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sábado, 18 de julio de 2009

200 años de libertad y esclavitud

Bolivia no está exenta de carencias y dificultades, pero siendo libres, podemos ser más creadores y así liquidar las diferentes formas de pobreza que aún nos atan a la esclavitud.
Grover Cardozo / ALAI
Llama la atención una contradicción: mientras la Comisión del Bicentenario pregona y celebra que los paceños y bolivianos vivimos 200 años libres del yugo español, el presidente del Estado Plurinacional Evo Morales sostiene en sus discursos que los pueblos indígenas vivieron 500 años sojuzgados por los españoles y que es hora de labrar la liberación.
Contradicción manifiesta o simplemente constatación de que el asunto de la libertad y la liberación es un asunto que -como todo lo político- debe ser muy bien relativizado.
Quizá ni sólo lo uno ni sólo lo otro. Un poco libres y otro poco esclavos, lo que explica el estado actual del país.
Libres del abusivo poder colonial de la corona española, que -si bien dejó algunos bienes como el idioma- también neutralizó y castró energías locales que apuntaban a construir una sociedad sobre la base de culturas propias.
Libres de un tutelaje político que frenó procesos de desarrollo social y cultural. La posibilidad de caminar sobre una ruta propia quedó truncada, lo que adormeció durante años energías que debían actuar antes en un proyecto de liberación social y nacional.
Libres de los apetitos externos que durante décadas vieron al territorio boliviano no como fin, sino como un medio para inmediatos intereses. Detectaron nuestras riquezas y sólo desembarcaron como aves de paso.
También esclavos.
Esclavos de nuestras propias cadenas, porque no hay peor esclavitud que la que se impone una persona o un pueblo así mismo. Parece suicida que un pueblo se enmanille, pero suele ocurrir.
Esclavos de modelos políticos y fórmulas económicas impuestos por la fuerza y que durante años impidieron el acceso de la colectividad al bienestar y el desarrollo.
También esclavos de actitudes que todo lo pretenden explicar a partir de lo malo que hace el otro, sin tomar en cuenta el grado de compromiso y aporte de cada boliviano a la situación económica y social.
Esclavos de la dominación de elites que estando en sus manos la dirección política de todo el país, no tuvieron la capacidad de formular programas de gobierno que salven de la miseria y la desesperanza a millones de bolivianos que habitan en las periferias de las ciudades, pero sobre todo en las zonas rurales.
También esclavos, desde luego de un superficial entendimiento de doctrinas y tendencias políticas que fueron tomadas como verdaderos catecismos ideológicos, cuando solo eran referentes teóricos para determinadas formas de acción política.
Esclavos de la ilusión creada por los grandes centros de poder (políticos y mediáticos) de que el mundo es civilizado y anda bien y que siendo Bolivia parte de este mundo, también anda o anduvo bien. El mundo no hará nada por nosotros, si entre bolivianos no nos ponemos de acuerdo en un gran pacto que haga fraguar un modelo boliviano de emancipación.
Esclavos también de atavismos que creen encontrar en el pasado los males o bienes de nuestra condición actual, sin tomar en cuenta que los bolivianos de julio de 2009, somos los únicos actores de la realidad presente y por tanto los únicos que tendremos que responder ante la historia. No hay porqué olvidar los orígenes de nuestras culturas, pero estas -sean del signo que sean- solo son referenciales y no pueden determinar una visión de futuro.
Subsisten cadenas, cadenas que impiden entender que el país es la gran tripulación de un barco que se salvará y avanzará, solo en la medida en que la salvación abarque a toda la tripulación. “El único modo de salvarnos es salvarnos juntos”.
200 años de ser un poco libres y un poco esclavos. Está claro que el balance no es favorable. Si aprendemos de lo andado, el balance futuro puede inclinarse hacia el goce de mayor libertad.
Reconozcamos el atributo. Bolivia no está exenta de carencias y dificultades, pero siendo libres, podemos ser más creadores y así liquidar las diferentes formas de pobreza que aún nos atan a la esclavitud.

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