sábado, 25 de junio de 2011

Los EE.UU. y los organismos financieros internacionales cada día más amables con Centroamérica

Los Estados Unidos, principal mercado y, por lo tanto, origen final de todos el tráfico de drogas, trasladó el combate frontal contra las organizaciones criminales que controlan el narcotráfico al sur de su frontera.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

rafaelcuevasmolina@hotmail.com

La geografía centroamericana ha determinado, en muy buena medida, el destino de este trozo de tierra que se extiende desde Colombia hasta México. Ha sido puente en el que especies de fauna y flora de las dos masas continentales del norte y del sur encuentran un límite o continúan, metamorfoseadas, hacia el otro lado del continente. La depresión del Gran Lago de Nicaragua, por ejemplo, pone fin a los extensos y olorosos bosques de pinos que caracterizan las tierras altas de México, Guatemala y Honduras que, en la actual Costa Rica, no existen.

Por esta tierra estrecha transitaron las tribus nómadas que provenían de las estepas de Mongolia Central hace unos 10 o 15 mil años, y que paulatinamente fueron poblando esta tierras después llamadas Nuevo Mundo o América. Algunos de ellos se establecieron aquí y construyeron, a través de los siglos, civilizaciones impresionantes como la maya o la olmeca, cuyos rastros pueden verse aún en sus ciudades maravillosas en medio de la selva y en sus descendientes contemporáneos que hoy, como el resto de sus congéneres en otras partes del continente, ocupan los estratos más bajos de la pirámide social.

Cuando llegaron los europeos, obsesionados como estaban por encontrar rutas expeditas de navegación que permitieran sacar las riquezas que se saqueaban de nuestras tierras, se encontraron con que en el Estrecho del Darién, en donde ahora es Panamá, el continente se hacía tan delgado que se podía transitar del Océano Pacífico al Atlántico en solo una semana.

Desde entonces, Centroamérica quedó marcada por su destino de istmo, es decir, de espacio de tierra entre dos océanos, dejando de lado su condición de puente, es decir, de lengua terrestre que une a las dos masas continentales del norte y del sur. Por esa razón, durante la época colonial y sobre todo después, ya en el período republicano, la construcción y control de un paso entre las dos masas de agua se transformó en objetivo de las grandes potencias.

Como era de esperarse, por la cercanía de la región con ellos, y por el ímpetu que traían en su ascenso, en la disputa por el control de ese paso salieron gananciosos los Estados Unidos de América. Tanto Panamá, en donde se construyo un canal, como Nicaragua, en donde existía la posibilidad de construir otro utilizando el río San Juan y el Gran Lago de Nicaragua, vieron signada buena parte de su vida como naciones por esa condición de su geografía: Panamá accedió a su conformación como nación independiente al separarse de Colombia respaldada por los Estados Unidos que estaban urgidos por construir el canal. Nicaragua sufrió la presencia de las tropas norteamericanas desde 1912 y solo se fueron, en 1934, cuando pudieron dejar a una guardia pretoriana que vigiló celosamente sus intereses hasta 1979, cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional le hizo morder el polvo.

Hoy, sin embargo, la condición de puente de Centroamérica vuelve a estar en la palestra. En efecto, colocada entre el lugar en donde se produce la materia prima para la elaboración de algunas de las drogas más potentes, y el más grande mercado de ellas en el mundo, miles de toneladas del polvo blanco cruza de sur a norte en lanchas, submarinos, camiones, automóviles, personas, aviones, avionetas, helicópteros, etc. La avalancha es solamente comparable con las fabulosas ganancias que terminan proporcionando.

Es tan grande el problema que le crea su condición de puente de la droga, que los Centroamericanos identifican sus consecuencias, en primer lugar la violencia, como el principal flagelo que los aflige. Los Estados Unidos, principal mercado y, por lo tanto, origen final de todos ese tráfico, trasladó el combate frontal contra las organizaciones criminales que controlan el narcotráfico al sur de su frontera. La situación de México es el ejemplo más claro de esto, pero en situación parecida se encuentra los países centroamericanos que ven crecer exponencialmente las consecuencias de esa verdadera guerra en sus territorios.

Entre el 22 y el 23 de junio, se realizó en Guatemala la Conferencia Internacional de Apoyo a la Estrategia de Seguridad de Centroamérica, a donde asistieron más de 40 países. Según datos del diario La Nación de Costa Rica, como resultado de la reunión “las autoridades garantizaron el acceso a $2.000 millones, pero cerca del 75% de ese monto corresponde a fondos ofrecidos en calidad de préstamo. Por ejemplo, el Banco Mundial puso a disposición $1.000 millones y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) $500 millones. La ayuda mediante donación es menor: Estados Unidos ofreció $40 millones que se sumarán a los $260 millones que inyectará este año al Istmo; Australia donará el equivalente a $25 millones en un plazo de tres años y Alemania completará proyectos por varios millones de euros. Otras naciones ofrecieron capacitación, logística y becas.”

Es decir, endeudarnos hasta el cuello para resolver un problema que el causante principal es nuestro vecino del norte.

Mejor no me ayudes, compadre.

“Centroamérica segura”… ¿y democrática?

Mientras no se atiendan con igual ímpetu los problemas de pobreza, desigualdad, exclusión social, segregación cultural y racismo, o la impunidad que carcome los sistemas judiciales, por citar solo algunos de los temas pendientes, no será posible construir otra Centroamérica realmente democrática.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

La crisis de narcotráfico, crimen organizado e inseguridad ciudadana que sufre Centroamérica (con una tasa de homicidios 33% superior a la del resto del mundo) está poniendo a prueba la capacidad de construcción política y la vocación democrática de los gobiernos de la región, tanto en la manera de alcanzar acuerdos sociales en torno a las acciones más adecuadas que deben emprenderse, como en la profundidad y radicalidad –en su sentido transformador- de la soluciones que se proponen frente a esta problemática.

Hasta el momento, el balance no es halagüeño: nuestra clase política no logra –o no quiere o no puede- ver más allá de las soluciones impuestas desde arriba, con enfoques marcadamente guerreristas y que, en el fondo, hacen parte de estrategias geopolíticas cuyos intereses van más allá del entorno centroamericano.

