sábado, 1 de julio de 2017

Panamá y China Popular: antecedentes

La China fortaleció nuestra posición porque la superpotencia pretendía perpetuar su situación colonial.

Julio Yao / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

La apertura de relaciones con la República Popular China es una decisión bastante tardía que se inicia en 1973. En 1971, la China reemplazó a la República de China (Taiwán) como representante permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.

A la reunión del Consejo de Seguridad en Panamá (15-21 de marzo de 1973), llegó la delegación encabezada por el embajador Huang Hua y su representante adjunto, Chou Nan. Tanto Huang como Chou fueron posteriormente ministros de Relaciones Exteriores.

Huang Hua, con quien hablé largamente en Contadora, era hombre de total confianza de Chou En-Lai, primer ministro, a quien había servido como secretario e intérprete durante la Larga Marcha al Norte, a las Cuevas de Yenán.

Para definir nuestros fines y medios en la reunión del Consejo, en diciembre de 1972 fui autorizado por el general Omar Torrijos y su canciller, Juan Antonio Tack, para viajar en misión secreta a La Haya, lo que produjo cierta complicidad y estrecha colaboración entre nosotros.

¿Por qué secreta? Porque la Cancillería estaba llena de amigos de la Embajada de EE.UU. que, como lo investigó Manuel Antonio Noriega, actuaban en contubernio con la misma e informaban a sus agentes diplomáticos.

Yo había sido designado por Tack como su enlace con Huang Hua y simultáneamente con el canciller peruano, Miguel Ángel de la Flor Valle, quien nos coordinaba con el resto del Consejo.

En esos momentos se daba una polémica en la Cancillería entre quienes defendían la neutralización de los canales internacionales y quienes nos oponíamos porque era una falacia para nosotros, aparte de ser una intervención en los asuntos de los árabes (el Canal de Suez ya era neutral).

Tack me encomendó preguntarle al embajador Huang cuál era la posición de China sobre la neutralización de los canales, y este consultó a Beijing. En respuesta, llegó el siguiente telegrama, que el embajador me leyó para transmitir a Tack y Torrijos: ‘La República Popular China apoyará cualquier resolución que Panamá proponga en el Consejo de Seguridad, incluyendo el desmantelamiento inmediato de las bases de EE.UU. Firma: Mao Tsé Tung'.

El mensaje era consecuente con el apoyo masivo que el fundador de la China le había dado a Panamá el 10 de enero de 1964, cuando millones se reunieron en la Plaza de Tiananmen. Allí participó el actual representante de la Oficina Comercial Chino-Panameña, el embajador Wang Wei-Hua.

La China fortaleció nuestra posición porque la superpotencia pretendía perpetuar su situación colonial.

Trece de los quince miembros del Consejo votaron a favor de la resolución de Panamá, misma que yo redacté en La Haya, la cual eliminó toda referencia a la neutralización de los canales, porque la misma nos restaba el apoyo de árabes, africanos y tercermundistas, contenida en una resolución que solo favorecía a EE.UU. e Israel.

Tack estimó que debíamos establecer nexos formales con Beijing y, a tal efecto, ordenó redactar un Comunicado Conjunto para establecer relaciones diplomáticas entre nuestros dos países. Coincidentemente, cuando le informé al embajador Huang, este me comunicó que ellos también estaban justamente redactando un comunicado con igual propósito. La sintonía era total.

En Contadora, el embajador Huang me solicitó hablar con el general Torrijos, y fue su subalterno, Chou Nan, quien me avisó que Torrijos me pedía que yo fuese su intérprete. Sin embargo, cuando iba en camino me interceptó el periodista Jorge Carrasco, a quien Torrijos solía ocupar como intérprete, y me dijo: ‘Disculpe, pero yo seré el intérprete en esa cita'. No lo cuestioné. Chou Nan fue una de las últimas personas que vio con vida a Torrijos.

Sin embargo, no se firmó el Comunicado por un anticomunismo primitivo y tosco en alguna gente que rodeaba a Torrijos, como el presidente Jimmy Lakas, quien intentó expulsarme de mi cargo como asesor del canciller. Era nuestra opinión que Panamá debía acercarse a los Países No Alineados, donde China ejercía influencia a través de Chou En-Lai por sus coincidencias con Nehru de India, Sukarno de Indonesia y Nasser de Egipto. Después del 1 de octubre de 1979, el presidente Aristides Royo intentó abrir simultáneamente relaciones con la China y la Unión Soviética, pero tal iniciativa se frustró cuando la última invadió Afganistán el 16 de diciembre de ese año.

Bajo Martín Torrijos, Panamá y la China negociaron secretamente en Europa con fabulosas propuestas para Panamá, pero estrambóticas solicitudes de nuestros emisarios hicieron fracasar esa iniciativa, y la China prefirió mirar hacia Costa Rica. ¡Cuánto desperdicio!

El autor es analista internacional y exasesor de política exterior.

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