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sábado, 19 de septiembre de 2009

El increyente

Los alcances del cambio de fe política e institucional del presidente costarricense (quien alguna vez proclamó su orgullo por la ‘democracia centenaria’ del país) parecen disputables y algunos de ellos peligrosos.
Helio Gallardo / Semanario Universidad
En entrevista extensa dada a periodistas de La República, el presidente Óscar Arias hace lo que suena como una confidencia: “Hace 40 años (…), yo creía que los males de la democracia se corrigen con más democracia, ya no lo creo, se nos fue la mano y esta dispersión de poder es lo que nos tiene como nos tiene, ya yo no lo creo” (LR: 01/09/09, p. 10). Si los “males de la democracia” no se corrigen con más democracia, pues lo harán o con menos o con algo diverso a ‘la’ democracia. Los alcances de este cambio de fe política e institucional del presidente costarricense (quien alguna vez proclamó su orgullo por la ‘democracia centenaria’ del país) parecen disputables y algunos de ellos peligrosos. Se podría pensar, por ejemplo, que las “correcciones” requeridas por la institucionalidad democrática tendrían que ser a-democráticas o antidemocráticas. Un aspecto poco grato de las conversiones (en especial si se dan a edad avanzada) es que suelen abrirse radicalmente a creencias opuestas: puede uno transformarse en acosador de borrachitos o en panderetero de gobiernos ‘autoritarios’ o en practicante del pragmatismo, una versión ‘elegante’ del agnosticismo ideológico resuelto en la inclinación por los intereses propios, personales o sectoriales, a los que se valora como metro único y legítimo de la realidad.
El presidente Arias estima asimismo que declaraciones suyas como la consignada arriba ‘molestan a muchos’. Es poco probable. Generan más bien sincera alarma por su salud intelectual y emocional. Él mismo atiza este sentimiento de dolor y vergüenza ajenos. Preguntado por el periodista (algo cortesano) acerca de qué sacrificó al volver a gobernar, contesta: “Sacrifiqué una vida académica muy linda que me permitió viajar por las mejores universidades europeas, asiáticas y gringas dando clases, conferencias y me pagaban algún dinero. Eso me gustaba mucho porque estaba con gente inteligente todo el tiempo. Sacrifiqué eso porque Liberación [el partido de gobierno] iba a volver a perder, así de simple”.
El presidente Arias sacrificó entornos de gente inteligente (todo el tiempo) por ¿entornos menos inteligentes? ¿entornos brutos (todo el tiempo)? ¿entornos con algunos inteligentes y muchos brutos o no inteligentes? ¿Son estos brutos o no inteligentes (muchos, pocos, ocasionales, permanentes) quienes lo llevaron a perder su fe democrática? Los entornos políticos más inmediatos del mandatario en Costa Rica son los yes men y las secretarias ejecutivas que asienten a todo lo que dice y lo aplauden siempre. En menor medida su gabinete ministerial. ¿Se refiere a ellos como poco o nada inteligentes esféricos (quiere decir por todos los lados) todo el tiempo u ocasionalmente? ¿O son solo sus opositores los brutos? ¿O quienes lo eligieron mediante el sufragio de un sistema en el cual él ya no cree?
Como se advierte, la revelación del presidente Arias sobre su actual increencia tiene mucho, “demasiadamente” diría un campesino, de patética. Sobre todo porque en la misma charla califica a la institucionalidad democrática del país como “sólida” (porque la gente cree en ella) aunque ineficiente. ¿Será la gente la bruta que feliz vive algo inútil?
Bueno, para realizar declaraciones como éstas es que les sirve a las personas viajar por el mundo, codearse con gente inteligente todo el tiempo y ‘sacrificarse’ para evitar una derrota de Liberación ante el al parecer incalificable (¿por bruto o avispado?) Otón [Solís]. No valía la pena el martirio.

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