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domingo, 15 de junio de 2008

Mujeres explotadas en nombre de la moda

Dos siglos después de la primera revolución Industrial, la explotación laboral de mujeres sigue siendo el motor principal del desarrollo de las empresas estadounidenses. Ahora las textiles.
Nuria González Rouco / APM
Con la llegada de la globalización y la producción de manufacturas a escala internacional, las empresas hacen uso y abuso de recursos naturales, materia prima y mano de obra barata. Latinoamérica obviamente no es la excepción. Empresas, ya conformadas como multinacionales, instalan sus filiales denominadas maquilas, en las zonas francas de los países.
La Industria Maquiladora surge en México en el año 1964, como parte del Programa Nacional Fronterizo, con el objetivo de resolver una necesidad concreta: dar empleo permanente a los trabajadores temporales que cruzaban la frontera para trabajar en los campos agrícolas de Estados Unidos. De acuerdo a cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática de México, entre 1980 y 1990, el número de maquilas creció en un 200 por ciento.
A su vez, las zonas francas -donde se ubican las maquilas- fueron creadas por los gobiernos latinoamericanos alrededor de los 70 para atraer inversiones extranjeras. Según la explicación de Otilia Margarit de la Fundación “Pau i Solidaritat”, “estas zonas surgieron como un lugar industrial delimitado que constituye un enclave de libre comercio respecto al régimen arancelario y comercial de un país, y donde empresas extranjeras que producen para la exportación, gozan de incentivos fiscales y aduaneros”.
En informes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se reconoce que en estas zonas “en los casos peores se prohíben los sindicatos o se restringe su actuación. Además la legislación en materia de salud, seguridad y vacaciones, o no se aplican o no se sanciona el incumplimiento de las mismas”.
Para Eduardo Tamayo, miembro de la Organización Sudnordnews con sede en Ginebra, en la actualidad, en México una cuarta parte de la mano de obra industrial -más de 1100 mil obreros- trabaja en las 4.079 plantas maquiladoras ubicadas, ya no solo en los estados fronterizos con Estados Unidos, sino en el interior del país. En dicho país ya se han instalado grandes transnacionales japonesas, europeas, canadienses y estadounidenses que cubren ramas tan variadas como la confección, accesorios, máquinas eléctricas y electrónicas, muebles, automotrices, químicos, alimentos, juguetes, calzados y cuero.
Las mujeres son claves en las distintas etapas de la industrialización, desde la primera revolución industrial hasta los comienzos del siglo XXI. Fueron fundamentales en el desarrollo del capitalismo dentro de las fábricas a lo largo del siglo XIX, donde realizaban trabajos forzosos a la par de los hombres, y todavía hoy los siguen haciendo, pero ahora en las maquilas, principalmente en México.
Justamente, en estas industrias el trabajo duro lo realizan mujeres y los niños. De acuerdo a las palabras de la Red de Recursos en Educación para la Paz, el Desarrollo y la Interculturalidad (EduAlter): “muchas de ellas provienen de zonas rurales, son jóvenes, sin experiencia y sin conocimiento sobre sus derechos laborales y constitucionales”.
Esta falta de conocimiento de sus derechos laborales y el miedo que les provoca el despido, hace que sean muy poco los casos en los que las trabajadoras buscan unirse sindicalmente. Beatriz Luján trabaja en el Centro de Estudios y Taller Laboral en México, un grupo de asesoramiento para los trabajadores de maquilas y sindicatos independientes. Ella afirma que en muchos casos se viola la ley de libertad sindical.
"La ley mexicana dice que con veinte miembros podemos formar un sindicato, pero sabemos que en la práctica esto no es así, porque le piden a uno más del cincuenta por ciento de los trabajadores, con sello de la empresa", dice Luján. Y agrega que "cualquier intento de organización es neutralizado con despido".
Las mujeres se ven casi obligadas a trabajar en las maquilas y someterse a las inhumanas condiciones laborales, porque a pesar de todo reciben mejores salarios que en cualquier otro empleo que pudieran realizar en las ciudades. En México, al igual que otros países de la zona “las mujeres representan el 70 por ciento de la mano de obra en la industria textil, aunque normalmente se les paga entre un 20 y 50 por ciento menos que a los hombres”, explica EduAlter en su portal de Internet.
En una campaña realizada por Clean Clothes (ropa limpia) -una organización no gubernamental sin fines de lucro que está integrada por representantes de Austria, Bélgica, Alemania, Francia, Italia, Noruega, Holanda, España, Suiza, Suecia y Reino Unido- se muestra el testimonio de una mujer maquiladora en República Dominicana. “Estela es una de las tantas mujeres dominicanas que ha trabajado en una de las Zonas Francas. Su marido murió hace 6 años y ella sola se tuvo que encargar de ganar el dinero suficiente para mantener sus seis hijos. He estado trabajando en una Zona Franca para la Exportación durante 14 años. He trabajado en diferentes fábricas. A veces me echaron y otras me fui yo por mi voluntad para ver si las condiciones eran mejores en otras fábricas”, sostienen en su informe publicado.
Y agrega que: “en una fábrica me despidieron por que estuve enferma durante dos días. Me dijeron que no me necesitaban porque no querían trabajadoras enfermas todo el tiempo. Este tipo de casos suceden muy a menudo”.
“Las condiciones en las fábricas son muy malas, no podemos beber agua o ir al lavabo cuando lo necesitamos. Para ir al lavabo debemos conseguir un ticket del supervisor. Tampoco nos permiten entrar bolsas en las fábricas, porque dicen que los trabajadores somos ladrones y entonces aún era más difícil”, expresó en su relato.
