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sábado, 3 de julio de 2010

La independencia a revisión

La independencia, que arrancó a fines de la primera década del siglo XIX, ha dejado de ser vista como una acción de héroes y batallas. Definitivamente, se superó la visión patriótica y tradicional.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo (Ecuador)
("La patria naciendo de la ternura", mural de Pavel Égüez)
Con motivo del Bicentenario del inicio de los procesos de la independencia en América Latina abunda la producción internacional y también nacional sobre el tema. Nuevas interpretaciones, así como la presentación de nuevos documentos y la investigación sobre otros actores individuales y sociales en el proceso de la independencia, han enriquecido el panorama de lo que se conocía apenas diez años atrás.
La independencia, que arrancó a fines de la primera década del siglo XIX, ha dejado de ser vista como una acción de héroes y batallas. Definitivamente, se superó la visión patriótica y tradicional.
Contamos con investigaciones sobre la participación popular, está más clara la presencia de los diputados hispanoamericanos en las Cortes de Cádiz, se ha explicado mejor el entramado de intereses entre las potencias europeas de la época, ha quedado mucho más comprendida la crisis de la monarquía española, se ha enlazado con tesis renovadoras a las revoluciones americanas con las que ocurrieron por la misma época en Europa, hay una visión mucho más “universalista” sobre el tema de la liberación anticolonial que precisamente se inicia en América Latina y, de manera especial, tenemos mejores conocimientos sobre la complejidad de las motivaciones y proyectos en juego entre los propios actores históricos latinoamericanos al momento en que se dieron los progresivos pasos por laindependencia.
Algunos ejemplos: el “fidelismo” de las primeras Juntas no fue solo para disfrazar las acciones independentistas, sino el punto de contacto para unificar tanto a los radicales como a los monárquicos en su común acuerdo por la autonomía; la prisión del Rey y la ocupación francesa de la península ibérica (1808), si bien dieron el motivo para la organización de las Juntas en Hispanoamérica, no fueron la “causa” de la independencia, que vino dada por los procesos derivados del propio colonialismo sobre la región; las batallas exitosas y los triunfos militares constituyen la parte final del proceso que lo iniciaron una década antes los intelectuales, ilustrados y universitarios; el proceso de la independencia y sus distintos actores despertaron contradicciones y definiciones políticas, pues llegó el momento de pensar y ubicarse en torno a temas como la autonomía completa o parcial, monarquía o república, democracia o autoridad, liberación de la esclavitud y de los indios o mantención de las estructuras terratenientes ya fortalecidas en el siglo XVIII, etc.
Todo ello prueba que en sociedades divididas en clases, atravesadas por regionalismos y localismos, jerarquizadas por la riqueza, dominadas por capas explotadoras, con extendidos sectores subordinados, no podía existir unidad de criterios. Por eso, la historia científica pone en claro esa trama de intereses y ubica a los líderes y a las masas en el sitio exacto que les correspondió, descubriendo sus intereses y sus proyectos, inevitablemente contradictorios. Proyectos políticos distintos no provenían de la bondad o la maldad de sus actores, sino que reflejaron posiciones sociales distintas, como sigue ocurriendo en el presente.

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