En efecto, casi todas las medidas tomadas para enfrentar esta crisis en nuestros países apuntan en la dirección de las experiencia de guerra contra el narcotráfico desarrolladas, bajo la tutela de los Estados Unidos, a través del Plan Colombia y la Iniciativa Mérida en México, es decir, la militarización del conflicto y la ausencia de una perspectiva integral de sus posibles soluciones.

En ese sentido, la Conferencia Internacional de Apoyo a la Estrategia de Seguridad de Centroamérica, que concluyó el pasado jueves en Guatemala, si bien a nivel del discurso de los organizadores intentó desmarcarse de ese enfoque, al final, demostró las limitaciones regionales e internacionales para realizar un abordaje diferente e integral de la crisis.

Aislados y protegidos de la realidad por ejércitos y guardaespaldas, los mandatarios centroamericanos pidieron más armas, servicios de inteligencia más modernos, recompensas por la captura de drogas y traficantes, y dinero, muchos más dinero para los presupuestos nacionales de seguridad y para financiar la Estrategia de Seguridad regional, cuyo costo estimado supera los $6 mil millones de dólares.

La delegación estadounidense, encabezada por la Secretaria de Estado, Hillary Clinton (de fugaz presencia: llegó tarde al evento el primer día, habló y se marchó), no fue muy receptiva de las peticiones centroamericanas. En respuesta al emplazamiento por aumentar la ayuda económica, Clinton dijo –no se sabe si en broma o en serio- que no habrá más dinero hasta que los Estados recauden más impuestos entre los sectores de altos ingresos, para sufragar así las necesidades de seguridad de las sociedades. ¿Los ricos centroamericanos, desde sus exclusivas y confortables fortalezas, financiarían la seguridad de los pobres? La idea de la funcionaria norteamericana, aunque puede parecer sensata, termina por convertirse en una burda mueca progresista a la vista de las estructuras profundas de la desigualdad y los privilegios en Centroamérica.

De parte de los organismos financieros internacionales, como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, lo que se obtuvo fueron nuevas ofertas de créditos por un monto cercano a los $2000 millones de dólares. Un endeudamiento que, como bien se sabe y lo demuestra la historia, de una u otra forma, siempre terminan pagando los sectores de la población de más bajos ingresos, vía impuestos directos o indirectos.

Esto, y poco más, puede decirse de los resultados concretos del cónclave de Guatemala. En cambio, fueron muchas y muy notorias las ausencias: no participaron de la cita los movimientos sociales, los pueblos indígenas, los afrocaribeños, los ciudadanos y ciudadanas “de a pie”, los migrantes y sus familias, los excluidos del crecimiento económico y, en fin, las miles de víctimas de la violencia y la barbarie criminal: como si los pueblos centroamericanos no tuviesen mucho qué decir a la clase política sobre las hondas raíces de la crisis que nos golpea.

Precisamente, ese vacío democrático en la discusión y la toma de decisiones es uno de los desafíos transversales en el diseño de planes y respuestas ante la crisis de seguridad. ¿O se nos olvida que esos mismos poderes que hoy buscan soluciones, hace apenas dos años dieron un golpe de Estado en Honduras; o que uno de los responsables de los genocidios perpetrados en Guatemala durante la década de 1980, podría llegar a la presidencia de ese país en los próximos meses, y estará a cargo de la política de seguridad?

Está bien concentrar esfuerzos en el combate y la prevención del delito, la reinserción de los delincuentes y el fortalecimiento penitenciario e institucional, como lo intenta la Estrategia de Seguridad regional. Pero mientras no se atiendan con igual ímpetu los problemas de pobreza, desigualdad, exclusión social, segregación cultural y racismo, o la impunidad que carcome los sistemas judiciales, por citar solo algunos de los temas pendientes, no será posible construir otra Centroamérica realmente democrática: una en la que participen todos los actores sociales, sin murallas ni intereses soterrados, y donde la seguridad no sea el resultado de la militarización, sino de la justicia social, la igualdad, la educación, el empleo digno y el respeto a la diversidad cultural.

Argentina en las vísperas de Cristina

El gobierno de Cristina Fernández ha continuado la voluntad posneoliberal que inició Kirchner. Esto se traduce en la inversión del dogma neoliberal: crecer para repartir. Hoy en Argentina se reparte para crecer.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América

Desde Puebla, México

El pasado 25 de mayo tuve oportunidad de estar al final de la tarde en la Plaza de Mayo en Buenos Aires. Frente a la Casa Rosada se congregaba una multitud que entusiastamente coreaba consignas en el festejo del 201 aniversario de la independencia argentina. Me di cuenta que no era un acto de argentinos en general sino que se trataba de una muchedumbre kirchnerista. Acompañado de una amiga porteña, Diana Dukelsky, a quien agradezco me haya llevado al evento, pude constatar que buena parte de los asistentes a la conmemoración eran jóvenes. Observé una enorme pantalla en el frente del palacio de gobierno que originaba abucheos cuando el video proyectaba imágenes de Bush y Carlos Menem y aplausos entusiastas cuando aparecían Perón, Evita, Néstor Kirchner y la presidenta Cristina Fernández.

Durante los días que estuve en Buenos Aires indagué si lo que había visto esa noche en Plaza de mayo era un fenómeno aislado o era representativo de lo que acontece en Argentina. Al parecer es esto último. Se ha observado en buena parte de la juventud el renacimiento de la militancia y el compromiso social. La mayoría del pueblo argentino recuerda traumatizada el desenlace del sueño menemista en la crisis del corralito en diciembre de 2001 y contrasta esa situación con la que se vive ahora. Hay prosperidad económica que se ha traducido en una elevación de la capacidad adquisitiva del pueblo argentino como lo pude constatar caminando por la zona de comercios de la calle Gurruchaga. Hace tres años cuando estuve la última vez en Buenos Aires, pude ver que Cristina Fernández estaba en una situación de desgaste notable. El paro que le hicieron los grandes productores de soya para protestar contra el proyecto gubernamental de incrementar los impuestos a las exportaciones de dicho producto, había desencadenado una terrible campaña mediática encabezada por el poderoso grupo mediático que encabeza el diario Clarín. La ley impositiva no se aprobó porque en el Congreso hubo un empate que fue resuelto con el voto en contra del vicepresidente Julio Cobos. Hoy Cobos va camino al olvido o será recordado por su traición a la presidenta Fernández.

