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sábado, 12 de diciembre de 2009

Es el tiempo de crear el sistema del vivir bien y el manantial está en Bolivia

Un nuevo gobierno de Evo Morales y Álvaro García Linera ofrece la fuerza para profundizar en una línea creativa que no repita los caminos desgastados del desarrollismo sino que vaya inventando los caminos frescos del vivir bien. Que favorezca la economía comunitaria y que coloque los criterios de la reproducción de la vida por encima de los de la producción, de manera que ésta tenga sentido como servicio para la vida y no como fin en sí misma.
Ana Esther Ceceña / La Época y Rebelion
El capitalismo está en crisis pero está lejos de derrumbarse. Está fuerte y es hoy tanto o más voraz que en 1492, cuando inició el saqueo y la destrucción que le permitió dominar el mundo.
América Latina y África son los espacios mejor dotados de esos bienes de la naturaleza que por virtud del mercado mundial han sido convertidos en recursos naturales o, peor aún, en commodities. Con historias muy distintas pero siempre complementarias desde hace más de quinientos años, son los territorios que mayores y más diversas riquezas contienen de las que hoy son consideradas estratégicas por ser las que definen la competencia y las capacidades de apropiación en el mundo, excepto por los yacimientos de hidrocarburos del Medio Oriente.
En América Latina reside la mayor y más diversa unidad vital del planeta, corriendo desde la Cuenca amazónica hasta el sureste de México. Es ahí donde encontramos agua en abundancia y oxígeno; es donde se siguen generando nuevas especies o variantes de las conocidas y la densidad genómica está en los niveles más altos; es donde todavía hay pueblos no contactados que han logrado mantenerse alejados de la aplanadora capitalista además de todos los otros conocidos y muchas veces en resistencia. Pero no sólo. También hay esmeraldas, oro, hierro, petróleo, carbón, uranio y otros elementos cuya posesión otorga poder y capacidad de dominio.
América Latina tiene los mayores yacimientos de cobre (Chile), de agua dulce (Acuífero Guaraní, Amazonas y glaciares del sur), de gas (Bolivia y Venezuela), de litio (Bolivia), de hierro (Brasil), gran cantidad de níquel (Cuba), petróleo (Venezuela, México, Brasil y ahora Argentina, sin olvidar las aportaciones de Ecuador y Colombia) y muchos otros elementos que, junto con su variedad de culturas, de modos de hacer las cosas y resolver los problemas, de relacionarse con la naturaleza, ofrecen condiciones económicas y geopolíticas que en ningún otro lugar del mundo existen de esa manera concentrada.
La gran isla americana es tan rica que tiene la posibilidad de autosustentarse sin mayor dificultad. En un sentido capitalista es capaz de ofrecer condiciones internas de invulnerabilidad relativa. Es decir, puede fungir como una fortaleza de poder, capaz de defenderse del resto del mundo. Difícil de sitiar como no sea por Estados Unidos que actúa como su poseedor, y que cuenta con las herramientas tecnológicas y logísticas para mantenerla rodeada, es el espacio perfecto para asegurar la mejor posición en la competencia mundial y para garantizar el mantenimiento de la hegemonía del proceso capitalista.
La pretensión de guardar América para “los americanos” no es un capricho sino una necesidad del sistema de poder y de su reproducción, por lo pronto bajo la hegemonía indiscutible de Estados Unidos, y ningún mecanismo será escatimado en esta tarea. Ganancias, poder y supremacía son los objetivos; sistemas de control múltiples y variados son los medios.
Planes económicos, tratados de inversión o de “libre” comercio, proyectos de infraestructura, establecimiento de normas comunes de funcionamiento, compromisos militares o de seguridad, instalación de bases extranjeras y presencia de tropas y equipo bélico son algunos de las figuras concretas que adopta esta estrategia.
Los últimos meses han sido especialmente elocuentes sobre la urgencia con la que poderes económicos, militares, políticos y mediáticos de Estados Unidos se han movido para ocupar nuevas posiciones en el terreno y para desestabilizar o incluso amenazar las resistencias bajo cualquier forma que aparezcan.
Desde el 1º de marzo de 2008 en que se pretende justificar un ataque militar a Ecuador, perpetrado desde Colombia sin previa declaración de guerra, como medida de “seguridad nacional” extraterritorial similar a los que Estados Unidos ha promovido en varios lugares del mundo (Irak, Afganistán y tantos otros), inicia una escalada que hace pensar en una nueva etapa de intervenciones más sofisticada pero equivalente a la de los tristes años 60 – 70 del siglo XX.
Los acontecimientos recientes en Centroamérica, con un golpe de estado realizado por discípulos de la Escuela de las Américas y fraguado en complicidad con la base de Palmerola y la Embajada que Estados Unidos tiene en Honduras, son otra vía de imponer las políticas hegemónicas y las disciplinas sociales que requieren para su ejecución, ya que son altamente impopulares. El intento por justificar como defensa de la constitucionalidad un acto absolutamente antidemocrático e inconstitucional, a pesar de rayar en el ridículo, fue manejado al punto de estar casi legitimando unas elecciones a modo, realizadas en un contexto de estado de sitio.
El cinismo en la actuación de Estados Unidos y algunos de sus gobiernos latinoamericanos más cercanos (Colombia, Perú, Panamá y Costa Rica), no debe impedirnos ver las múltiples maneras de usar la democracia formal con fines muchas veces ajenos a sus protagonistas y la necesidad de defender los procesos democráticos con movilización, organización y creatividad.
