sábado, 5 de septiembre de 2015

Guatemala: un gran paso adelante en una tarea inmensa

La derecha tiene varios representantes prestos a ganar las elecciones del domingo. Todos ellos tienen características similares a las de Pérez Molina, es decir, son capos de grupos vinculados con el narcotráfico, con militares corruptos y radicales de corte neofascista y otras formas de crimen y violencia organizada.

Rafael Cuevas Molina/ Presidente AUNA-Costa Rica

El expresidente de Guatemala, Otto Pérez Molina.
Que en Guatemala se haya podido forzar la renuncia del presidente y la vice presidenta de le República es un paso inmenso, inimaginable para cualquier guatemalteco hace apenas cinco meses atrás. El que en eso coadyuvara un importante movimiento ciudadano, pacífico y pertinaz, habría sido casi objeto de ciencia ficción entonces, acostumbrados como están los guatemaltecos a identificarse a sí mismos como un pueblo indiferente.

Seguramente esa es una de las grandes ganancias que nos deja, hasta ahora, lo que ha sucedido: que se evidenciara que hay fuerzas cívicas que, movilizadas, pueden tener incidencia en el devenir de la vida política del país.

Hasta ahora, todo movimiento ciudadano de protesta fue criminalizado y reprimido. Se trató, sobre todo, de movilizaciones de la que Pérez Molina llamó la “Guatemala profunda”, es decir, la que no vive en la capital del país, la que durante los años de la guerra recibió el embate directo del Ejército, y que hoy se indigna y protesta por la explotación minera, del agua o la tenencia de la tierra.

Estos movimientos han sido localizados, estigmatizados, aislados y reprimidos, y la gran ciudad capital apenas si ha resentido su presencia en su vida cotidiana. Así ha sido siempre, así es de grande la brecha entre la ciudad y el campo.

Pero ahora, por primera vez en muchos años, fueron los citadinos los que salieron a protestar, movilizados al principio según la nueva cultura generada por las redes sociales. Son ciudadanos que se consideran a sí mismos “los” guatemaltecos, es decir, los no indios, los que no viven en el campo ni tienen solo tortillas con frijoles y chile con una taza de café para desayunar o cenar.

Son los muchachos y muchachas que comparten anhelos y penurias con la extensa clase media latinoamericana, y que se sienten frustrados por la prepotencia y la impunidad de los políticos guatemaltecos, que se hicieron un lugar en el poder amparados por la guerra, algo que sucedió antes que muchos de ellos nacieran.

Claro que hubo otros estamentos sociales participando activa y entusiastamente. También hubo campesinos, amas de casa, viejos militantes de organizaciones políticas de izquierda que vivieron el enfrentamiento armado, y también miembros de la más rancia oligarquía que gritaron “¡Al ladrón, al ladrón!”, cruzando los dedos para que nadie se fijara en ellos y todos apedrearán solo a Pérez Molina y su secuaz Roxana Baldetti.

En ese conglomerado variopinto hay muchos intereses y visiones disímiles que hasta ahora confluyeron en el objetivo de sacarse de encima a un ladrón vestido con el traje de presidente del país. Pero de ahora en adelante, quién sabe.

Los burgueses guatemaltecos, que durante años se han valido de las más viles formas de explotación, y que mantienen a Guatemala en los últimos lugares de los indicadores de desarrollo del mundo, no tienen interés en ir mucho más allá. Una reforma del Estado, una Constituyente, una reforma a la Ley Electoral, como piden quienes quieren aprovechar el elan de la indignación para ir un poco más adelante, no está en su agenda. Menos profundizar en la lucha contra la impunidad, cuando ellos saldrían manchados y tendrían que ser también juzgados.

Quien ha quedado en el poder sustituyendo a Pérez Molina, Alejandro Maldonado Aguirre, un conspicuo representante del pensamiento de la derecha tradicional guatemalteca, ya ha dado un poco la tónica de lo que viene: considera que miembros destacados del movimiento ciudadano, y “hasta ex guerrilleros”, podrían ser llamados para formar parte de su gabinete que administrará la cosa pública hasta el 16 de enero.

Es decir, un intento de cooptación en toda regla que evidencia el miedo que tiene la derecha guatemalteca de que el río se desmadre y los arrastre a ellos junto con el ex general Pérez Molina que hoy duerme en la cárcel.

Esa misma derecha tiene varios representantes prestos a ganar las elecciones del domingo. Todos ellos tienen características similares a las de Pérez Molina, es decir, son capos de grupos vinculados con el narcotráfico, con militares corruptos y radicales de corte neofascista y otras formas de crimen y violencia organizada.

Un sector de la ciudadanía guatemalteca contribuyó a echar del poder a uno de todos estos mafiosos, pero otros están agazapados prestos a apropiarse del aparato de Estado como botín.

Es decir, que echar a Pérez Molina es apenas el inicio de todo lo que se debería hacer para que el país caminara más o menos acorde con la tónica de una nación civilizada. A pesar de ello, solo con haberse movilizado para hacerlo han dado un enorme paso.

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