sábado, 27 de noviembre de 2010

Elogio de la desobediencia

A estas alturas, la cuestión no es solamente cuestionarse la etapa en la cual se encuentra el sistema capitalista de producción, es decir, el neoliberalismo. Porque el problema es más grave aún: el problema es cuestionarse si un sistema, que vive a costas de la depredación del entorno en el que él mismo se sustenta, es viable para la humanidad.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmal.com
(Ilustración: "Justicia... Sí a la vida", tomada del diario www.elpais.cr)
No le fue muy bien a América Latina siguiendo el rumbo que le marcaron desde afuera en los años del neoliberalismo rampante. Los que siguieron al pie de la letra los dictados del FMI se las vieron negras y estuvieron a punto de caer en la malhadada lista que, desde las vecindades del FMI, enumera los “estados fallidos” del mundo.
En Costa Rica, el señor Oscar Arias Sánchez, a la sazón presidente de esta nación, llamaba a ser “una pequeña Irlanda”, pensándola a esta como un modelo que llevaría rápidamente al desarrollo que él auguraba llegaría al país allá por el 2021 (o el 2022, no estaba seguro).
Los acontecimientos que se han desencadenado en Europa y tienen en vilo a ese continente, amenazando con arrastrar hasta a los más poderosos, dan qué pensar respecto a este tipo de ofertas.
Más recientemente, la actual presidenta doña Laura Chinchilla, despotricó en una reunión con ganaderos, contra todos aquellos que, según ella, quieren hacer de Costa Rica una especie de museo natural. Es decir, que a la señora presidenta le parece que eso de pensar en un desarrollo que preserve las pocas riquezas naturales que van quedando es algo que debe tomarse con guantes, no vaya a ser que el 2021 (o 2022) nos sorprenda aún si desarrollarnos.
Quiere decir que el modelo de desarrollo en el que piensan don Oscar y doña Laura, a tono con los sectores dominantes latinoamericanos que han impulsado el modelo neoliberal en América Latina en los últimos 25 años, tiene, por lo menos, dos rasgos en los que deberíamos detenernos a pensar: 1) que es proclive a llevar al desastre económico con todas sus repercusiones sociales y 2) que no se detiene ante nada ni nadie, con tal de transformar en mercancía cualquier cosa que se le ponga al frente.
Ojalá que los signos de advertencia en relación con lo negativo de seguir los dictados que llegan de afuera terminaran ahí. A estas alturas, la cuestión no es solamente cuestionarse la etapa en la cual se encuentra el sistema capitalista de producción, es decir, el neoliberalismo. Porque el problema es más grave aún: el problema es cuestionarse si un sistema, que vive a costas de la depredación del entorno en el que él mismo se sustenta, es viable para la humanidad.
Más aún, se trata, sí, de cuestionarse el sistema capitalista en su totalidad pero, además, el conjunto de valores y la visión de mundo de la cultura de cuyo seno ha surgido y le sustenta.
Porque a estas alturas, aunque no se haya hecho el tan necesario balance de las experiencias de las sociedades que se dieron a la tarea de construir el socialismo en la Europa del siglo XX, y que fracasaron tan estrepitosamente en la pasada década de los noventa, pareciera ir quedando claro que esos experimentos sociales también se inscribieron en la lógica depredadora de su entorno natural, lo cual se encuentra en la base del perfil cultural de la Civilización Occidental. Esos también fueron modelos foráneos que se nos vendieron como panacea para solucionar nuestros males.
Es decir que, cuando menos, deberíamos de tener cuidado con lo que se nos ofrece como el jarabe que cura el catarro, los callos y el mal de Chagas, es decir, que es bueno para todo. Lo ideal sería que, como ya nos exhortaba don Simón Rodríguez desde el siglo XIX, pensáramos con cabeza propia y viéramos con nuestros propios ojos. O, como dijera Martí, que se nos injertara el mundo y en nosotros floreciera, pero que el tronco fuera solo nuestro.
Eso implica romper con la tan aciaga tradición de ver a los de afuera como los sabelotodo que nos resolverán la vida. Significa búsqueda, atención y sensibilidad con lo que tenemos más cerca, con lo que somos y lo que queremos.
Se dice fácil pero entraña inmensas dificultades. El momento actual por el que transita América Latina lo certifica.

Desafíos de la integración emancipadora de nuestra América

¿Seremos capaces de enfrentar juntos, como un solo pueblo, los colosales peligros de la época?
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
(Fotografía: Cumbre de Presidentes de UNASUR, celebrada en Guyana)
En un texto de 1883, publicado en el diario La América, de Nueva York, José Martí escribió palabras que hoy revisten una asombrosa vigencia: “Es necesario ir acercando lo que ha de acabar por estar junto. Si no, crecerán odios; se estará sin defensa apropiada para los colosales peligros, y se vivirá en perpetua e infame batalla entre hermanos por apetito de tierras[1].
Los colosales peligros son más que evidentes en esta hora de nuestra América y conspiran contra la que, cumplida una década del siglo XXI, ha sido llamada con acierto la integración emancipadora[2]. Queremos platear en estas líneas algunas ideas en torno a tres desafíos de la actual coyuntura regional que, para superarlos en el corto y mediano plazo, requieren una acción concertada de nuestros pueblos y gobiernos progresistas.
El primero tiene que ver con la necesidad de superar el sistema de integración interamericano que, inspirado por el ideario panamericanista de finales del siglo XIX, forjado luego en el fuego de la Guerra Fría del siglo XX, y con la Organización de Estados Americanos (OEA) como bastión, ha servido fundamentalmente a la dominación de los Estados Unidos sobre América Latina.
Las debilidades y limitaciones mostradas recientemente por la OEA en el diferendo entre Costa Rica y Nicaragua por el fronterizo Río San Juan, al igual que ocurrió antes con el golpe de Estado en Honduras o las disputas entre Colombia y Venezuela, han puesto sobre la mesa, una vez más, su pérdida de legitimidad para actuar como mecanismo de integración política y, sobre todo, su incapacidad de generar confianza entre los Estados los miembros para la resolución de conflictos.
Marcada como está por una historia oscura, por sus favorecimientos cómplices y sus tendenciosas omisiones, la OEA ya no logra concertar apoyos como foro de diálogo y entidad mediadora en las actuales condiciones de cambio y disputa de tendencias políticas –y culturales- en América Latina.
Esta crisis de la OEA y del modelo panamericanista coincide, además, con la crisis hegemónica que desgasta a la potencia norteamericana desde hace varios años. En ese marco, la composición del Congreso Federal que asumirá en 2011 (controlado por el Partido Republicano), así como las noticias que no dejan de llegar de Washington sobre proyectos de ofensivas golpistas y desestabilizadoras contra los países del ALBA, dibujan el retrato de un imperio en decadencia que prepara, quizás, su arremetida terminal.
Un segundo desafío apunta a salvaguardar, a toda costa, la autonomía de la política exterior latinoamericana y el respeto a las conquistas democráticas de los últimos años.
En este sentido, si el sistema interamericano ha sido rebasado por las nuevas fuerzas que moldean e impulsan la realidad del continente, lo mismo cabe decir del sistema iberoamericano: ese mecanismo multilateral de cooperación, mediante el cual España proyecta su política exterior y el poder financiero-comercial de sus empresas transnacionales sobre las antiguas colonias.
Precisamente en estos días, el gobierno de la presidenta argentina, Cristina Fernández, anunció la valiente y digna decisión de no invitar a Porfirio Lobo, mandatario posgolpista de Honduras, a la Cumbre Iberoamericana de Mar del Plata la próxima semana (3 y 4 de diciembre).
La postura argentina, secundada por Brasil, Nicaragua, Paraguay, Uruguay, Venezuela y la propia UNASUR, confirma un quiebre en el tradicional alineamiento resignado de los gobiernos latinoamericanos ante hechos como los ocurridos en el país centroamericano en el año 2009. Y un dato importante: por segunda ocasión, el bloque suramericano le planta cara al iberoamericanismo (primero fue en la Cumbre América Latina-Unión Europea, en mayo de este año), que insiste en darle apariencia “democrática” al proceso electoral que llevó a la Lobo a la presidencia y a su polémica gestión.
Este quiebre que señalamos se observa, también, en la consistencia de la UNASUR en materia de defensa de la democracia y los Derechos Humanos –una deuda ética y de reparación de la memoria histórica de la región-, lo que fue refrendado este viernes, en la cumbre de este organismo celebrada en Guyana, cuando los mandatarios aprobaron el Protocolo de Compromiso con la Democracia: este instrumento define la respuesta del bloque frente a futuros intentos de golpe de Estado en cualquiera de los países miembros.
Así, ante las distintas expresiones y estrategias del “paniberoamericanismo” –como lo define el sociólogo cubano Aurelio Alonso-, un renovado latinoamericanismo se levanta en estas tierras, sin perder de vista su proyección global en la construcción de un mundo multipolar.
Se trata de la actualización de viejas disputas históricas, que adquieren mayor connotación en el contexto del bicentenario del inicio de las luchas emancipadoras. Como bien señala el poeta y filósofo cubano Roberto Fernández Retamar, “si la primera independencia resultó insuficiente, la actual ha de ser la definitiva. Y ocurre en momentos en que nuestra América, entre dificultades, riesgos y esperanzas, conoce un proceso renovador sin parigual en el planeta”.
Para el proyecto integrador emancipatorio latinoamericano, esto puede formularse como el dilema entre unidad o disgregación, entre comunidad de destino o una segunda balcanización. En lo inmediato, la consolidación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), prevista para los años 2011 y 2012, en sendas reuniones presidenciales en Caracas y Santiago, pondrá a prueba la capacidad de respuesta de nuestra América.
¿Logrará la CELAC, sin la presencia formal de Estados Unidos y Canadá, convertirse en un organismo regional democrático, confiable y legítimo para garantizar la paz, la seguridad jurídica, el respeto al derecho internacional y la soberanía de los pueblos? Tal es el tercer desafío que nos aguarda en los próximos años.
Todo esto se juega, aunque no resulte tan evidente, en el ajedrez político latinoamericano de nuestros días. Se conoce a los enemigos, sus intenciones y estrategias. ¿Seremos capaces de enfrentar juntos, como un solo pueblo, los colosales peligros de la época?
NOTAS
[1] Martí, José. “Agrupamiento de los pueblos de América. Escuela en Buenos Aires. Buenos Aires, París y Nueva York”. La América, Nueva York, octubre de 1883. En: Achúgar, Hugo (comp.) (2005). JOSÉ MARTÍ. NUESTRA AMÉRICA. Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho. Pág. 392.
[2] Véase el texto de Aurelio Alonso: “Lo pendiente y lo posible en el aporte cubano al proyecto integrador”, presentado en el Coloquio Internacional “La América Latina y el Caribe entre la independencia de las metrópolis coloniales y la integración emancipatoria”. La Habana, 23 de noviembre de 2010. Disponible en: http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=5827

