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sábado, 12 de junio de 2010

La necesaria integración de Nuestra América para enfrentar las estrategias de dominación imperialista

Debemos que seguir avanzando en la tarea de construcción de la unidad latinoamericana, hacer real el sueño de Bolívar y de Martí, y así nuestros países podrán lograr las grandes transformaciones y tendrán más fortaleza para enfrentar y negociar con las potencias imperiales.
Walter Martínez Alves / Movimiento de Solidaridad Nuestra América (México)
La historia nos permite comprobar que los verdaderos objetivos del imperialismo norteamericano en sus intervenciones en "Nuestra América", no han sido la defensa de la democracia, ni la libertad, ni el derrocamiento de dictadores, ni el peligro del comunismo, ni ahora el terrorismo y del narcotráfico. Bien sabemos que las dictaduras más sangrientas fueron impuestas por ese imperialismo.
Además el mayor terrorismo del mundo lo ejerce hoy el imperialismo en Irak y Afganistán donde han muerto cientos de miles de civiles desarmados.
¿De qué defensa de la democracia ponía como pretexto el imperialismo cuando se apoderó de la mitad del territorio mexicano, de Puerto Rico y Cuba (donde todavía está la base de Guantánamo, que sirve como centro de torturas), la zona del canal de Panamá y miles actos de ingerencia política, económica y militar en América Latina y el Caribe.?
Bien sabemos que esta injerencia tiene raíces profundas y se basa en los grandes intereses de EE.UU. en la región. América Latina siempre fue un abastecedor de materias primas estratégicas, como los minerales, el petróleo, el gas y los alimentos; es decir, que sus recursos naturales siempre han sido codiciados por EE.UU.
Eduardo Galeano decía en Las venas abiertas de América Latina: "Una legión de piratas mercaderes, banqueros, marines, boinas verdes, embajadores y gerentes de empresa estadounidenses se han apoderado, a lo largo de una historia negra, de la vida y el destino de la mayoría de los pueblos del sur".
EE.UU. siempre ha estado convencido de tener un derecho natural para ejercer ese dominio, el llamado destino manifiesto. Además de su gran poderío económico y militar, consideran que tienen un poder moral indiscutible.
Sin lugar a dudas, la independencia económica de América Latina significaría el fin de control del imperialismo. Un cambio revolucionario o simplemente nacionalista afectaría sensiblemente los grandes intereses de EE.UU.
El imperialismo se ha valido de una diversidad de métodos y formas para lograr ese control en la segunda mitad del siglo XX, tales como:
  • Invasiones. Directas por sus fuerza armadas, como en Repúbica Dominicana en 1965, en Granada en 1983 o Panamá en 1989.; o por medio de mercenarios como en Guatemala en 1954; o en 1961 en Cuba utilizando fuerzas organizadas en el exilio por la CIA y que fueron derrotados en Playa Girón por las fuerzas revolucionarias.
  • Imposición de dinastías militares: En las décadas de 1950 y 1960. Los casos de Somoza en Nicaragua; Trujillo en República Dominicana; Batista en Cuba, Castillo Armas en Guatemala, Pérez Jiménez en Venezuela, Rojas Pinilla en Colombia, Strossner en Paraguay y Duvalier en Haití.
  • La Guerra de baja intensidad que se aplicó en Centroamérica ante el triunfo sandinista, que para llevarla a cabo, EE.UU. financió a la llamada contra.
  • La Doctrina de Seguridad Nacional que se aplicó en el Cono Sur de América a partir de la década de los 60s del siglo pasado cuando el imperialismo sintió la mayor amenaza a su grandes intereses en la región. Su instrumento de coordinación entre las dictaduras impuestas por EE.UU. , fue el llamado Plan Cóndor, con más medio millón de víctimas.
  • Diversas formas de intervenciones y operaciones encubiertas: con el propósito de impedir el triunfo electoral, fraudes incluidos, de gobiernos de corte progresistas o intentar desestabilizarlos por medio de apoyo económico a sectores de oposición,( como en Venezuela); o la reciente intervención del embajador de EE.UU. promoviendo el frustrado golpe de estado en Bolivia; campañas publicitarias en los grandes medios trasnacionales de comunicación; atentados ( como los varios intentos organizados por la CIA contra Fidel), bloqueos económicos como en el caso de Cuba o campañas mediáticas promocionadas por las derechas internacionales contra esa misma patria hermana.

El menor costo político para el imperio, es propiciar gobiernos entreguistas, lo que algunos autores denominan " democracias tuteladas", que pueden estar combinadas con presencia de tropas norteamericanas, como actualmente lo hacen a través del Plan Colombia, y podría ser también el Plan Mérida, en México, tomando como causas iniciales la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico.

En los últimos años, el imperialismo parecía haber reemplazado la ocupación militar directa o indirecta en la región, por el dominio político y económico que pretenden ejercer por tratados de libre comercio, el frustrado ALCA (Área de Libre Comercio para las Américas), el Plan Puebla Panamá (o Plan Mesoamérica) y a través de las corporaciones transnacionales.

