sábado, 19 de diciembre de 2015

Veronika Mendoza: decencia presidenciable en Perú

Cuando hablamos de la decencia presidenciable en el Perú nos referimos a la histórica necesidad de reconocer políticamente al género femenino como opción válida para asumir el mandato presidencial desde el rostro de la decencia como valor agregado al quehacer político.

José Tolede Alcalde / Especial para Con Nuestra América
Desde Estados Unidos

Verónika Mendoza
Después del bochornoso espectáculo electoral en foro económico CADE-2015; el trasnochado y grosero mercadeo estadístico y la mercantilización vergonzosa por los primeros puestos publicitarios, el cierre de la inscripción de partidos y alianzas políticas en el Perú llegó a su fin este pasado 12 de diciembre de 2015.

Es triste ver cómo el mismo formato clientelista se repite y cada segundo se desinforma a la población. Las encuestas son falsas representaciones de la realidad. Mintieron en el pasado, mienten en el presente y lo seguirán haciendo. Ollanta Humala fue el último en las encuestas y al final fue quien superó a todos gracias al apoyo de la coalición de partidos, organizaciones y movimientos progresistas en contra de la representante del legado fujimorista. Si la experiencia no nos engaña y la sabiduría popular reivindica su derecho a la  protesta democrática - a través del proceso electoral – en contra de la cultura de la violencia, el patriarcalismo político y la institucionalización de la corrupción, Verónika Mendoza se perfila como la primera Jefa de Estado en la historia del Perú.
 

El problema de género en materia de carrera política es un tema aún no desarrollado. No nos referimos solo a la exclusión de la mujer sino a toda aquella expresión de género que va más allá de la expresión tradicionalmente asociada con la masculinidad. La imagen masculina y está asociada con estereotipos de autoridad arraigados en el inconsciente colectivo de la población han hecho de la hegemonía masculina - en materia política -  un dogma irrefutable cuasi religioso. Sería impensable, ni en las más exóticas y osadas aventuras oníricas, imaginar sentada en la silla episcopal a una mujer vistiendo el carmín arzobispal. El entronamiento masculino en posiciones de autoridad como en el cuestionable Estado - no-laico en el Perú - lleva un sutil trasfondo religioso.

La tradición históricamente tardía del principio de autoridad asumió el liderazgo masculino como referente normativo desplazando al originario matriarcado. No obstante la historia excluyente de la mujer y la institucionalización de la cultura androcéntrica, las victorias del movimiento de mujeres en el Perú son honrosamente reconocidas en todos los ámbitos; cultura, deporte, ciencia, y demás áreas de realización social. Sintomáticamente, son en dos esferas neurálgicas de control social como el político y religioso en las cuales se cerca el ingreso de la mujer a posiciones de alta jerarquía.

Es cierto que tenemos mujeres ministras, en este gobierno se batieron records de presencia femenina; es cierto que en algunas iglesias protestantes - como en la Metodista - existen mujeres en el obispado y en el Palacio Municipal de Plaza Mayor fue la ex alcaldesa Susana Villarán la primera mujer en ocupar dicho puesto. Pero lo que no es menos cierto es que en la cultura patriarcal en el Perú el hecho que una mujer se perfile como la primera mandataria no será solo un asunto cuestionable por falta de edad u orientación política; hay retrogradas opiniones que sostienen que la dirección del rumbo de la nación es exclusivamente un asunto de “pantalones”.

La histórica presencia política de la mujer no es un hecho de las últimas décadas. Sería largo enumerar la combativa presencia femenina en la historia del Perú. Lamentablemente no es el objetivo de esta reflexión. Solo mencionar que mujeres como las hermanas Toledo, Micaela Bastidas, María Trinidad Enriquez, Melchora Balandra, Catalina Fernández de Giraldino, María Parado de Bellido, Teresa González de Fanning, Clorinda Mattos de Turner, Elvira García y García, Francisca Zubiaga de Gamarra, Flora Tristán, Magda Portal, María Jesús Alvarado, etc, etc., marcaron nuestra historia de aportes lamentablemente invisibilizados por mediocres programas educativos.

Por otro lado, se encuentran aquellos rostros anónimos de mujeres las cuales resistieron heroicamente cambios trascendentales de nuestra historia de los últimos 60 años. Colectivos de mujeres como las integrantes de los clubes de madres inmigrantes de los años ’40-50, así como los Comités de ama de casa mineras; los Comedores Populares y los Comités de Vaso de leche los cuales en un periodo de 6 años (1984-1991) se incrementaron – como resultado de las inhumanas políticas de shock económico – de 220 a 9.739. La historia seria aún más larga si mencionamos las organizaciones campesinas; trabajadoras del hogar; agrupaciones feministas o colectivos estudiantiles, etc. En medio de este honroso contexto histórico, llegó la hora que aquella síntesis de luchas y resistencias patrióticas se consolide en la dirección política de los destinos del Perú.