¿Cómo ha sucedido este cambio que huele a una reelección de Cristina Fernández? La respuesta esencial es que su gobierno ha continuado la voluntad posneoliberal que inició Kirchner. Esto se traduce en la inversión del dogma neoliberal: crecer para repartir. Hoy en Argentina se reparte para crecer. Los frutos de la bonanza de los últimos años han sido usados para fomentar la producción y en otras más que implican una elevación de la calidad de vida de los argentinos. Para empezar el desempleo heredado por el neoliberalismo que estaba en 25% ahora se encuentra en el 7.4. Uno de los ejes principales de las políticas gubernamentales es el fomento al empleo. Pero además existe la Asignación Universal por hijo que es un programa parecido al de mi Familia Progresa. Tal programa también beneficia a las madres con 12 semanas de embarazo. Ha consolidado la estatización de los fondos de las pensiones para los jubilados, ha emitido una ley de actualización jubilatoria lo cual le permite a aquellos que no cuentan con los años de servicio suficientes el poder pagar cuotas para alcanzar una pensión decorosa al término de su vida laboral. Ha ampliado la cobertura de salud a jubilados y pensionados, ha fomentado la producción de medicinas genéricas en los laboratorios de universidades y ha consolidado el subsidio al transporte público. Importante de mencionar es la ley de medios que busca romper con el monopolio mediático que ha mantenido el grupo Clarín quien tiene hoy buena parte de las concesiones de canales de televisión en el país. Por supuesto esta parte de la ley se encuentra hoy en litigio. El Congreso aprobó también una ley de protección de los glaciares la cual ha sido acusada de no ser suficientemente enérgica contra la minería a cielo abierto. Se aprobó también la llamada ley de “matrimonio igualitario” que permite el casamiento gay y lésbico. En este momento está en proyecto una ley de participación de los trabajadores en las ganancias empresariales y una ley de entidades financieras que busca gravar las transacciones financieras.

La derecha acusa de populismo a todas estas medidas. He expresado en esta columna el uso incorrecto de este término para América Latina hoy. Populismo o no, las medidas han sido recibidas con beneplácito por el pueblo argentino. La principal carta de la derecha, el jefe de gobierno de Buenos Aires, Mauricio Macri, decidió no presentarse en las elecciones presidenciales y luchará por la reelección en su actual puesto.

Todo lo anterior me lleva a pensar que a menos que ocurriera un vuelco inesperado, Argentina se encuentra en las vísperas de Cristina.

Artículo relacionado: “La candidata y la estadista”, de Roberto Caballero

El genocida López Fuentes y Guatemala: Eppur si muove

Nunca sabremos si Galileo Galilei realmente dijo Eppur si muove —“Y sin embargo se mueve”— después de abjurar sobre su teoría heliocéntrica frente al tribunal de la Santa Inquisición. Pero es un hecho que a él se le atribuye la tenacidad de sostener la evidencia científica frente al dogma impuesto por la autoridad de aquella época. Hoy, en un país de silencio, impunidad y violencia como Guatemala, donde hasta la justicia llega tardíamente, hemos de pedirle prestada la frase a Galileo y decir: eppur si muove.

Carolina Escobar Sarti / Prensa Libre (Guatemala)

(Fotografía: el general retirado Héctor Mario López)

Se abre el primer juicio por genocidio en Guatemala y hay montañas de evidencias que condenan a Héctor Mario López Fuentes, ex general de 81 años, acusado por la Fiscalía de Derechos Humanos “de ser el principal responsable de más de 10 mil asesinatos, 9 mil desplazamientos y violaciones contra mujeres del área Ixil, crímenes ocurridos en marzo de 1982 a octubre de 1983. Según el fiscal del caso, Manuel Vásquez, los crímenes ocurrieron al ejecutar los planes Sofía, Victoria 82 y Firmeza 83, que fueron creados y ejecutados durante el mando de López Fuentes como Jefe del Estado de la Defensa del período de facto de Efraín Ríos Montt”.

Sería de humanos conmoverse ante la imagen de un anciano sentado dentro de una especie de jaula de donde saldrá esposado para enfrentar a la justicia. Sin embargo, bastan segundos de conciencia y memoria por los horrores cometidos bajo sus órdenes y su supervisión, contra miles de hombres y mujeres de todas las edades, e incluso contra infantes que eran tomados de los pies con el fin de matarlos al estrellar su cabeza contra una piedra o un árbol, para que la compasión y la razón se coloquen del lado debido. Solo entonces podremos cumplir con el mandato histórico de justicia y reparación que el Estado de Guatemala le adeuda a miles de familias en este país.

No hay ejército que no sepa que existen prácticas aceptables y no aceptables mientras se está en guerra —Ius in bello—, por lo cual es una trampa decir que en la guerra todo se vale. Si bien ninguna guerra es justa, porque el éxito de la violencia depende de las relaciones de poder, como diría Weber, y no de la ética, nada justifica los horrores que se vivieron aquí en décadas pasadas, antecedentes directos de los horrores que vivimos hoy. Y es obvio que la impunidad que padecemos no es gratuita; obvio es que el Ejército cometió el 93 por ciento de las 626 masacres que sucedieron en Guatemala; obvio es que actualmente muchos ex kaibiles han sido los maestros de los Zetas, y que muchos militares que nunca fueron juzgados están detrás del terror que se vive, porque son parte de estructuras que sostienen jugosos negocios de drogas, armas, extorsiones, corrupción y humanotráfico. Por cierto, ayer el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, manifestó en la conferencia sobre seguridad que se realiza en nuestro país, que allí dentro había “mucha gente que está a sueldo de los narcotraficantes” y les informa sobre lo que se discute en ese foro.

