sábado, 17 de septiembre de 2016

Las nuevas realidades del sistema internacional

La existencia de un mundo multipolar es parcialmente cierta porque su existencia supone bloques de poder en conflicto, es decir, la lucha por el poder existe en medio de la no aceptación del papel relevante que otro actor pueda tener y se lucha por el desgaste del rival como potencia planetaria. En realidad lo que observamos es una tendencia al equilibrio, dada la imposibilidad de un actor de imponerse sobre otro.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

Si afirmo que la guerra fría finalizó y el mundo bipolar caducó no estaré diciendo ninguna novedad, todos coincidirán con esa aseveración. El problema comienza a surgir cuando se discute qué tipo de sistema internacional ha sustituido al que feneció el siglo pasado. Lo cierto es que en los últimos 25 años el mundo no se ha podido poner de acuerdo para estructurar un modelo que sea ventajoso para llevar adelante los más preciados anhelos de la humanidad: vivir en paz, utilizar los recursos para el desarrollo, eliminar el hambre, evitar las epidemias, lograr el acceso universal al agua e impedir el proceso continuo de destrucción del planeta, entre otros. Nadie podrá dudar que el capitalismo fracasó en hacer un planeta vivible solucionando esas elementales demandas para la vida humana.

Es común escuchar que tras la imposibilidad de Estados Unidos por implantar un sistema unipolar, avanzamos hacia la construcción de uno multipolar, lo cual es parcialmente cierto toda vez que se ha ampliado la distribución del poder en el sistema internacional. Sin embargo, el problema de fondo es que sea cual sea la estructura política del globo, la misma sigue siendo injusta, sobre todo porque su característica primordial es la exclusión de la mayoría de la población.

Y así será mientras Estados Unidos sea la principal potencia militar y económica del planeta. La multipolaridad deseable para los latinoamericanos y caribeños sería aquella en la que podamos participar a través de un bloque propio en la estructura de poder mundial. En ello, también Estados Unidos ha hecho lo imposible por impedirlo, sobre todo en los últimos 15 años cuando se había avanzado más en esa dirección. Por ello, la integración de América Latina y el Caribe es la más débil y la que menos ha evolucionado en el mundo, incluso por detrás de Asia o África. Si en aquellas regiones, el factor ideológico dejó de tener importancia para las relaciones internacionales, en América Latina, 25 años después del fin de la guerra fría, Estados Unidos sigue estimulando su validez a nivel regional.

Decía que la existencia de un mundo multipolar es parcialmente cierta porque su existencia supone bloques de poder en conflicto, es decir la lucha por el poder existe en medio de la no aceptación del papel relevante que otro actor pueda tener y se lucha por el desgaste del rival como potencia planetaria. En realidad lo que observamos es una tendencia al equilibrio, dada la imposibilidad de un actor de imponerse sobre otro. En esa medida, aunque el conflicto es retórico, lo real es la cooperación y la búsqueda de los acuerdos. Eso sería muy sano para el planeta si efectivamente condujera a la paz y a evitar la destrucción del medio ambiente. Lamentablemente no es así, porque el equilibrio de los poderosos, se sustenta en la exclusión de la mayoría.

En ese contexto, como decía antes, a pesar que Estados Unidos nos sigue imponiendo el factor ideológico como eje articulador de las relaciones internacionales, los poderosos prescindieron de esa condición y ahora imponen una lógica basada en los intereses nacionales, alejados de principios y donde el “sálvese quien pueda” es la norma del comportamiento de los gobiernos, sea cual sea su orientación política o ideológica. Casi la totalidad de los países han comenzado a adoptar tal conducta, donde la ética ha dejado de ser un valor que se imponga en el ámbito internacional.

La cercanía (subordinación en algunos casos) de un país del sur a una u otra potencia jamás será garantía de salvaguarda frente a la agresión imperial. Las amistades son coyunturales y sujetas a los vaivenes del poder y a los intereses tácticos de las potencias, así como a los equilibrios necesarios para hacer valer esos intereses. La reciente Cumbre del G-20 celebrada en China es una expresión clara de esta tendencia.

Previo a ese evento, se realizó en la ciudad rusa de Vladivostok, el Foro Económico de Oriente. En tal evento, se concretó una reunión entre el presidente de ese país Vladimir Putin y su homóloga surcoreana, Park Geun-hye.

Refiriéndose a la república Popular Democrática de Corea, Putin afirmó "… que nuestros países no aceptarán el autoproclamado estatus nuclear de Pyongyang". Tras el apoyo recibido, la presidenta surcoreana Park fue enfática al decir "Es muy importante resolver cuanto antes el problema nuclear norcoreano, que representa la mayor amenaza a la seguridad en esta región". Nada se habló de la verdadera amenaza para la península coreana y para toda la región que es la presencia de un contingente de más de 30 mil soldados estadounidenses, acompañados de misiles, barcos y aviones que alteran la correlación de fuerzas militares en la península y que están estacionados ahí desde muchas décadas antes que se iniciara el programa nuclear norcoreano. Por otro lado, si se trata de programas militares nucleares no autorizados, por qué no se dice nada respecto del de Israel que significa una amenaza permanente, bajo protección de Estados Unidos, a toda la región del Medio oriente y el norte de África. La ley debería aplicarse para todos por igual o, ¿es que acaso hay un acuerdo secreto entre las potencias en ese sentido?

