sábado, 19 de septiembre de 2015

México: Ayotzinapa multiplicada por 27,000

Aunque los acontecimientos en los que se vieron involucrados los estudiantes de Ayotzinapa son terribles y lamentables, hemos de decir que no son ni los únicos, ni los más terribles de todos los ocurridos en México en los últimos años.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

Ilustración de Hernández, para LA JORNADA.
La desaparición de personas es una realidad insoslayable en el México de hoy. Es un fenómeno inscrito en el contexto de la violencia generalizada que prevalece en el país desde el 2007. Con mucha frecuencia se echa las culpas de ella a la guerra entre el Ejecutivo y el narcotráfico pero, aunque este es un componente central, no es el único, y quienes la sufren no son solo narcotraficantes, policías o militares, sino miles de personas que, sin querer, se ven envueltos en ella.

Conforme avanzan las investigaciones de lo sucedido con los 43 normalistas de Ayotzinapa, va quedando claro que atrás del hecho se esconde una red mafiosa que involucra tanto a grupos de narcotraficantes en conflicto entre sí, como a autoridades locales, federales, al ejército y a la policía que, coludidos, ejercen la violencia con el fin de hacer prevalecer intereses económicos, políticos y personales.

Todos estos intereses son los que han venido tendiendo velos que desorientan las investigaciones independientes, las únicas en las cuales se puede tener un mínimo de confianza en un país penetrado en todos sus estratos por la corrupción.

Los más recientes hallazgos muestran que, muy posiblemente, haya sido la guerra entre dos organizaciones de narcotraficantes rivales las que constituyan el telón de fondo que llevó al secuestro, desaparición y asesinato de los estudiantes.

Al parecer, un error de percepción de quiénes eran los muchachos, llevó a que el cabecilla de una de estas organizaciones diera la orden de eliminarlos, acción en la que participaron activamente autoridades municipales y la policía local: todo un cartel de poder que no para mientes en pasar encima de la población inerme.

Pero, aunque los acontecimientos en los que se vieron involucrados los estudiantes de Ayotzinapa son terribles y lamentables, hemos de decir que no son ni los únicos, ni los más terribles de todos los ocurridos en México en los últimos años. Decenas de migrantes provenientes de Centroamérica, por ejemplo, son atropellados por las mismas fuerzas aglutinadas en el caso de los estudiantes. Maltratados, mutilados, extorsionados o asesinados, los migrantes centroamericanos constituyen el vivo el ejemplo del desamparo en el que se encuentran los de abajo en un país en el que no parece prevalecer sino la ley de la selva.

Puestos por nosotros a manera de ejemplo, los migrantes no son, tampoco, el único grupo social que se ve atropellado por la violencia provocada por la colusión entre el Estado, el narcotráfico y otros grupos de “empresarios” violentos agrupados para la trata de personas, el contrabando de armas, automóviles, la extorsión y el secuestro. Muy llamativos para la opinión pública fueron, durante muchos años, los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, que, dadas las dimensiones que ha adquirido la violencia en el país, han dejado de llamar la atención con la fuerza con que lo hacían antes. En Ciudad Juárez, sin embargo, el asesinato de mujeres no ha cesado, y siguen apareciendo, abandonadas en el desierto, en los basureros que rodean a la ciudad, en parajes polvorientos de las ciudades satélite, cuerpos mutilados de mujeres que no han hecho nada más que ser eso, mujeres; mujeres trabajadoras en las fábricas maquiladoras de la frontera norte mexicana, en donde son explotadas con salarios miserables a costas de las “ventajas comparativas” de México en la división internacional del trabajo en la era de la globalización.

Y la lista puede seguir señalando grupos sociales acorralados: los indígenas, los periodistas o los activistas sociales. Todos ellos sufren la cruel represión, a tal punto que, desde 2007, ya van más de 27,000 desaparecidos. Los de Ayotzinapa son 43 y un símbolo que representa esta guerra interna que tiene al pueblo mexicano contra la pared.

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