Sin embargo, definitivamente algo se está moviendo, por las razones que sean y de las cuales a mí solo me importa la justicia. El lunes pasado, el Gobierno inauguró un centro de acceso público a 12 mil 287 archivos desclasificados sobre las operaciones militares en la guerra civil (1960-1996), que podrán ser revisados libremente solicitando permiso al Ministerio de la Defensa, y luego usados en tribunales, si fuera el caso. Este Centro de Consulta de Servicios de Ayudantía del Ejército, con sede en las instalaciones del Estado Mayor de la Defensa, cuenta con el 99.3 por ciento de los archivos militares disponibles al público. 
Que no sea espejismo, porque lo que se mueve está vivo, y aquí ya estamos hartos de tanta muerte.

Artículo relacionado: “López Fuentes: Acusado de genocidio”, de Margarita Carrera

Puerto Rico: la farsa descolonizadora de Obama

Cuando Obama balbucea su seudo-compromiso con la descolonización de Puerto Rico, no puedo sino concluir que estamos ante un ignorante o un farsante. El tranque no está en la falta de decisión y voluntad del pueblo de Puerto Rico sino en la falta de decisión y voluntad del gobierno de Washington.

Carlos Rivera Lugo / Semanario Claridad (Puerto Rico)

Aparte de lo insustancial y cosmético de su visita oficial reciente a Puerto Rico, la cual duró poco más de cuatro horas, el presidente estadounidense Barack Obama hizo gala de la esencial continuidad de la política imperial hacia nuestra nación antillana. Reiteró el propósito de su administración para encarar nuestra más que centenaria condición de dependencia colonial: propiciar un proceso de consulta para que “los residentes de Puerto Rico” –lo que excluye los más de cuatro millones de puertorriqueños residentes en Estados Unidos- decidan entre la libre asociación, la independencia, la anexión o la continuación del régimen colonial actual (el mal llamado Estado Libre Asociado). Insertar esta última opción es lo mismo que incluir el problema como solución o la integración a cuenta gotas de la Isla a Estados Unidos, como bien admitió recientemente en privado un reconocido líder del principal soporte político de esta opción, el Partido Popular Democrático (PPD). Lea el artículo completo aquí…

Chile: el modelo tocó techo

De una u otra manera, las expresiones de malestar registran el rechazo a un modelo de sociedad basado en el lucro y en el individualismo; y cuestionan una institucionalidad sorda que impide la participación ciudadana.

Manuel Cabieses / Clarín (Chile)

Existe en Chile un ascendente estado de efervescencia social que se inició en enero pasado con la protesta en Magallanes por el precio del gas. Desde mayo se vienen multiplicando en todo el país las movilizaciones, marchas, tomas de recintos universitarios y colegios, cortes de caminos, huelgas y otras manifestaciones de protesta que abarcan amplios y diversos sectores sociales.

De particular magnitud han sido las marchas estudiantiles -exigiendo prioridad para la educación pública- y de ecologistas contra el proyecto HidroAysén en la Patagonia. La demanda social afecta no sólo a la derecha política y empresarial que está hoy en el gobierno. También interpela a la coalición opositora que gobernó durante 20 años y que pretende escabullir su responsabilidad en problemas que tienen su origen en la desigualdad que caracteriza a la sociedad chilena. La situación revela que la institucionalidad construida en lo fundamental por la dictadura, se encuentra atrapada en su propia trampa: un modelo económico, social, político y cultural que no incluye entre sus deberes solucionar los problemas del pueblo ni avanzar en la modernización de la sociedad a través de la autodemocratización del sistema. Se trata de una situación de empantanamiento muy riesgosa. Llevada a una situación límite puede gatillar los instintos más siniestros de un modelo portador de los genes del terrorismo de Estado. Lea el artículo completo aquí…

Revoluciones latinoamericanas

Está muy claro que América Latina se halla en una era distinta a la del pasado, en la que los cambios revolucionarios han significado, sobre todo, la introducción de la dimensión social para el desarrollo económico, la intervención del Estado para regular los abusos y excesos que siempre generan los modelos empresariales con mercado libre, y un renovado nacionalismo.

Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo (Ecuador)

La semana pasada se realizó en Santo Domingo, República Dominicana, el X Congreso Internacional de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC), bajo el título “Las revoluciones en la historia de América Latina y el Caribe. Siglo XX”. Fue la oportunidad para examinar, ante todo, los procesos revolucionarios que se vivieron en México (1910), Bolivia (1952), Cuba (1959) y Nicaragua (1979), pero también para reflexionar sobre los cambios que se imponen hoy en varios países de la región (Bolivia, Ecuador y Venezuela a la cabeza), cuyos gobiernos asumen estar desarrollando auténticas revoluciones, distintas a las del pasado, pues se realizan en el marco de la democracia y del propio capitalismo.

El presidente dominicano Leonel Fernández, en un importante y magistral discurso, hizo un repaso académico sobre el significado de las revoluciones latinoamericanas nombradas y también asumió que su gobierno está desarrollando una revolución contemporánea, pacífica, que respeta la democracia. Para los historiadores latinoamericanistas asistentes está muy claro que América Latina se halla en una era distinta a la del pasado, en la que los cambios revolucionarios han significado, sobre todo, la introducción de la dimensión social para el desarrollo económico, la intervención del Estado para regular los abusos y excesos que siempre generan los modelos empresariales con mercado libre, y un renovado nacionalismo, que valora la soberanía y la identidad propia, incluso confrontando tesis y posiciones frente a los países capitalistas centrales, que siguen practicando viejas políticas imperialistas.

Adicionalmente, el congreso ha servido para intercambiar criterios y experiencias sobre la vida política de América Latina en la coyuntura. Con respecto a Ecuador, entre los historiadores existió un amplio interés por conocer la marcha del país. Sorprendió a los académicos, que están informados sobre los acontecimientos del 30 de septiembre de 2010, que un evidente intento de golpe de Estado, que incluso derivó en un intento de magnicidio, vaya quedando en la impunidad. Los historiadores constataron que en Ecuador, tanto como en los otros países con regímenes definidos por cambios “revolucionarios”, los opositores y enemigos políticos obran como en el viejo pasado, intentando detener y revertir los cambios, aún sin descartar la confabulación que conduzca finalmente al ansiado golpe de Estado exitoso.