En el mismo evento, y a pesar de profundas contradicciones por el diferendo territorial en las islas Kuriles, Rusia y Japón empezaron a evaluar una asociación económica, “lo que es algo positivo porque en el ámbito político existen muchas diferencias””, según la opinión de Dmitri Streltsov, director de Estudios Orientales del Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú quien agregó que ”…la visita de Putin a Japón, la cual ha sido aplazada en varias ocasiones, se realizará en diciembre conforme a lo previsto”. Es evidente que a diferencia del pasado, hoy, las contradicciones políticas no son óbice para estrechar las relaciones económicas.

La tendencia se mantuvo y profundizó durante la Cumbre del G-20 que se inició en días posteriores en China. En ese ámbito, mientras las tensiones entre Estados Unidos y el gigante asiático se incrementan por la actitud militar injerencista de la potencia norteamericana en el mar de la China Meridional,  los presidentes de los dos países anunciaron la ratificación de ambos del Acuerdo de París sobre cambio climático, dándole al mundo un respiro de alivio en ese sentido si es que lo llegaran a cumplir, toda vez que entre ambos producen el 40% de las emisiones contaminantes globales, mientras que se necesitan que los causantes de hasta un 55% de las mismas y 55 países lo ratifiquen para que entre en vigor.

En el evento, donde hubo un llamado del presidente chino a poner la política en segundo plano y preocuparse más de la búsqueda de beneficios económicos que puedan ser accesibles para los países subdesarrollados, se realizaron innumerables reuniones bilaterales que parecían superar las tensiones de una conflictividad mundial, signada por la guerra en Siria, el diferendo en Ucrania, la agresividad imperial de Estados Unidos en América Latina y el Caribe, el desmembramiento del estado de bienestar en Europa, así como las amenazas desintegradoras al interior de la Unión Europea y la incapacidad del viejo continente por detener las olas de migrantes que huyen de guerras creadas por ellos mismos.

Al finalizar el cónclave el presidente chino, anfitrión de la reunión, afirmó que”…se planea construir una economía mundial más inclusiva para promover el desarrollo incluyente y coordinado a fin de que los logros del G-20 puedan beneficiar a todo el mundo. Desde la mirada a este discurso, una reflexión positiva apuntaría a reconocer que un encuentro de líderes mundiales que apunta a la disminución de la contaminación global y a fortalecer la economía global debería ser bien recibida por todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sin embargo, los ciudadanos deben saber a qué precio se consigue esto. Solo voy a dar a conocer algunas perlas que se han dicho en eventos recientes para que cada quien saque sus conclusiones:

1. Moscú y Riad están dispuestos a intensificar el diálogo, lo que podría nivelar sus discrepancias actuales acerca del conflicto en Siria, declaró el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. "Ambas partes manifestaron el interés por elevar las relaciones bilaterales a un nivel más avanzado en el ámbito económico, comercial, de inversión y político", señaló el portavoz del Kremlin, al comentar un encuentro que el presidente ruso, Vladímir Putin, sostuvo con el príncipe heredero sustituto de Arabia Saudí, Mohamed Bin Salmán, el principal promotor del apoyo a las organizaciones terroristas en Siria y responsable directo de la invasión a Yemen. El príncipe señaló que el reino saudí prioriza la cooperación con Rusia. "Queremos poner en marcha la rueda de la cooperación económica y no solo asegurarnos de que sigue girando, sino lograr que sea más rápido que ahora", dijo en palabras citadas por la página web del Kremlin.

Todo esto ocurre cuando el filósofo y lingüista estadounidense Noam Chomsky denuncia que Occidente se ha hecho de la “vista gorda” frente a los desmanes de Arabia Saudí. Chomsky afirmó que Estados Unidos. y sus aliados están perfectamente enterados del apoyo que la monarquía wahabita proporciona a grupos terroristas. Según el intelectual estadounidense, “Estados Unidos, Reino Unido y Francia saben que Arabia Saudí está utilizando dinero para aumentar su influencia en la región” Desde su punto de vista, el régimen de Riad, en particular, estimula a organizaciones extremistas de Oriente Medio como el Estado Islámico y el Frente Al Nusra” (el cual cambió de nombre para intentar eludir su carácter terrorista). Afirma que "Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, son perfectamente conscientes de que la monarquía árabe, con los bolsillos repletos de dinero, busca ampliar su dominio e influencia en la región, pero no dice nada".

