo integral, la mejoría del nivel de vida, y la ampliación de las libertades.
En síntesis, el Informe nos dice lo siguiente: primero, que Latinoamérica y El Caribe es la región más desigual del mundo, con un coeficiente Gini mayor en un 65% comparado a los países industrializados, 36% más elevado que el de los países del sudeste asiático, y un 18% más alto que el de la empobrecida África subsahariana ; segundo, que 10 de los 15 países más desiguales del mundo se encuentran en la región; y tercero, que al final de cuentas las que sufren desproporcionadamente los estragos de la desigualdad son mujeres indígenas y afro-descendientes de escasos recursos.
En términos más generales, y si nos basamos en el estado actual de la desigualdad, el Informe también confirma el rotundo fracaso del modelo neoliberal con el cual la región viene experimentando por más de tres décadas. El agraviante no es simplemente que la concentración de la riqueza se exacerbó vertiginosamente, sino más bien que para producir varios cientos de miles de nuevos millonarios se tuvo que condenar permanentemente a la pobreza a cientos de millones de personas.
Pero es precisamente en este ámbito del análisis crítico donde nuestros colegas del PNUD se quedan a mitad del camino. Obviamente que no es viable para una organización gubernamental multilateral el plantear un análisis más profundo sobre la causas verdaderas de la desigualdad, simplemente porque los gobiernos que la patrocinan vetarían tal insolencia, pero la timidez con la cual se trata el tema, más allá de la importantes estadísticas que el Informe proporciona, no deja de mostrar una complicidad implícita con el poder.
En este sentido, el tratamiento que el Informe le otorga a la compleja dinámica de la desigualdad se basa en los preceptos liberales de siempre: la corrupción impide la gestión del aparato institucional lo que a su vez lleva a una parálisis en la relación “agente-principal”; hay una “debilidad en la cadena de delegación democrática” sustentada en viejos clientelismos y patrimonialismos que tienen capturado al estado; la representación democrática no corresponde a las aspiraciones de la ciudadanía; los intereses de “minorías políticas y económicas” afectan al libre mercado y dañan la eficiencia de la producción y la distribución; hay que optimizar el capital humano y trabajar para garantizar un crecimiento con distribución, etc.
Muy pocos estarían en desacuerdo con este análisis y las recomendaciones que lo acompañan. Pero aquí hay un tema de fondo que no recibe mayor atención: la estructura de poder que se consolidó en la región durante la implementación del neoliberalismo y que hace uso de la corrupción, de las deficiencias institucionales, de la falta de democracia y de la tergiversación del libre mercado, entre otras tácticas, para reforzar su condición de privilegio y riqueza desproporcionada.
Y cuando me refiero a la “estructura de poder” me refiero a la restructuración del dominio de clase que se ha venido fraguando en la región en las últimas décadas, cimentada en la economía política neoliberal que nos vendió que el mercado es bueno y el estado es malo, que el bienestar individual es mejor que el colectivo, que los inteligentes sólo necesitan “igualdad de oportunidades” para triunfar frente a los holgazanes, y que el crecimiento económico es más importante que el desarrollo integral. Al final, esta estructura de poder clasista se edificó sobre un concepto relativamente simple: los ricos son más ricos y los pobres son más pobres.
Las causas de raíz de la desigualdad que el Informe del PNUD identifica no radican ni en la corrupción, ni en las deficiencias institucionales, ni en los métodos pseudo-democráticos de nuestros sistemas, sino más bien en las rígidas estructuras de clase que se benefician de estas incongruencias y las atizan sistemáticamente. ¿Qué pasaría si las instituciones comienzan a funcionar y el estado empieza a responder a todos los ciudadanos, o si los sistemas educativos se proponen producir ciudadanos con cabeza pensante y crítica en vez de trabajadores sumisos y disciplinados, o si la democracia sale de su letargo y empieza a proyectarse como un sistema que promueve la realización integral del ser humano más allá del voto periódico? Sin duda, los dueños del poder tendrían mucho que decir al respecto.