La izquierda en América Latina y el Caribe: balances y desafíos

Si quiere ampliar su fuerza sin perder el rumbo, la izquierda latinoamericana y caribeña tendrá que dar más atención al debate sobre el capitalismo del siglo XXI, al balance del socialismo del siglo XX, y a la discusión estratégica. Que incluye resolver la ecuación entre transformación nacional e integración regional.

Valter Pomar / AméricaXXI (Venezuela)

La América Latina y Caribeña (ALC) jugó un importante papel en el desarrollo del capitalismo, más específicamente, para el enriquecimiento de potencias todavía hoy dominantes: los Estados Unidos y algunos países europeos.

El saqueo y la explotación de ALC contribuyeron para la acumulación de riquezas que precedió a la industrialización capitalista de las metrópolis europeas.

Posteriormente, los países de la región ALC sirvieron no sólo como proveedores de materias primas, sino también como mercado consumidor de productos industriales y receptor de capitales exportados por las metrópolis.

Esta relación de explotación se mantuvo a lo largo de la historia, no importando cuál fuera el país hegemónico del polo metropolitano: Portugal, España, Holanda, Francia, Inglaterra o Estados Unidos.

La explotación por parte de las metrópolis no impidió el desarrollo de América Latina. Pero generó un tipo de desarrollo que reproduce las condiciones generadoras de la explotación, de la dependencia externa y de la desigualdad.

En último análisis, las metrópolis aceptaban y hasta estimulaban el desarrollo, siempre y cuando fuera asociado, subalterno, dependiente, periférico. Lea el artículo completo aquí…

Alerta amarilla por el petróleo y los minerales

La República Popular China, que se afianza como segunda potencia mundial, dirige sus principales negocios a la explotación de recursos naturales en América Latina.

Agustina Villalba / Agencia Periodística de América del Sur

Las inversiones chinas en América Latina crecen a un ritmo vertiginoso. El denominado “Consenso de Beijing” se diferencia estructuralmente del neoliberal “Consenso de Washington”, aunque los resultados podrían no ser tan disímiles dado que los recursos naturales de la región siguen en la mira.

La consolidación de la República Popular China como segunda potencia económica mundial no es novedad. El acelerado crecimiento económico, impulsado por un artificial bajo valor de la moneda nacional para apoyar las exportaciones, generó la mayor reserva de divisas del mundo. El momento de la inversión llegó de manera paulatina en los últimos diez años: primero fue África y ahora América Latina se suma a la lista.

El “modelo chino” o “Consenso de Beijing”, término acuñado por el escritor y analista Joshua Cooper Ramo, impulsa una propuesta de desarrollo diferente para los países del tercer mundo en momentos en que el modelo neoliberal parece haber quedado atrás en muchos países latinoamericanos. Lea el artículo completo aquí…

¿Crisis terminal del capitalismo?

Al agravarse la crisis crecerán en todo el mundo las multitudes que no aguanten más las consecuencias de la superexplotación de sus vidas y de la vida de la Tierra y se rebelen contra este sistema económico que ahora agoniza.

Leonardo Boff / ALAI

Vengo sosteniendo que la crisis actual del capitalismo es más que coyuntural y estructural. Es terminal. ¿Ha llegado el final del genio del capitalismo para adaptarse siempre a cualquier circunstancia?. Soy consciente de que pocas personas sostienen esta tesis. Dos razones, sin embargo, me llevan a esta interpretación.

La primera es la siguiente: la crisis es terminal porque todos nosotros, pero particularmente el capitalismo, nos hemos saltado los límites de la Tierra. Hemos ocupado, depredando, todo el planeta, deshaciendo su sutil equilibrio y agotando sus bienes y servicios hasta el punto de que no consigue reponer por su cuenta lo que le han secuestrado. Ya a mediados del siglo XIX Karl Marx escribía proféticamente que la tendencia del capital iba en dirección a destruir sus dos fuentes de riqueza y de reproducción: la naturaleza y el trabajo. Es lo que está ocurriendo. Lea el artículo completo aquí…

"Deudocracia": una mirada crítica a la crisis griega (video)

"Debtocracy - Χρεοκρατία - Deudocracia" es un documental realizado por los periodistas griegos Katerina Kitidi y Ari Hatzistefanou, y distribuido en internet libremente por sus autores, que busca las causas de la crisis y de la deuda en Grecia, y que propone soluciones que el Gobierno y los medios de comunicación dominantes ocultan.



Artículo relacionado:
No es Grecia. Es el capitalismo, ¡estúpido!
Atilio Borón / Rebelion
Los medios, las consultoras, los economistas, los bancos de inversión, los presidentes de los bancos centrales, los ministros de hacienda, los gobernantes no hacen otra cosa que hablar de “la crisis griega”. Ante tanta vocinglería mal intencionada es oportuno parafrasear aquella frase de campaña de Bill Clinton para decir e insistir que la crisis es del capitalismo, no de Grecia. Que este país es uno de los eslabones más débiles de la cadena imperialista y que es a causa de ello que por allí hacen eclosión las contradicciones que lo están carcomiendo irremisiblemente. Lea el artículo completo aquí…

Silvio Rodríguez: “¿Qué misterio va a revelar un aprendiz?” (video)

Los cantautores Amaury Pérez y Silvio Rodríguez, dos referentes de la música y la cultura cubana, sostuvieron un diálogo en el programa “Con 2 que se quieran”. Una interesante entrevista que compartimos con las y los lectores de Con Nuestra América.

