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sábado, 25 de septiembre de 2010

No tenemos otro milenio

La incapacidad para superar la matriz capitalista y las raíces moderno/colonialistas implícitas en las concepciones dominantes del desarrollo desde la segunda mitad del siglo XX, están en la raíz de este fracaso que han tratado de disimular los líderes mundiales en la Cumbre de los Objetivos del Milenio.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Con resultados poco alentadores, escasos acuerdos concretos y abundantes declaraciones de buena voluntad, concluyó la Cumbre de Revisión de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
La ciudad de Nueva York fue la sede de este evento, en momentos en que la prensa internacional da cuenta, semana a semana, del impacto demoledor de la crisis económica sobre el imaginario del sueño americano de la sociedad estadounidense: justamente el que fuera, durante décadas, modelo de desarrollo para el “mundo libre”.
Según datos recientes de la Oficina del Censo de los Estados Unidos, los índices de pobreza alcanzan los niveles más altos en casi medio siglo: “uno de cada siete residentes en Estados Unidos vive en la pobreza (y uno de cada cinco menores de edad). La tasa de pobreza se incrementó de 13.2% en 2008 a 14.3% en 2009; un total de 43.6 millones de personas y que marca la tasa más alta en 15 años. [Además], 51 millones de estadunidenses carecen de seguro de salud” (La Jornada, 16/09/2010).
En un contexto como este, que adquiere dimensiones aún más dramáticas en otras regiones del mundo, resulta evidente que no será posible alcanzar las metas previstas por la ONU para el 2015, en campos como la reducción de la pobreza y la desigualdad, salud, educación, igualdad entre géneros y autonomía para la mujer, medio ambiente y desarrollo económico internacional.
La incapacidad para superar la matriz capitalista y las raíces moderno/colonialistas implícitas en las concepciones dominantes del desarrollo desde la segunda mitad del siglo XX, están en la raíz de este fracaso que han tratado de disimular los líderes mundiales en la Cumbre.
En una ponencia presentada en la Asamblea General de la ONU, el pasado 15 de setiembre, Eric Toussaint, politólogo y director del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, sostuvo que el incumplimiento de los Objetivos del Milenio encuentra su explicación, en buena medida, en la insistencia de los países ricos y los organismos financieros internacionales en aplicar los dogmas que desataron la actual crisis del sistema capitalista: “financiar el desarrollo con endeudamiento”, “el libre comercio y la libre circulación de los capitales, bienes y servicios”, y “la idea según la cual se puede superar la pobreza dando a los pobres un mejor y mayor acceso al mercado”[1].
En su ponencia, Toussaint también sugirió algunas “alternativas concretas” que los Estados podrían adoptar para corregir el actual rumbo de las cosas. Muchas de sus recomendaciones ya han sido puestas en marcha por los procesos revolucionarios y posneoliberales latinoamericanos de la última década: el aumento en la inversión en políticas sociales (salud, educación); auditar la deuda pública externa y denunciar la parte ilegítima de la misma; crear nuevas instituciones regionales y democratizar las ya existentes a nivel internacional; recuperar el control nacional sobre los recursos naturales y avanzar en la reforma agraria que redistribuya, con mayor equidad, la tenencia de la tierra.
Es decir, pese a sus límites y contradicciones, estos procesos vienen demostrando, con una perspectiva propia, desde aquí, que no existe un único camino para alcanzar el desarrollo, y especialmente, que los recursos de que dispone una nación deben estar al servicio del bienestar de la mayoría, ya no solo de la voracidad del capital y de las formas e intereses políticos y culturales que niegan nuestra posibilidad de ser.
Ya José Martí, en su ensayo Nuestra América, de 1891, lo advertía: “La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de 19 siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyés no se desestanca la sangre cuajada de la raza india”[2].
En pueblos como los latinoamericanos, donde históricamente la aspiración de “ser modernos” y de “ingresar al Primer Mundo” para gozar de sus placeres –o espejismos- opera como un pesado lastre cultural, que asume en no pocas ocasiones rasgos esquizofrénicos (la negación de lo que somos y la imitación de lo que –dicen- deberíamos ser), estas ideas tendrían que acompañar la formación humana desde la más temprana edad.
Pensar hoy el desarrollo, entonces, desde una perspectiva nuestroamericana, exige una mirada crítica sobre el origen ideológico-cultural de esa noción, marcada profundamente por el colonialismo y el imperialismo capitalista moderno, y por supuesto, sobre su devastador impacto sobre el medio ambiente. Sin ello no podríamos construir el camino de realización individual y social de nuestros pueblos, ese otro desarrollo, que en el pensamiento de Martí supone “llegar, por métodos e instituciones nacidas del país, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas” [3].
¿Apostaremos el futuro en la vía del consumo y la explotación sin límites del ser humano y la naturaleza, que hoy se revierte como una bofetada que golpea el rostro de la humanidad -rica y pobre-, o buscaremos otras formas de bienestar y desarrollo humano, quizás inspiradas en la ruta señalada por Martí en el siglo XIX, y en la que ya se avanza en un puñado de países de nuestra América?
No tenemos otro milenio para decidirlo. Tampoco otro planeta.
NOTAS
[1] Toussain, Eric. “Los Objetivos del Milenio, aunque modestos, no se alcanzarán en 2015”. Ponencia presentada el 15 de setiembre de 2010, en la Asamblea General de la ONU. Disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=113379
[2] Martí, José (1891). “Nuestra América”, en Hart Dávalos, Armando (editor) (2000). José Martí y el equilibrio del mundo. México DF: Fondo de Cultura Económica. Pág. 204.
[3] Ídem, pp: 204-205.

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