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sábado, 28 de agosto de 2010

Nuestra América: Un encuentro antológico

La obra en común de Simón Bolívar y Simón Rodríguez es formar: en el caso del primero, la Patria Grande, la Confederación de Naciones; y en el caso de Rodríguez formar tiene una connotación pedagógica. Formar pueblos, formar hombres para la sociedad, formar maestros.
Carla Wainsztok* / NuestraAmérica.info
En 1824, Bolívar se entera que su “viejo maestro” Simón Rodríguez se encuentra en territorio de la América Meridional. Tal noticia lo llena de alegría y decide escribirle una carta: “¡Oh, mi maestro! ¡Oh mi amigo! Usted en Colombia, Usted en Bogotá y nada me ha dicho, nada me ha escrito. Sin duda es usted el hombre más extraordinario del mundo. (…) Usted, Maestro mío ¡cuánto debe haberme contemplado de cerca, aunque colocado a tan remota distancia! ¡Con qué avidez habrá seguido Usted mis pasos dirigidos muy anticipadamente por Usted mismo! Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Usted me señaló (…) Sí, amigo querido: Usted está con nosotros. ¡Mil veces dichoso el día en que Usted pisó las playas de Colombia! Un sabio, un justo más, corona la frente de la erguida cabeza de Colombia. Yo desespero por saber qué designio, que destino tiene Usted. Sobre todo, mi impaciencia es mortal no pudiendo estrecharle en mis brazos: ya que no puedo yo volar hacia Usted, hágalo hacia mí (…) Amigo, si tan irresistibles atractivos no impulsan a Usted a un vuelo rápido hacia mí, ocurriré a un apetito más fuerte. La amistad invoco”.
En Perú en 1825, se encuentran el maestro y su discípulo. Un testigo relata el amoroso acontecimiento: “yo vi al humilde pedagogo desmontarse a las puertas del palacio dictatorial, y en vez del brusco rechazo que acaso temía el centinela, halló la afectuosa recepción del amigo, con el debido respeto a sus canas y su antigua amistad. Bolívar lo abrazo con filial cariño y le trató con una amabilidad que revelaba la bondad de un corazón que la prosperidad no había logrado corromper. Rodríguez era un hombre de carácter excéntrico, no solamente instruido sino sabio, tenía el conocimiento perfecto del mundo, que sólo se adquiere con el constante trato de los hombres”.
Dos años más tarde Rodríguez envía otra carta dirigida a Bolívar: “que usted haya abrazado una profesión y yo otra, hace una diferencia de ejercicio, no de obra”.
La obra en común es formar: en el caso de Bolívar, la Patria Grande, la Confederación de Naciones; y en el caso de Rodríguez formar tiene una connotación pedagógica. Formar pueblos, formar hombres para la sociedad, formar maestros.
Entonces formar es lo contrario de imitar, de copiar. Formar como un obrar propio. Dos ideas de Rodríguez al respecto: “inventamos o erramos” y “adoptar adaptar”.
A diferencia de la gran mayoría de los pedagogos europeos, Rodríguez sostiene: “en los niños pobres está la Patria”, por lo tanto el proyecto pedagógico es sin duda de Educación Popular. Y a diferencia de otros pedagogos, no cree que haya niños educables y no educables, además de confiar en la educación de adultos.
Su proyecto es una escuela donde se reúnan trabajo y educación. En Lacatunga funda un colegio donde se ha de enseñar Castellano, Quichua, Física, Química, Historia Natural y se establecerán dos fábricas una de loza y otra de vidrio, además de maestranzas de albañilería, carpintería y herrería.
Pero además su gran preocupación es leer, ya que Patria y Gramática constituyen una unidad. Formar la Patria requería formar la lengua.
Afirma Rodríguez que los niños y las niñas deben leer mejor que sus padres y sus abuelos porque ellos serán plenipotenciarios, los jueces, los gobernantes, los presidentes.
Leer a su vez es un acto filosófico, que no se limita a la interpretación sino a la comprensión en el sentido humanista y filológico de la palabra. Leer es compartir el relato, la leyenda.
Maestro y discípulo no estuvieron de acuerdo en todo, tuvieron un gran desencuentro sobre el método para enseñar. Bolívar, preocupado por la falta de maestros y de recursos, además de llamar a su lado a Rodríguez, invitó a Lancaster (creador de un método de enseñanza que se basaba en los monitores) a Venezuela. Rodríguez, quien sostenía “que el tiempo es el lugar de la acción”, detestaba a Lancaster y sus catecismitos. Para Rodríguez, el tiempo de la formación era distinto al tiempo de lo coyuntural, sin embargo no dudó en escribir a favor de su discípulo.
En 1830, año de la muerte del Libertador, Rodríguez publica una obra que había escrito en 1828 que se conoce como “Defensa de Bolívar”.
Para el filósofo Castoriadis no es correcto que haya filósofos legitimadores, el filósofo debe ser siempre un tábano, un crítico, esto abre un gran interrogante respecto al lugar del pensador, del escritor, del filósofo. ¿Qué hacer cuando el proyecto de la Patria Grande se disuelve en internas, como las que acontecieron luego de 1826, y prevalecen las patrias chicas?
A Bolívar le gustaba afirmar: “la Patria es América”. Hoy en Venezuela los nombres de Simón y Simoncito, es decir los nombres del maestro de Bolívar, están asociados a las misiones de alfabetización y post alfabetización.
El maestro y su discípulo cabalgan por la América Meridional.
*Profesora de la materia Teoría Social Latinoamericana, Universidad de Buenos Aires

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