sábado, 18 de junio de 2011

Ollanta Humala: una gira sintomática

Humala tiene un compromiso con ese pobrerío que lo mira esperanzado. Este compromiso implica establecer alianzas no solo internas sino, también, con otros países que pueden acuerparlo en lo que se proponga hacer para revertir, aunque sea en parte, la situación con la que se encuentra.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

rafaelcuevasmolina@hotmail.com

(Fotografía: Ollanta Humala, presidente electo de Perú, durante su visita a la presidenta Argentina, Cristina Fernández)

Si algo caracteriza las apreciaciones que se hacen de lo que puede ser el futuro gobierno de Ollanta Humala en el Perú es la precaución. En efecto, dadas las características que revistió la virulenta y prolongada campaña electoral en la que resultó electo, el pronóstico no puede sino ser reservado. Como ya se ha explicado ampliamente, Humala transitó hacia la centro izquierda del espectro político, restando radicalidad a su propuesta y discurso. Asimismo, es conocido que, respecto a él, el Perú se encuentra dividido casi en dos partes iguales: los que lo apoyan y los que no, siendo su mitad conformada no solo por quienes están de acuerdo con sus planteamientos sino, también, por quienes lo votaron solamente porque no querían a Keiko Fujimori.

Ollanta hereda un Perú en el que se han implementado, desde hace 20 años, políticas neoliberales que, como en todas partes, han abierto de par en par las puertas del país a los capitales trasnacionales, especialmente en la minería, reafirmando el carácter extractivista de la economía peruana, y que ha sido incapaz de provocar el famoso “derrame” de riqueza desde la cúspide de la pirámide social hacia abajo.

Es, también, un Perú que se ha visto sacudido por la guerra interna, por la represión al movimiento popular de la ciudad y del campo pero, también, en donde han surgido nuevos actores sociales, como los indígenas, que con amplias movilizaciones se han puesto en el mapa de la política contemporánea del país.

El Perú forma parte de aquellos países que, en América Latina, el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro caracterizó como pueblos testimonio, junto a México, Guatemala, Bolivia y Ecuador, en los cuales la presencia de las culturas originarias americanas ha marcado a fuego su formación social. En este sentido, son países cuyos estados nacionales se han construido sobre la exclusión, discriminación y explotación de los indígenas, perfilando sociedades muy polarizadas social, económica y políticamente, en los que casi se puede hablar de dos países: el de los pobres, confinados a vivir en la sierra, en las tierras más pobres, y el de las clases medias y altas, más urbanas, europeizadas, que desprecian y hacen todo lo posible por diferenciarse del “indio”.

Esta cruda realidad ha quedado patente en años recientes en Bolivia, en donde el país “camba” se ha opuesto a sangre y fuego contra el proyecto del “indio” Morales, llegando a protagonizar actos de humillación contra los indígenas que tienen un tinte prácticamente colonial.

En este contexto, Humala tiene un compromiso con ese pobrerío que lo mira esperanzado. Este compromiso implica establecer alianzas no solo internas sino, también, con otros países que pueden acuerparlo en lo que se proponga hacer para revertir, aunque sea en parte, la situación con la que se encuentra.

En este sentido, resulta sintomática la gira que emprende apenas electo. Es una gira por distintos países de América Latina que no deja a nadie por fuera. Elegir hacer una gira latinoamericana indica un viraje en relación con que era, casi sin excepción, la inveterada costumbre de los presidentes electos de cualquier país latinoamericano: viajar en primer lugar y sin dilación a Washington para conversar con el presidente de turno con el fin “reafirmar los lazos de amistad”.

Ollanta Humala ha reiterado a lo largo de toda su campaña que está muy interesado en promover las alianzas con sus pares latinoamericanos, especialmente con el MERCOSUR. Bienvenida sea esa orientación, en la medida en que aleja al Perú de la alianza de países del Pacífico, Chile, Colombia y México, que se erige como alternativa al ALBA pero, más en general, a todas aquellas tendencias nacionalistas, apoyadas en lo popular, que pretenden la construcción de proyectos posneoliberales.

Buenos augurios, entonces, para Humala, si es que esa será su elección.

Alerta: ¿Indulto para el criminal?

Acabar con el fujimorismo en Perú no parece ser una tarea sencilla. Su naturaleza: el cinismo, la corrupción, el robo, la mentira, los crímenes y la violación de los derechos humanos ha hecho de él un cáncer social inacabable, que en lugar de autodestruirse, se autoreproduce.

Abner Barrera Rivera / AUNA-Costa Rica

Después de algunos días del triunfo de Ollanta Humala, candidato de Gana Perú en las recientes elecciones presidenciales, no sólo el ex dictador Alberto Fujimori “está enfermo”, sino también el fujimontesinismo, representado en los grandes ne

gocios turbios de las empresas que respaldaron la campaña de la señora Fujimori, y toda la prensa indecente de la derecha cavernaria peruana, que cada día expide hedor y pus por la herida que le infringió el pueblo peruano el pasado 05 de junio.

Acabar con el fujimorismo en Perú no parece ser una tarea sencilla. Su naturaleza: el cinismo, la corrupción, el robo, la mentira, los crímenes y la violación de los derechos humanos ha hecho de él un cáncer social inacabable, que en lugar de autodestruirse, se autoreproduce; sus células enfermas no mueren, sino se renuevan y se muestran inmunes a su extirpación. Al igual que el somocismo en Nicaragua o el pinochetismo en Chile, el fujimorismo pretende ser un actor político de importancia en el nuevo escenario político que se abre en Perú.

El otrora autodenominado antiimperialista Alan García Pérez, comprometido con la candidatura de la señora Fujimori (por eso muchos señalan que el gran perdedor en esta contienda ha sido él), una semana después de las elecciones, todavía está de duelo por la derrota de su mimada. Los pactos que desde hace varios años han hecho apristas y fujimoristas “hoy por ti, mañana por mí”, les llevó a menospreciar al pueblo peruano, creyendo que ellos tenían el futuro del país -la administración de los negocios y la corrupción-, en sus manos, y que los sátrapas de ambas agrupaciones quedarían siempre impunes. Hoy, con el triunfo de Ollanta Humala no sólo el mercado está nervioso, sino también los políticos corruptos y violadores de los derechos humanos, empezando por Alan García, quien deberá ser investigado por la matanza de decenas de presos políticos en las cárceles de Lurigancho, El Frontón y Santa Bárbara (en su primer gobierno), por la masacre de indígenas en la provincia de Bagua y por la corrupción campante de él y los apristas (en su segundo gobierno).