En este contexto, y sin ánimo de descalificar la importante información que el PNUD saca a la luz, me parece que son los síntomas de la enfermedad los que se identifican como las causas del problema. Asimismo, hay ciertas inconsistencias con algunos argumentos: se habla de crecimiento con distribución, pero ¿acaso no se necesita al estado para redistribuir la riqueza, tomando en cuenta que es la única fórmula que ha funcionado en la historia, como lo demuestran los países industrializados y los países del sudeste asiático? Pero en Latinoamérica y el Caribe, las clases dominantes relacionan un rol más amplio del estado con las huestes de un comunismo que nunca se acaba de morir.
Para los bloques de poder el estado debe funcionar en aras de garantizar privilegios concretos, no para garantizar “crecimiento con distribución”. En El Salvador, lo sabemos en carne propia. Los cuatros gobiernos de ARENA se dieron a la tarea de transferir de forma sistemática a las manos de la nueva oligarquía financiera todos los sectores estratégicos de la economía mediante las privatizaciones, la liberalización del estado, la reforma tributaria, la dolarización y el libre comercio. No es de sorprenderse que para el 2006, y antes de que los bancos se vendieran al capital transnacional, el capital de alrededor de 260 empresas, pertenecientes a ocho grupos empresariales hegemónicos, totalizara dos mil millones de dólares más que todo el producto interno bruto nacional, seis veces más que el presupuesto nacional, más del doble de la deuda externa, y el equivalente a seis años de entradas de remesas familiares.
Para reiterar, esta situación no es el resultado de las deficiencias institucionales del estado salvadoreño ni de los supuestamente frágiles valores democráticos de los salvadoreños. Esta situación es el resultado de un plan ideológico que promueve un proyecto de dominio de clase que se sustenta mediante la consolidación de una estructura de poder basada en los privilegios y la desigualdad estructural. Los problemas institucionales son solamente accesorios instrumentales de este mal de raíz, y los grupos de poder los perpetúan por interés propio. Es decir, si nos ponemos a querer solucionarlos sin desmantelar los pilares del privilegio, es como querer aliviar un cáncer tratando sus síntomas y no las células matrices que lo generan y alimentan.
Otro aspecto que es importante resaltar es el de la desigualdad y las libertades. Los gurús neoliberales nos dijeron que estos valores son incompatibles ya que cuando se prioriza la igualdad usualmente se sacrifica la libertad. Pero aquí nos encontramos con un asunto de definiciones. Si la libertad se concibe como la “ausencia de coacción” externa a los deseos del individuo (lo que Isaiah Berlin denominó Libertad Negativa), entonces la idea de “crecimiento con distribución” es una utopía.
Pero si nuestra definición de libertad es más exigente, entonces la libertad debe ser concebida en su dimensión positiva, es decir, que el ser humano esté posicionado y dotado de los instrumentos necesarios para hacer lo que se propone. “Ser libre para algo” no es sólo un pronunciamiento para poder elegir, sino más bien para tener las posibilidades de conseguir lo que se elige. Esto requiere invariablemente un rol importante del estado y la reducción sistemática de las desigualdades que a su vez son el resultado de la forma en la cual el poder, en todas sus dimensiones, es distribuido y practicado en la sociedad.
En resumen, lo que es esencial no es necesariamente el análisis de la desigualdad en todas sus facetas, lo cual el PNUD nos invita a hacer, sino que identificar sus causas fundamentales como prerrequisito imperativo para empezar a resolverla. En Latinoamérica esta tarea precisa el análisis crítico de la estructura de poder reinante, la cual no sólo involucra el dominio de clases como núcleo generador de desigualdades sino que también se esparce a los ámbitos de género, raza, y territorialidad, entre otros.

Nuestra América: Un encuentro antológico

La obra en común de Simón Bolívar y Simón Rodríguez es formar: en el caso del primero, la Patria Grande, la Confederación de Naciones; y en el caso de Rodríguez formar tiene una connotación pedagógica. Formar pueblos, formar hombres para la sociedad, formar maestros.
