sábado, 8 de abril de 2017

Argentina: La patota del corazón helado

La negativa de abrir paritarias y dar un aumento por decreto, por falta de presupuesto, no se condice con la inesperada compra de armamentos por 2.500 millones de dólares. Medida que pone al gobierno en el ojo de la tormenta tanto de la oposición como de los países vecinos que ven en esto una actitud bélica que contradice nuestra anterior declaración de región de paz.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

Como los grupos intelectuales antagónicos de la década del treinta, separados por barrios que representaban estratos distantes como Florida y Boedo, de la Capital porteña, los pitucos tras los escritorios parecen no dar corte a los guarangos que, en masa, irrumpen día a día, copando las calles. La negrada agresiva, sudorosa y grave se les planta furiosa reclamando beneficios del paraíso perdido, inunda la Plaza sagrada, moja sus patas en la fuente y hasta el obelisco y la Nueve de Julio, han acaparado. No ensayamos una letra de tango, como cuando Enrique Santos Discepolo, decepcionado y triste, sin un mango en el bolsillo descargó sus penas y frustración en el inolvidable “Cambalache”, allá en la “década infame”. No son los treinta de la Depresión, aunque la depresión como en aquellos años de fraude y negociados, la pagó y sigue pagando el pueblo.

Sin desconocer la singularidad de los hechos históricos, el paralelo con la actualidad es válido. La crisis del ’29 significó para la periferia próspera del modelo agroexportador argentino, el cierre inesperado de la demanda internacional, liderada por la potencia hegemónica de entonces, Inglaterra. Ante la debacle de la bolsa en Wall Street, la reacción espontánea de los países centrales, fue replegarse sobre sí mismos, cayó el comercio internacional como nunca lo había hecho hasta entonces. La oligarquía vacuna terriblemente perpleja y aturdida, salió desesperada a golpear la puerta de los cuarteles, incitando el derrocamiento del presidente Yrigoyen. Se produjo el levantamiento del General José Félix Uriburu y el primer golpe de Estado en 1930. Allí comenzaría a desarrollarse una pasión desmesurada por el poder entre las FFAA que las acompañaría a través de medio siglo. Ellos serían los fieles guardianes de los sagrados intereses de patria y, en consecuencia, abrevarían en una formación ideológica que no disimulaba su desprecio por la población civil.

A casi 90 años y lejos del New Deal de Roosevelt y los beneficios del Estado de bienestar que significó un salto adelante a las condiciones previas, el núcleo de los pretextos esgrimidos por la derecha gobernante, es volver a los mercados tradicionales, (desentendiéndose tanto del interno como del bloque subcontinental), reprimarizando la economía, preferenciando al campo por sobre el complejo entramado de la industrialización por sustitución de importaciones, arraigado en los grandes polos industriales del país. Este proyecto impulsó una de las primeras medidas de gobierno que fue la eliminación de las retenciones al agro, cuestión que ya hemos comentado. La búsqueda desesperada de inversores, primero a España y esta semana a Holanda, semeja aquel viejo cometido de abrirse al mundo tradicional, aunque en el fondo se mezcle con la frivolidad de regodearse con la realeza europea, dado que la reina Máxima, es argentina y conocida de los años de plomo.

La ausencia del elenco gobernante, incluido el presidente Mauricio Macri y el Ministro de Educación Esteban Bullrich, no deja de sorprender cuando las clases se postergan con las protestas masivas de los maestros, incluida la última del 30 de marzo en donde las dos CTA se concentraron masivamente y fueron acompañados, como en las otras grandes manifestaciones, por amplios sectores de la población que salen a la calle convencidos de no poder sobrevivir las condiciones impuestas. Esas puebladas congregan empleados y desempleados, gente que día a día va perdiendo su fuente laboral. Y no sólo son un fenómeno que ocurre en la Capital del país, sino en la mayoría de las grandes ciudades del interior. Hecho más instalado en las redes sociales que en la muda prensa oficial que intenta seguir cubriendo el sol con los dedos.

Mención aparte merece Tierra del Fuego, la provincia más joven del país que luego del conflicto del Beagle con Chile, tuvo políticas de radicación y promoción industrial con el objeto de poblar esa región austral descuidada desde siempre y que, desde siempre, despertó las apetencias trasandinas. Esto se alentó con la llegada de la democracia y el gobierno de Alfonsín, como política de ocupación de la dilatada Patagonia, al punto de proponer en un momento el traslado de la Capital a Biedma. La actual apertura de manufacturas importadas ha generado el cierre progresivo de aquellas industrias australes, sobre todo en electrónica y electrodomésticos que no pueden competir con las extranjeras. Además, su posición geográfica extrema y los costos de traslado, hacen que el costo de vida sea elevadísimo y hagan casi imposible la vida de aquellos obreros que hace más de treinta años eligieron ese destino. Volver a sus lugares de origen los hace extranjeros en su propia tierra.

La negativa de abrir paritarias y dar un aumento por decreto, por falta de presupuesto, no se condice con la inesperada compra de armamentos por 2.500 millones de dólares. Medida que pone al gobierno en el ojo de la tormenta tanto de la oposición como de los países vecinos que ven en esto una actitud bélica que contradice nuestra anterior declaración de región de paz. Tampoco escapa a los sectores populares la sospecha del avance de la represión sino se aceptan las condiciones planteadas por la dirigencia oficial. Hay un convencimiento declamado que lo peor ya pasó y que, la Argentina del siglo XXI debe construirse en base al sacrificio de las clases populares y que, de escuchar sus reclamos, nos estaríamos negando a ese futuro venturoso. Lo dicen convencidos, como la eliminación de la pobreza, aunque las estadísticas oficiales vayan actualizando su crecimiento inusitado. A esta altura y con la experiencia de más de quince meses de gobierno, Macri ha convencido a la población de que realmente va a eliminar la pobreza, porque los pobres van quedando en el camino y del suelo nadie se va a levantar.

Con todo, a ellos no se les mueve un pelo, tienen el corazón de hielo y han ensayado juntarse este primero de abril, para darse calor, aunque desde el gobierno insisten en negarlo. Está calor, ¿cuántos partidarios pueden convocar? ¿se aproximarán a las manifestaciones ya realizadas en su contra? Ese riesgo no lo pueden correr, porque quedaría expuesta su actual minoría en vista de las próximas elecciones. Además, el paro del 6 de abril fue descomunal, en consecuencia, deberán apretujarse si quieren sentir algo de calor humano.

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