sábado, 22 de noviembre de 2014

Guatemala: Racismo y malthusianismo

Lo que convierte a la perspectiva de Martín Banús en una de carácter reaccionaria, es comenzar diciendo que la triste realidad del indígena guatemalteco no es imputable a la realidad social que vive (“el sistema”),  sino a su manera de ser: indiferente, derrotado, desobligado, inauténtico (su religión es sincretismo), borracho, machista y sucio. 

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

El artículo de Martín Banús,  titulado “El indígena feo”, ha llamado poderosamente la atención en Guatemala,  pero de una manera negativa. En la versión digital del periódico en que fue publicado, La Hora, registra más de 250 comentarios. Esto es un verdadero record. Desde hace algún tiempo he observado que aun columnistas estrellas de dicho diario suman dos o tres comentarios del lector a sus colaboraciones. Pero Martín Banús se ha hecho célebre de la peor  manera. Ha despertado el rechazo de un sector importante de la opinión pública guatemalteca porque sus argumentos acerca del “problema del indígena” ciertamente tienen un sabor racista y podríamos agregar malthusiano. Y con estas dos concepciones, racismo y maltusianismo, la opinión de Martín sobre la cuestión étnica en Guatemala se ubica en la extrema derecha. Me ha resultado sorprendente la perspectiva del autor, porque por alguna conversación que tuve con él y por lo que dice en algunos de sus artículos, me pareció un hombre progresista.

Lo que convierte a la perspectiva de Martín en una de carácter reaccionaria, es comenzar diciendo que la triste realidad del indígena guatemalteco no es imputable a la realidad social que vive (“el sistema”),  sino a su manera de ser: indiferente, derrotado, desobligado, inauténtico (su religión es sincretismo), borracho, machista y sucio.  Y este razonamiento le otorga a la condición indígena  una esencialidad negativa que tiene un innegable carácter racista. Los indígenas en la perspectiva de Martín, solamente saben cultivar la tierra pero lo hacen mal: son deforestadores y con ello causantes de las inundaciones, además se convierten en parásitos que piden fertilizantes a cambio de votos. En el fondo el artículo de Banús no hace sino reproducir los prejuicios criollos de la colonia, analizados magistralmente por Severo Martínez Peláez en “La patria del criollo”.

El artículo deplora que el indígena se llene de hijos (10 o 12 en promedio) porque al reproducirse como conejo genera más pobres y se convierte en victimario del Estado al azuzar con su reproducción incontrolada el fuego de la injusticia social. Es la explosión demográfica y no las injustas relaciones sociales lo que ocasiona la miseria indígena. Y este argumento convierte al razonamiento de Martín en uno de carácter malthusiano con las inevitables consecuencias genocidas. En su “ensayo sobre el principio de la población” (1789), Thomas Malthus pregonó que la problemática social radicaba en que la población se reproducía geométricamente mientras que la producción de alimentos lo hacía aritméticamente. Con esa premisa, Malthus concluyó que no deberían permitirse políticas sociales porque creaban condiciones de sobrevivencia y aumento de los pobres. A los pobres debería dejárseles morir.

El maltusianismo moderno no es tan explicito en sus ánimos genocidas. Pero su solución a la problemática social es la reducción demográfica. Esto es lo que está implícito cuando Martín dice que la solución del problema indígena la tiene el mismo indígena: disminuir su número. ¿De qué manera? ¿Control natal voluntario? ¿esterilización masiva forzosa?

Acaso Martín no fue conciente de la consecuencia de las premisas de su artículo: el etnocidio.

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