Carla Wainsztok* / NuestraAmérica.info
En 1824, Bolívar se entera que su “viejo maestro” Simón Rodríguez se encuentra en territorio de la América Meridional. Tal noticia lo llena de alegría y decide escribirle una carta: “¡Oh, mi maestro! ¡Oh mi amigo! Usted en Colombia, Usted en Bogotá y nada me ha dicho, nada me ha escrito. Sin duda es usted el hombre más extraordinario del mundo. (…) Usted, Maestro mío ¡cuánto debe haberme contemplado de cerca, aunque colocado a tan remota distancia! ¡Con qué avidez habrá seguido Usted mis pasos dirigidos muy anticipadamente por Usted mismo! Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Usted me señaló (…) Sí, amigo querido: Usted está con nosotros. ¡Mil veces dichoso el día en que Usted pisó las playas de Colombia! Un sabio, un justo más, corona la frente de la erguida cabeza de Colombia. Yo desespero por saber qué designio, que destino tiene Usted. Sobre todo, mi impaciencia es mortal no pudiendo estrecharle en mis brazos: ya que no puedo yo volar hacia Usted, hágalo hacia mí (…) Amigo, si tan irresistibles atractivos no impulsan a Usted a un vuelo rápido hacia mí, ocurriré a un apetito más fuerte. La amistad invoco”.
En Perú en 1825, se encuentran el maestro y su discípulo. Un testigo relata el amoroso acontecimiento: “yo vi al humilde pedagogo desmontarse a las puertas del palacio dictatorial, y en vez del brusco rechazo que acaso temía el centinela, halló la afectuosa recepción del amigo, con el debido respeto a sus canas y su antigua amistad. Bolívar lo abrazo con filial cariño y le trató con una amabilidad que revelaba la bondad de un corazón que la prosperidad no había logrado corromper. Rodríguez era un hombre de carácter excéntrico, no solamente instruido sino sabio, tenía el conocimiento perfecto del mundo, que sólo se adquiere con el constante trato de los hombres”.
Dos años más tarde Rodríguez envía otra carta dirigida a Bolívar: “que usted haya abrazado una profesión y yo otra, hace una diferencia de ejercicio, no de obra”.
La obra en común es formar: en el caso de Bolívar, la Patria Grande, la Confederación de Naciones; y en el caso de Rodríguez formar tiene una connotación pedagógica. Formar pueblos, formar hombres para la sociedad, formar maestros.
Entonces formar es lo contrario de imitar, de copiar. Formar como un obrar propio. Dos ideas de Rodríguez al respecto: “inventamos o erramos” y “adoptar adaptar”.
A diferencia de la gran mayoría de los pedagogos europeos, Rodríguez sostiene: “en los niños pobres está la Patria”, por lo tanto el proyecto pedagógico es sin duda de Educación Popular. Y a diferencia de otros pedagogos, no cree que haya niños educables y no educables, además de confiar en la educación de adultos.
Su proyecto es una escuela donde se reúnan trabajo y educación. En Lacatunga funda un colegio donde se ha de enseñar Castellano, Quichua, Física, Química, Historia Natural y se establecerán dos fábricas una de loza y otra de vidrio, además de maestranzas de albañilería, carpintería y herrería.
Pero además su gran preocupación es leer, ya que Patria y Gramática constituyen una unidad. Formar la Patria requería formar la lengua.
Afirma Rodríguez que los niños y las niñas deben leer mejor que sus padres y sus abuelos porque ellos serán plenipotenciarios, los jueces, los gobernantes, los presidentes.
Leer a su vez es un acto filosófico, que no se limita a la interpretación sino a la comprensión en el sentido humanista y filológico de la palabra. Leer es compartir el relato, la leyenda.
