sábado, 14 de septiembre de 2013

Guatemala: Arbenz, en su centenario

Jacobo Arbenz tuvo una vida relativamente breve y trágica. Pero la historia de Guatemala en estos casi sesenta años lo ha reivindicado. La crisis profunda vivida durante los años del conflicto interno, con su cauda de cientos de miles de muertos  y desaparecidos, demuestran el profundo error histórico que significó su derrocamiento.

Carlos Figueroa Ibarra /  Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

El presidente Arbenz conversa con un
campesino guatemalteco, en 1954.
El  14 de septiembre de 2013, se cumplirán cien años del nacimiento del coronel Jacobo Arbenz Guzmán. Al igual que sucedió con Allende, la figura de Arbenz  ha sido vilipendiada desde la derecha y lamentablemente desde la izquierda. Desde la derecha, el odio se ha cebado con él  en los últimos 59 años con la acusación de que encabezó un gobierno comunista o al menos un gobierno en el que los comunistas tuvieron gran influencia. Desde la izquierda, el vilipendio ha llegado con el encendido reproche de que renunció en lugar de defender con las armas en la mano al gobierno revolucionario que encabezaba.

La acusación derechista de que Arbenz encabezó un gobierno comunista ha sido desvirtuada por los estudios históricos más serios. Es hartamente sabido que el segundo gobierno de la revolución guatemalteca buscaba la instauración de un régimen democrático y un capitalismo  sustentado en el mercado interno, la industrialización, la independencia económica y la soberanía política. La acusación anticomunista se sustenta sobre todo en la cercanía con el presidente revolucionario de quien fuera secretario general del Partido Guatemalteco del Trabajo, José Manuel Fortuny. Se ignora o se olvida que el PGT era un partido ciertamente pequeño aunque muy organizado, pero que no tenía entre sus objetivos instaurar un régimen socialista ni mucho menos comunista. El PGT había hecho de la reforma agraria y la modernización política y económica sus objetivos fundamentales. No puede negarse que en términos estratégicos se planteaba  el socialismo pero matizaba dicho planteamiento haciéndolo depender de las condiciones internacionales que se fueran observando. Por otra parte, en junio de 1954,  Fortuny había dejado de ser el secretario general del partido por considerar que sus funciones como asesor del presidente eran incompatibles con dicho cargo.

Arbenz tuvo una vida trágica  hasta enero de 1971 cuando murió  en la ciudad de México a los 57 años. Soportó el suicidio de su hija Arabella en 1965 y posteriormente los problemas de salud de su hija Leonora. Durante muchos años fue casi un paria a quien ningún gobierno se atrevía a darle residencia permanente. Parte de esa tragedia fue también  el ser denostado  por sectores de la izquierda. Durante los años que vivió en Cuba soportó la humillación de que le dijeran en eventos públicos que “Cuba no sería otra Guatemala”. Se aludía con esa consigna al hecho de Arbenz renunció en lugar de combatir. Como bien lo dijo el gran intelectual cubano Juan Marinello,  si Cuba no fue otra Guatemala se debió a que la revolución cubana construyó un ejército revolucionario, contó con la solidaridad combativa de los pueblos de América latina y del mundo entero y en el contexto de la guerra fría, tuvo a la Unión Soviética de su lado. Con ninguno de estos factores contó la revolución guatemalteca cuando fue derrocada en 1954. El gobierno de Arbenz enfrentó el embate de Washington que en  la lógica de la guerra fría pensaba que Guatemala se estaba saliendo de su patio trasero. Y Guatemala para la Unión Soviética era un remoto lugar del planeta que no estaba entre sus preocupaciones.

Jacobo Arbenz tuvo una vida relativamente breve y trágica. Pero la historia de Guatemala en estos casi sesenta años lo ha reivindicado. La crisis profunda vivida durante los años del conflicto interno, con su cauda de cientos de miles de muertos  y desaparecidos, demuestran el profundo error histórico que significó su derrocamiento. La realidad social que hoy vive Guatemala expresada en la miseria urbana y rural, el desempleo y la descomposición social expresada en la violencia delincuencial y del crimen organizado, reivindican la transformación social que soñó.

Por ello, Arbenz vivirá muchos años más que los cien que hoy conmemoramos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Indudablemente J. Arbenz tuvo una vida plena en una parte de su vida y luego trágica, cuando no enfrentó (¿por cobardía u otra razón?) la invasión financiada por la CIA de Castillo Armas. Esa es la gran diferencia con Allende.