Nuestra América es un aula

Nuestra América es un aula, estos son tiempos de ensayos. De ensayos como escritura y como práctica pedagógica política. La tarea es romper las cadenas culturales, o dicho de otro, descolonizar nuestra formación.
Carla Wainsztok / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
Desde Buenos Aires

Desde que el presidente Chávez asumió la presidencia allá por finales de los noventa en Venezuela, el continente latinoamericano se ha sacudido, se ha despertado. Como diría José Martí, los pueblos necesitan conocerse. Los pueblos, decimos nosotros, comienzan a reconocerse.
Conocer y reconocer son actividades pedagógicas-culturales. Para conocer y reconocernos es necesario recuperar los relatos de nuestros pueblos. Por ello una tarea imprescindible es la escritura de los manuales de las historias de Indoamérica, urge producir textos de las pedagogías latinoamericanas, necesitamos promover libros de filosofía, de sociología de Nuestra América. Invito al lector o lectora como tarea para el hogar que ingrese a una librería y pregunte por estas obras.
Debemos recordar que la colonización en nuestro continente es doble: expoliación económica y colonización cultural. Por ello, las instituciones educativas y los libros que se leen en ellas son en su gran mayoría eurocéntricos. Se afirma que se enseña Filosofía y es filosofía europea; se dice que se aprenden Historia Universal y es historia europea.
No negamos para nada el pensamiento de otros tiempos y otros espacios, hacerlo nos volvería necios. Pero sí conviene recordar que nuestro norte es el Sur, debemos aprender con Jauretche a pensar en nacional y en latinoamericano, o como afirmaba el compañero Martí: Injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas.
La tarea es romper las cadenas culturales, o dicho de otro modo, descolonizar nuestra formación.
Descolonizar la formación docente en todo el continente laborioso es imprescindible. Para ello hay que hacer un arqueo cultural, revisar los mitos liberales pedagógicos y armar una Galería de Maestros/as Latinoamericanos.
Desde los inicios de la Independencia hubo grandes pedagogos que se merecieron estar en la Galería, pero hubo uno a quien no lo consideramos como se dice comúnmente objeto de estudio o tema de enseñanza; hubo uno a quien lo llevamos en nuestro corazón, uno a quien sencillamente amamos. Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar. Él decía que en los niños pobres está la Patria que es otra manera de afirmar, más escuelas, más notebooks, más igualdad educativa.
No sería justo olvidarnos de Paulo Freire y de sus pedagogías de los oprimidos, ese concepto inclusor oprimido/a tan propio de Nuestra América Latina que demostraba que había otras categorías que nos dejaban afuera de la historia.
Para el patriota Salvador Allende, precisábamos Escuelas Fronterizas y una Universidad Latinoamericana que integre, desarrolle y difunda el pensamiento creador de nuestro continente.
Decía el filósofo Spinoza, que el amor es alegría, el odio es tristeza y la esperanza una alegría intermitente.Una docencia latinoamericana implica alegría, esperanzas de compartir la construcción de la Patria Grande. Con todas y todas, no para formar ciudadanos/as, sino para formar pueblos.
La docencia es una apuesta, no hay obra terminada, no hay proyecto acabado, hay sueños, hay la construcción de una comunidad de pensamiento. Una comunidad nuestroamericana de pensamiento.
Nuestra América es un aula, estos son tiempos de ensayos. De ensayos como escritura y como práctica pedagógica política. Nuestra América cabe en un aula, en un aula bonita, profunda y llena de nombres propios.

La América Latina y el Caribe: entre la independencia de las metrópolis y la integración emancipatoria

Les recomendamos el último número de la revista de cultura cubana LA JIRIBILLA, que ofrece un completo reporte del Coloquio Internacional “La América Latina y el Caribe: entre la independencia de las metrópolis y la integración emancipatoria”, celebrado en La Habana del 22 al 24 de noviembre.
A continuación, algunos de los siguientes textos y entrevistas disponibles en LA JIRIBILLA:
"La justicia como guía esencial", de Armando Hart Dávalos.

Comunicado del PRD de Panamá sobre el conflicto limítrofe entre Costa Rica y Nicaragua

La posición de total parcialidad asumida por el gobierno del presidente Martinelli desde el inicio del conflicto limítrofe entre Costa Rica y Nicaragua, y que el mandatario se afana en reiterar, está en abierta contradicción con la política de neutralidad que ha desarrollado Panamá en los últimos tiempos
Partido Revolucionario Democrático
El Partido Revolucionario Democrático (PRD) condena enérgicamente las declaraciones formuladas ayer [17 de noviembre] por el presidente Ricardo Martinelli, en las que manifestó que “Panamá apoya a Costa Rica en todo”, al referirse al diferendo limítrofe entre Costa Rica y Nicaragua.
En sus lamentables declaraciones, el presidente Martinelli se erigió en juez, avaló con ligereza la versión de una de las partes, sin atender a la otra, y determinó, en forma irresponsable, qué país tenía la razón en la disputa, arrogándose una función que compete a tribunales y otras instancias internacionales.
La posición de total parcialidad asumida por el gobierno del presidente Martinelli desde el inicio del conflicto limítrofe entre Costa Rica y Nicaragua, y que el mandatario se afana en reiterar, está en abierta contradicción con la política de neutralidad que ha desarrollado Panamá en los últimos tiempos frente a conflictos entre naciones y descalifica a nuestro país para desempeñar un papel constructivo en la solución del actual diferendo.
El PRD hace un respetuoso llamado a los gobiernos de Costa Rica y de Nicaragua a que se abstengan de cualquier acción que pueda agravar la situación y dificulte su solución, y que mediante el diálogo, la negociación y otros medios pacíficos se empeñen en la búsqueda de una solución justa y duradera a sus diferencias, en bien de la hermandad entre sus pueblos, así como de la paz y estabilidad de la región.
Panamá, 18 de noviembre de 2010