Por eso no es de extrañar que en estos días los titulares de los medios aprofujimoristas, señalen que el “despistado” congresista aprista José Vargas le haya pedido al presidente Alan García que indulte por motivos de salud a Alberto Fujimori, quien se encuentra condenado a veinticinco años de cárcel por delitos de lesa humanidad. Los medios también subrayan que Rafael Rey, representante del Opus Dei en la política peruana, ha pedido que se indulte al convicto como un “acto de humanidad”. Rey, que ahora habla de “acto de humanidad” es el mismo quien dijo, que cientos de mujeres humildes en el gobierno de Alberto Fujimori no fueron esterilizadas “contra su voluntad sino sin su voluntad” y que “es totalmente una barbaridad, pero no es lo mismo” (¡más patético imposible!). Que nadie se sorprenda que pronto aparezca con la Biblia y la cruz en la mano, en primera plana de los medios aprofujimoristas el cardenal Luis Cirpriani -el mismo que dijo que los derechos humanos son una cojudez-, exigiendo la liberación de su amigo, el criminal Alberto Fujimori.

Como notará el lector, estamos otra vez ante una campaña mediática bien montada entre apristas y fujimoristas. Sin embargo, según las leyes internacionales, no se puede otorgar indulto a condenados por delitos de lesa humanidad, aunque tengan una enfermedad terminal.

Lo que llama la atención es que, pocos días antes de las elecciones presidenciales, la propia Keiko Fujimori informó a la prensa internacional que su padre gozaba de buena salud. Pero hoy, una semana después de la derrota electoral, resulta que el reo está enfermo y con menos kilos de peso (debe haber adelgazado por exceso de trabajo). ¿Acaso los peruanos olvidan que Alberto Fujimori estuvo rebosante de salud, coordinando desde la DIROES, la campaña electoral, de su hija? ¿Y acaso olvidarán los peruanos que la señora Fujimori prometió, que si salía elegida presidente liberaría a su padre?

Todo indica que la promesa de Keiko Fujimori tratará de cumplirla el saliente presidente Alan García, porque la alianza política “hoy por ti, mañana por mí” de los apristas y fujimoristas, busca que ambos sean librados de la justicia peruana. Fujimori suelto, partiría a Japón, y como agradecimiento Fuerza 2011, le otorgaría a García Pérez el apoyo de sus treinta y siete congresistas fujimoristas que sumados a los cuatro apristas, impedirían que prosperé cualquier denuncia por corrupción contra él, cuando deje la presidencia.

El declive de EE.UU. y América Latina

Sin una opción radical por eso que, siguiendo a Mariátegui, podemos llamar el empeño de creación heroica de un futuro distinto para nuestros países, el estallido final de la potencia imperial podría arrastrarnos a todos en su onda expansiva de muerte.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

¿Cuán profunda y grave es la crisis que sufren los Estados Unidos? Los datos divulgados por el Instituto de Política Económica de Washington nos dan una respuesta: en el país paladín del mundo libre, 25 millones de personas, en su mayoría jóvenes, afroestadounidenses y latinos, no tienen trabajo a tiempo completo (una cantidad mayor que la población combinada de Guatemala, El Salvador y Costa Rica); y entre 1979 y 2005, los hogares más pobres registraron un aumento promedio de sus ingresos de apenas $200, mientras que para el 0,1% de los hogares más ricos, los ingresos alcanzaron la increíble suma de $6 millones.

La magnitud de la crisis y las desigualdades que atraviesan la sociedad estadounidense no dejan de sorprendernos, y constituyen, sin duda, un signo claro de lo que ya muchos anuncian como la fase terminal de una enfermedad prolongada.

Precisamente, en una entrevista publicada por el diario La Jornada de México, el intelectual Morris Berman asegura que el declive de los Estados Unidos es un hecho inevitable. “El suceso más importante en los pasados 400 años, en mi opinión, fue la creación de Estados Unidos. Y creo que ahora ha llegado el fin de ese país, su declive”, afirmó.

La perniciosa combinación entre desarrollo tecnológico, expansión económica y guerra, en su criterio, ha precipitado el colapso norteamericano. “Para esta expansión se necesita energía, petróleo, y esto involucra a la guerra. Estados Unidos utiliza 25% de la energía del mundo, con una población menor a 5% del total del planeta. Es increíble, (…) No es posible continuar”.

La corrupción de las instituciones políticas, como la Corte Suprema de Justicia o el Congreso; los problemas en el sistema educativo; o los fracasos militares en Irak y Afganistán (“¿Cómo es posible que el ejército más poderoso del mundo no pueda tener una victoria contra esos dos pequeños países?”, se pregunta Berman), son síntomas del fin de la otrora potencia hegemónica.

Para Berman hay dos factores culturales que resultan claves para comprender las causas de este declive. Por un lado, el carácter “cerrado y provinciano” de una sociedad en la que sus ciudadanos “no tienen una visión de ideas diferentes, de modos de vida distintos. Es sólo la ideología de Estados Unidos”, lo que dificulta el diálogo, la comprensión y reconocimiento de otras culturas.

Y por el otro, el predominio de valores destructivos como el egoísmo y el individualismo: “El individualismo es importante –explica Berman-, pero tiene que considerarse la ecología general de la vida humana. Si individualismo, tecnología y dinero es lo más importante; no es posible tener una sociedad, una comunidad, una civilización. En Estados Unidos el propósito es expansión, tecnología, economía, individualismo, y así no hay sustentabilidad posible”.

Por supuesto, este declive tiene implicaciones para todo el sistema internacional, articulado durante décadas en torno al liderazgo de los Estados Unidos; pero afecta de modo particular a aquellas regiones cuyos vínculos son más estrechos, como es el caso de América Latina: aquí, durante casi dos siglos, la potencia norteamericana ha sido referente cultural, político, económico y, no pocas veces, también fue opresor violento que impuso sus intereses a sangre y fuego.