Maestro y discípulo no estuvieron de acuerdo en todo, tuvieron un gran desencuentro sobre el método para enseñar. Bolívar, preocupado por la falta de maestros y de recursos, además de llamar a su lado a Rodríguez, invitó a Lancaster (creador de un método de enseñanza que se basaba en los monitores) a Venezuela. Rodríguez, quien sostenía “que el tiempo es el lugar de la acción”, detestaba a Lancaster y sus catecismitos. Para Rodríguez, el tiempo de la formación era distinto al tiempo de lo coyuntural, sin embargo no dudó en escribir a favor de su discípulo.
En 1830, año de la muerte del Libertador, Rodríguez publica una obra que había escrito en 1828 que se conoce como “Defensa de Bolívar”.
Para el filósofo Castoriadis no es correcto que haya filósofos legitimadores, el filósofo debe ser siempre un tábano, un crítico, esto abre un gran interrogante respecto al lugar del pensador, del escritor, del filósofo. ¿Qué hacer cuando el proyecto de la Patria Grande se disuelve en internas, como las que acontecieron luego de 1826, y prevalecen las patrias chicas?
A Bolívar le gustaba afirmar: “la Patria es América”. Hoy en Venezuela los nombres de Simón y Simoncito, es decir los nombres del maestro de Bolívar, están asociados a las misiones de alfabetización y post alfabetización.
El maestro y su discípulo cabalgan por la América Meridional.
*Profesora de la materia Teoría Social Latinoamericana, Universidad de Buenos Aires

Nuestra extraña época

¿Podrá llegar a alguna parte una sociedad que cada vez más busca sólo el pacto lúdico del placer inmediato, el terror virtual de las inmolaciones sin consecuencias, la adrenalina de las catástrofes interrumpidas por la pausa publicitaria?
William Ospina / Argenpress Cultural
Borges decía que la democracia, tal como hoy la entendemos, es “ese curioso abuso de la estadística”.
La estadística, que sin duda es un instrumento valioso para entender ciertos fenómenos, se ha vuelto en nuestra época la piedra filosofal. Antes todo querían convertirlo en oro, ahora todo lo convierten en cifras. Todos los días nos llevan y nos traen con cifras que nos producen la ilusión de que todo es medible, de que todo es contable, y a veces perdemos la visión de la complejidad de los hechos gracias a la ilusión de que entendemos el mundo sólo porque conocemos sus porcentajes.
Cifras llenas de importancia que, por lo demás, cambian de día en día. Los gobernantes suben y bajan en popularidad como en una montaña rusa al empuje de los acontecimientos, y están aprendiendo que a punta de escándalos, de riesgos y alarmas, es posible mantener el interés y hasta la aprobación de la comunidad.
Nadie parece preguntarse si detrás de esas cifras hay hechos profundos y datos verdaderos, si detrás de esas alarmas cotidianas hay cambios reales, si detrás de esos éxitos atronadores hay verdaderas transformaciones históricas.
Roma creyó que era posible gobernar con pan y circo. El mundo contemporáneo le está demostrando que en esa fórmula sobraba el pan. Vivimos en la edad del espectáculo, en la edad de la satisfacción inmediata, ya quieren que nadie se pregunte de dónde viene ni para dónde va sino sólo cuál es el próximo movimiento, cuál es el último acontecimiento. Las modas han reemplazado a las costumbres, las noticias a las tradiciones, los fanatismos a las religiones, la farándula a la política.
Paul Valery decía que llamamos civilización a un proceso cultural por el cual la humanidad tiende a ponerse de acuerdo sobre valores cada vez más abstractos. Y es verdad que allí donde las sociedades primitivas luchan por la tierra, por el oro, por la acumulación personal, las sociedades organizadas luchan por la libertad, por la justicia, por la igualdad de oportunidades, por la dignidad, por la legalidad.
En una sociedad primitiva, si la ley es un estorbo para alcanzar un fruto concreto, se viola la ley con arrogancia y con descaro. Ello permite logros inmediatos pero vulnera ampliamente el pacto social, deja a algunos protagonistas más fuertes pero a la comunidad inevitablemente más débil.
