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domingo, 24 de agosto de 2008

Una evaluación crítica de la revolución venezolana.

Leonardo Bracamonte / Rebelión

El planteamiento para una transformación revolucionaria desde la democracia fue la propuesta central que formuló Hugo Chávez a la sociedad venezolana durante aquella campaña electoral memorable de 1998. En esa oportunidad presenciamos el derrumbe progresivo del sistema político de Punto Fijo. Su propuesta política estuvo centrada en la convocatoria a una asamblea nacional constituyente.
Pronto los candidatos de la derecha desdeñaron la idea sobre la conveniencia en ensayar un nuevo pacto democrático, su candidato Salas Romer, sostuvo entonces que con la Constituyente no se iría al mercado. Lo cierto es que ninguna organización política del establecimiento de la Cuarta República, pudo intuir más allá de algunas expresiones de preocupación de rigor, las señales por más participación política, protagonismo y trasformación que el pueblo venezolano estaba enviando al menos desde la insurrección popular del 27 de febrero de 1989.
Fueron varias las maniobras que intentó la derecha días antes de celebrarse la histórica elección presidencial, como separar las elecciones regionales de las presidenciales de diciembre de 1998, para tratar de detener el triunfo de las fuerzas del Polo Patriótico, agrupaciones ideológicamente disímiles que rodearon a Hugo Chávez. La última jugada del desprestigiado establecimiento fue apoyar unánimemente al candidato que aparecía como disputándole a Chávez el favor de las mayorías. En consecuencia, los partidos de la Cuarta República debían abandonar sin contemplaciones a sus abanderados para probar suerte con Salas Romer de Proyecto Venezuela, miembro del notablato de una de las regiones cercanas a Caracas.
Pero las mayorías decidieron apostar por quien desde sus discursos llamaba la atención recurrentemente sobre las virtudes del pueblo pobre y sus libertadores, los mismos que en el pasado habían protagonizado acontecimientos cruciales para la historia del continente. En las arengas de Chávez, una nación y un pueblo hasta la víspera desmoralizados, volvían a insurgir contra las facciones de empresarios, partidos políticos corruptos y “notables” individualidades, que estaban entregando al capital trasnacional y al imperialismo, las riquezas de la nación. Con la orientación y el contenido del discurso de Chávez, se estaban creando entre los más pobres y su presidente una poderosa vinculación afectiva que arroja luz para la comprensión del proceso bolivariano. Para ese momento el chavismo como “comunidad política” estaba en proceso de formación.
Durante el primer lapso de gobierno las transformaciones se enfocaban en el ámbito de las instituciones. La Constitución de 1999 se presentaba como el producto más importante del proceso de cambio. Se trataba entonces del nuevo pacto que sentaría las bases para la construcción del sistema político de la Quinta República. Desde la perspectiva de un proceso que ya lleva en el poder diez años, esa primera etapa se presenta como signada por una considerable “moderación política”. Esto se comprende por varias razones. Aquí nada más se considera el contexto internacional. El gobierno de Venezuela quizá era para el momento el único que se atrevía a registrar sus acciones y su proyecto de gobierno dentro de las coordenadas de una revolución, si bien “pacífica y democrática”. Para ese entonces la gran mayoría de los gobiernos de la región estaba en manos de sectores neo-conservadores que intentaban en forma generalmente errática, programas de ajustes macroeconómicos de contenido neoliberal.
La fase moderada culmina, se podría afirmar, cuando el poder ejecutivo producto de una disposición legal que dimana del parlamento, diseña 49 leyes habilitantes que afectan en algunos casos áreas sensibles de la economía. Pero en últimas, no se trataba propiamente de “leyes revolucionarias”. Una revisión somera de la Ley de Hidrocarburos permite afirmar que la intención del legislador era fortalecer las políticas del Estado nacional, bajo criterios soberanos, que detuvieran el proceso de internacionalización petrolera que continuaba incluso durante esa primera etapa del gobierno bolivariano. En buena parte, esa legislación respondía a una tradición legal que se había impulsado desde 1943, bajo el gobierno tibiamente reformista de Isaías Medina Angarita. Sin embargo, la oposición política, cada vez más coincidente con el gobierno de Estados Unidos, calificaban al conjunto de leyes como comunistas y autoritarias.
El proceso revolucionario venezolano ha visto cuatro escenarios decisivos de confrontación socio-política, que han contribuido a la definición de las premisas básicas de un programa revolucionario. El golpe de Estado militar-empresarial de abril del 2002; el paro petrolero de finales de 2002, hasta febrero de 2003; el referendo revocatorio de agosto de 2004, y la consulta para reformar la Constitución del 2 de diciembre de 2007.