2. Previo a su viaje a Rusia, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan comentó que "Será una visita histórica, un nuevo comienzo. En las conversaciones con mi amigo Vladímir, creo que se abrirá una nueva página en las relaciones bilaterales". Cabe destacar que Rusia es uno de los pocos países que ha apoyado a Erdogán y se ha abstenido de criticar la involución democrática que ha seguido a la asonada militar desde el pasado 15 de julio. Tampoco se ha referido al genocidio kurdo, que emula la tradición turca de hace un siglo cuando exterminaron a millones de armenios. Es pasmoso el silencio de las potencias ante la invasión turca a Siria, bajo el subterfugio de luchar contra ISIS, lo que en realidad oculta el apoyo para que el aspirante a nuevo sultán otomano actúe con total impunidad en su proyecto de limpieza étnica. 

3. "Estoy muy feliz de visitar China por primera vez desde que asumiera oficialmente el cargo de presidente", dijo el “primer mandatario” de Brasil, Michel Temer, el 3 de septiembre en Hangzhou, durante una entrevista con Diario del Pueblo. El 31 de agosto, el presidente Temer asumió oficialmente su cargo. Esa misma noche, su delegación partió hacia China, “lo que demuestra la importancia que Brasil le concede a China y a la Cumbre del G20 de ese año”, según declaraciones del golpista que actúa como presidente de Brasil. El 2 de septiembre, el presidente Xi Jinping utilizó el término "viejo amigo" para describir su relación con el presidente Temer cuando se encontraron de nuevo. En este sentido, Temer dijo: "Creo que el término "viejo amigo” que utilizó el presidente Xi Jinping tiene dos significados; por un lado se refiere a las sólidas relaciones entre China y Brasil; en segundo el presidente Xi se ha reunido en numerosas ocasiones conmigo".

4. El ministro de Defensa del gobierno de Mauricio Macri, Julio Martínez, se pronunció, durante una reunión con su homólogo ruso, Serguéi Shoigú, por profundizar las relaciones con Rusia en materia de defensa. Respecto de la historia de las relaciones diplomáticas entre Argentina y Rusia afirmó que  "… debemos profundizarlas y convertirlas en resultados, en alguna relación bilateral profunda, productiva, de cooperación en temas de defensa, en temas de operaciones de paz, los temas que tienen que ver también con las emergencias, y demás temas que en épocas de paz nuestras Fuerzas Armadas tienen que cumplir, y lo vamos a hacer, lo estamos haciendo y creemos que hay un campo importante para transitar junto a usted", dijo el ministro. Martínez reafirmó que "las relaciones que hoy tenemos, en cuanto a la transferencia de tecnología y cooperación en ámbito militar y producción para la defensa, deben ser profundizadas, deben avanzar".

Por su parte, el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, afirmó que Moscú está dispuesto a fomentar las relaciones con Buenos Aires en el terreno militar "Estamos satisfechos de que la parte argentina esté dispuesta a ampliar los vínculos en el ámbito militar, y por nuestra parte estamos dispuestos a contribuir al máximo a reforzar la interacción, en particular sobre la base del acuerdo interdepartamental ruso-argentino de cooperación militar que firmamos en 2014", declaró el ministro. Shoigú destacó que Argentina es para Rusia "un socio prometedor en América Latina". "Nuestros países tienen una relación histórica de amistad basada en el respeto mutuo y la confianza. Su visita a Moscú es una clara prueba de ello", dijo a Martínez.


Hace dos años publiqué mi libro “La Balanza de Poder. Las razones del equilibrio del sistema internacional”. Ahí argumenté con varios estudios de caso que el mundo avanzaba hacia una falsa multipolaridad, porque en realidad lo que estaba ocurriendo era un proceso de construcción de equilibrios que aseguraran a las potencias, garantizar un espacio de influencia en función de sus intereses nacionales. Dije que estos podrían coincidir o no con lo de algún país subdesarrollado y que en esa medida se podrían crear alianzas transitorias que debían ser utilizadas para la lucha contra la pobreza y el avance hacia un modelo de desarrollo sostenido, pero que lo único que permitiría a América Latina y el Caribe tener presencia en el mundo global era avanzar hacia su integración. De ahí el supremo esfuerzo de Estados Unidos por impedirlo. Cuando observamos que los representantes de América Latina en el G-20 son el México del violador de derechos humanos y plagiario Peña Nieto, la Argentina del neoliberal Macri y el Brasil del golpista Temer, los cuales son recibidos en gloria y majestad por los líderes globales, podría afirmarse sin ninguna duda que la política y la ética han muerto como vehículo prioritario de las relaciones internacionales, mientras se imponen los intereses económicos, lamentablemente no los de la mayoría de ciudadanos, sino los de las élites. La vida pareciera estar demostrando que la sobrevivencia depende del pragmatismo, del abandono de principios y que la victoria obedece a quien se adapta a estas condiciones. Está en manos de los pueblos romper esta lógica maligna y gestar una democracia real tanto en el ámbito local como en el internacional. 

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