Hay una conspiración en el mundo contra la lucidez, contra la lentitud, contra las serenas maduraciones, contra los ritmos naturales, contra el esfuerzo, contra la responsabilidad. La inteligencia, por ejemplo, es estorbosa a la hora de lograr la unanimidad: es mucho mejor la disciplina y la sumisión.
Las cosas profundas maduran lentamente, pero ahora se quiere que todo sea útil enseguida, no viajar sino llegar, no aprender sino saber, no estudiar sino graduarse, y terminamos creyendo que vale más el resultado que el proceso. Si las semillas tardan en retoñar, piensan que hay que intervenir los procesos para que las semillas revienten antes, para que la planta brote más pronto, para que la tierra extreme su trabajo y las cosechas se multipliquen.
La tradición nos enseñó que todo logro requería un esfuerzo, esta sociedad nos soborna con la ilusión de metas sin caminos, de felicidades sin méritos, de placeres sin contradicciones, de paraísos sin serpiente. Quieren hacernos creer que es posible vivir en un mundo donde nuestros actos no tengan implicaciones morales ni consecuencias prácticas, una felicidad sin esfuerzo y sin responsabilidad, un orden de la realidad puramente lúdico donde nada tiene graves consecuencias.
La gran seducción de las pantallas de nuestro tiempo nace tal vez de que en ellas todo pasa y nada permanece, de que allí todo lo vemos y nada parece comprometer nuestra responsabilidad.
La función seguiría aunque no estemos allí para verla, no estamos personalmente implicados en ella. Los noticieros traen datos alarmantes, crímenes, guerras, accidentes, pero enseguida nos dan el postre frívolo que facilite la digestión: aunque acaben de morir cien mil personas por un sismo en la China el juego en el estadio sigue invariable, por la pasarela fluye el desfile sin interferencia… nada ha pasado. Y es que en la pantalla todo equivale a todo, no hay escala de valores, orden de prioridades, un bombardeo es igual a un chisme de farándula, un acto de gobierno es casi lo mismo que la voltereta de un funámbulo.
Como en los dibujos animados, como en los juegos electrónicos, como en los cuentos de hadas, nadie muere realmente, nadie se equivoca, nadie fracasa. La realidad virtual es la única, mientras todo ocurra en la pantalla nada es verdaderamente conmovedor, ni aterrador, ni fatal.
Basta pulsar el control remoto y un juego de tenis reemplaza los campos de muerte, un conejo animado sustituye los crímenes, una Venus de Yves Saint Laurent borra los rehenes que languidecían en sus selvas. Por eso no es extraño que la pantalla guste más que la vida: en la vida hay problemas reales, dificultades que exigen decisiones, dramas sociales que reclaman criterio, espíritu crítico, esfuerzo y responsabilidad.
¿Podrá llegar a alguna parte una sociedad que cada vez más busca sólo el pacto lúdico del placer inmediato, el terror virtual de las inmolaciones sin consecuencias, la adrenalina de las catástrofes interrumpidas por la pausa publicitaria? No es de extrañar que el único criterio que sobreviva sea la tenue capacidad de decidir entre marcas, entre fanatismos, entre colores, entre ornamentos.
No es de extrañar que escojamos a los gobernantes por la fotografía, las profesiones por su virtual éxito económico, las amistades por la ropa que usan, las ideas por cuán fácil sea obedecerlas y aplaudirlas. Y que no le queden a una juventud desorientada, enfrentada de repente a los dramas verdaderos de la vida verdadera, más opciones que la desesperación, la impaciencia, la neurosis, las evasiones narcóticas, el consumo compulsivo, el aullido y la nada.