Por desgracia, mientras intelectuales críticos como Berman advierten del colapso estadounidense, las élites de una considerable cantidad de países latinoamericanos insisten en profundizar las relaciones de dependencia, a todo nivel, con la potencia decadente y con el modelo de sociedad que exporta como panacea. Es el caso, por ejemplo, de la iniciativas Bloque del Pacífico, que incluye a México, Colombia, Perú y Chile, y Arco del Pacífico, que incorpora a Centroamérica a esta geografía política, económica y estratégica. Sin embargo, también es la amenaza que se tiende ya sobre los procesos progresistas y nacional-populares de nuestra América, que no terminan de cortar las cadenas que, sobre todo desde los mercados financieros, los mantienen atados al capitalismo depredador.

En una de sus últimas Reflexiones, el líder cubano Fidel Castro decía que “nadie puede asegurar que el imperio en su agonía no arrastre al ser humano a la catástrofe”. Esta es una posibilidad dramática y real, que comprobamos ya en más de un aspecto.

Hoy sabemos algo más: sin el protagonismo de los pueblos latinoamericanos y caribeños para profundizar los procesos de cambio iniciados hace una década; sin voluntad emancipadora y rebeldía de las dirigencias, entrampadas en el dilema de ser o no ser “izquierdas sensatas”, que sirven infructuosamente a dos señores; y sobre todo, sin una opción radical por eso que, siguiendo a Mariátegui, podemos llamar el empeño de creación heroica de un futuro distinto para nuestros países, en un mundo nuevo y equilibrado, el estallido final de la potencia imperial podría arrastrarnos a todos en su onda expansiva de muerte.

Los dilemas de la resistencia hondureña

Si la resistencia quiere darle perspectiva al gran movimiento desatado por el entusiasmo generado por el Zelaya gobernante y la indignación generada por el Mel derrocado, tendrá que crear un camino consistente que la lleve de nueva cuenta a ser gobierno.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América

Desde Puebla, México

El domingo 26 de junio de 2011 se celebrará en Honduras la Asamblea Nacional del Frente Nacional de Resistencia Popular. Ha sido precedida dicha asamblea de la reunión de la Coordinación y Comité Político del FNPR celebrada el 10 de junio recién pasado. Tanto este evento como el que se celebrará próximamente han sido marcados por la presencia del Coordinador del FNRP, José Manuel Zelaya Rosales, líder indiscutible del vasto movimiento social y político que se ha venido gestando en Honduras desde hace aproximadamente cinco años.

El movimiento de masas más palpitante de Centroamérica y uno de los más notables de la América Latina de hoy discutirá posibles alternativas a buena parte de los dilemas que hoy se presentan en el contexto del regreso a su patria de Mel Zelaya. El primero de ellos lo tiene el propio Zelaya. Figura conspicua del Partido Liberal, su movimiento va mucho más allá de dicho partido por lo que pensar en la lucha política encasillada en el mismo sería mutilar significativamente a dicho movimiento. Por otra parte no es posible soslayar que buena parte de la base del FNRP procede de las filas del liberalismo y que la lucha por conseguir la mayoría electoral atraviesa por la negociación con las diversas tendencias liberales, excepto aquellas que fueron beligerantemente golpistas, como las que encabeza Roberto Micheletti. ¿Abandonará Zelaya el Partido Liberal como se lo demanda el sector más beligerante del movimiento? ¿O bien caminara entre dos aguas como lo ha anunciado al declararse “liberal y socialista”?

Otros dilemas han sido dejados atrás por el propio curso de los acontecimientos. Por ejemplo durante los seis meses que siguieron al golpe, el sector más radical de la resistencia hondureña consideraba que se estaba desperdiciando el momento para desatar una insurrección que condujera a la resistencia al poder. Una insurrección atraviesa por un acopio significativo de armas, una decisión de amplios sectores del pueblo de enfrentarse violentamente al poder establecido y de una fractura significativa del ejército gubernamental. Hasta donde puedo ver ninguna de esas condiciones existían en Honduras.

Acaso el dilema más importante de la resistencia hondureña en el momento actual es con respecto a la Asamblea Constituyente. En este asunto el heterogéneo movimiento que es la resistencia se ha expresado en tres tendencias. Una tendencia vería el proceso constituyente como algo reducido a los partidos políticos tradicionales y sin una mayor participación de los amplios sectores populares que le ha dado vida a la resistencia. La tendencia del “espacio refundacional” ve el proceso constituyente como “autoconvocado”, como proceso de educación política y organización de amplios sectores populares y como una vía para tomar el poder. Una tercera tendencia coincidiría en la necesidad de educación y organización de los de abajo pero se manifiesta escéptica de que un proceso constituyente auto convocado tuviera efectos vinculantes porque se haría sin el concurso de todas las fuerzas políticas hondureñas y esto incluye a la derecha.

Otro dilema se refiere al proceso electoral de 2013. ¿Es este proceso electoral la prioridad del FNPR o es el proceso constituyente auto convocado que decidió la Asamblea Nacional de febrero pasado? Podría pensarse que ambos procesos no son excluyentes pero es realista dudar si coinciden los tiempos políticos para hacerlos. El “espacio refundacional” insiste que deben mantenerse las condiciones para la participación electoral del FNRP acordadas en la Asamblea Nacional antes mencionada: retorno de Zelaya, la auto convocatoria de la Asamblea Constituyente y una nueva ley electoral.

Seguramente Zelaya que convalidó estas decisiones ahora lo esté repensando. Como político educado en la realpolitik, sabe que las coyunturas electorales suelen ser volátiles. ¿Estarían en 2017 las mismas condiciones que se observan ahora y de cara al 2013?

Resulta evidente que si la resistencia quiere darle perspectiva al gran movimiento desatado por el entusiasmo generado por el Zelaya gobernante y la indignación generada por el Mel derrocado, tendrá que crear un camino consistente que la lleve de nueva cuenta a ser gobierno.