Mensaje a las fuerzas políticas y movimientos sociales amigos de Cuba

Cuba, su pueblo y su Revolución, están conscientes del camino escogido en 1959 y del papel que juegan en el mundo de hoy. Abandonar la senda del socialismo constituiría un suicidio, pues sucumbiría nuestra soberanía y traicionaríamos a millones de mujeres y hombres que han sacrificado sus vidas defendiendo el progreso de la nación.
Comité Central del Partido Comunista de Cuba
La Revolución cubana, en su batallar por construir una sociedad más justa, se apresta a celebrar el VI Congreso del Partido Comunista Cuba.
Las actividades previas ya han comenzado con el debate crítico y el análisis certero por el pueblo y sus militantes del proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social, documento que recoge la esencia de la actualización que requiere nuestro modelo económico, basado en la planificación y no en el mercado.
El próximo Congreso se celebrará en un contexto caracterizado por el enfrentamiento a los efectos de 50 años de guerra económica de EE.UU., las consecuencias de la crisis económica internacional y la pérdida de 20 900 millones de dólares entre 1998 y 2008 por eventos climatológicos. En el orden interno, agravan la situación la baja eficiencia de varias de nuestras ramas productivas; la descapitalización de la base productiva y la infraestructura; el envejecimiento y estancamiento del crecimiento de la población; y medidas conceptuales y humanas acertadas en su momento, pero a la luz de hoy requieren su erradicación.
La prensa internacional y muchos autotitulados analistas sobre temas cubanos han comenzado a distorsionar, reinterpretar y falsificar el contenido, el alcance y los objetivos de las medidas que hoy discutimos en Cuba. Buscan con ello mancillar el espíritu humanista de nuestro proyecto socialista.
El anuncio sobre la eliminación de cerca de un millón de puestos de trabajos innecesarios, mayoritariamente en los sectores presupuestados y de los servicios, de los cuales se eliminarán cerca de 500 mil antes de marzo del 2011, está siendo tratado por la prensa internacional como una medida de despidos en masa, algunos han usado el término de “terapia de choque”.
Omiten los medios de comunicación y los analistas que se trata de un proceso encaminado a lograr un mejor reordenamiento y distribución de la fuerza laboral y a erradicar paulatinamente el pernicioso fenómeno del subempleo; hacer sustentable y eficiente, desde el punto de vista económico, nuestro proyecto revolucionario y socialista en las condiciones actuales ya descritas; y corregir medidas que llevaron a nuestro Estado a asumir posturas paternalistas que arriesgaban la continuidad del Socialismo en Cuba.
El reordenamiento laboral tiene también entre sus objetivos, reorientar una buena parte de esa fuerza laboral a otros sectores productivos que hoy demanda la economía del país. Además, un poco más del 20% de esos 500 mil, solo cambiarán la forma de gestión, nunca su empleo, lo que aligerará la carga presupuestaria del Estado y redundará, por tanto, en una mayor eficiencia en la producción y los servicios.
A todo esto hay que agregar, que es conocida la firme voluntad del Estado socialista de mantener sus conquistas sociales y de no dejar desamparado a ningún obrero o empleado, pero ahora bajo nuevas fórmulas más sustentables.
La gran prensa monopolizada tampoco dirá nunca que las medidas que hoy se implementan y las que serán aprobadas en el VI Congreso del PCC contienen el análisis oportuno y reflexivo y las propuestas que el pueblo ha venido expresando en el debate que sobre el futuro de la Revolución se estableció en Cuba y que tiene tres grandes momentos:
El primero de ellos fue la discusión generada a partir del discurso del Comandante en Jefe, Fidel Castro, en la Universidad de La Habana, en noviembre de 2005, donde llamó a reflexionar sobre los peligros internos que acechaban a la Revolución y la responsabilidad de todos los cubanos en preservarla y fortalecerla.
El segundo momento se inició después de la intervención del compañero Raúl Castro el 26 de Julio de 2007. A partir de esa fecha, y durante meses, todo el pueblo tuvo la oportunidad de expresar sus criterios sobre la sociedad y la Revolución cubanas y sobre el futuro del Socialismo en Cuba. Este debate continuó en el 2008, pero al interior de cada sector productivo y social, con el objetivo de que se propusieran todas las soluciones posibles para diagnosticar y corregir, sectorial e integralmente, las deficiencias de nuestro modelo económico. Todas las opiniones, todas, fueron recogidas por el Partido y la dirección del país y son la brújula que marca el proceso que hoy alcanza una nueva etapa.
El tercer momento es ya el Congreso del PCC que ha comenzado en las calles, en los hogares, en las industrias, en todos los rincones del país, con el análisis crítico por toda la población de los Lineamientos de la Política Económica y Social, documento que es fruto de las discusiones anteriores y que no está cerrado, pues recogerá nuevamente las opiniones y sugerencias finales que serán debatidas y aprobadas por los delegados al VI Congreso del PCC.
Amigos y amigas del mundo:
El VI Congreso se enmarca en el 50 aniversario de la Victoria de Playa Girón, primera gran derrota militar de Estados Unidos en América y de la Proclamación del carácter socialista de la Revolución Cubana.
Cuba, su pueblo y su Revolución, están conscientes del camino escogido en 1959 y del papel que juegan en el mundo de hoy. Abandonar la senda del socialismo constituiría un suicidio, pues sucumbiría nuestra soberanía y traicionaríamos a millones de mujeres y hombres que han sacrificado sus vidas defendiendo el progreso de la nación.
Les aseguramos a nuestros amigos y amigas en el mundo que la defensa irrenunciable de nuestra independencia y de nuestro socialismo son hoy y serán siempre las principales banderas del proceso revolucionario cubano
DEPARTAMENTO DE RELACIONES INTERNACIONALES
La Habana, 26 de noviembre de 2010.

Cancún y la resistencia a la barbarie ambiental

En el mapa de los modernos enclaves urbanísticos de la globalización Cancún ocupa un lugar privilegiado. Sol y sombra del desarrollo desbocado, la ciudad es, simultáneamente un emblema de la modernidad y del atraso.
Luis Hernández Navarro / LA JORNADA (México)
México será anfitrión de la 16 Conferencia de las Partes (COP16) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CCNUCC) en Cancún del 29 de noviembre al 10 de diciembre. Curiosa ironía: la más importante reunión internacional sobre medio ambiente se efectuará en un país ambientalmente devastado, y en una ciudad que ejemplifica todo lo que no hay que hacer para cuidar la ecología.
En el mapa de los modernos enclaves urbanísticos de la globalización Cancún ocupa un lugar privilegiado. Sol y sombra del desarrollo desbocado, la ciudad es, simultáneamente un emblema de la modernidad y del atraso. Cancún, nido de serpientes en lengua prehispánica, nació por decisión gubernamental hace casi cuatro décadas. Una isla desierta, separada de tierra firme por estrechos canales que unían la mar con varias lagunas, y una ribera rodeada de selva virgen y playas poco exploradas –todos de enorme belleza natural– fueron convertidas en el polo de atracción turístico más importante del país.
Toneladas de concreto, varillas y vidrio hicieron nacer el sueño de los banqueros. Un impresionante negocio de constructores, políticos y cadenas hoteleras trasnacionales que han financiado la construcción de más de 27 mil cuartos de hotel y precipitado la formación de un núcleo urbano de más de 700 mil habitantes. Un proyecto que ha provocado un ecocidio y en el que miles de personas viven sin drenaje, y con pocos servicios de agua y electricidad.
Cancún es fuente captadora de divisas e imán que atrae a casi la mitad del turismo que llega a México, pero es, también, un ejemplo de pobreza. Población en crecimiento en una nación sin empleos, es punto de llegada de todo tipo de buscadores de oportunidades. Territorio para lavar dinero, para la trata de blancas y el narcotráfico, florecen allí fortunas e inseguridad.
Se trata en realidad de dos ciudades distintas, unidas por una ancha avenida, que comparten un mismo nombre. En un lado se encuentra la polis del esparcimiento y los paisajes privilegiados, en el otro la de la escasez. Pocos lugares más inadecuados para realizar una gran cumbre mundial sobre cambio climático.
Pero no sólo en Cancún hay muy poco cuidado con el medio ambiente. Sin exageración, puede decirse que México está ambientalmente devastado. Se ha convertido en un inmenso basurero. Sus acuíferos están contaminados, muchas de sus mejores sus tierras erosionadas y sulfatadas, y sus bosques destruidos. Granjas industriales y minas a cielo abierto descargan sus deshechos sin mayores precauciones. Grandes polos de desarrollo urbano emponzoñan los mantos freáticos y devoran las tierras de cultivo. Megaproyectos turísticos devoran playas y selvas vírgenes.
Por doquier se apilan toneladas de basuras tóxicas y no biodegradables: plásticos, baterías eléctricas, llantas, sustancias químicas nocivas y deshechos industriales. Aunque hoy están prohibidos, subsisten cementerios clandestinos de askareles, sustancias altamente tóxicas y peligrosas que en el pasado se utilizaron como aislantes y refrigerantes en transformadores y equipos eléctricos.
Sus efectos son crónicos, persistentes y bioacumulables. Pueden ocasionar cáncer y afectar el sistema hormonal.
De la mano de esta crisis ambiental camina una crisis sanitaria de grandes proporciones. El surgimiento de la gripe A/H1N1, el año pasado, de los chiqueros industriales porcinos de Perote, Veracruz, fue apenas una señal de alerta. Los centenares de basureros urbanos son enormes incubadoras de graves enfermedades. Los polos de desarrollo industrial desregulado son caldo de cultivo para el surgimiento de mutaciones genéticas, leucemia y anencefalia. La descargas residuales tóxicas en el río Atoyac, en el estado de Tlaxcala, mataron ya a la fauna y ahora enferman de cáncer a la población, según un estudio realizados por expertos mexicanos y publicado en la edición de septiembre de la revista Mutagénesis de la Universidad de Oxford, Inglaterra.
Con regulaciones ambientales débiles y autoridades gubernamentales corruptas, con tratados comerciales –que como parte de las ventajas comparativas ofrecen la destrucción impune del ambiente–, los grandes consorcios multinacionales tienen licencia para devastar. La entrada de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2004 dejó a México sin su principal ventaja comparativa para atraer capitales: la oferta de mano de obra barata. En los hechos, y sin declararlo públicamente, el gobierno ha ofrecido a las grandes trasnacionales una desregulación ambiental absoluta, un cerrar los ojos ante las violación de las leyes ecológicas existentes. Ha profundizado así una tendencia ya presente en el territorio nacional desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) en 1994.
Es México, la ley federal de manejo integral de residuos sólidos es, en los hechos, letra muerta; prácticamente ningún municipio en el país cumple con los procesos de separación, reciclaje y reuso al que obliga. Simultáneamente, se ha intensificado la privatización de los servicios públicos de recolección, transferencia y disposición final de basura.
Se trata de una degradación ambiental invisible que ha provocado numerosas protestas de quienes la viven cotidianamente. Defender el medio ambiente puede ser una actividad peligrosa. En ello le va la vida a quien lo hace, sobre todo si no es conocido o famoso. Rubén Flores Hernández, guardián de los bosques de Morelos, fue ultimado el pasado 28 de abril, por los saqueadores del sitio. No es el único. En los últimos años más de 30 ambientalistas han sido asesinados.
Para hacer visible esta invisible destrucción del medio ambiente Vía Campesina, la Asamblea de Afectados Ambientales y el Sindicato Mexicano de Electricistas han organizado seis caravanas que partirán desde distintos puntos del país rumbo a Cancún. A su paso harán evidente cómo el país se ha convertido en un enorme basurero tóxico. La COP 16 será así una vitrina privilegiada para hacer visibles las resistencias contra la devastación ambiental que existen en México, un escaparate en el que el mundo podrá observar la gravedad de la situación que se vive y desnudar a un gobierno que habla de defender el medio ambiente mientras favorece su destrucción.

