sábado, 14 de febrero de 2015

Argentina: De rodillas, solo ante Dios

En una democracia jamás se les puede reconocer como  “oposición”  a las  vergonzosas genuflexiones,  los viles servilismos a intereses ajenos y dañinos para el país, o a los enlodamientos en  planes desestabilizadores con fines golpistas, concebidos y acordados en distantes latitudes. A esas reprochables conductas se les llama de otra forma y se las condena. 

José Luis Callaci / Especial para Con Nuestra América

El canciller Timerman y la presidenta Fernández
son blanco del llamado "golpe judicial".
El nuevo intento de golpe  ya se produjo. Por lo burdo de la trama con que fue urdido  resultó ser un fiasco  que cobró  la vida de una persona involucrada, víctima tal vez  del  stress a la que fue sometida o como un epílogo decidido  por una “inteligencia”  que consideró necesaria esa muerte. Si sintieron agotadas o escazas las posibilidades de alcanzar el poder político a través de las normas que les  proporciona la legalidad democrática  y escogieron la vía violenta, que erosiona la democracia y amenaza la paz social, los responsables tendrán que responder ante una justicia  recuperada a  la transparencia la prontitud y el cumplimiento.

Tal vez de aquí en adelante las energías tendrán que volcarse más  a divulgar  la obra ejecutada, con sus aciertos y sus errores que son  propios  del quehacer humano, que es lo  concreto y  mostrable de un proyecto político que ha devuelto credibilidades y confianzas y apartado incertidumbres e impotencias. A conocer, y también divulgar, las abundantes evaluaciones y ponderaciones positivas, comprobables sobre los logros del país, hechas por organismos especializados  en lo  económico y en lo social, y los propios reconocimientos de  destacadas figuras de la ciencia, la política y la cultura, a nivel mundial.

Luego  de tantas correrías y desatinos neoliberales que condujeron al país a  uno de sus  peores  descalabros bajo la mirada complaciente, connivente  y cómplice de miembros de una misma cofradía que hoy pretende regresar al poder político, lo que se  ha logrado en los últimos gobiernos, o logren  a futuro otros de cualquier signo partidista, merecen reconocimientos. El haberse  encarrilado  a Argentina por rumbos propios, ciertos y estables, solo elogios  ha cosechado. Los resultados  han llegado a ser calificados incluso como “milagro argentino”. De esto hay que hablar más,  que es lo que cuenta y  no es cuento. Está a la vista de todos y ya no se puede  ocultar con silencios. Seguirán unos sumando predicciones apocalípticas que de todas las cientos que van no han pegado una, otros fabricando y difundiendo mentiras e infundios que algunos incautos o los apresados en odios irracionales y actitudes recalcitrantes repetirán como cacatúas, estimulados por un poder mediático monopólico armado durante la última dictadura y  respaldado por centros de poder de no dudosa procedencia,  que no desperdicia días, horas minutos ni segundos para emitir sus ruidos virtuales, disonantes con la  realidad que se esta viviendo en Argentina.
 
A la impaciencia y a la comprensible indignación que exaspera al más sereno de los espíritus,  por tanto abuso  y atropello a las civilizadas reglas de la democracia, es preferible anteponer el ser  centinela de la Patria y de  esa práctica democrática que exige  tolerancia,  aceptación y respeto por las diferencias y  la  mesura y la  reflexión pausada, aunque a veces cueste mucho hacerlo por la irritación que causan tantas necedades juntas en boca de políticos que aspiran a ejercer altos cargos de gobierno. Es  lo que  exigen las actuales circunstancias pero  sin dejar de llamar las cosas por su nombre. En una democracia jamás se les puede reconocer como  “oposición”  a las  vergonzosas genuflexiones,  los viles servilismos a intereses ajenos y dañinos para el país, o a los enlodamientos en  planes desestabilizadores con fines golpistas, concebidos y acordados en distantes latitudes. A esas reprochables conductas se les llama de otra forma y se las condena. 

Saber   diferenciar,  reunir y unir a quienes  no son  parte de tales espurias  conductas, tender puentes de entendimiento en lugar de   levantar muros de incomprensión,  convencer en lugar de vencer, será siempre mejor. Al fin de cuentas es más lo que une y no separa a los argentinos que sienten, quieren o prefieren ser parte de una  mayoría no dispuesta a arrodillarse  ante  nada ni ante nadie. Solo  ante  Dios.

*El autor es ciudadano argentino, radicado en Costa Rica desde hace cuarenta años, y consultor de agencias de cooperación internacional. Se define como  "argentino de nacimiento, costarricense por vocación y latinoamericano de corazón”.

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