“Las mujeres tienen que cumplir con una cuota de producción cada día, de no lograrlo son despedidas”, refiere por su parte Socorro Chablé, presidenta del Centro de Promoción y Defensa de los Derechos Humanos Laborales.
Los empresarios logran mantener a sus empleadas en estas pésimas condiciones, a través de la violencia verbal, física, psicológica y hasta sexual. Muchas veces, el trabajo de las mujeres en horarios nocturnos y sin descansos, son el escenario propicio para los abusos sexuales. En tanto que las mujeres no pueden hacer las denuncias correspondientes ya que desconocen sus derechos, o son indocumentadas y por lo tanto tienen miedo de acudir a la policía, además de correr peligro su continuidad en la única fuente de ingresos que tienen como cabeza de familia.
El hecho de la circulación de publicidad en Estados Unidos, sobre las condiciones inhumanas en que se trabajaba en esas fábricas, condujo a presiones desde los consumidores hacia los empresarios maquiladores. En el caso de los empresarios hondureños, suscribieron en julio de 1997 -aunque sin la participación de los sindicatos o de los organismos de derechos humanos- a un Código de conducta para todas las empresas maquiladoras.
Ante dicha presión de los consumidores, Bill Clinton, presidente en ese momento de Estados Unidos, nombró una comisión que incluyó gigantes de la industria estadounidense, como Nike y Liz Claiborne, y a representantes de grupos de derechos humanos y sindicatos. Después de ocho meses de tensiones, la comisión propuso un código de conducta que debían firmar voluntariamente las empresas que compran ropa confeccionada en las maquilas centroamericanas.
El 14 de abril, Clinton dio su apoyo al acuerdo. Este código de conducta incluye, por ejemplo, la prohibición de contratar a menores de 15 años, limitar a 60 horas de trabajo semanal y proteger el derecho de las trabajadoras a organizarse. Para que el código se lleve a cabo, se convocó a las fábricas a emplear a monitores independientes, que trabajen junto a grupos de derechos humanos y controles las condiciones laborales de las fábricas. Sin embargo nunca se impuso vigorosamente en las fábricas, donde las mujeres trabajan de sol a sol sin descanso alguno.
La precarización laboral, la violencia y los abusos en todas sus versiones lamentablemente son moneda corriente en las distintas maquilas de todo el mundo. Según Eduardo Tamayo “en un contexto de fuerte competencia, las transnacionales buscan rebajar al máximo los costos de producción por la vía de trasladar las actividades productivas de los países industrializados a los países periféricos con bajos salarios sobre todo en aquellas ramas en las que se requiere un uso intensivo de mano de obra”.
A su vez, resalta que las maquilas se sitúan en países centroamericanos aprovechando la enorme diferencia salarial que existe entre el Norte y el Sur. “Mientras un obrero mexicano, en 1998, ganaba 1,51 dólares por hora, el de Estados Unidos, por un trabajo idéntico, obtenía 17,2 dólares, es de decir once veces más”.
Las maquillas llegan a la región con la excusa de fortalecer la economía de la región, dando una inyección de capitales que permitiría el desarrollo del país, como así también facilitarían tecnología de punta y nuevos puestos laborales para disminuir el desempleo. Sin embargo, “a más de 30 años de establecida su operación no se ha visto favorecido el desarrollo industrial de México, con bases tecnológicas propias, que pudieran asegurar el verdadero progreso, revertir los índices de pobreza y miseria y reducir la migración a Estados Unidos. Ahora, con la contracción del mercado, los capitales se fugan y sólo en el año 2002 han empujado al desempleo a más de 280 mil trabajadores “, explicó Andrea Comas Medina.
Cuanta más pobreza, más desempleo y más necesidad de dinero exista en los países del hemisferio Sur, más posibilidades tienen las maquilas de crecer y desarrollarse al más bajo costo. La creación de las zonas francas, y por ende de las maquilas, forman parte de políticas de Estado de los gobiernos latinoamericanos, pero originadas en Estados Unidos.
Tal como muestran los informes de la organización Clean Clothes, República Dominicana fue dotada por el Banco Mundial (BM) en 1989 con un crédito de 30 millones de dólares para expandir en el país las Zonas Francas a la Exportación. Actualmente, hay en el país 350 marcas de ropa operando en estas Zonas Francas. Debido a ello, este país se ha convertido en el quinto país en cantidad que exporta ropa hacia Estados Unidos.
El introducir nuevos métodos productivos e imponer las políticas neoliberales en todo el mundo, tiende a desvalorizar el trabajo en términos económicos al disminuir los salarios, desemplear a los trabajadores, precarizar el empleo y cancelar de manera progresiva las políticas de desarrollo social; además de colocar a los trabajadores -de México por ejemplo- dentro de los peor remunerados y más pobres del mundo.
Las maquiladoras son un negocio redondo para las empresas transnacionales que buscan más producción con menores costos de manufactura, mano de obra barata y que no les signifique un peligro para sus intereses. Para muchos especialistas las maquilas son vistas como verdaderas cárceles de mujeres, donde éstas pierden todos sus derechos más fundamentales. Si a alguna trabajadora se le ocurre exigir el respeto a sus derechos humanos, a su integridad física y moral, o exige condiciones dignas para poder laborar, simplemente no le renuevan su contrato y pasa a la "lista negra" que es compartida entre todas las empresas maquiladoras de todos los parques industriales. Una vez más las mujeres son víctima de negocios multimillonarios de los cuales no obtienen ningún beneficio.

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