sábado, 21 de agosto de 2010

El modelo neoliberal de educación superior: la educación privada

La controversia hoy pasa también por reconocer que dejar a la educación a merced de las fuerzas del mercado implica desconocer que ésta es un derecho reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Este debate se centra, de igual modo, en aceptar la importancia que la educación tiene y debe tener para el desarrollo de las sociedades.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
El padre propulsor de las reformas neoliberales en el Chile de Pinochet, que luego se convirtieron en el modelo a seguir en toda América Latina; el “papá” de los Chicago Boys, Milton Friedman, dijo: “Es bastante deseable que todos los jóvenes, independientemente de la riqueza, de la religión o del color, o, también, del nivel social de sus propias familias, tengan la oportunidad de recibir tanta instrucción cuanto puedan asimilar, siempre que estén dispuestos a pagar por ella, sea en el presente, sea a costa de rendimientos superiores que percibirán en el futuro, gracias a la instrucción recibida”.
El modelo neoliberal de educación, que la entiende como un servicio que puede ofrecerse en un mercado en el que compiten distintos oferentes, promueve el surgimiento explosivo de universidades privadas. Estas tienen una oferta de servicios académicos en donde se vislumbran “nichos de mercado” determinados, es decir, en donde se tiene certeza que contarán con una gran demanda. "Macdonalización de la enseñanza" han dado en llamar algunos este lento pero inexorable proceso de integración de la enseñanza superior al mundo del mercado[1]. Y justamente este paralelismo que parece ser meridianamente claro y "correcto" a la hora de graficar un proceso de cambio que implica, además de globalización, un fuerte desarrollo tecnológico que permite la diseminación del conocimiento, suscita fuertes controversias.
A propósito de esta comparación, el Director General Adjunto de Educación de la UNESCO, John Daniel, señala tres puntos que pueden ayudarnos a reflexionar sobre la evolución que vive hoy la educación: en primer lugar, según él, a pesar de su ubicuidad, lo que esta cadena gastronómica brinda es una proporción mínima de lo que la gente consume; en segundo lugar, vende porque a la gente le gusta la comida que sirve; y por último, la clave de su éxito está en que ofrece un menú limitado de platillos disponibles en locales idénticos y con el mismo sabor y calidad en todas partes del mundo.
Más allá de ello, el eje de la controversia educacional radica en si esta evolución -o comercialización de la educación- es positiva o no para la enseñanza y para la sociedad.
Lo que si está fuera de debate, es que la educación se está transformando en un commodity. No en vano la educación superior ha pasado a ser objeto de estudio de la firma Merrill Lynch, especializada en inversiones bancarias. Tampoco es casual que las dos principales firmas dedicadas a comercializar la educación superior en Estados Unidos (Apollo y Sylvan Learning) coticen hoy en Wall Street y que el Acuerdo General de Servicios Comerciales (GATS) haya incluido a la educación en una lista de servicios a ser privatizados. Y por ahí parecen pasar hoy las claves del problema. Si la educación es redituable -que lo es- ¿quiénes determinarán los contenidos de los "Menús Combos" de estos "McDonalds de la pizarra"? O bien, siguiendo el razonamiento de John Daniel en cuanto a que la oferta de estos Fast Foods representa una mínima proporción de la comida que la gente consume, no es despreciable el hecho de que cada vez es también menos... “la gente que los puede consumir”. ¿Es realmente cierto que lo que ofrecen es lo que gusta al “consumidor”?, o bien es lo que sirve al mercado.
Por un lado se argumenta que la masificación de la educación superior beneficia a los estudiantes potenciales ya que se reducen los costos de producción y por ende se pone el "producto" al alcance de mayor número de personas. Así, las ventajas parecen pasar exclusivamente por una mayor diseminación del conocimiento. Un conocimiento que en apariencia está cada vez más cerca de los “ciudadanos comunes” a través de las nuevas tecnologías o mediante la apertura de los mercados a proveedores extranjeros de educación, que apuntan en particular a los países menos desarrollados, que buscan suplir de esa forma sus carencias.
Por otro, la incontrastable realidad parece mostrar día a día cómo el mercado estandariza el menú y los combos se preparan pensando en los comensales de los países desarrollados, para quienes los ingredientes educativos -las asignaturas- deben satisfacer el sabor de la ecuación costo-beneficio, en desmedro de las materias más “insulsas” -o menos rentables- como las ciencias humanas. No sólo se limita el espectro de asignaturas ofrecidas; se lo restringe al modelo occidental hegemónico. Ni hablar del costo que implicará el acceso a estos menús educativos, ya que la comercialización de la educación superior supone la privatización de la oferta educativa. Una oferta que cada vez más gente mirará desde fuera, por la imposibilidad de acceder económicamente a la misma, agudizando así la desigualdad social.
