sábado, 23 de abril de 2016

Ecuador: ¡Nos levantaremos otra vez!

Hoy, como ayer, los ecuatorianos nos levantaremos otra vez de entre las ruinas. Lo anticipa ya la formidable solidaridad colectiva que se manifiesta en estos mismos días, cuando infinidad de voluntarios actúan en la zona del desastre o marchan con ayuda hacia Manabí.

Jorge Núñez Sánchez / El Telégrafo (Ecuador)

El más terrible terremoto de nuestra historia se produjo el 4 de febrero de 1797, cuando todavía éramos colonia de España, y tuvo una magnitud de 8,3 grados Richter. Riobamba quedó arrasada y fueron semidestruidas Ambato, Guaranda, Latacunga, Alausí y muchas otras poblaciones de la Sierra central. Los pocos caminos de la época también fueron destruidos. Lo peor fue la muerte de 40 mil personas, unas por el sismo y otras por el hambre y las plagas que sobrevinieron.

Pero en pocos años nuestro pueblo se levantó de entre las ruinas: unidos blancos, indígenas y mestizos, trasladaron Riobamba a la llanura de Tapi, donde trazaron y levantaron una nueva ciudad, antisísmica, de calles anchas, numerosas plazas y casas de un solo piso, que es la bella ciudad que conocemos hoy, ya modernizada y mejorada. También fueron reconstruidas las demás ciudades y pueblos.

Otro horrendo terremoto fue el ocurrido en Ibarra, el 16 de agosto de 1868, que cobró la vida de más de 13 mil personas. Los sobrevivientes se asentaron en La Esperanza, mientras su ciudad volvía a levantarse bajo la mano firme de Gabriel García Moreno y con los mismos criterios antisísmicos de la reconstrucción de Riobamba. Al fin, el 28 de abril de 1872, los ibarreños volvieron a su ciudad y desde entonces celebran orgullosos su ‘Fiesta del Retorno’.

Casi cuarenta años después, el 31 de enero de 1906, se produjo en Esmeraldas un terremoto de 8,9º, que se considera el sexto más fuerte del mundo. Tuvo su epicentro en la costa, afectó a un área de 300 mil kilómetros y fue sentido desde Guayaquil hasta Medellín. Produjo un tsunami que arrasó con Esmeraldas, Tumaco y otras poblaciones ribereñas. Dos islas de Tumaco y cuatro de Rioverde desaparecieron bajo las aguas. Pero nuestro pueblo volvió a levantarse de entre las ruinas y reconstruyó sus poblaciones.

El 14 de mayo de 1942, un sismo de 7,9º se produjo en Jama y afectó a Manabí y Guayas, destruyendo muchas edificaciones, arruinando poblaciones y causando centenares de víctimas en Guayaquil, Portoviejo, Bahía, Manta, Junín y Esmeraldas. Otra vez nuestro pueblo restañó sus heridas y reconstruyó lo que la furia de la naturaleza había destruido.

Siete años más tarde, el 5 de agosto de 1949, se produjo el terrible terremoto de Ambato, de 6,8 grados, que arrasó con esa ciudad y otros 30 pueblos cercanos, sobre todo Pelileo, Patate, Píllaro y Guano. El pueblo de Libertad fue tragado por la tierra. El sismo alteró la geografía de la zona y afectó a todas las provincias de la Sierra central. Se calcula que dejó sin hogar a 100 mil personas y produjo más de 5 mil víctimas, de ellas 3 mil 200 solo en Pelileo.

Pero los ambateños y tungurahuenses sacaron fuerzas de su flaqueza y mostraron un formidable temple humano, al reconstruir en relativamente pocos años sus ciudades y pueblos, con la ayuda solidaria del país y del mundo. Y en 1951 instituyeron la Fiesta de la Fruta y de las Flores, como una respuesta al desastre natural y una muestra de su voluntad de existir.

Hoy, como ayer, los ecuatorianos nos levantaremos otra vez de entre las ruinas. Lo anticipa ya la formidable solidaridad colectiva que se manifiesta en estos mismos días, cuando infinidad de voluntarios actúan en la zona del desastre o marchan con ayuda hacia Manabí, mientras se hacen masivas donaciones en todo el país a favor de los damnificados. ¡Ese es nuestro temple humano!

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