Los tres primeros acontecimientos representaron triunfos categóricos para la profundización del proceso de cambios. Por ejemplo, es probable que sin la victoria sobre el paro petrolero las posibilidades por fortalecer al Estado, para impulsar los programas sociales que son expresión de amplias demandas populares, no se hubiera efectuado. Quizá entonces la revolución no hubiera contado con los recursos que se han obtenido de esa forma. El tercer escenario, el referendo revocatorio, supuso la ratificación de un modelo político nacionalista, popular y revolucionario, que en buena medida lo resumía la Constitución Bolivariana. Otro importante saldo de los tres escenarios, fue la organización popular que se gestó para encararlos. Por ejemplo, para el caso del referendo revocatorio, se formaron las Unidades de Batallas Electorales, las UBE. Estas organizaciones de base, en conjunto con los círculos bolivarianos, fueron sospechosamente desdeñadas muy pronto por el poder central, una vez que se juzgó que habían cumplido sus objetivos coyunturales. Estas decisiones a mediano plazo han contribuido al desarrollo de al menos dos contradicciones permanentes del proceso, la ausencia de formaciones políticas nacionales que se constituyan como referencias para el movimiento popular, y el creciente personalismo político.
Estas características se han fortalecido a su vez como rasgos que identifican claras debilidades del propio proceso revolucionario. Además de que afectan a su viabilidad, porque no es posible un fortalecimiento del Estado nacional-constitucional, mientras se siga ensayando la salida en falso del culto a la personalidad, en sustitución del accionar del Estado de un carácter más impersonal, y el avance de un movimiento popular con algunos grados de autonomía. Esto también está relacionado con las posibilidades efectivas de satisfacer las demandas populares, mientras no se cuente con instituciones que cumplan ese objetivo sin tantas dilaciones burocráticas. Sin embargo, una mirada general partiendo del triunfo de las elecciones presidenciales de diciembre de 2006, dejó ver resultados bastante satisfactorios, como una política internacional de solidaridad y anti-imperialista, con propuestas ya plenamente institucionalizadas, como la creación de Petrosur, Telesur, o el ALBA.
El cuarto escenario, el referendo por la reforma constitucional del 2 de diciembre de 2007, hay que evaluarlo como el ensayo parcialmente frustrado por trascender el modelo democrático liberal. Para una ponderación de esa iniciativa presidencial, se debe tomar en cuenta que luego del derrumbe del “socialismo real” en la década de los noventa del siglo XX, la reforma constitucional se presenta como un primer conjunto de proposiciones que abonarían el camino hacia el socialismo. Si se parte de esta consideración, lo lógico habría sido que la celebración del referendo hubiera estado precedida de un profundo debate recogido en la propuesta para la reforma, y que privilegiara las características predominantes de toda la experiencia de ese “socialismo realmente existente”.
En todo caso, la aprobación de la reforma iba a sancionar una situación ambigua, en la que el modelo liberal de Estado conviviría seguramente por un tiempo determinado con las nuevas formas de organización, cuya estructura tampoco se presentaba en forma acabada. Probablemente de esta situación indeterminada se crearían contradicciones pensadas para alimentar la transición hacia una implantación más terminada de la nueva sociedad. El diseño, en últimas, parte del principio según el cual es estratégico fortalecer el Estado, con la idea de que éste contribuyera a crear las condiciones para empujar la fábrica de la sociedad socialista. Y la responsabilidad por la conducción del proceso en estas circunstancias, recaía considerablemente en el presidente Chávez. Paradójicamente el llamado Poder Popular quedaba reducido fundamentalmente al papel de gestores de los recursos locales provenientes del Poder Ejecutivo. Precisamente esta propuesta reproducía en parte la estrategia que siguieron los socialismos reales, que terminaron negando el contenido libertario del programa socialista.
Con todo, la derrota parcial en el referendo propició a su vez modificaciones sobre el estado del proceso de cambios, y se han ensayado rectificaciones que anuncian la generación de situaciones diversas. Se destaca dentro del análisis, la conformación como instancia colectiva del Partido Socialista Unido de Venezuela. Esta experiencia, cuya materialización definitiva no estará exenta de contradicciones internas, ha resultado fundamental para dotar al proceso de una estructura que se constituye como la plataforma organizativa “permanente” del proceso, en conjunto con otras expresiones como las organizaciones de base, y el resto de los partidos de la revolución. Queda como uno de los retos más complejos para el partido, la elaboración de un programa político que resuma el contenido del socialismo del siglo XXI.
La coyuntura de las elecciones regionales del próximo noviembre, se ha visto como una oportunidad para que el proceso corrobore su fuerza desde sus espacios naturales, los sectores más humildes. Si bien el camino para la conformación de las candidaturas no estuvo libre de sectarismos con respecto a los otros “partidos hermanos”, el conjunto de los candidatos del PSUV se presentan ante el país de una forma bastante compacta, para dar la idea según la cual una vez que lleguen al poder en sus distintas localidades, funcionarán de forma conjunta con las acciones que adelante el presidente Chávez. Por otra parte, el contenido de las recientes leyes habilitantes permite sostener la continuación del proyecto socialista, aunque en condiciones distintas a las pensadas antes de verificarse los resultados del 2 de diciembre de 2007.

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