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sábado, 7 de febrero de 2009

Pedro Albizu Campos: Maestro y Apóstol

Puerto Rico es una NACION. Eso lo dijo categórica y contundentemente por vez primera Albizu Campos. Y lo repitió y lo recalcó una y mil veces, hasta que logró que calara hondo y permanentemente en el corazón de los puertorriqueños.
Carlos Gallisá / Semanario Claridad
(Cápsula histórica)
El Grito de Lares (23 de septiembre) y el de Yara (10 de octubre) convirtieron a Betances y Céspedes –en el 1868- en los Padres de la Patria puertorriqueña y cubana. Fueron ellos los que sacudieron la conciencia de sus respectivos pueblos, acelerando con ello el aglutinamiento de sangre y acero con el que se forjaría una sólida y templada amalgama de solidaridad nacional en sus respectivos pueblos. Cuba tuvo la fortuna de que en ella surgiera, un poco después, el pensador, ideólogo y héroe nacional José Martí, esto es, el Maestro y Apóstol que abriría la brecha de orientación y unidad nacional para encauzar al pueblo cubano por la correcta y franca senda definitoria de compromiso y abnegación por la causa libertaria.
Nosotros tuvimos que esperar un poco más. Nuestro Maestro, nuestro Apóstol, no sólo surgió más tarde, sino que, contrario a Martí –que tuvo que operar desde “las entrañas del monstruo”-, a nuestro Héroe le tocó batallar “las redes” del mismo monstruo, pero más bestial y agresivo. Ése fue Pedro Albizu Campos.
El apostolado de Albizu Campos, no obstante, se nutre, al igual que el de Martí, de su comprometida vida, abnegada lucha y profundo pensamiento.
Lo maravilloso e impactante del titán boricua es que él logró proyectar su mensaje avasallador en el transcurso de tan sólo tres cortos segmentos de presencia y acción historia (1930-1936, 1948-1950 y 1953-1954); esto es, apenas 9 años de verbo encendido y acción directa. (Recordemos que el resto de tu vida –hasta su muerte provocada en 1965-, lo pasó preso, desterrado, torturado y vilipendiado en las cárceles de Atlanta y de La Princesa).
Y es durante ese relativamente breve período de presencia histórica –que apenas abarcó una década—, que Albizu Campos se convierte, increíblemente, en “el gran estratega de la independencia de Puerto Rico”. Y es que: “No hay una sola de las grandes y pequeñas formas de lucha ensayadas en la historia del independentismo que Albizu Campos no hubiera manejado en algún momento de su vida, de su trayectoria. Y lo peor del caso es que no hemos creado ninguna nueva. Todo lo que hemos hecho es recalentar fórmulas albizuistas, aplicándolas a nuevas situaciones, desde nuevas perspectivas”, como ha señalado Juan Mari Brás, el dirigente principal de lo que se denominó por más de 30 años (ca. 1960-1992) la “Nueva Lucha por la Independencia”.
El sitial moral, ético e histórico que Albizu Campos enraizó en nuestra conciencia colectiva, lo logró este Huracán que piensa (como le llamó Juan Antonio Corretjer) a base de la proyección del ejemplo de su rotundo pensamiento y de su resoluto empeño por orientar a su pueblo. Por eso Albizu Campos sentenciaba: “La gloria no se escribe con palabras, se escribe con la vida”. Y tal fue su gloria, ante ella el gran pensador mexicano José Vasconcelos se siente conmovido, y lo lleva a afirmar que Albizu Campos: “vive como un santo”.
Vida abnegada, comprometida y decidida fue la de Albizu Campos: sin importarle consecuencias. Talló su gloria a base de un descomunal esfuerzo y sacrificada contienda. Definiría la labor del patriota auténtico reflexionando: “Podemos en la alucinación del amor propio creernos haber hecho mucho. No hemos hecho nada. Porque el patriotismo no es el amor propio, sino el amor patrio”. No debe extrañar, por lo tanto, que la insigne escritora y pensadora chilena Gabriela Mistral haya caracterizado a Albizu Campos como: “el primer puertorriqueño, y a lo mejor, el primer hispanoamericano”.
Albizu Campos advirtió que: “El primer deber del hombre es amar el suelo que nos dio la vida”; y que: “Aquél que no se siente orgulloso de su origen nunca valdrá nada, porque comienza por despreciarse a sí mismo”. El alcance dialéctico de estos pensamientos se adelanta y sobrepasa, por mucho, a los planteamientos en torno a la sicología del colonizado que harían décadas más tarde Memmi y Fanon.
El Maestro también nos enseñó que: “La Patria es valor y sacrificio”, y que el rescate de su soberanía sólo será alcanzable mediante la organización, la abnegación y la disposición resoluta a pagar el justo precio por la libertad. La soberanía –advertía él- tiene que ser alcanzada antes que nos llegue tardíamente como castigo.
Puerto Rico es una NACION. Eso lo dijo categórica y contundentemente por vez primera Albizu Campos. Y lo repitió y lo recalcó una y mil veces, hasta que logró que calara hondo y permanentemente en el corazón de los puertorriqueños. Hoy hablamos de lo nuestro como nacional, gracias a su orientación e influjo patriótico en ese sentido. Nadie antes en nuestra historia había hecho entender en nuestra conciencia esa realidad socio-cultural de la personalidad y la idiosincracia puertorriqueñas.
Albizu Campos fue el que nos enseñó a empuñar nuestra bandera y a convertirla en el pendón nacional y en motivo de orgullo patrio puertorriqueño. Con él se acabó el miedo de ostentarla y levantarla en alto. Fue él el que hizo que ella fuera izada en todo lugar. Fue él el que nos enseñó a respetarla, venerarla y amarla. Antes que él, la enseña de la estrella solitaria era considerada meramente como un estandarte que el pueblo no reconocía como suya, sino como el banderín de alguna que otra facción partidista “neoliberal” que esporádica y cíclicamente se abrazaba a ella cuando resultaba conveniente aparentar “patriotismo”.
Albizu Campos rescató el verdadero significado de nuestro devenir histórico, elevando a su correspondiente pedestal de valorización a todas nuestras gestas y personajes trascendentes. De ahí que su influencia didáctica, moral y ética –particularmente en el ámbito académico-, lo convirtiera también en el Caudillo Intelectual (como le ha llamado Enrique Laguerre) de la conocida “Generación de los Treinta” en Puerto Rico.
Albizu Campos también nos advirtió y nos enseñó a reconocer a los hombres de débil temperamento e irresoluto carácter –enfermos de colonialismo-, cuando advertía que: “El que resbala una vez sigue resbalando hasta que se rompe el pescuezo”, y que: “La oportunidad de ser grande siempre se les va de la mano a los hombres pequeños”.
“Ramón Emeterio Betances es el Padre de la Patria” –eso nos lo enseñó Albizu Campos. Y nuestras generaciones han sabido comprender, por su parte, que Albizu Campos es nuestro Maestro y Apóstol. Los grandes escritores, poetas, artistas y pensadores puertorriqueños, han sabido reconocer a estos dos baluartes y símbolos de nuestra nacionalidad y cultura en sus obras más importantes.

