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sábado, 24 de abril de 2010

El equilibrio del mundo y la nueva integración latinoamericana

  • Impulsada por el ascenso de los sectores populares y nacionalistas latinoamericanos, e inspirada en el pensamiento martiano-bolivariano, el ALBA es la iniciativa que más lejos ha llevado las posibilidades de construir otros espacios de integración, para alcanzar “el equilibrio del mundo”, tarea que exige, primero, subvertir y transformar el orden económico y social existente.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
(Fotografía: Cumbre extraordinaria del ALBA, Caracas, 19 de abril de 2010)

Las celebraciones del bicentenario del inicio de las luchas emancipadoras en América Latina traen consigo reflexiones y revisiones críticas sobre las historias, culturas y procesos políticos que dieron origen a nuestras naciones. Al mismo tiempo, nos invitan a mirar y evaluar el estado de ese largo camino de realización del horizonte utópico que José Martí proyectó, cuando aseguró que la segunda y definitiva independencia antillano-latinoamericana era condición ineludible para alcanzar el equilibrio del mundo[1]. Es decir, un nuevo orden en las relaciones internacionales, como aún no lo ha conocido la civilización moderna.

Son diversos los escenarios y coyunturas en los que Martí va dándole forma a esta idea, pero en lo común de este proceso de maduración de su pensamiento, se encuentra la preocupación, creciente sobre todo a partir de 1889, tras su participación en el Congreso de Washington, por la unidad de los pueblos de nuestra América frente al naciente imperialismo estadounidense, que amenazaba con caer “con esa fuerza más, sobre nuestra tierras americanas”[2].

No es casual que más de un siglo después, Martí y sus ideas conserven su vigencia. Las amenazas y desafíos siguen siendo, en buena medida, aquellos que conoció y avizoró el prócer cubano: el dilema -ahora renovado- entre el unionismo latinoamericano y el neopanamericanismo imperial, y la tarea pendiente de completar el desarrollo económico, social, cultural y ambientalmente sostenible de nuestras “repúblicas dolorosas de América[3].

La idea de la unidad posible de América Latina, entonces, debe ser vista como uno de los ejes articuladores de la construcción de nuestras identidades culturales y de las luchas de liberación de los pueblos latinoamericanos, tanto en sus triunfos como en sus derrotas, en un itinerario liberador que nos lleva de los proyectos político-militares de Bernardo de Monteagudo, Simón Bolívar y Francisco Morazán, en la primera mitad del siglo XIX; al Martí que, hacia fines de esa centuria, despliega sus mejores armas intelectuales para impulsar la tesis –complementaria de las de sus antecesores- de la unidad latinoamericana sustentada en el desarrollo de la cultura y el antiimperialismo. En el siglo XX, esta herencia unionista y antiimperialista será retomada por Augusto Cesar Sandino en Nicaragua, quien escribe en 1929 el Plan de realización del supremo sueño de Bolívar, y por supuesto, por la onda expansiva de la Revolución Cubana, que alcanza a las actuales Revoluciones Andinas del siglo XXI.

Es desde esta perspectiva histórica que consideramos que las actuales iniciativas de integración latinoamericana, como el ALBA, la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la futura Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), con sus diferencias evidentes pero también con sus muchas coincidencias, constituyen el paso más importante que se ha dado, durante las últimas décadas, en la ruta de la construcción de un nuevo orden internacional más justo, y que se va expresando, poco a poco, en la conformación de una arquitectura del poder hemisférico y global distinta a la que fue hegemónica hasta finales del siglo XX.

Esta nueva integración de nuestra América tiene tres rasgos fundamentales: el primero, su carácter posneoliberal, porque surge en el contexto de lo que Ana Esther Ceceña llama un “posneoliberalismo nacional alternativo[4], a saber, el conjunto de políticas de superación del paradigma neoliberal y de creación del poder participativo que se impulsan, sobre todo, desde Venezuela, Bolivia y Ecuador. El segundo, se trata de una integración independiente, porque se construye sobre la base de procesos de recuperación de la soberanía popular, nacional, energética, territorial. Así, se desmarca de la influencia y el poder que ejercieron los organismos internacionales y los EE.UU. hasta finales del siglo XX[5]. Y finalmente, es multidimensional[6], porque además de lo económico, incorpora aspectos esenciales de la vida social como la cultura, la educación, el deporte, la salud, la comunicación social y los derechos humanos en un sentido amplio.

En este marco, impulsada por el ascenso de los sectores populares y nacionalistas latinoamericanos e inspirada en el pensamiento martiano-bolivariano, el ALBA es la iniciativa que más lejos ha llevado las posibilidades de construir otros espacios de integración, regidos por una lógica solidaria, que ensaya alternativas al capitalismo y que procura forjar “el equilibrio del mundo”, tarea que exige, primero, subvertir y transformar el orden económico y social existente.

El Manifiesto Bicentenario de Caracas, consolidando la Nueva Independencia que se aprobó en la cumbre extraordinaria del ALBA, celebrada en Caracas el pasado lunes 19 de abril, entre muchos apartados importantes, resalta precisamente la manera en que este espacio de integración “se ha convertido en un elemento cohesionador y dinamizador para avanzar, en las actuales circunstancias históricas, hacia el objetivo superior que constituye el Sueño Bolivariano de crear la más grande República que haya existido y la unidad regional. Desde su nacimiento en el año 2004, en sus conceptos y sus prácticas, el ALBA ha constituido una alternativa a los esquemas de integración neoliberales y fundamentalmente el proyecto económico imperial del ALCA, un espacio de respuesta y protección efectiva ante las crisis energética, financiera, alimentaria y social desencadenadas por el capitalismo globalizado que hoy amenaza la existencia de la Madre Tierra y la supervivencia de la humanidad”.

A pesar de las maniobras desestabilizadoras de sus poderosos enemigos, y aún con los inevitables contratiempos que supone la construcción de una alternativa sobre la marcha y contra el tiempo, el ALBA representa hoy la avanzada de la unidad e integración latinoamericana que, al desafiar la lógica ortodoxa del capitalismo neoliberal, señala un camino posible para la sobrevivencia de la especie humana.

NOTAS
[1] Martí, José (1894). “El tercer año del Partido Revolucionario Cubano”, en Hart Dávalos, Armando (editor) (2000). José Martí y el equilibrio del mundo. México DF: Fondo de Cultura Económica. Pág.240.
[2] Martí, José (1895). “A Manuel Mercado”, en Hart Dávalos, op.cit. Pág 276.
[3] Martí, José (1891). “Nuestra América”, en Hart Dávalos, op.cit. Pág 204.
[4] Ceceña, Ana Esther (2008). “El posneoliberalismo y sus bifurcaciones”. Observatorio Latinoamericano de Geopolítica. Diciembre. Disponible en: www.geopolitica.ws
[5] Regueiro Bello, Lourdes (2008) Los TLC en la perspectiva de la acumulación estadounidense. Visiones desde el Mercosur y el ALBA. - 1a ed. - Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - CLACSO. Pp. 261-288.
[6] Suárez Salazar, Luis (2008). “La integración independiente y multidimensional de Nuestra América: una mirada desde lo mejor del pensamiento sociológico”, en revista Política Exterior y Soberanía, año 3, nº 2, abril-junio. Caracas: Instituto de Altos Estudios Diplomáticos Pedro Gual. Pp. 21-26.

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