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sábado, 5 de junio de 2010

Centroamérica: ser vistos despectivamente

Los acontecimientos del último año en Honduras se convirtieron en catalizador de la política norteamericana hacia América Latina, cuando se habían abierto expectativas respecto al papel que la nueva administración podía jugar una vez que ofreciera una “nueva era” en las relaciones entre ambas partes de América.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Cota Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
Si América Latina es vista y tratada como una región marginal en el mundo contemporáneo, Centroamérica es una región marginal dentro de la marginalidad. En efecto, cuando se estudia América Latina desde cualquier perspectiva (histórica, literaria, artística, económica o política), después del análisis a profundidad de la América del Sur, se pergeñan algunos renglones que dan cuenta sumaria, de forma superficial, de Centroamérica.
La extensa Historia Contemporánea de América Latina de Tulio Halperin Donghi, por ejemplo, le dedica seis renglones a la gesta de Augusto César Sandino, en los que solamente se dice que fue un jefe guerrillero que se hizo célebre por su capacidad para poner en jaque tanto a la guardia de Nicaragua como a las tropas norteamericanas que en ese tiempo campeaban en tierras de Rubén Darío.
Cuando se quiere significar que un Estado es débil, corrupto, cuya economía depende de unos pocos productos de escaso valor agregado simbolizado por las bananas se le llama “bananero”. El término fue acuñado por O. Henry, humorista y escritor de cuentos cortos estadounidense, para referirse a Honduras en Of Cabbages and Kings (1904), cuentos cortos ambientados en Centroamérica.
Los Estados Unidos de América han utilizado la coartada de “civilizarnos” en repetidas oportunidades. Para ellos, somos países-niños, díscolos y mal portados, sin capacidad de hacernos responsables de los compromisos que asumimos. En Nicaragua, entre 1927 y 1934 la potencia del Norte se hizo cargo del Banco Central, del cobro de impuestos y hasta de las aduanas con tal de recobrar los empréstitos que, a instancias suyas, por cierto, le había hecho a ese país.
Suceden en esta región, sin embargo, acontecimientos sociales y políticos de gran importancia para el futuro latinoamericano. De forma concentrada y contradictoria se expresan tendencias que, de una u otra forma, prevalecen en el resto de América Latina.
Véase, por ejemplo, lo que sucede con el narcotráfico, la violencia y la política norteamericana. Son espejo que agiganta la imagen de lo que pasa en otras partes.
En días recientes, el ex-guerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos escribió en el diario español El País que Centroamérica puede estar en camino de convertirse en una narcoregión, con las implicaciones que esto podría tener en todos los órdenes de la vida social, política y económica.
No son pocos, sin embargo, los estados latinoamericanos bajo la amenaza directa del narcotráfico y sus implicaciones. Véanse México, Colombia o Jamaica. En este último país tuvo lugar una verdadera mini guerra civil entre el ejército y la policía contra sectores de la sociedad civil y un verdadero ejército particular de Christopher Coke, Dudus, jefe narco cuya extradición solicitó los Estados Unidos.
La violencia, aunque alcanza cotas especialmente alarmantes en el llamado Triángulo Norte Centroamericanos (Guatemala, El Salvador y Honduras), amenaza a toda América Latina. Salir después de las nueve de la noche a dar una vuelta por el centro de Caracas, Bogotá, Lima o Ciudad de México denota una actitud suicida.
Por otra parte, los acontecimientos del último año en Honduras se convirtieron en catalizador de la política norteamericana hacia América Latina, cuando se habían abierto expectativas respecto al papel que la nueva administración podía jugar una vez que ofreciera una “nueva era” en las relaciones entre ambas partes de América.
Estamos hablando de hechos y acontecimientos recientes, pero la lista se volvería larga si acudiéramos a una perspectiva histórica. Es esta una región sui géneris a la que hay que observar atentamente y tomarle el pulso para determinar por dónde andan algunas de las principales tendencias del acontecer latinoamericano.

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