sábado, 14 de septiembre de 2013

Estados Unidos en América Latina

Los migrantes latinos han ido hispanizando a los EE.UU. y no parecen errar quienes afirman que, después de 50 años, ese país podrá ser considerado uno más de la América Latina.

Jorge Núñez Sánchez / El Telégrafo

Siempre supimos que los EE.UU. eran la “otra América”, un país septentrional, distinto e incluso opuesto a la América Latina. Martí habló de “ese Norte revuelto y brutal que nos desprecia”. Y Darío anotó en su “Oda a Roosevelt”: “Tened cuidado, vive la América Latina, que aún reza a Jesucristo y aún habla en español”. Y así podríamos seguir recordando a todos los pensadores y escritores que han dedicado páginas, ensayos, libros y tratados a estudiar las diferencias históricas y culturales entre las dos Américas: la anglosajona del Norte y la indolatina del Sur.

Pero ahora, aunque nos parezca increíble, pareciera ser que ha ido desapareciendo la más importante de esas diferencias, la étnico-cultural, al punto que grandes espacios de esa tan mentada Norteamérica (California, Texas y Florida) se han convertido ya en territorios hispanohablantes, similares a los de cualquier país sudamericano, y otros están cerca de serlo: Nueva York, Illinois, Arizona, Nueva  Jersey y Colorado. Incluso el simbólico distrito de Columbia, donde se asienta Washington, tiene hoy un 46,7 por ciento de población hispana.

En una reciente conferencia sustentada en el seminario internacional “¿A dónde va América Latina?”, el doctor Nelson Maldonado Torres, profesor de la prestigiosa Universidad de Rutgers, en Nueva  Jersey, ha llegado a sostener que es llegada la hora de no ver más a los EE.UU. como el país opuesto y/o enemigo de los nuestros, sino como un país próximo y cada vez más propio, en el que viven, trabajan, sueñan y crean unos 44 millones de latinoamericanos, que tienen familiares en el Sur y envían remesas mensuales para ellos. 

Conocíamos ya que los latinos son la minoría más dinámica y numerosa de ese país. Pero las informaciones aportadas en este seminario muestran una realidad todavía más grande y compleja. Por ejemplo, que en EE.UU. hay más salvadoreños que en El Salvador y que sus remesas sostienen la economía de su país. Y que en México hay Estados que tienen remesas mayores que su PIB.

En síntesis, los migrantes latinos han ido hispanizando a los EE.UU. y no parecen errar quienes afirman que, después de 50 años, ese país podrá ser considerado uno más de la América Latina. Entonces, no sería nada raro que ese país, que ya ha elegido un presidente negro, llegue a elegir como Jefe de Estado a un bilingüe que se apellide Sánchez o Campaña, o a un mixturado que se apellide Obetz Núñez o Delgado Norris.

Desde luego, estas realidades sociales y políticas exigen un cambio en las ideas hasta hoy generalizadas entre nosotros, acerca de los EE.UU. como país y como potencia. Por ejemplo, ya no será tan fácil hablar del “imperialismo norteamericano” como si fuera la acción de todo un país, y habrá que precisar bien que se trata de la acción expoliadora de empresas monopólicas, imperios financieros o eso que el presidente Eisenhower definiera como “el complejo militar-industrial”.

En la zarzuela “La Verbena de la Paloma”, don Hilarión expresa: “Los tiempos cambian que es una barbaridad”. Nosotros podríamos corregir la frase y decir: “Los tiempos cambian que es un contento”.

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