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sábado, 18 de septiembre de 2010

El tiempo es el lugar de la acción

Nuestra idea hoy, a 200 años de aquellos 1810, es releer un “viejo debate” sobre educación, entre dos maestros de Simón Bolívar.
Carla Wainsztok* / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
(Ilustración: el maestro Simón Rodríguez)
Desde los inicios de nuestra historia se han enfrentado dos proyectos pedagógicos, un proyecto popular que podríamos denominar un plan pedagógico de operaciones y un proyecto para unos pocos.
Nuestra idea hoy, a 200 años de aquellos 1810 es releer un “viejo debate” sobre educación, sólo queremos recordar que se tratan de dos maestros de Bolívar.
Andrés Bello y Simón Rodríguez
Comencemos por las coincidencias, ambos comparten la necesidad de construir una nueva gramática, una gramática nacional. Patria y lengua. Por lo tanto ambos temen a las imitaciones.
“¡Qué situación la de nuestros países! (…)¡Y aún no acabamos de desengañarnos de que la imitación servil de las instituciones de los Estados Unidos no puede acarrearnos más que estrago, desorden, anarquía falsamente denominada libertad, y despotismo militar temprano o tarde! (Bello, 1993:19)
La preocupación por los Estados Unidos también está presente en Rodríguez, “la sabiduría de Europa y la prosperidad de los Estados Unidos son dos enemigos de la libertad de pensar en América” (Rodríguez, Tomo II 1988: 133)
Sin embargo, hay una diferencia fundamental entre Rodríguez y Bello y es en relación a la educación y la igualdad.
“Más no todos los hombres han de tener igual educación aunque es preciso que todas tengan alguna, porque cada uno tiene distinto modo de contribuir a la felicidad común.” (Bello, 1993: 25) En tanto, para el Rousseau tropical, todos los niños deben saber leer porque “mañana serán los Diputados, los Jueces, los Ministros, los Plenipotenciarios, los Generales y los Presidentes” (Rodríguez, Tomo I 1988: 400), y sostiene: “En los niños pobres (…) está la Patria” (Rodríguez, Tomo I 1988: 286)
Para el autor de El Araucano “las clases menos acomodadas (…) como las más numerosas y las más indigentes, son las que más exigen la protección de un gobierno para la ilustración de su juventud. Más como sus necesidades sociales son diferentes,(…) es preciso también darles una educación análoga a esta situación particular” (Bello, 1993: 42). Es muy sugestivo también en Bello, el silencio sobre la educación de los “indios”.
Rodríguez intuye que su proyecto no va a ser bien recibido por los “Doctores de antaño” (Rodríguez, Tomo II 1988: 35); ya que allí se enseña a “hablar la Lengua de los Bárbaros y haciendo platos, botellas, tapias, silletas y clavos” (Rodríguez, Tomo II 1988: 35).
Pero hay un dato más. Rodríguez acusa a los clérigos y abogados viejos de apoderarse de Sucre.
Formar maestros
Bello sostiene: “Para generalizar y uniformar a un mismo tiempo la instrucción, nada más obvio y eficaz que la creación de escuelas que formen a los profesores. Consultando en ellas la perfección y la sencillez de los métodos y diseminando después a los alumnos aptos por todo el territorio de la república, como otros tantos apóstoles de la civilización” (Bello, 1993: 42).
Entonces la figura del maestro como apóstol de la civilización. Dos figuras nos interesan, a) la del apóstol y b) la de la civilización.
A) El maestro es un apóstol: “El mismo sistema de relevos y transformaciones que une la mazmorra con la cárcel moderna une el monasterio con la escuela” (Pineau, 2007:31), pero no sólo con el templo sino con la autoridad del maestro. Durkheim había llegado a comparar la función del maestro con la del sacerdote.
B) ¿Quiénes son los bárbaros? Los primeros usos del concepto civilización tienen su origen en la polis griega y en la ciudad romana, lo mismo sucede con el concepto de bárbaro sin embargo es una categoría “a través del cual no se define sino que se califica al Otro” (Svampa, 2006:20).
¿Cuándo se comenzó a calificar al Otro en Nuestra América? En 1833 se traduce al español a Fenimore Cooper, el autor de El último de los mohicanos y de La Pradera, “libro del cual se extrae el célebre tema” (Svampa, 2006: 36).
Entonces tal vez no sea Benjamín Franklin el único “ídolo” de Sarmiento. El texto Civilización y Barbarie data de 1845.
Retomando, el maestro es entonces para Sarmiento el apóstol de la civilización por medio de la palabra y del silabario, pero ¿qué sucede si estas herramientas no alcanzan para civilizar? Para ello están, además de la palabra y la pluma, la espada.
Al respecto es muy interesante observar en la obra “del padre del aula” argentino, las infancias de Artigas (Conflicto y armonía de razas en América), de Facundo Quiroga (Facundo, Civilización y barbarie) en contraste con su propia infancia (Recuerdos de Provincia).
En 1847, Bello le propone a Sarmiento que su texto Educación Popular sea material de lectura en Chile. Y un dato más, en dicho texto se confunden los conceptos de Educación Popular con Instrucción Pública. Parece un despropósito llamar popular un texto donde puede leerse: “Cualquiera que estudia detenidamente los instintos, la capacidad industrial e intelectual de las masas en la República Argentina, Chile, Venezuela (…) tiene ocasión de sentir los efectos de aquella inevitable pero dañosa amalgama de razas incapaces o inadecuadas para la civilización” (Sarmiento: 1849, 17).
El próximo año, se van a cumplir doscientos años del nacimiento de Sarmiento, seguramente se van a realizar celebraciones, congresos. Queda como tarea construir una educación popular para todos, una verdadera formación latinoamericana y popular sin zonceras, sin disfraces. “Si el tiempo es el lugar de la acción” (Rodríguez, Tomo II 1988:360) es el momento de (re) crear un plan pedagógico de operaciones.
*Profesora de Teoría Social Latinoamericana. (UBA) Argentina
Bibliografía
Bello, Andrés (1993) Educación, CEAL, Buenos Aires.
Pineau, Pablo (2008) ¿Qué es lo popular de la educación popular?, en Movimientos sociales y educación. Elisalde Roberto, Ampudia Marina (Compiladores). Buenos Libros. Buenos Aires
Rodríguez, Simón (1988) Obras Completas, Caracas, Ediciones del Congreso de la República de Venezuela.
Sarmiento, Domingo (1849) Educación popular, Imprenta de Julio Belin y Compañía, Santiago.
Svampa, Maristella (2006) El Dilema argentino, Buenos Aires, Taurus.

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