Pero con la agresión y violación a la soberanía de Ecuador en marzo del 2008, la administración Bush llevó a los hechos la estrategia enmarcada en el Plan Colombia y la presencia de la IV flota en los mares de Nuestra América. El objetivo a futuro de este tipo de operaciones militares sería el control geopolítico de los países de la región, especialmente Venezuela, Ecuador y Bolivia, los cuales han emprendido más resueltamente una política exterior independiente.

En Bolivia, aunque no hubo intervención militar directa en el frustrado golpe de estado, propiciado por la oligarquía racista y proimperialista, el presidente Evo Morales en una decisión soberana expulsó al embajador de Estados Unidos Philip Goldberg, al comprobarse su ingerencia directa en el intento subversivo. La presencia masiva del pueblo boliviano en las calles, el hecho de que las Fuerzas Armadas se mantuvieran fieles a la constitución y a su gobierno y la firme posición antigolpista de los países agrupados en la UNASUR ( Unión de Naciones Suramericanas) , evitaron que se concretara el golpe de estado.

Ya en el comienzo del gobierno de Obama, con el golpe de Estado en Honduras, instrumentado por sus fuerzas armadas, en conjunción con una de las oligarquías más reaccionarias y entreguistas de Centroamérica, parecía reeditarse la trágica experiencia de este recurso imperialista.

Este se gestó debido a los avances progresistas en ese país, Nicaragua y El Salvador y pretendió asestar un duro golpe a la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) a través de Honduras, el eslabón más débil de ese organismo solidario además de establecer otra plataforma de intervención hacia América del Sur.

Después del ilegítimo proceso electoral en Honduras organizado por la propia dictadura, siguen en el poder las mismas instituciones y los personajes políticos y militares que gestaron el golpe. El espúreo Porfirio Lobo no tiene apoyo popular ni por el momento, reconocimiento internacional. Sólo Estados Unidos, Perú, Colombia, Panamá y Costa Rica aceptaron la validez del proceso.

Pero la acción más importante que reafirma la ofensiva conservadora en la región, fue el acuerdo que se firmó el 30 de octubre de 2009 entre EE.UU. y Colombia para la instalación de 7 bases militares con tropas del Comando Sur.

Los países de la región han reaccionado a la presencia militar estadounidense en América Latina. En la cumbre de UNASUR de fines de agosto de 2009 en Bariloche, Argentina, el mensaje fue: “fuera bases de América Latina”.

Es claro que estas bases tienen como objetivo principal el control geoestratégico de la región y no el combate contra el narcotráfico, ni mucho menos contra las FARC, cuando el propio Uribe asegura que esa guerrilla está prácticamente desmantelada.

Por si las bases en Colombia no fueran suficientes, Estados Unidos dispone de bases en las islas caribeñas de posesión holandesa, Aruba y Curazao, a pocas millas de las costas de Venezuela, desde donde ya han despegado aviones espías y violado el espacio aéreo de Venezuela.
También en Panamá el gobierno derechista de Ricardo Martinelli, ofreció 11 bases militares para uso de las fuerzas armadas estadounidenses.

Los grandes medios transnacionales de propaganda masivos, complementan la amenaza de los barcos, tanques y aviones para seguir controlando su hegemonía.

EE.UU. ha desarrollado una estrategia de promoción de la ideología neoliberal como el factor supremo de la democracia, incompatible con las estructuras "populistas".Es decir, la instauración de un modelo democrático a imagen y semejanza de los EE.UU.

En síntesis, esta nueva ofensiva militar en la región se explica en que las empresas trasnacionales, el imperialismo y las oligarquías locales ven peligrar sus intereses y su hegemonía, proponiéndose recurrir a métodos más contundentes de intervención, a los efectos de revertir los procesos antiliberales impulsados por los gobiernos que han llevado adelante transformaciones radicales.

Lo que las fuerzas de las derechas no han podido conseguir por la vía electoral en sus repetidos intentos, a pesar de las enormes campañas mediáticas y recursos financieros, ahora se proponen hacerlo por la amenaza bélica.

Las esperanzas de un cambio de política con el gobierno de Obama, duraron muy poco. El golpe de Estado en Honduras y la instalación de las bases militares en Colombia, muestran claramente que Obama está fuertemente condicionado por los grandes intereses del imperio, que son los que determinan los lineamientos de la política exterior de Washington hacia todo el mundo y en particular hacia América Latina.

Estos grandes intereses están relacionados con el complejo militar-industrial, el petróleo, los mantos acuíferos y otros recursos estratégicos.

Por lo tanto, entendemos que el imperio tiene una lógica que no depende mucho de la voluntad del presidente de turno, de manera tal que parece que lo mejor que podemos hacer en la región, es plantearnos seriamente nuestra propia estrategia de desarrollo, nuestra propia estrategia de profundización democrática, de avance en las grandes reformas sociales que necesita este continente.

