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sábado, 11 de septiembre de 2010

La hora Latinoamericana

Solamente la integración de nuestras naciones, la construcción sin claudicaciones de la Patria Grande que soñaron Bolívar, San Martín O,Higgins y que seguimos anhelando millones de nosotros, nos permitirá aproximarnos al umbral mínimo de poder autónomo indispensable, como para que la “insubordinación fundante” germine y se desarrolle.
Editorial de El País - Diario Grande de Tarija (Bolivia) / Rebelion
Mientras los países latinoamericanos nos mantengamos aferrados a la economía extractivista o sigamos creyendo que las naciones tienen un destino manifiesto en la doctrinaria división internacional del trabajo, seguiremos siendo periféricos y subordinados.
Delegados de organizaciones de Bolivia, Perú, Brasil, México, Colombia, Chile y Ecuador en el II Foro regional auspiciado por la Plataforma Energética coincidieron plenamente que ese carácter extractivista es el que nos impide alcanzar lo que Marcelo Gullo llama el “umbral mínimo de poder”, que nos permitiría “insubordinarnos” a los mandatos políticos (y económicos) de los países de la estructura hegemónica capitalista imperante.
Esto, por supuesto, requiere la participación plena, decidida y eficiente del Estado, que es el que debe cohesionar la conciencia nacional y fortalecerla, como para que la “insubordinación” a los patrones políticos y económicos que nos tienen en la periferia tenga opción de avanzar.
Pero es improbable que se logre semejante propósito fracturados como estamos en América Latina, en una treintena de “naciones” subordinadas y condenadas a abastecer “comodities” y alimentos básicos a la estructura hegemónica que pretenderá, a toda costa, mantenernos en esa condición.
Solamente la integración de nuestras naciones, la construcción sin claudicaciones de la Patria Grande que soñaron Bolívar, San Martín O,Higgins y que seguimos anhelando millones de nosotros, nos permitirá aproximarnos al umbral mínimo de poder autónomo indispensable, como para que la “insubordinación fundante” germine y se desarrolle.
Por supuesto que no es fácil. No fue fácil para ninguna de las naciones que fueran alguna vez periféricas y supieron cómo y cuándo insubordinarse para cambiar. Y cuando aludimos a las otrora periféricas y subordinadas nos estamos refiriendo a Inglaterra, a las 13 colonias suyas originarias en Norteamérica, a la Alemania bárbara y fragmentada que dejó la Paz de Westfalia en 1648 y al Japón previo a la Revolución Meiji. Para ninguna de ellas fue fácil. Pero lo hicieron.
Y ahora mismo, mientras muchos en Latinoamérica siguen creyendo que la división internacional del trabajo es una sacrosanta fatalidad científica que nos legó el casi canonizado Adam Smith, la China está consolidando su modelo propio de empoderamiento. La India le sigue a no mucha distancia y aquí cerca (demasiado cerca) el Brasil ya es considerado al menos “emergente”, lo cual no garantiza que vaya realmente a insubordinarse a la estructura hegemónica dominante, pero al menos lo aproxima bastante. Ya verán los brasileros si lo hacen o prefieren nomás concentrarse en el mundial de fútbol.
La crisis del modelo capitalista, eclosionada hace ya dos años, al reventar la burbuja hipotecaria, sigue socavando las bases de la estructura hegemónica imperante y brindando una coyuntura que seguramente China ya la tiene sumamente estudiada.
Esta puede ser también la hora precisa para la Nación Latinoamericana.
Debemos pensar seriamente en eso, para actuar y no dejarla pasar.

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