Al lado de operativos como el de Honduras se mueven algunos más ocultos, llevados a cabo en ocasiones por fuerzas “irregulares” o mercenarias, como los ocurridos en la Media luna o en la frontera de Venezuela y Colombia, acompañados de acusaciones sobre supuestas complicidades con las FARC a los Presidentes de Ecuador y Venezuela con el fin de construir un escenario de riesgo equivalente al de los estados fallidos, sólo que en este caso, por “colapso”, de acuerdo con los documentos oficiales del Pentágono.
Un reciente documento de la Fuerza aérea de Estados Unidos asienta que sus objetivos en el Continente son “…la insurgencia narcoterrorista, los gobiernos anti-Estados Unidos, la pobreza endémica y los desastres naturales recurrentes”. Por primera vez en tiempos recientes se reconoce explícitamente a los gobiernos contrarios a la política de Washington como enemigos y esto prefigura un terreno directamente de confrontación, si bien planteado unilateralmente.
Las perspectivas geopolíticas para el Continente son delicadas. La instalación de tropas y mercenarios estadounidenses en una situación de absoluta permisibilidad en territorio colombiano coloca a América Latina en condiciones de altísimo riesgo. Los procesos democráticos se encuentran amenazados por una fuerza sobredimensionada con una capacidad de respuesta rápida casi instantánea.
Militares para controlar, para disciplinar y para permitir el acceso a los recursos, las riquezas, la fuerza de trabajo y los saberes de los pueblos latinoamericanos. Para asegurar la explotación y exportación energética. Megaproyectos de infraestructura como IIRSA para facilitar la penetración y el saqueo desde el corazón mismo del Continente.
América Latina es un territorio en disputa y los procesos electorales y políticos, las Constituyentes que refundan las naciones y los proyectos de reorganización de la vida sobre la base del vivir bien están en la mira del imperio y son a la vez el camino para romper la dinámica depredadora y vislumbrar sociedades justas y sustentables. Nunca desde la Conquista el territorio latinoamericano había sido tan codiciado por los emisarios capitalistas que se reparten el mundo como ahora, que este sistema ha conducido a potenciales crisis de escasez de los elementos esenciales.
Bolivia, esa pequeña nación a la que le fue robado el mar pero que mantiene grandes montañas desde donde extender una amplia visión del mundo y del cosmos, nuevamente confirma su voluntad de emerger desde lo más profundo, como un magma imparable, como un volcán en erupción que ilumina el horizonte y permite vislumbrar la diversidad de caminos y modos de entender y hacer.
La reelección de la fórmula Morales – García Linera es la constatación de una voluntad de cambio que viene desde muy lejos en el tiempo y promete empujar hasta levantar los más asentados pisos de la colonialidad, interna y externa. El proceso boliviano que es resultado de una larguísima lucha es al mismo tiempo latinoamericano. Es un proceso propio y compartido con esos pueblos a los que se les impusieron fronteras pero que hoy reconstruyen sus memorias comunes y sus experiencias emancipatorias.
Por eso el triunfo en las elecciones es un suceso latinoamericano y un compromiso de este gobierno con los pueblos del Continente. El resultado de la votación es a la vez un aval y un llamado. Un reconocimiento a los esfuerzos de cambio realizados pero un llamado a continuar avanzando por la ruta marcada por el vivir bien, en un contexto en el que cada paso en falso es aprovechado por el poder para recuperar el rumbo.
Un nuevo gobierno de Evo Morales y Álvaro García Linera ofrece la fuerza para profundizar en una línea creativa que no repita los caminos desgastados del desarrollismo sino que vaya inventando los caminos frescos del vivir bien. Que favorezca la economía comunitaria y que coloque los criterios de la reproducción de la vida por encima de los de la producción, de manera que ésta tenga sentido como servicio para la vida y no como fin en sí misma.
Un nuevo gobierno como el que fua ampliamente ratificado otorga fuerza para inventar, con pasos cuidadosos pero innovadores, para crear la economía política del vivir bien y adelantar el camino de conceptualización y construcción del no-capitalismo. Imaginar una vida distinta, sobre otras bases, recuperando las experiencias históricas pero inventando el futuro es un primer paso para crear esa bifurcación que vaya permitiendo a los pueblos de nuestra América salir del capitalismo y evitar así la catástrofe ecosocial que el futuro capitalista nos impone.
El pueblo boliviano movilizado y atento, y el gobierno boliviano que tiene el apoyo popular y en ello reside su fuerza, tienen hoy una enorme responsabilidad como punta de lanza de este despertar de los pueblos de la Abya yala, de los hijos de la Pacha mama, de los hombres y mujeres del mundo que aman la vida y por eso luchan contra un sistema de muerte. Tienen la responsabilidad histórica de celebrar este triunfo abriendo la ruta del vivir bien y apartándose de la del capitalismo.
¿Será Bolivia el espacio de gestación de un nuevo sistema de organización de la vida planetaria? ¿Será Bolivia quien ofrezca la clave para comenzar esa nueva era de la humanidad, la era del vivir bien en el no-capitalismo?
El nuevo gobierno y el pueblo boliviano movilizado tienen la palabra.

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