La Jiribilla
Mentiría si digo que fue simple y pura curiosidad la que me hizo volver los pasos sobre algunos de los protagonistas de Mayo del 68. En uno de mis frecuentes viajes a Alemania durante la década pasada, fui llevado a la Rathaus (ayuntamiento) de Frankfurt del Meno, donde mi guía, haciendo un alto en la explicación sobre las características de la ciudad, señaló a un hombre enfundado en un impecable sobretodo gris que a la entrada de la edificación era saludado cálidamente por un grupo de banqueros: “Ese es Daniel Cohn-Bendit”. Su presencia allí se explicaba por el cargo que ocupaba en aquel invierno de 1995: adjunto del Alcalde de la ciudad. A la sazón ya había sido elegido eurodiputado por el Partido de Los Verdes.
De Dany el Rojo, uno de los principales animadores de la revuelta estudiantil de la primavera de 1968 que tuvo su epicentro en París y se extendió hacia otros lugares, apenas quedaba nada en aquella figura. En 1986, un libro suyo dio un rudo portazo a quienes pensaron alguna vez en el espíritu levantisco y contestatario de este político que comenzó militando en las filas del anarquismo: La Revolución y nosotros que la quisimos tanto (1986). Allí, con todo desparpajo, escribió: "Después de Praga, después de Santiago, después de los claveles marchitos de Portugal, después de los ahogados del mar de China, después de Camboya y el horror del terrorismo, después de tantos sufrimientos, tantos fracasos, tantas decepciones, la revolución ha perdido a uno de sus fieles. Hoy en día, la idea misma de revolución ha desertado de la imaginación de nuestros contemporáneos. Hemos tenido que someternos al formalismo democrático”.
Esa triste confesión no nació de un momento de debilidad, sino responde sustancialmente a la ideología oportunista de su portador. Ahora mismo, en medio de la conmemoración de los 40 años del movimiento, el político profesional —tan profesional como puede serlo un broker en la Bolsa o una estrella futbolística— declaró a la agencia Europress: “Tendríamos que acabar con las comparaciones de hace 40 años. El 68 ya pasó, fini, passé. Fue genial para los que lo vivieron, pero ahora ya ha pasado. Tenemos otro mundo, otra sociedad. El 68 cambió el mundo, pero ahora hay que enfrentarse al mundo actual y no volver la vista siempre atrás”.
Su caso, a todas luces, no es único. El articulista Andrés Pérez, en el periódico español El Público, nos recuerda cómo “Mayo del 68 fue una excelente rampa de lanzamiento, no solo para carreras profesionales, sino también incluso para marcas comerciales: el periódico económico Les Echos publicó recientemente un completo reportaje sobre las marcas y empresas que nacieron de las cenizas de la revolución fracasada: la agencia de viajes Jet Tours, el detergente Ariel, el café Jacques Vabre, el queso camembert Président y las firmas de moda Calvin Klein y Sonia Rykiel son algunas de las firmas fundadas por sesentayocheros”.
Al parecer siguen teniendo sentido aquellos versos memorables de Bertolt Brecht: "Hay hombres que luchan un día y son buenos, otros luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles”. Con la salvedad de que algunos siquiera guardan memoria de la lucha del primer día.
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