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sábado, 29 de agosto de 2009

Las Independencias

Insurrecciones indígenas como las de Túpac Amaru y Túpac Katari en Perú, Jacinto Canek en Yucatán, o Julián Quito y Lorenza Avimañay en la Audiencia de Quito, no fueron el preludio ni el anticipo de las luchas criollas por la independencia, sino algo radicalmente distinto. Fueron parte de un dilatado plan de liberación nacional indígena.
Jorge Núñez Sánchez * / El Telégrafo (Ecuador)
I
La ciencia histórica no puede limitarse a exaltar a los vencedores y a las causas triunfantes. Tiene que estudiar también lo que no triunfó o triunfó a medias y lo que fue derrotado entonces y quedó postergado, en espera de resolución definitiva.
Digo esto porque entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX hubo en América varios proyectos de emancipación paralelos y entrecruzados: uno, el de los siervos indígenas, que buscaban liberarse del dominio colonial y recuperar América para los nativos; otro, el de los esclavos negros, que aspiraban a la liquidación de la esclavitud y la conquista de libertad para todos; y otro más, el de los criollos o españoles americanos, que ansiaban independizarse de España para mejor controlar estos países y seguir dominando a indios, negros y mestizos.
Eran proyectos distintos, desiguales e inclusive opuestos de modo radical. Obviamente, el más avanzado era el de los criollos, que durante largo tiempo habían ido construyendo una identidad propia e identificándose como una nación en ciernes.
Dueños de florecientes plantaciones trabajadas por esclavos o de latifundios beneficiados por indígenas, los criollos constituían –según la precisa definición de Severo Martínez Peláez– una “clase dominante a medias”, pues tenían en sus manos el poder económico, la influencia social y los mecanismos culturales de Hispanoamérica, pero solo recibían las migajas del poder político y eso mediante la compra de cargos a la corona. Por lo mismo, deseaban una emancipación de España que les entregase el control del poder político en sus países y los convirtiese en miembros de una clase dominante con plenos derechos. Pero, desde luego, no querían hacer una revolución social como la francesa, que repartiera la tierra a los campesinos pobres y liquidara los derechos feudales.
Por su parte, los planes emancipadores de indios y negros, pese a su aparente primitivismo, apuntaban a una transformación profunda de la estructura socio–económica desarrollada durante los tres siglos coloniales. Los indios, en tanto que dueños originales del continente, y los negros, convertidos por la historia en una suerte de nueva etnia nativa, aspiraban a una emancipación personal que los liberara de la servidumbre o la esclavitud, y que les diera dominio efectivo sobre la tierra que cultivaban con su esfuerzo. Los reiterados motines indígenas, los alzamientos de resistencia a las reformas borbónicas, las sublevaciones de esclavos y el cimarronaje tienen que ser vistos en esta perspectiva general, dentro de esa común búsqueda de Libertad, Tierra y Soberanía, y no como fenómenos aislados o eventos históricos inconexos, ocurridos aquí o allá por causas particulares.
Nuestra historiografía, afectada por un incurable positivismo y empeñada en la descripción de fenómenos particulares, ha renunciado en gran medida al análisis de esos fenómenos generales, que fueran protagonizados por pueblos iletrados y gentes humildes, que en general no dejaron documentos ni testimonios escritos, pero que sabían perfectamente lo que querían e identificaban bastante bien a sus enemigos.
II
Las luchas de emancipación social de indios y negros alarmaron, desde fines del siglo XVIII, a las autoridades españolas, que planificaron formas de refrenarlas. Así, crearon un sistema continental de Milicias Disciplinadas, que sirviera para enfrentar las amenazas militares externas, como las inglesas, y las amenazas internas, como las sublevaciones indígenas y las rebeliones de esclavos. Estaba concebido para que lo financiaran los propietarios criollos, en defensa de sus intereses, dándoles a cambio las jefaturas de los nuevos cuerpos militares. La implantación del sistema se inició con la promulgación del “Reglamento de Milicias de Cuba”, redactado por el mariscal de campo Alejandro O’Reilly, en 1764.
En la zona andina, esas milicias fueron eficaces para aplastar o desanimar levantamientos indígenas. Así ocurrió en Quito, donde ellas reprimieron sangrientamente a los nativos sublevados de Guamote y Columbe, que en número de 30 mil se alzaron en 1803 contra el sistema colonial, proclamando "que se maten a los mestizos y españoles". Entonces, las milicias a caballo dirigidas por el corregidor Javier Montúfar, hijo del II Marqués de Selva Alegre, emplearon armas blancas y de fuego para reprimir a los alzados, que tan solo disponían de palos, chuzos y cuchillos.
Estos fenómenos relatados exigen que este bicentenario no sea solo ocasión para rememorar las luchas anticoloniales de los criollos, sino también las similares de los indígenas y negros que ansiaban su liberación, así sea que estas últimas no hayan tenido los alcances políticos, la continuidad histórica y el éxito que tuvieron las primeras. Porque esas luchas fueron también parte del drama colectivo de aquel tiempo y, en ciertos aspectos, como el de la propiedad de la tierra que reclamaban los indios, siguen siendo un problema pendiente de nuestros países.
La historiografía republicana no quiso o no pudo reconocer la existencia de otro movimiento de emancipación que no fuera el de los criollos. Embebida de patriotismo y nacionalismo, se ocupó más de apuntalar la construcción ideológica del Estado Nacional que de estudiar lo sucedido en aquel importantísimo periodo. Y por eso clasificaron a los movimientos de liberación de los indígenas y los esclavos negros bajo la denominación de “movimientos precursores de la independencia”.
Ese es un equívoco conceptual. Porque insurrecciones indígenas como las de Túpac Amaru y Túpac Katari en Perú, Jacinto Canek en Yucatán, o Julián Quito y Lorenza Avimañay en la Audiencia de Quito, no fueron el preludio ni el anticipo de las luchas criollas por la independencia, sino algo radicalmente distinto.
Fueron parte de un dilatado plan de liberación nacional indígena, que en diversos momentos tuvo una formidable influencia social y estremeció al sistema colonial entero, pero que fracasó por ser intermitente e inconexo y por carecer de actualización histórica, al no reconocer las nuevas exigencias de la realidad social americana.
*Historiador y antropólogo ecuatoriano.

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