Finalmente, la controversia hoy pasa también por reconocer que dejar a la educación a merced de las fuerzas del mercado implica desconocer que ésta es un derecho reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Este debate se centra, de igual modo, en aceptar la importancia que la educación tiene y debe tener para el desarrollo de las sociedades. En este entendido, y a juzgar por lo que se comienza a ver, esta Macdonalización parece suponer que la investigación está motivada no por lo que conviene al bien común sino por lo que las grandes empresas consideran lucrativo.
En este marco, la universidad privada se constituye en uno de los motores que profundizan la segmentación, la fragmentación y las desigualdades sociales: podrán estudiar en ellas quienes tengan los recursos para costear una carrera. Para ello, se establecen sistemas de financiamiento que endeudan a los estudiantes y sus familias, los cuales deben rembolsar préstamos (a veces cuantiosos y a largo plazo) una vez que obtengan un título y se incorporen al mercado laboral.
NOTAS
[1] . Véase: Patricia Gascón Muro y José Luis Cepeda Dovala. “De la mercantilización a la transnacionalización de la educación superior”; en revista Reencuentro, Nº 40; Universidad Autónoma Metropolitana- Xochimilco; México DF.; 2004.

Brasil y Venezuela: elecciones y guerra mediática

Decisivas y definitorias como son las contiendas venezolanas y brasileñas para el futuro de América Latina, las derechas criollas y sus aliados transregionales no repararán en escrúpulos ni consideraciones éticas para descarrilar los eventuales triunfos del PSUV y el PT.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
(Fotografìa: Guerra mediática y elecciones. La revista Epoca, de Brasil, publicó un reportaje sobre el "pasado guerrillero" de Dilma Rousseff, candidata presidencial del PT)
En las próximas semanas, los ciudadanos y ciudadanas de Venezuela y Brasil acudirán a las urnas en el marco de elecciones legislativas (setiembre) y presidenciales (octubre), respectivamente, cuya importancia trasciende las fronteras de ambos países, al punto de que no sería aventurado afirmar que estos comicios concitan el interés de todo el continente.
Y no es para menos. Durante casi una década, los gobiernos de los presidentes Lula da Silva y Hugo Chávez han logrado consolidar una alianza estratégica que, más allá de los acuerdos bilaterales de comercio, inversiones, transferencia tecnológica o energía, tendió un arco (geo)político, social y cultural, arraigado en la idea de la unidad y la integración, bajo el que encontraron respaldo y solidaridad los procesos nacional-populares y progresistas en los que se encuentran inmersos varios pueblos de nuestra América.
Diferentes como son en sus historias, proyectos, contenidos y prácticas políticas, pero también con numerosos puntos de encuentro y aspiraciones compartidas, el gobierno del Partido de los Trabajadores de Brasil (PT) y la Revolución Bolivariana mantienen un inobjetable respaldo popular.
Las encuestas de opinión divulgadas recientemente por diversas firmas así lo demuestran: en Brasil, Ibope ubica a Dilma Rousseff, candidata del PT, con un 43% de intención de voto, 11 puntos por arriba de José Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña[1]; en tanto que una medición de Datafolha amplía esta ventaja: Rousseff sube a 47% y Serra cae al 30%[2].
En Venezuela, por su parte, el panorama que dibujan las encuestas señala tendencias favorables al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), con porcentajes de apoyo que se mantienen en los márgenes alcanzados en los últimos procesos electorales: el Grupo de Investigación Social XXI otorga el 55,58% de intención de voto al PSUV y al Partido Comunista, frente al 42,42% de la oposición; mientras que el Instituto Venezolano de Análisis de Datos registró 43,7% de respaldo a los candidatos del PSUV, y 38,7% para los de la oposición. Finalmente, Datanálisis estima que el movimiento bolivariano alcanzaría 124 legisladores, contra los 41 de la oposición[3].