4 comentarios:

  1. Este trabajo fue escrito por mi, Ovidio Dávila, y apareció publicado en la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Año III, Núm. 6 (Segunda Serie), julio-diciembre 2002, págs. 61-64. No tengo objeción a que se divulgue, pero objeto que no se consigne mi autoría.

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  2. Estimado señor Ovidio Dávila: Desconocíamos que este material era de su autoría, pues en su oportunidad tomamos el texto tal y como lo publicó el Semanario Claridad de Puerto Rico, que a su vez consignó otro autor.
    Sería conveniente dirigirse a ellos también.
    Saludos cordiales.
    Los editores.

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  3. Saludos solidarios compañero Andrés Mora, desde la Patria de Betances y Albizu Campos:

    Entiendo que no es falta de ustedes.

    La versión original contiene múltiples notas al calce y varias fotos.

    Si me indican como hacérselo llegar, les puedo remitir imágenes digitalizadas del original de mi trabajo: "Pedro Albizu Campos: Maestro y Apóstol".

    ¡Feliz Navidad y un próspero Año 2013!

    Ovidio Dávila
    Arqueólogo e Historiador (ret.)
    San Juan de Puerto Rico

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  4. Estimado Ovidio: puede enviarnos el trabajo a esta dirección: connuestraamerica@gmail.com.
    Un saludo solidario desde Costa Rica

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