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sábado, 30 de octubre de 2010

Carlos Castresana: "Había una trama para matarme en Guatemala"

El fiscal Carlos Castresana, quien presidió hasta hace dos meses la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, afirma en esta entrevista que este país está muy mal, pero que si se organiza debidamente, tiene salvación y no está condenado a convertirse en un Estado fallido.
Jesús Duva / El País (España)
Logró sentar en el banquillo a Jesús Gil, el todopoderoso presidente del Atlético de Madrid y luego alcalde de Marbella, en lo que representó la primera batalla jurídica contra la corrupción. Impulsó el proceso contra el ex dictador chileno Augusto Pinochet. Intervino decisivamente en el procesamiento del presidente guatemalteco Alfonso Portillo por corrupción. Ha sido el azote de corruptos y narcotraficantes. Y durante los últimos tres años ha sido jefe de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Inició una investigación que hace unos días culminó con la detención en Madrid de Carlos Vielmann, ex ministro de Gobernación, por su presunta implicación en la ejecución extrajudicial de siete presos. Hace un par de meses dejó el cargo y volvió a España, donde ocupa una plaza en la Fiscalía del Tribunal Supremo. La campaña de acoso y derribo desatada contra él, así como el serio riesgo que corría su vida, fueron el desencadenante de su regreso.
Carlos Castresana Fernández (Madrid, 1957) cree que Guatemala está muy mal, pero que si se organiza debidamente, tiene salvación y no es un país condenado a convertirse en un Estado fallido. Cuando él llegó allí en 2007 era el flamante comisionado designado por la ONU, pero no tenía personal, ni sede, ni presupuesto, ni infraestructura. Sus primeros meses de mandato los tuvo que dedicar a poner aquello en pie.
Cuando aterrizó de lleno, se dio cuenta de que la situación era peor de lo que él mismo creía: había una corrupción endémica, una situación casi de colapso del sistema de seguridad y justicia, de forma tal que el 98% de los delitos quedaban impunes. No solo las instituciones eran ineficientes, sino que estaban infiltradas y domeñadas por estructuras criminales muy poderosas que las impedían funcionar. LEA LA ENTREVISTA COMPLETA AQUÍ

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