México en Sucumbíos

El ataque de Sucumbíos fue una de las tantas modalidades que el imperio yanqui dispuso para responder al copioso caudal de acontecimientos auspiciosos que tuvieron lugar en el primer decenio del siglo.
José Steinsleger / LA JORNADA (México).
Intervención en el foro de Casa Lamm, "De Sucumbíos a Honduras y a Quito", realizado en la ciudad de México el 22 de noviembre de 2010.
Empezaré con un saludo al primer centenario de la Revolución Mexicana (la de los hermanos Flores Magón, Francisco Villa, Emiliano Zapata, Lázaro Cárdenas), jalonada por siglos de rebeliones indígenas, y tributaria de las gestas patrióticas de Miguel Hidalgo, José María Morelos, Ignacio Allende, Francisco Javier Mina, Vicente Guerrero, Benito Juárez.
La historia de México suele ser interpretada con mirada ambivalente: la de dioses para los que pasado, presente y futuro hacen el eterno devenir, y la de aquella deidad bifronte de Roma, que miraba al pasado y al porvenir, vigilando entradas y salidas, idas, regresos y fronteras. ¿Hay otras miradas?
Juzgar las luchas populares por lo que sus actores no alcanzaron a realizar, conduce a la impostura de modelar la personalidad de nuestros hijos en secas matrices del tiempo. Tomemos el caso de uno de ellos (hijo de un digno canciller de este país), que en 1989 decía que el camino de México no apunta hacia el norte, sino hacia el sur.
Veinte años después, tras ser él mismo canciller, publicó un librito en el que se desdice con lenguaje ajustado a la incuria empresarial: “… el destino de México se ha jugado desde el siglo XIX, y se juega hoy más que nunca en América del Norte”.
¿Estado fallido o esquizofrenia de los timoneles que conducen la nave? De veras… ¿hacia dónde va México? ¿Al futuro que le niega el presente, vaciándolo de sus potencialidades emancipadoras? ¿A la repetición del pasado que, punzándole el ombligo, lo maquillan adaptándolo a los requisitos de Hollywood?
México fue, nada menos, la Nueva España con cuyas riquezas Europa financió a los filósofos que nos pensaron. Y a 518 años del inicio de la Conquista resulta patético oír a los que se piensan como aquellos los pensaron. En cambio, las epopeyas de la Independencia y la Revolución representaron el esfuerzo colosal para pensarnos a nosotros mismos.
De 1920 a 1990, México fue la capital política de América Latina. De Sandino a la revolución sandinista, de la revolución cubana a la recuperación de la democracia en América del Sur, México fue ejemplo de soberanía y dignidad nacional. Principios que hoy le niegan el oscurantismo educativo y cultural, y las fuerzas retrógradas que le han impuesto la pax porfiriana que, justamente, llevó a la revolución de 1910. Y conforme pasan los días, la vara con la que azuzan al tigre se acorta más y más.
Los jóvenes mexicanos masacrados en marzo de 2008 por el ejército de Colombia en la provincia ecuatoriana de Sucumbíos, no se miraban el ombligo. Su solidaridad con los pueblos bolivarianos tenía en claro que los traidores del Libertador eran los mismos que fusilaron a Guerrero en Oaxaca, y un año después asesinaron a José Antonio de Sucre en el sur de la Gran Colombia (1830).
Iturbidistas y santanderistas que hoy siguen allí, diciéndonos todo está bien, y patrocinando y lucrando con el crimen organizado del que aseguran protegernos.
El Partido Mediático tergiversó el sentido de la sangre derramada en Sucumbíos, desligándolo de hechos acaecidos antes y después de la tragedia: fallidos golpes en Venezuela y Ecuador, y exitosos en Haití y Honduras; fraude electoral en México; ofensivas desestabilizadoras en Argentina y Bolivia; triunfos de la derecha en Perú, Panamá, Chile, Colombia y Costa Rica y de la extrema derecha en Estados Unidos.
El ataque de Sucumbíos fue una de las tantas modalidades que el imperio yanqui dispuso para responder al copioso caudal de acontecimientos auspiciosos que tuvieron lugar en el primer decenio del siglo:
1. derrocamiento de nueve gobiernos sujetos al llamado Consenso de Washington;
2. triunfos democráticos populares en varios países de nuestra América, y en algunos que deben lidiar en contextos muy adversos;
3. acelerada integración económica y política de América del Sur;
4. celebración de medio siglo de la revolución cubana, y sorprendente recuperación de la salud de Fidel Castro, el estadista mundial más importante de la segunda mitad del siglo pasado, y lo que corre del presente.
5. derrota del panamericanismo yanqui en la OEA, cuando sin condiciones y por consenso, los países miembros revocaron la medida que excluyó a Cuba del organismo en 1962.
Avances sin parangón histórico, y de gran relevancia estratégica que supieron conmemorar, del único modo posible, el bicentenario de nuestra historia republicana.
América Latina no se entiende sin México, y viceversa. Tomemos el crimen de Sucumbíos como prueba nodal de quienes inventan fronteras artificiales para violarlas cuando les conviene, y la candidez de ciertas izquierdas pastorales que relativizan el rol del imperialismo yanqui en nuestros países.
Sucumbíos fue el lugar donde aquellos jóvenes patriotas, con la primavera estallando en sus corazones, llevaron la bandera de México donde era necesario enarbolarla.

Uribe-Santos: Una relación “chuzada”

Por ahora, Santos ha sabido interpretar muy bien los ciclos políticos en Colombia. Pero, cuando a Santos le llegue el inevitable desgaste político, ¿será Uribe capaz de volver a cautivar a los colombianos con su radicalismo bélico?
Guillaume Long / El Telégrafo (Ecuador)
Era solo cuestión de tiempo para que el paulatino distanciamiento entre Santos y Uribe cobrara mayor visibilidad en los medios. El elemento decisivo para agriar una relación que ya transitaba por un franco deterioro ha sido el escándalo de las “chuzadas”, es decir de las escuchas telefónicas ilegales del DAS, la principal agencia de inteligencia estatal de Colombia.
El escándalo ha adquirido proporciones muy comprometedoras para Uribe, ya que varios de los involucrados, incluyendo el ex jefe de la Oficina de Análisis del DAS, Gustavo Sierra, sostienen que la información de las grabaciones ilegales “sí llegaba a altos funcionarios” del Gobierno. La subdirectora de Operaciones del DAS, Martha Leal, ha sido aún más cándida al afirmar ante la Fiscalía que sus superiores le aseguraron que las chuzadas a miembros de la oposición, y a los senadores Piedad Córdoba y Gustavo Pietro, entre otros, eran “por orden del entonces presidente de la República, Álvaro Uribe”.
La semana pasada, una de las principales involucradas en el escándalo de las chuzadas, la ex directora del DAS, María del Pilar Hurtado, solicitó asilo en Panamá, lo que le fue otorgado inmediatamente. Santos se molestó, sosteniendo que “sí, nos hubiera gustado, precisamente por la amistad que tenemos [con Panamá], que nos hubieran informado. Porque es de elemental cortesía entre amigos que se informen sobre estos hechos”. Uribe decidió entonces romper su silencio y salió a defender a varios pedidos de asilo que, según él, se deben a que sus ex colaboradores “no tienen garantías”, porque “la persecución sobre ellos amenaza sus vidas”. Santos no tuvo más remedio que contestarle a Uribe: “Nadie puede sostener ante un tercer país que aquí no hay garantías suficientes para ser juzgado debidamente”.
El vaivén de declaraciones no pone sino al descubierto el creciente antagonismo entre Santos y Uribe. De hecho, a Uribe nunca le agradó el abrumador triunfo electoral de Santos y el hecho de que este último lograra quitarle el exclusivo padrinazgo sobre las políticas de “seguridad democrática”. Para salir airosamente de la presidencia, Uribe orquestó, además, un fríamente calculado incidente diplomático con Venezuela; relación que Santos tuvo que volver a encarrilar, entre otras medidas de normalización diplomática con varios vecinos. Uribe, mientras tanto, y en su condición de ex presidente, encabeza hoy un lobby constante en contra de los gobiernos progresistas de la región. Esta semana, en visita a Honduras, Uribe declaró que “Honduras es para nosotros un ejemplo de valor civil y valor democrático”. Pero más problemáticamente desde la perspectiva de un Santos empeñado en mejorar las relaciones con sus vecinos, Uribe añadió: “Yo no veo en América Latina simples populismos, aquí hay unos nuevos comunistas”.
Lo más probable es que ambos líderes sigan ahondando su actual distanciamiento. Uribe seguirá buscando volver a cobrar relevancia política, adoptando un discurso de derecha radical y popular que cala con sus bases políticas regionales. Santos, por otro lado, seguirá gobernando con las élites más tradicionales, hartas, en los últimos años de la administración Uribe, de sus vulgares y bochornosos escándalos de corrupción y de sus prácticas mafiosas y parainstitucionales. Santos, por lo tanto, se apegará a esta vieja (e hipócrita) tradición legalista colombiana, insistiendo en la sagrada independencia entre los poderes del Estado (que tanto reclamaba su contrincante Antanas Mockus en las últimas elecciones presidenciales).
Por ahora, Santos ha sabido interpretar muy bien los ciclos políticos en Colombia. Pero, cuando a Santos le llegue el inevitable desgaste político, ¿será Uribe capaz de volver a cautivar a los colombianos con su radicalismo bélico?