En coincidencia con la divulgación de estos resultados, en las últimas semanas han aumentado en número e intensidad las maniobras de la guerra mediática: desde la difusión del documental “Los guardianes de Chávez”, producido por el español Grupo Prisa (propietario del diario El País y con fuertes inversiones en televisión, radio y editoriales en toda la región latinoamericana) y en el que se pretende vincular a la Revolución Bolivariana con ETA y las FARC; hasta la publicación de reportajes tendenciosos, como el de la revista Epoca, del Grupo O’Globo, que intenta infundir “temor” entre los electores por el pasado de militancia guerrillera de Dilma Rousseff, durante los difíciles años de la dictadura militar brasileña[4].
No se trata, pues, de incidentes aislados o hechos casuales, sino el resultado lógico -y negativo- del fenómeno de concentración de la propiedad de los medios de comunicación en América Latina, particularmente en Brasil y Venezuela, donde los grupos empresariales, ante el deterioro de los partidos afines al establishment neoliberal, acaban por asumir un protagonismo político que no les corresponde, en defensa de sus particularísimos intereses económicos y en abierta oposición a las transformaciones sociales emprendidas por los gobiernos de izquierda y centroizquierda.
La guerra mediática tiene objetivos muy claros: informar a medias, desinformar a los ciudadanos, o deliberadamente manipular y construir versiones distorsionadas de la realidad, en el marco más amplio del contraataque de la derecha latinoamericana. Valter Pomar, secretario ejecutivo del Foro de Sao Paulo, que celebró su encuentro esta semana en Buenos Aires, lo explica así: “La derecha está haciendo un contraataque, no es aún una avanzada, contra los gobiernos y las fuerzas de izquierda en la región. El contraataque tiene una dimensión electoral (como pasó en Chile con el triunfo de Sebastián Piñera); una mediática (como sucede en Venezuela), una golpista, como en Honduras, y otra militar”[5].
Decisivas y definitorias como son las contiendas venezolanas y brasileñas para el futuro de América Latina, las derechas criollas y sus aliados transregionales no repararán en escrúpulos ni consideraciones éticas para descarrilar los eventuales triunfos del PSUV y el PT.
Vencer a esos poderosos adversarios, como ya la han hecho Chávez y Lula en más de una ocasión, es el desafío de unas elecciones en las que se juega la profundización y sostenibilidad en el tiempo de los logros alcanzados durante más de diez años de lucha política, y de búsqueda y construcción de alternativas desde y para nuestra América.
NOTAS
[1]Dilma Rouseff encabeza última encuesta de intención de voto en Brasil”. Telesur, 17-08-2010. Disponible en: http://www.telesurtv.net/noticias/secciones/nota/76712-NN/dilma-rouseff-encabeza-ultima-encuesta-de-intencion-de-voto-en-brasil
[2]Encuesta revela que Rousseff adelanta por casi 20 puntos a Serra en Brasil”. Telesur, 21-08-2010. Disponible en: http://www.telesurtv.net/noticias/secciones/nota/76930-NN/encuesta-revela-que-rousseff-adelanta-por-casi-20-puntos-a-serra-en-brasil
[3]Más de 70 por ciento de los venezolanos irá a votar en los comicios de setiembre”. Telesur, 19-08-2010. Disponible en: http://www.telesurtv.net/noticias/secciones/nota/76808-NN/mas-de-70-por-ciento-de-los-venezolanos-ira-a-votar-en-comicios-de-septiembre
[4] Weisheimer, Marco Aurelio. “El pasado y el presente de la prensa brasileña”, en Carta Maior y Rebelion, 19-08-2010. Disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=111566
[5]El Foro de São Paulo denunció el golpe en Honduras”. Página/12, 19-08-2010. Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-151617-2010-08-19.html