En este momento histórico se presenta una correlación de fuerzas propicia para grandes transformaciones sociales y políticas de nuestros pueblos y para la integración de los gobiernos de Nuestra América.

Es evidente que en la región, se están dando los procesos más avanzados del mundo. Podríamos decir que actualmente somos la vanguardia en las transformaciones políticas y sociales.

Pero si bien se están dando importantes avances en Nuestra América de carácter emancipatorio, de justicia social y de integración política, no podemos afirmar que se entró en un proceso revolucionario que haga posible el fin del sistema capitalista y se entre de lleno a una etapa socialista.

Estos procesos se están dando por medio de los movimientos de masas y los triunfos en la lucha electoral.

La toma de conciencia de los pueblos, es fundamental para vencer a la gran dictadura de los medios de la comunicación, especialmente de la televisión, que constituye uno de los instrumentos más poderosos al servicio de las oligarquías locales y del imperialismo. Es un gran reto para los movimientos populares llevar a la vida diaria la batalla de las ideas, como decía Fidel. Otra de las alternativas para contrarrestarla es el proyecto del TELESUR.

Los hechos de los últimos años han probado que se pueden ganar estas batallas; si no fuera así, no se hubieran dado los grandes triunfos electorales en gran parte de los países de la región, incluyendo los últimos referendums constitucionales en Ecuador, Bolivia y Venezuela.

En el campo popular se impone una preparación en organización y educación política, para este nuevo período histórico. La crisis general capitalista ofrecerá nuevas oportunidades de lucha y abre la posibilidad de profundos avances en algunos países, pero para esto, es imprescindible la movilización y participación activa de los pueblos que permitan transformar la sociedad y lograr su emancipación. Ningún movimiento social y político, con sus diversas formas de lucha debe menospreciarse. Lo ideal sería una gran concertación unitaria, como lo planteó el presidente Evo morales en su visita a México

También la participación y el control popular deben continuarse y multiplicarse en los países que tienen gobiernos de izquierda para profundizar los procesos y evitar que se deformen o derechicen, como la experiencia histórica lo ha demostrado en muchos casos.

Por otro lado, sabemos que las izquierdas tienen divisiones internas, esto se pudo comprobar a lo largo de la historia en todas las luchas y revoluciones. Hoy se presentan con la carátula de "izquierdas moderna", las cuales no van más allá de las propuestas socialdemócratas. No sorprende que las cadenas televisivas los alaben y los pongan como ejemplo. Muchos oportunistas de “izquierda” se han vendido a los grandes intereses. Aquí se abren también frentes de lucha y muchas veces dentro de los mismos partidos.

Otro aspecto importante necesario para consolidar los procesos que se están dando en Nuestra América, es la depuración y transformación de las fuerzas armadas. Es necesario un cambio de doctrina para terminar con los cursos de adoctrinamiento en las escuelas del Pentágono que responden a los intereses imperiales. Por ejemplo, en Venezuela se creó la “Doctrina Bolivariana de Defensa” y se dispuso la formación de milicias populares.

Se deben fortalecer los proyectos de integración para América Latina: el ALBA ( Alternativa Bolivariana para las Américas), el Banco del Sur, el gasoducto del Sur, la PETROSUR, el TELESUR, la UNASUR Y EL CONSEJO SUDAMERICANO DE DEFENSA. Proyectos de integración que permitan constituir un núcleo de resistencia ante las tentativas de las clases dominantes y del imperio de descargar el costo de la crisis en nuestros pueblos.

Algunos importantes hechos comprueban que América Latina y el Caribe viven una nueva época de unidad e integración.

En la Cumbre de las Américas en Mar del Plata realizada en 2005, la gran mayoría de los países de Nuestra América dijeron no al proyecto imperialista del ALCA (Área de Libre Comercio para las Américas).

La resolución de UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) condenó el intento de golpe de Estado en Bolivia en septiembre de 2008. Esta demostración de unidad latinoamericana hubiera sido impensable hace unos pocos años.

En la reunión del Grupo de Río realizada en marzo de 2008 en República Dominicana, se oficializó la incorporación de Cuba como miembro de pleno derecho, tras décadas de presiones orquestadas por la Casa Blanca para aislar a la Isla caribeña de Nuestra América.

En la Cumbre de Unidad de Presidentes de América Latina y el Caribe, realizada en Cancún en febrero de este año, se propuso la creación de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, en la que no participarán ni Estados Unidos ni Canadá.

Estos ejemplos son una contundente muestra de la nueva época que vive la región. Debemos que seguir avanzando en la tarea de construcción de la unidad latinoamericana, hacer real el sueño de Bolívar y de Martí, y así nuestros países podrán lograr las grandes transformaciones y tendrán más fortaleza para enfrentar y negociar con las potencias imperiales.

La integración de Nuestra América y la movilización y participación popular son los caminos que nos llevarán a lograr la segunda y definitiva independencia.

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