Chile: El poder y la comunicación

La derecha en nuestro país conoce muy bien las estrategias mediáticas para asegurar o derrumbar gobiernos. La propiedad de los medios en pocas manos le ha permitido administrar con relativa facilidad el imaginario de nuestra sociedad.
Álvaro Cuadra* / ALAI
En los estudios de comunicación se afirma que la relación entre el Poder político y la Comunicación es inversamente proporcional. Esto se expresa en una ecuación en la cual el producto de P por C es siempre constante (P x C: K). Esta fórmula se aplica, en primer lugar, al ámbito estatal, transformado, en nuestros tiempos de Hiper Industria Cultural, en el llamado Estado Seductor. Todos los Estados, y Chile no es la excepción, destinan ingentes recursos a fortalecer su imagen y glorificar las obras del gobierno de turno.
Si bien todos los Estados han hecho de la seducción una parte constitutiva de sus políticas, se dan casos extremos, en que el Estado se identifica con la figura de un líder. Cuando el Estado se confunde con un liderazgo singular, irrumpe el llamado “culto a la personalidad”, un fenómeno que suele acompañar a los regímenes autocráticos. En cambio, cuando una determinada personalidad adquiere preeminencia como fenómeno de públicos masivos, estamos más bien ante formas populistas.
En una “democracia de baja intensidad”, como en el Chile actual, el poder estatal se encuentra devaluado por una orientación neoliberal que lo ha hecho funcional al mercado. Este debilitamiento del Estado no significa, de buenas a primeras, una ausencia simbólica. Muy por el contrario, la constante se mantiene por una hipertrofia del fasto mediático. El actual gobierno de derecha, ha mostrado sus mejores armas, precisamente, en el manejo mediático que ha hecho de sus políticas articuladas desde el Estado, fortaleciendo la figura presidencial y la de sus colaboradores más próximos.
Es interesante advertir cómo el espectáculo mediático y el Estado, han adquirido formas nuevas de relación. Ya no se trata tan sólo de publicitar una política pública o un evento cultural. El horizonte, hoy, es reinventar la tradición, instituyendo una visión del Bicentenario a través de la prensa y la televisión, y construir, además, la imagen de un gobierno a partir de la figura presidencial. La presencia del actual presidente queda asegurada cada noche mediante distintos dispositivos que ocupan su lugar ya sea como noticia o como entrevista.
La derecha en nuestro país conoce muy bien las estrategias mediáticas para asegurar o derrumbar gobiernos. La propiedad de los medios en pocas manos le ha permitido administrar con relativa facilidad el imaginario de nuestra sociedad. El actual gobierno de derecha sólo extiende este poder mediático al ámbito del Estado, legitimando todas y cada una de sus actuaciones, justificando sus dificultades y yerros.
El Estado Seductor de la derecha chilena se va a fortalecer a través de estrategias mediáticas en los próximos años, en la justa medida en que las condiciones que permiten su hegemonía comiencen a deteriorarse. De este modo, la ecuación entre Poder y Comunicación permanece constante en cada “performance videopolítica”, sea que se trate de una gira por el continente asiático o de una treintena de mineros atrapados en las entrañas de la tierra.
- Álvaro Cuadra es investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. ARENA PÚBLICA. Plataforma de Opinión. Universidad de Arte y Ciencias Sociales. ARCIS.

Argentina: El movimiento, los partidos y las instituciones

La pueblada del 19-20 de diciembre de 2001 significó un quiebre profundo en la conciencia de gran parte de los sectores medios que se unen, de esa manera, a los sectores populares que ya venían resistiendo con sus MTDs, piquetes, marchas, y cortes de ruta. Hubo alguien con un olfato político especial que leyó correctamente lo que había sucedido en 2001, y ése fue Néstor Kirchner.
Rubén Dri* / Página12
Tenemos en nuestra retina grabada la escena de Néstor Kirchner, tras recibir el bastón de presidente y jugar con él, como un niño travieso, sumergiéndose en la multitud para dar y recibir abrazos, inaugurando de esa manera el movimiento nacional, popular y latinoamericano en una nueva versión. No lo vimos entonces, pero eso era lo que inauguraba Néstor en el cercano o lejano 2003, según quién lo mire. Ese movimiento que Néstor ponía en marcha es el que Cristina retoma.
Muestra clara de ello es el primer acto público que realiza tras la muerte de su esposo, pues se dirige directamente a los obreros de la fábrica Renault. El líder y el pueblo en relación directa y dialogal por sobre las instituciones, característica fundamental de los movimientos. ¿Qué son, pues los movimientos?
Los movimientos están constituidos por vastos sectores sociales populares que constituyen lo que en nuestra práctica política hemos denominado siempre como campo popular. Hablamos de sectores populares más bien que de clases sociales porque en las sociedades en las que se conforman los movimientos populares no se dan, entre los diversos grupos sociales, los contornos nítidos que son propios de las clases sociales.
Así, en nuestra sociedad es muy difícil ubicar en una clase social propiamente dicha a los cuentapropistas, a los villeros, a los que tienen trabajo temporario, a los desocupados. Esto no significa negar la existencia de las clases sociales, sino tomar cuenta que éstas se encuentran desdibujadas, con contornos confusos. Los sectores englobados por un movimiento van desde la clase obrera ocupada, a los trabajadores desocupados, a los villeros, pasando por los abigarrados y vastos sectores medios hasta los empresarios medianos. Si hay algo ambiguo, sumamente complejo, es todo lo que incluye el nombre de “clase media”.
En segundo lugar, los diversos sectores sociales para construir el movimiento se unen alrededor de grandes ejes que expresan sus problemas fundamentales y los de toda la nación. Así, cuando se forma el peronismo en la década del ’40, algunos de esos grandes ejes fueron la construcción de las organizaciones gremiales de los trabajadores, las obras sociales, la industrialización, la nacionalización de los resortes fundamentales de la economía, el voto de la mujer y otros.
En tercer lugar, los movimientos surgen de abajo, en un proceso de lenta gestación, alrededor de necesidades comunes de los sectores populares que se expresan en los grandes ejes que acabamos de citar. El proceso de gestación, en un determinado momento, encuentra la manera de expresarse, de salir a la luz y conformarse orgánicamente. El peronismo sale a la luz pública de una manera inesperada, el 17 de octubre de 1945.
Desde un punto de vista es correcto decir que nadie lo preparó. El 17 de octubre fue la reacción espontánea de los sectores populares ante la agresión de las clases dominantes. Pero desde otro punto de vista, se debe decir que tuvo un largo proceso de preparación. Desde la crisis del movimiento yrigoyenista al que suplantó, venía gestándose en las entrañas del pueblo.
En cuarto lugar, en la conformación del movimiento es esencial el surgimiento de un líder, un conductor que exprese cabalmente el sentimiento, los anhelos, las reivindicaciones, las utopías del pueblo. El líder no se elige, surge y se legitima por su accionar, su comprensión del proceso, su capacidad de dialogar con el pueblo.
Los partidos en cambio se conforman alrededor de determinados principios que se establecen en documentos que elaboran sus dirigentes. La pertenencia al partido depende de la adhesión a los mismos. Los partidos se constituyen desde arriba. Para formar un partido basta la voluntad de algunos ciudadanos. Naturalmente que el partido tendrá éxito si de alguna manera expresa intereses de las clases que lo componen, pero ésta es otra cuestión.
Cualquier grupo de ciudadanos con voluntad política puede formar un partido. Ello es absolutamente imposible si se trata de un movimiento. Por ello, es correcto decir que a los partidos se los forma, se los crea, mientras que los movimientos nacen por las necesidades de los sectores que los conforman, pero triunfan sólo cuando encuentran los instrumentos necesarios para ello. Nos referimos a las estructuras, las organizaciones, los análisis, etc. Los movimientos pueden ser ahogados en su mismo nacimiento si los sectores populares capaces de conformarlo, al salir a la superficie, no encuentran la manera de organizar su fuerza numérica. Sólo cuando ésta logra organizarse se puede decir que surgió el movimiento que venía gestándose.
Los frentes y las agrupaciones políticas.
Los frentes están constituidos por diversas agrupaciones políticas. Estas diversas agrupaciones se unen mediante un pacto, contrato o alianza que se realiza de acuerdo con un determinado programa, en el cual se especifican los límites precisos del frente, determinados por los objetivos que se persiguen. El frente puede ser hecho tanto para concurrir a una elección o para enfrentar determinado problema, como para plantearse objetivos de mayor profundidad. Pero cada sector o agrupación conserva su propia identidad, su propia libertad para actuar en todos aquellos problemas que no figuran expresamente en el programa conforme al cual se construyó el frente.
El movimiento es una unidad, actúa como un todo en todos los problemas fundamentales, aunque son admitidas las corrientes internas. Esto es sumamente importante. La unidad como un todo del movimiento puede degenerar en la dictadura corporativa si no se respetan las diferencias.
Debe ser unidad en la diferencia, totalidad dialéctica de universalidad y particularidades. El frente, por el contrario, actúa unitariamente sólo en los problemas explícitamente contenidos en el programa que se ha pactado.
Vemos así al movimiento como una etapa distinta al frente. En el movimiento los diversos sectores sociales encuentran la manera de superar sus diferencias circunstanciales y unirse en todo aquello que les interesa vitalmente. No significa ello que el movimiento descarte al frente. Ello no puede ser, porque es prácticamente imposible que todos los sectores confluyan en el movimiento. El movimiento se planteará el frente con los sectores populares que no han entrado en él.
Yrigoyenismo y peronismo.
En la Argentina moderna, la que entra en la órbita del capitalismo iniciando su proceso de industrialización, los sectores populares siempre que lucharon eficazmente por sus intereses, lo hicieron en movimientos populares. Así aconteció con el yrigoyenismo y el peronismo. Ello no significa menoscabar o desconocer las luchas por la liberación que diversos sectores populares libraron en el seno de otras agrupaciones políticas, sino sólo señalar que los sectores populares pudieron reivindicar eficazmente sus derechos cuando se organizaron en vastos movimientos populares.
El primero de estos movimientos en la Argentina moderna fue el yrigoyenismo. Formado a fines del siglo pasado, llegó al poder a principios de este siglo, para entrar en crisis en la década del ’20, con el triunfo del alvearismo en su seno. Esta crisis tiene un lento y largo desarrollo que encuentra su solución recién en la década del ’40, cuando los sectores populares, con su fuerte componente obrero, logran organizarse en un nuevo movimiento, o logran pasar a una nueva etapa superior a la anterior.
El peronismo es este nuevo movimiento. Su gestación y lento desarrollo abarca desde la década del ’20 a la del ’40. El 17 de octubre constituye su salida a la luz, su emergencia a la superficie, “El subsuelo de la patria sublevada”, como diría Raúl Scalabrini Ortiz. Ese 17 de octubre no fue un milagro. Fue repentino, inesperado, pero conoció una larga gestación que sólo esperaba el momento oportuno para aparecer.
El movimiento repentinamente salido a la luz logra imponerse porque el trabajo de Perón, de Evita, de los integrantes de Forja y de otros compañeros le habían preparado los instrumentos necesarios. En la década del ’50, el peronismo entró en crisis como movimiento popular, como movimiento de liberación. La crisis se prolonga hasta la década del ’70, en la que finalmente se resuelve con la derrota del proyecto de liberación en su seno.
Por largos años el grueso de los sectores populares tuvo en el peronismo su referente político natural y la mayoría de sus cuadros populares se alistaron en sus estructuras para lograr eficacia en sus reivindicaciones. Finalmente, en los ’70, el proyecto de liberación es derrotado en el seno del peronismo. Ello creó la necesidad de que surgiese la nueva etapa del movimiento popular.
Kirchner y la pueblada de diciembre de 2001.
La pueblada del 19-20 de diciembre de 2001 significó un quiebre profundo en la conciencia de gran parte de los sectores medios que se unen, de esa manera, a los sectores populares que ya venían resistiendo con sus MTDs, piquetes, marchas, y cortes de ruta. El movimiento popular estaba ahí pero sólo en-sí, como diría Hegel.
El grito que atruena en Plaza de Mayo y se expande por las calles, plazas y parques de Buenos Aires y de otras ciudades del interior es “¡que se vayan todos!, ¡que no quede ni uno solo!”. En ese grito se expresa el quiebre el neoliberalismo, de los partidos políticos que lo habían asumido y, con ello, un rechazo visceral a la política. Como nunca se marcha, se forman grupos, surgen asambleas en las que se debate política al mismo tiempo que se rechaza la política.
De esa manera se tiraba al bebé, o sea, la política, con el agua sucia, es decir, los partidos políticos y los dirigentes políticos, responsables de la debacle. Poco a poco el movimiento se va apaciguando. Las asambleas, numerosas, bulliciosas, llenas de debates, al principio, se van apagando. A los tres años sólo quedan algunas, mientras que los políticos a los que se los conminaba a irse, volvían. Quedó la sensación muchas veces expresada de que no sólo no se fueron, sino que volvieron todos.
¿Fue ésa entonces una pueblada fallida? ¿No quedó nada de ella? Hubo alguien con un olfato político especial que leyó correctamente lo que había sucedido en 2001, y ése fue Néstor Kirchner. Por caminos azarosos llega a la presidencia en 2003 e inmediatamente comienza dar respuestas a los problemas que se encontraban implícitos en el “¡que se vayan todos!”. Limpieza de la Corte Suprema, descabezamiento de la cúpula militar, política de derechos humanos, no represión de la protesta social. Podemos seguir con las medidas, profundizadas luego durante la presidencia de Cristina, pero ello no es necesario. Lo que sí es necesario es tener claro que de lo que se trataba era de retomar el proyecto nacional, popular, latinoamericano, destrozado cruelmente desde la dictadura militar genocida con su culminación en la nefasta década del ’90.
Es el proyecto nacional y popular autocentrado, es decir, que mira en primer lugar al mercado interno, lo que supone industrialización, plena ocupación y amplio desarrollo de la cultura a partir de la promoción y defensa de la escuela pública en todos sus niveles. El proyecto no se restringe a los meros límites de la nación. Esta es la patria chica que sólo se podrá realizar en el horizonte de la Patria Grande Latinoamericana. Los pasos que se dieron en ese sentido son más que evidentes y prometedores.
¿Qué pasa entonces con las instituciones? Estas son instrumentos necesarios del movimiento. Si éste es vigoroso también lo serán las instituciones. Cuando se hace la prédica del salvataje de las instituciones, de hecho lo que se pretende es la derrota del movimiento. Quieren instituciones sin movimiento popular, es decir, instituciones que sirvan de pantalla a los grandes intereses monopólicos que se pretenden democráticos.
Es revelador ver a nuestros defensores de las instituciones, de la calidad institucional, asaltar las comisiones de la Cámara de Diputados para luego proclamar, como lo hizo Pino, que se trata de un “día histórico”. El triste espectáculo de la legislatura, obediente a las órdenes de la profetisa de los Apocalipsis, tratando de poner obstáculos a la gestión de gobierno es la realidad de los defensores de las instituciones o de la calidad institucional.
* Filósofo, profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).

