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martes, 11 de agosto de 2009

Histórica posesión de Rafael Correa

Se cierran treinta años de afrenta política por la traición de las elites a la causa social general. Ojalá Rafael Correa, con auténtica convicción, levante una base social y política que lo ayude a cambiar el fondo y no la forma del país.
(En Quito, Raúl Castro acompañó a Rafael Correa, durante la toma de posesión del mandatario ecuatoriano).

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Editorial de El Telégrafo / Ecuador
Treinta años de democracia neoliberal marcaron el final del siglo XX y principios del XXI. Pero la herencia de sus prácticas expresadas en el desmantelamiento del Estado y el desprecio por lo público aún está incrustada en los procedimientos que un Gobierno tiene que hacer para romper la cadena de privatizaciones y/o concesiones. El Presidente Rafael Correa lo dijo en su discurso de posesión, ayer, al referirse a la lucha de su gobierno contra la corrupción. Los viejos y los nuevos funcionarios y los contratistas de obras públicas, por ejemplo, aún creen que el formato continúa. Y parece que en algunas partes sí.
Ese acápite merece especial atención de los ecuatorianos. La lucha contra la corrupción empieza por matar el compadrazgo, las influencias, los puntos clave en las escalinatas de un ministerio, entidad o cuchitril de leguleyos. El inicio de este nuevo mandato debe borrar instancias de privilegios, por eso el Presidente no dudó en citar el caso familiar como un episodio lamentable.
Además, subrayó algo esencial: el cambio y el desarrollo de la sociedad ecuatoriana solo se dará cuando las fuerzas políticas y económicas sean despojadas de su filosofía utilitarista del poder. Y marcó distancias con un capitalismo que, en plena crisis global, pretende dirigir las economías nacionales y aun las regionales.
No dejó de lado la otra herencia: la de luchadores como Bolívar o Alfaro. Y es cierto. Si la oposición hoy cree que nombrarlos es pura retórica nunca lo vio mal cuando era ella la que los utilizaba para ‘adornar’ sus peroratas; y menos guiar sus prácticas en la vida pública.

Se cierran treinta años de afrenta política por la traición de las elites a la causa social general. Ojalá Rafael Correa, con auténtica convicción, levante una base social y política que lo ayude a cambiar el fondo y no la forma del país.

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