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domingo, 13 de julio de 2008

Inventar o errar, ésa es ahora la cuestión cubana.

La intervención de Raúl Castro en el Parlamento cubano supone un sincero y honesto repaso de la situación de un país expuesto a análisis distorsionados por la ideología de ambos signos.
Pascual Serrano / www.publico.es
Aunque el discurso de Raúl Castro centró la atención de los analistas y medios de comunicación extranjeros, la realidad es que el mensaje trasladado es el resultado del trabajo realizado por las diferentes comisiones parlamentarias durante toda la semana anterior. La puesta en común en plenario supuso un sincero y honesto repaso de la situación de un país que sigue expuesto a análisis distorsionados por la ideología de ambos signos.
Sin duda, el estilo de Raúl, fundado en la sinceridad y en la concreción, ha calado en los dirigentes cubanos. De ahí que lo que más asombraría al profano de la política de la isla es descubrir la crudeza con la que se presentan los problemas y el espíritu colectivo en que se sugieren las soluciones. Es un tono al que no estamos acostumbrados en nuestras latitudes, donde el panorama siempre se caracteriza por el triunfalismo recalcitrante de los gobernantes frente al catastrofismo pertinaz de la oposición, lo cual suele dejar al ciudadano un tanto desconcertado para comprender lo que sucede.
En esta última sesión del Parlamento de Cuba se habló con dureza de los problemas de vivienda, agricultura y productividad laboral, de los retos a los que se enfrentan los cubanos y sobre los que van a girar los principales cambios del país.
Unos cambios que confirmarán la respuesta que Fidel Castro dio a una pregunta del periodista Ignacio Ramonet reconociendo que el “más importante error era creer que alguien sabía cómo se construye el socialismo”. Con ello daba a entender que Cuba seguiría buscando su propio camino sin dejarse llevar por clichés establecidos.
De ahí que entre las iniciativas anunciadas se encuentra la de ligar los salarios al cumplimiento de objetivos. Así lo razonaba Raúl Castro: “Que el trabajador se sienta dueño de los medios de producción no depende sólo de explicaciones teóricas –en eso llevamos como 48 años– ni de que su opinión se tenga en cuenta en la actividad laboral. Es muy importante que sus ingresos se correspondan con el aporte personal y el cumplimiento por el centro de trabajo del objeto social para el que se constituyó, es decir, alcanzar la producción o la oferta de servicios que tiene establecido”.
Raúl dejó claro que el mítico igualitarismo comunista puede ser “también una forma de explotación: la del buen trabajador por el que no lo es, o peor aún por el vago”. El parlamento también reafirmó la necesidad de combinar todos los formatos posibles de explotación agrícola para incrementar la necesaria producción de alimentos. Quienes crean ver una renuncia socialista deben saber que no se trata de nada excepcional en Cuba. El cultivo del tabaco siempre fue sacado adelante por propietarios individuales y, en última instancia, tal y como siempre han reivindicado los movimientos socialistas campesinos, la tierra será de quien la trabaja, sea cooperativa, empresa estatal o campesino particular.
Parece que, entre las tantas influencias que se están generando entre Venezuela y Cuba se encuentra la asimilación en la revolución cubana de la afirmación de Simón Bolívar de que “inventamos o erramos”.

Lea el discurso íntegro de Raúl Castro ante el parlamento cubano en la siguiente dirección: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=70223

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