Estados Unidos: República Bananera

Algunos elementos que podrían considerar científicos sociales que deseen estudiar si ha surgido la primera superpotencia bananera del mundo...
David Brooks / LA JORNADA (México D.F.)
De cuál país hablamos cuando nos referimos a una cúpula económica que concentra cada vez más la riqueza nacional, compra políticos y leyes, proclama el interés de una plutocracia como nacional, promueve guerras, corrupción y tortura, y justifica la intervención divina en la política nacional y hasta una creciente demanda de exorcismos?
Algunos lo llaman una república bananera, otros un país que al enfrentar una ola de corrupción en el ámbito político y económico está en medio de una década perdida; otros dicen que es un país entrampado en una dinámica de violencia que amenaza su seguridad nacional todos los días.
Pero no es nada menos que el país más poderoso y rico de la historia mundial. O sea, podría ser la primera superpotencia bananera.
Los grandes debates nacionales ilustran el punto. La más intensa pugna entre la cúpula política en los últimos días es sobre si mantener los recortes de impuestos regalados por el presidente George W. Bush a las familias más ricas del país: las que tienen un ingreso mayor de 250 mil dólares anuales. Al mismo tiempo que se debate esto, el Congreso está por anular una extensión de los beneficios de desempleo a millones que están al borde de la miseria.
El Congreso tiene que aprobar la extensión del periodo normal de 26 semanas para el seguro de desempleo, pero por ahora no lo ha hecho y unos 2 millones de desempleados de largo plazo –aquellos que no han encontrado empleo en más de seis meses– están por perder su único apoyo de ingreso antes de fin de año, lo cual sería su regalo de Navidad de parte de políticos más enfocados en reducir los impuestos de millonarios. En esta recesión, reporta el Instituto de Política Económica, hay cinco trabajadores desempleados por cada oferta de empleo (2.9 millones de empleos ofrecidos frente a casi 15 millones de desempleados).
Todo esto se desarrolla en un país donde la concentración de riqueza ha llegado a índices sin precedente desde 1928, donde el uno por ciento de las familias más ricas del país concentra 24 por ciento del ingreso nacional. Nicholas Kristof, columnista del New York Times, escribió recientemente que esta distribución de riqueza y sus consecuencias definen a Estados Unidos como una república bananera. La desigualdad en este país ya supera la de naciones latinoamericanas que algunos llamaban repúblicas bananeras, destaca. Peor aún, dice, algunos de esos países se han vuelto más igualitarios, mientras en Estados Unidos se ha visto lo opuesto.
Cita el ejemplo de Argentina, donde en los años 40 del siglo pasado el uno por ciento más rico controlaba 20 por ciento del ingreso, el doble de la tasa de Estados Unidos en esos años. Ahora, hemos cambiado lugares: en Argentina el uno por ciento tiene 15 por ciento del ingreso, mientras Estados Unidos ha superado los niveles de desigualdad de Argentina en los 40. ¿De verdad deseamos ser una plutocracia donde el uno por ciento tiene más valor neto que el 90 por ciento de abajo?, pregunta Kristof, y dice: ya somos ese país: el uno por ciento es dueño de 34 por ciento del valor neto privado del país; el 90 por ciento de abajo controla sólo 29 por ciento; el 10 por ciento más rico controla más de 70 por ciento del valor neto total de los estadunidenses.
¿Y quién será condecorado con el premio civil más alto del país en medio de esta bonanza para los ricos? La Casa Blanca anunció que entre los 15 que serán condecorados con la Medalla de la Libertad por el presidente Barack Obama estará Warren Buffett, el segundo hombre más rico del país.
Y hay otros elementos que permiten calificar a este país la primera superpotencia bananera. Por ejemplo, un ex presidente tan confiado en que la cúpula no actuará contra uno de los suyos, que no tiene problema en admitir que personalmente autorizó la tortura de prisioneros; de hecho, lo hizo con orgullo. Bush dijo en una entrevista en NBC News que personalmente autorizó el waterboarding, práctica definida como tortura desde hace siglos; incluso Estados Unidos fiscalizó a quienes emplearon la técnica como torturadores en la Segunda Guerra Mundial. Bush se justificó con que los abogados del gobierno habían dicho que no era tortura según la ley. Ni él, ni ningún alto funcionario ha sido fiscalizado por tortura o ningún abuso mayor durante todos estos años de escándalos desde Abu Ghraib, los centros de detención clandestina de la CIA, o Guantánamo que han provocado horror en todo el mundo. Y el gobierno de Obama ha descartado procesar judicialmente a sus antecesores. Eso se llamaba, en las ex repúblicas bananeras del sur, impunidad.
Michael Moore, el cineasta, dijo recientemente que se debe colocar el nuevo libro de memorias de Bush en la sección de crimen de las librerías.
Y no fueron sólo Brasil, Paraguay y Argentina, entre otros clasificados en sus tiempos de dictadura como países bananeros, los que ofrecieron asilo a criminales de guerra de otros países.
En un informe recién desclasificado bajo presión de los medios, el Departamento de Justicia detalla cómo Estados Unidos permitió el ingreso a su territorio de varios nazis selectos para propósitos de inteligencia y otras colaboraciones. No es nueva en sí la información, pero los detalles y el nivel de complicidad entre varias agencias no se habían divulgado para otorgar asilo a estos enemigos, reportó el New York Times. El informe afirma que “Estados Unidos, que se enorgulleció en ser un refugio para los perseguidos, se volvió –en pequeña medida– un refugio para los perseguidores también”.
Mientras tanto, acaban de concluir las elecciones intermedias más caras de la historia, lo que confirma que la democracia y las políticas favorecidas por los que tienen dinero (como los recortes de impuestos a los más ricos, suspensión de partes de reformas sociales, etcétera) pueden ser compradas.
Entre los electos hay políticos como el senador John Shimkus, quien se comprometió a detener toda regulación y medida contra el cambio climático declarando que Dios no permitirá ese fenómeno. Dios dijo que la Tierra no sería destruida por una inundación, afirmó. Por otro lado, hay una campaña para reunir a un millón de estadunidenses que oren de manera constante por el senador Jim DeMint para su lucha en el Congreso a favor de temas críticos para la fe, la familia y la libertad.
Y para acabar, resulta que hay demonios sueltos por todas partes, ya que se registra un incremento en la demanda por exorcismos. Algunos obispos de la Iglesia católica de Estados Unidos se reunieron recientemente para preparar más curas, a fin de responder a la demanda.
Son sólo algunos elementos que podrían considerar científicos sociales que deseen estudiar si ha surgido la primera superpotencia bananera del mundo.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Pronunciamiento de AUNA-Costa Rica: Diálogo, cooperación y paz entre Costa Rica y Nicaragua


“Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad”. José Martí.
Frente al rumbo que ha tomado el conflicto entre los gobiernos de Costa Rica y Nicaragua con motivo de las disputas por el proyecto de dragado del Río San Juan, la Asociación por la Unidad de Nuestra América (AUNA-Costa Rica) manifiesta a la comunidad nacional e internacional lo siguiente:
1. Condenamos toda acción que, amparada en decisiones arbitrarias e intereses políticos, económicos o geoestratégicos, viole el Derecho Internacional que resguarda la soberanía territorial de los Estados.
2. Llamamos al retiro de toda fuerza militar o policial de isla Calero, con el fin de propiciar un ambiente de diálogo y entendimiento entre las partes, así como a detener toda acción que conlleve el deterioro del medio ambiente en la zona.
3. Rechazamos las corrientes de opinión y las campañas mediáticas que estimulan una peligrosa exaltación de sentimientos nacionalistas mal encauzados y discursos xenofóbicos, en los que se expresan prejuicios que aún permanecen arraigados en nuestras sociedad y lesionan gravemente la dignidad humana de los y las nicaragüenses y costarricenses.
4. Censuramos los intentos de manipulación, desinformación e instrumentalización de los pueblos, por parte de los gobiernos de cualquiera de los dos países, con el objeto de fortalecer sus respectivas posiciones políticas y favorecer los intereses particulares que subyacen al conflicto.
5. Reafirmamos nuestra opción por la búsqueda de soluciones políticas y diplomáticas a los conflictos y la convivencia pacífica entre los Estados, sobre la base de la igualdad soberana y el respeto mutuo.
Desde AUNA-Costa Rica, instamos a los gobiernos de Costa Rica y Nicaragua a respetar las resoluciones de los organismos internacionales antes los cuales, voluntariamente, han acudido para resolver un nuevo episodio de desencuentros políticos, diplomáticos, jurídicos y ambientales por el Río San Juan. Es urgente restablecer lo más pronto posible los términos y canales que permitan una adecuada y armoniosa relación entre los dos países, que permita trabajar por el bienestar real de sus sociedades.
Asimismo, hacemos un vehemente llamado a las organizaciones sociales y populares de Costa Rica y Nicaragua, y de toda nuestra América, para que dirijan sus esfuerzos a crear conciencia entre las y los ciudadanos, y de manera particular entre los gobernantes, sobre la necesidad de alcanzar una solución de diálogo, cooperación y paz entre dos pueblos hermanados por su historia y su cultura, y a quienes hoy algunos pretenden separar mediante el odio, la discriminación y la prolongación de una disputa absolutamente injustificada.
San José y Heredia, Costa Rica
20 de noviembre de 2010

Civilización o barbarie

Hacemos esta reflexión a propósito del conflicto fronterizo que se ha desatado entre Costa Rica y Nicaragua. Los acuerdos del Consejo Permanente de la OEA apuntan en la dirección del diálogo y el entendimiento, valores que deben asociarse con la nueva civilización que debemos construir.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
En el siglo XIX, la dicotomía antagónica entre civilización y barbarie constituyó un eje ideológico que simbolizó el empuje de la modernidad occidental sobre y frente a formas distintas de ver y estar en el mundo. Los ejecutores de las políticas que derivaron de tal ideología fueron los grupos sociales que emergieron como dominantes de los procesos de independencia, es decir, aquellos a los que podemos caracterizar en términos generales como los criollos, que fueron impulsores del proyecto liberal positivista.
Ser civilizado, según el proyecto de esos grupos sociales, implicaba toda una serie de comportamientos que permitían insertarse y convivir en sociedades marcadas por la ansiedad de arribar, lo antes posible y de la manera más completa, a la modernidad.
En muy buena medida, la desiderata de “ser moderno” se asoció, acorde con la mentalidad colonizada de nuestros grupos dominantes, con imitar los modelos de los países que se consideraba que ya la habían alcanzado. Francia fue un referente fundamental, que había ingresado como modelo alternativo frente al dominante hispano desde el siglo XVIII. De ahí el afrancesamiento de la cultura de estos grupos que lideraron la construcción de las naciones latinoamericanas.
Hacia finales del siglo XIX, los Estados Unidos de América hacen su aparición como potencia económica avasallante, de tal forma que después de la primera Guerra Mundial se erigen como el principal inversor en América Latina. Esta creciente presencia de la potencia del Norte encontrará expresión también en el orden de la cultura, pues la forma que asume en su espacio nacional particular la Civilización Occidental se convertirá en el nuevo modelo a seguir por nuestros grupos dominantes ansiosos de desarrollo y progreso.
La forma como se concibieron el desarrollo y el progreso, necesarios para alcanzar la modernidad y la civilización, nos es muy conocida hoy porque, en esencia, sigue siendo la misma que continúa siendo la preponderante, es decir, entendidos ambos como un continuo crecimiento económico que valorifica el entorno natural en el que tiene lugar.
Sin embargo, esta forma de concebir el desarrollo ha mostrado sus límites: seguir creciendo y “progresando” de tal forma destruye el entorno en el que la sociedad existe. Es decir: estamos serruchando la rama del árbol sobre la cual estamos sentados. Algunos se preguntan: ¿son estos los límites del desarrollo?; y otros: ¿estamos ante una crisis civilizatoria?
Se ha iniciado, pues, una búsqueda de formas alternativas de desarrollo. Dada la gravedad y lo perentorio de la crisis en la que nos encontramos, estas búsquedas se tornan no solo necesarias sino, también, urgentes.
En América Latina se están dando estas búsquedas en muchos niveles distintos pero que deberían ser complementarios. Ellas van desde lo micro a lo macro, desde lo proyectos políticos más generales hasta pequeños proyectos y propuestas de organizaciones de la sociedad civil. La preocupación es, sin embargo, la misma: ¿Cómo encontrar formas de organización social que impliquen formas de convivencia nuevas entre los seres humanos y entre estos y la naturaleza?
Es un trabajo arduo y complejo, con infinitas aristas. Lo más fácil difícil, tal vez, del cúmulo de tareas que se plantean es la construcción de una mentalidad distinta a la que domina hoy en día, y que sigue vinculada a aquella desiderata decimonónica de “ser modernos”, civilizados, aunque hoy actualizada en el marco de la sociedad consumo en la que vivimos.
En este nuevo contexto, perfectamente podemos plantearnos la necesidad ya no de “ser civilizados” de forma mimética, sino de construir una nueva civilización desde nuestras propias necesidades e intereses. América Latina lidera hoy la búsqueda de alternativas de ese tipo. Son más que la aplicación de recetas preestablecidas, son un camino que se hace al andar, en el que se hacen hallazgos en el tránsito: es una construcción de comportamientos, valores, actitudes y normas nuevas.
Hacemos esta reflexión a propósito del conflicto fronterizo que se ha desatado entre Costa Rica y Nicaragua. Los acuerdos del Consejo Permanente de la OEA apuntan en la dirección del diálogo y el entendimiento, valores que deben asociarse con la nueva civilización que debemos construir.