Cuando hablamos de la decencia presidenciable en el Perú nos referimos a la histórica necesidad de reconocer políticamente al género femenino como opción válida para asumir el mandato presidencial desde el rostro de la decencia como valor agregado al quehacer político. Mujeres mandatarias han y siguen haciendo historia a nivel global: Cristina Elisabet Fernández de Kirchner (Argentina); Verónica Michelle Bachelet Jeria (Chile); Dilma Vana Rousseff (Brasil); Margaret Hilda Thatcher (Inglaterra); Laura Chinchilla Miranda (Costa Rica); María Estela Martínez de Perón (Argentina); Gloria Macapagal-Arroyo (Filipinas); Michèle Pierre-Louis (Haiti); Mireya Elisa Moscoso Rodríguez (Panamá); Lidia Gueiler Tejada (Bolivia); Angela Merkel (Alemania); Tarja Halonen (Finlandia);  Atifete Jahjaga (Kosovo), Dalia Grybauskaite (Lituania) y otras personalidades. Todo esto es  muestra de la imperiosa necesidad de darle rostro de mujer decente, no solo al quehacer político, sino a la estructura ética y moral de una nación que clama por cambio de rumbo. 

Gobierno con rostro de mujer. El entronamiento absurdo del patriarcalismo se encuentra en clara caída. El fracaso sostenido de los diferentes periodos de gobierno ha girado en torno a planes sistematizados desde la lógica abusiva del poder patriarcal sino ¿Por qué el programa de esterilizaciones del gobierno de Alberto Fujimori fue aplicado exclusivamente a mujeres pobres, indefensas y de las poblaciones andinas? Nunca se mencionó de plan de esterilización orientado a la población masculina. Vale decir, históricamente, la perspectiva femenina en materia de política de Estado y gobernabilidad ha sido institucionalmente excluida. No nos engañemos en creer que los lineamientos políticos son neutrales a toda perspectiva de género, no es así. Existe una lógica de gobierno político-religioso androcéntrica y lamentablemente muchas mujeres - en posiciones de poder - respaldan está distorsionada visión del ejercicio político. Evidentemente, que en materia de principios y valores democráticos, el respeto que demandan estos valores puede ser cumplido o violado por uno u otro género; la integridad es una cuestión de conciencia y no de orientación sexual.  

Para muestra tenemos a - la otra candidata al de Palacio de Gobierno - Keiko Fujimori quien cuenta en su haber con una serie de observaciones judiciales que han puesto en tela de juicio su status económico, su costosa formación académica así como sus redes familiares de asociación delictiva. En palabras de la comunicadora social Claudia Cisneros:

“Si Keiko Fujimori llegara a ser Presidente, de algo podemos estar seguros: tendríamos la continuación del gobierno más corrupto de la historia del Perú y uno de los más corruptos del mundo, en el puesto 7 de 10 según Transparencia Internacional (http://www.lanacion.com.ar/586074-revelan-el-ranking-de-los-ex-lideres-mas-corruptos-del-mundo)... La mujer que quiere ser Presidenta no solo no defendió a su madre cuando hizo la denuncia de esta perversidad de sus tíos, y denunció el apañamiento de su padre a estos robos; sino que en silencio y de manera cómplice, Keiko permitió que su padre torturara, humillara y expectorara a su madre haciéndola ocupar a Keiko su lugar, cosa que hizo con pérfido gusto”.
“¿Y por qué estamos seguros de que el de Keiko sería una continuación de esa obscena corrupción de su padre? Por algo muy sencillo: Keiko Fujimori jamás ha hecho ni hará un mea culpa por la responsabilidad de su padre, Alberto Fujimori, en el saqueo institucional del Perú.  Porque Keiko Fujimori jamás ha reconocido ni reconocerá los delitos de su padre. Jamás ha reconocido ni reconocerá las condenas justas, que de manera limpia y elogiada hasta por propios defensores del fujimorismo, le fueron dadas.”[1]

Es la hora de la decencia. Es el tiempo justo de la fuerza ética y moral concentrada en nuestra mujer peruana. Oportunidad de reorientar los destinos de una frágil nación violentada históricamente -desde una perspectiva patriarcal- en todas sus bases democráticas. Las dudosas encuestas tiemblan al darse cuenta de la realidad. Será imposible que se detenga la fuerza humana arrasadora que apoya y apoyará la candidatura de Verónika Mendoza por el Frente Amplio. Vero – como el pueblo la conoce – ya demostró su alto nivel moral al renunciar al partido de gobierno al darse cuenta de la traición a los principios por los cuales el pueblo los había elegido y al percibir la intensificación sistemática de una cruel política de violación de los DDHH y ambientales.

Contra Vero Méndoza podrán competir en años, dinero mal habido, influyentes amistades y dudosas alianzas, pero en integridad y decencia no tiene comparación. Hacemos eco de lo sostenido Cisneros: “Algo comienza a cambiar con Verónika Mendoza en el horizonte político. Su presencia adecenta la política y empieza a encender el ánimo y la esperanza de muchos que nos resistíamos a la condena de optar por el repudio menor… Algo está cambiando para bien en la política y ese cambio se llama Verónika Mendoza”.[2]

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