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sábado, 10 de abril de 2010

Sobre la diferencia

El ambiente es el resultado de la acción de la sociedad sobre su entorno y, por tanto, quien aspire a un ambiente distinto ha de aspirar por necesidad a una sociedad diferente.

Guillermo Castro H. / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
Desde Ciudad de Panamá

Para Felipe Ángel, en Cali
En lo más común del entendimiento nuestro de cada día, el desarrollo sostenible es el crecimiento económico con preocupaciones ambientales. Y de esas preocupaciones ambientales, en ese entendimiento, las más importantes son las que tienen que ver con preservar las condiciones naturales indispensables para garantizar el crecimiento económico.
Así las cosas, ese crecimiento - este, el que tenemos, más bien - es lo único que realmente no está sujeto a negociación. Ese tabú nos plantea un marco muy restrictivo para el debate, en cuanto – como lo señalara Immanuel Wallerstein -:
Los dilemas ambientales que encaramos hoy son resultado directo de la economía-mundo capitalista. Mientras que todos los sistemas históricos anteriores transformaron la ecología, y algunos de ellos llegaron a destruir la posibilidad de mantener en áreas determinadas un equilibrio viable que asegurase la supervivencia del sistema histórico localmente existente, solamente el capitalismo histórico ha llegado a ser una amenaza para la posibilidad de una existencia futura viable de la humanidad, por haber sido el primer sistema histórico que ha englobado toda la Tierra y que ha expandido la producción y la población más allá de todo lo previamente imaginable. Hemos llegado a esta situación porque en este sistema los capitalistas han conseguido hacer ineficaz la capacidad de otras fuerzas para imponer límites a la actividad de los capitalistas en nombre de valores diferentes al de la acumulación incesante de capital. El problema ha sido, precisamente, Prometeo desencadenado.[1]
En justicia, por tanto, lo que cabría preguntar es por la sostenibilidad del desarrollo del capitalismo. Sobre esto, naturalmente, hay opiniones. Unas contraponen el capitalismo al socialismo (y habrá que ver qué entienden por tal). Otras contraponen el capitalismo a la barbarie (y no están hablando solamente de Haití, o Somalia, o Afganistán). Y otras más contraponen el capitalismo a la sobrevivencia de la especie humana (Fidel castro dixit, reiteradamente).
No es de extrañar, tampoco, que al calor de la crisis vayan emergiendo aún otras corrientes de opinión que, frente al fetiche del crecimiento indispensable para aspirar a vivir mejor, contraponen el decrecimiento necesario para llegar a vivir bien. De todo esto, emerge una y otra vez la misma conclusión: que el ambiente es el resultado de la acción de la sociedad sobre su entorno y, por tanto, quien aspire a un ambiente distinto ha de aspirar por necesidad a una sociedad diferente. En establecer la diferencia, y los modos de construirla, está la cuestión.
En verdad, como en 1848, todo lo que ayer parecía sólido hoy se disuelve en el aire.
Hoy, como entonces, se viven tiempos de extraordinaria fecundidad. En esto, somos sin duda afortunados.
NOTA
[1] “Ecología y costos de producción. No hay salida”. Trabajo presentado por el profesor Wallerstein en las jornadas PEWS XXI, "The Global Environment and the World-System", Universidad of California, Santa Cruz, 3 a 5 de abril, 1997. Publicado en Iniciativa Socialista, número 50, otoño 1998.

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