De cultura, política y ambiente en nuestra América

La gran verdad política para la cultura ambiental de nuestra América en nuestro tiempo consiste en que, si realmente aspira a contribuir a la creación de un ambiente nuevo, debe crecer con sus pueblos, para ayudarlos a crecer hasta llegar juntos a la capacidad de construir la sociedad nueva de la que ese ambiente ha de ser expresión.
Guillermo Castro H. / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
Para Lupe Velis de Núñez Jiménez, con nosotros
La crisis ambiental – en buena medida, a través de la presencia cada vez más evidente del cambio climático en la vida de nuestras sociedades - se ha convertido ya en un tema central de nuestro tiempo. Aunque esta crisis no es la única que hemos enfrentado en nuestra historia, si es única en múltiples sentidos. Las anteriores tuvieron un alcance local; afectaron de manera distinta a sociedades diferentes, muchísimo menos numerosas que las nuestras, que disponían de amplias fronteras de recursos, y tuvieron un desarrollo gradual, que permitió prolongados procesos de adaptación a medida que progresaba la transformación de los ecosistemas.
La crisis de ahora, en cambio, afecta a 6 mil 500 millones de humanos que la enfrentan desde sociedades aquejadas por graves problemas internos y relaciones a menudo conflictivas entre sí, que no disponen ni de reservas de recursos, ni de los espacios y tiempos necesarios para adaptaciones graduales, y tiende a desarrollarse con creciente intensidad. Pero, además y sobre todo, esta es la crisis de la cultura y los sistemas institucionales que orientaron a lo largo de los últimos cinco siglos el desarrollo de las relaciones de nuestra especie con su entorno natural, cuyo deterioro nos aqueja hoy.
Estamos, en efecto, inmersos en una crisis de civilización, que nos enfrenta a la disyuntiva de avanzar hacia formas de convivencia nuevas, que sean sostenibles por lo humanas que lleguen a ser, o derivar hacia formas cada vez más brutales de barbarie. Este deterioro civilizatorio se hace evidente, por ejemplo, en lo que hace al cambio climático, en cuanto – de Rio 92 a Copenhague 2009, y de allí a Cochabamba y Cancún en 2010 – las relaciones entre las sociedades y sus Estados en la mayor parte del sistema mundial han pasado de la búsqueda de mecanismos de concertación a un creciente enfrentamiento.
En el plano cultural, esta situación nos obliga a encarar la necesidad de relacionar entre sí la dimensión ambiental y la civilizatoria de la crisis, vinculando por ejemplo el concepto de desarrollo desigual y combinado con el de huella ecológica, que expresa las consecuencias ambientales del primero. De igual modo, debemos asumir en toda su riqueza la relación entre el proceso de globalización que hoy anima al sistema mundial, y el carácter siempre glocal de las expresiones de ese proceso en la vida de todos los humanos que habitamos el planeta.
En esta perspectiva, el cambio climático representa sin duda el aspecto principal de la crisis, en cuanto se trata de un proceso natural de variabilidad que se ha visto intensificado por las modalidades de interacción entre sistemas naturales y sistemas sociales que han venido a ser dominantes en nuestra civilización. Por lo mismo, necesitamos entender que la mitigación de las consecuencias del cambio climático sólo será eficaz en la medida en que haga parte de una estrategia de adaptación, que sólo será exitosa si de ella resulta una modalidad distinta de relación de los seres humanos entre sí, y con su entorno natural, y no el mero acomodo de los modos de vida de hoy a un ambiente cada vez peor. Allí radica, en lo más sencillo, la diferencia entre el vivir mejor de la civilización que pasa, y el vivir bien que puede dar sentido a una civilización nueva.
Encarar esta tarea de creación cultural demanda, también, entender a la política como cultura en acto, esto es, como ejercicio práctico de los valores y los criterios verdaderamente relevantes en la vida social. Así, la cultura ambiental correspondiente a la vida política de la civilización en crisis entiende el desarrollo sostenible como crecimiento económico sostenido con mitigación de lo más visible de sus peores consecuencias, y presenta eso como prueba de su disposición a encarar los ajustes que demande la continuidad del orden existente. En cambio, el ambientalismo de los nuevos movimientos sociales tiende a ocuparse del problema de la sostenibilidad del desarrollo de nuestra especie ante la crisis generada por el agotamiento de la civilización que conocemos.
La crítica del desarrollo sostenible hace parte, así, del proceso mismo de formación y transformación de la cultura ambiental latinoamericana, en cuanto expresa la pérdida de autoridad moral y política de las organizaciones estatales e interestatales en esta etapa de la crisis del sistema mundial. Ese deterioro se ve agravado, además, por la tendencia de las organizaciones del sistema interestatal a invocar las virtudes de la ciencia para justificar tanto sus políticas como lo finalmente perverso de muchos de sus efectos. Sin embargo, esa visión de la ciencia- con su división básica entre lo natural, lo social y las Humanidades – expresa en lo más esencial los valores y criterios que animaron al positivismo liberal de fines del siglo XIX, y sustentaron desde allí las ideologías de la civilización, el progreso y el desarrollo cuya descomposición hace parte del lado oscuro de la crisis cultural de nuestro tiempo.
La cultura que estamos construyendo reclama, en cambio, una visión integrada del saber humano y su papel en nuestras relaciones con el entorno natural. Necesitamos, en verdad, una visión de la ciencia y sus tareas en la que los campos del conocimiento se definen por sus afinidades antes que por sus diferencias, y por su capacidad para vincularse activamente con las realidades de la vida de las grandes mayorías que sufren las consecuencias del deterioro ambiental, social y político que aqueja al sistema mundial.
En esa visión de la ciencia, la historia – y en particular la historia ambiental – debe ofrecer nuevas oportunidades de relación entre el conocimiento y una acción social que procura conocer el pasado como una fuente de opciones de futuro, antes que como meras explicaciones del presente. Para hacerlo, esta historia define su objeto como el estudio de las interacciones entre sistemas sociales y sistemas naturales a lo largo del tiempo, y de las consecuencias de esas interacciones para ambos, y entiende que nuestros problemas ambientales de hoy son el resultado de las intervenciones de nuestra especie en los ecosistemas de ayer.
Con ello, la historia ambiental aborda de manera radical – esto es, desde su más profunda raíz histórica – el hecho de que las relaciones entre las sociedades latinoamericanas y los ecosistemas que sostienen su existencia atraviesan por una circunstancia de incremento de conflictos ambientales, asociada a la culminación del proceso de transformación masiva de la naturaleza en capital natural puesto en movimiento por la primera Reforma Liberal a mediados del siglo XIX.
Esa transformación se despliega ahora mediante megaproyectos de infraestructura hidráulica, energética, de comunicaciones y transporte, y de explotación masiva de recursos naturales, renovando - a una escala tecnológica superior -, la tradición de explotación extensiva de ventajas comparativas, antes que el fomento y explotación intensiva de nuevas ventajas competitivas.
Ante esa circunstancia, necesitamos comprender y expresar mucho mejor el vínculo entre el cambio social y el cambio ambiental como una condición indispensable para crear las condiciones que nos permitan transformar las relaciones entre nuestra especie y la biosfera. La cultura correspondiente a esa necesidad política será aquella que fomente formas de pensamiento capaces de asumir la interdependencia universal de los fenómenos que dan lugar a la crisis, para entender a la gobernabilidad ambiental como la gestión de los sistemas sociales para la interacción con los sistemas naturales. Solo por esa vía podremos llegar a comprender, asumir y ejercer el hecho de que - siendo el ambiente la expresión de la calidad de las interacciones entre sistemas sociales y sistemas naturales -, si deseamos un ambiente distinto debemos contribuir a la creación de sociedades diferentes.
Para lograr eso es necesario, también, preservar la credibilidad científica del debate ambiental para garantizar la autoridad política de sus resultados, fomentando la capacidad de la cultura nueva para expresar, como lo reclamara José Martí, “la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria de unos sobre la razón campestre de otros.”[1] En América Latina el proceso de formación de esa cultura nueva tiene raíces que se remontan a la década de 1970, en un rico concierto con la comunidad mundial, y se nutre hoy de una de fuentes que abarcan desde la dimensión ética aportada por autores vinculados a la Teología de la Liberación, como Leonardo Boff, hasta los espacios de encuentro y colaboración entre el conocimiento científico y los saberes populares que abren los nuevos movimientos sociales.
Hoy, ante la tendencia de los organismos del sistema interestatal a restringir el vínculo entre ciencia y política a la dimensión técnica de las políticas públicas y las normativas legales correspondientes, la incorporación de lo ambiental a la esfera de acción de los nuevos movimientos sociales coincide con un intenso cuestionamiento de las formas de pensamiento, las estructuras y los procedimientos de gestión que caracterizaron a ese sistema en la segunda mitad del siglo XX.
Hoy, entre nosotros, está ya otra vez en flor la gente nueva, a la que toca encarar y superar la tendencia a limitar los temas de la gobernabilidad a lo institucional y lo normativo, para asociarla de lleno a la gestión política de los conflictos ambientales cuyo número, frecuencia y complejidad se incrementan sin cesar en nuestra región.
Hoy, la vida misma comprueba nuevamente la razón que asistía a José Martí cuando afirmaba, en 1884, que toda gran verdad política era, también, una gran verdad natural. Y la gran verdad política para la cultura ambiental de nuestra América en nuestro tiempo consiste en que, si realmente aspira a contribuir a la creación de un ambiente nuevo, debe crecer con sus pueblos, para ayudarlos a crecer hasta llegar juntos a la capacidad de construir la sociedad nueva de la que ese ambiente ha de ser expresión.
Universidad de La Habana, 12 de noviembre de 2010

NOTA:
[1]Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VI, 19.