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sábado, 8 de enero de 2011

Enrique Dussel: Absurdo, plantear la disolución del Estado

"Este es un momento esencial para la construcción de la teoría en toda América Latina. Hay categorías que ya no nos alcanzan para una realidad compleja, hay que renovar todo. Se necesita una nueva teoría, pero que no sea pura imitación de lo que se dijo ya hace siglo y medio", sostiene en esta entrevista el filósofo argentino.
Blanche Petrich / LA JORNADA (México)
El filósofo Enrique Dussel, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, considera que para el momento de maduración en el que se encuentran los procesos latinoamericanos, con una mayoría de gobiernos electos de centro-izquierda, es esencial la construcción de una teoría para la realidad actual. Teoría de liberación, innovadora, crítica, creativa, que elabore no sobre la destrucción del Estado, como lo pensaron los marxistas clásicos, sino que dote de contenidos de democracia participativa a los poderes políticos que hoy gobiernan.
Sostiene, a contracorriente de otros influyentes pensadores, como el irlandés John Holloway, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (Cambiar el mundo sin tomar el poder) o el italiano Antonio Negri, de la teoría de la resistencia, que el asunto, actualmente, no es criticar al Estado, sino hacer un Estado que sea útil a la gente.
Dussel se define como filósofo de la liberación “que es –explica– una tradición filosófica latinoamericana, no es escuela de ninguna otra”, un cuerpo de ideas y obras que un grupo de filósofos vienen pensando desde los años 70. Aunque hay intelectuales que encuentran esto pretencioso. Con los decenios se irá viendo si tuvimos razón o no.
Dussel (Mendoza, Argentina, 1934) recibió recientemente en Caracas el Premio Libertador al Pensamiento Crítico, que otorga el gobierno de Venezuela a las obras de creación de teoría para la realidad latinoamericana actual. Es el galardón más importante de América Latina, tanto por las obras y los pensadores reconocidos como por su monto económico. Se premió un trabajo publicado ya en dos tomos, Política de la liberación. Un tercer capítulo viene en camino.
Poder obedencial
Apenas inicia la entrevista, el maestro aborda, entusiasta, el tema que ha ocupado en semanas recientes, por derecho propio, las primeras planas de los diarios: las filtraciones de Wikileaks. “Es un fenómeno histórico mundial. Las trasnacionales que controlan el movimiento del dinero –Visa y Mastercard– clausuran las cuentas a la organización Wikileaks en represalia. Y al día siguiente más de 40 mil ciudadanos de buena voluntad también las bloquean a ellas. ¡En menos de 24 horas organizaron una acción que puede paralizarlas completamente! Esta es una expresión de participación política en los medios de la revolución tecnológica. Son cosas muy nuevas que todavía no se han procesado en filosofía política. Lo veo como una muestra de lo que Evo Morales llamó la democracia obedencial”.
Es, insiste, todo un salto: La revolución de los medios electrónicos equivale al momento en que apareció la máquina de vapor y detonó la revolución industrial. Esta es una revolución política, porque este medio va a cambiar el proceso de la producción de decisiones políticas. Ahora la gente puede ponerse en contacto y participar en la toma de decisiones de una manera increíble e instantánea. Eso nunca había pasado.
En el primer tomo de su Política de liberación, historia mundial y crítica, Dussel parte del origen de la filosofía que no es eurocéntrica ni helenocéntrica, sino que nace en Mesopotamia, India, China, Egipto y concluye con unas reflexiones sobre “el sentido que le ha dado Evo Morales al poder, poder obedencial”.
–¿Porqué obedencial?
–Mirando hacia lo que significan los gobiernos de Evo Morales, Hugo Chávez, Rafael Correa o Luiz Inacio Lula da Silva, es absurdo plantearles la disolución del Estado. Hay que tener una visión completamente distinta de la política, aun revolucionaria.
Tiempo de gobernar desde la izquierda
–¿Hacia dónde debe dirigirse la crítica, entonces?
–Tradicionalmente la izquierda hizo crítica al poder político como dominación. Yo digo: el poder político no es de dominación, reside en el pueblo, consiste en el consenso del pueblo. Las instituciones no son el lugar del ejercicio del poder, se les ha delegado. Cuando las instituciones creen que son la sede, ese es el fetichismo. Cuando un presidente dice, como dijo Felipe Calderón, tengo el monopolio del poder, se equivoca, se ve que no tiene mucha instrucción. El Estado tiene el uso de la violencia legítima, pero el único que tiene el monopolio del poder es el pueblo. Toda institución del Estado tiene el ejercicio delegado y eso Evo Morales, siguiendo en la línea de los zapatistas de Chiapas, le llamó el poder obedencial.
–Esta referencia cruza algunas contradicciones: recuerda la brecha que hay hoy en Ecuador entre el presidente Rafael Correa y el movimiento indígena. O el caso del movimiento zapatista, que cuando llegó a la presidencia el primer gobernante indígena en Bolivia, ellos no se vieron reflejados en él.
–Yo lo que he diferenciado es el poder, que reside en el pueblo y las instituciones. Por eso el Movimiento de los Sin Tierra, en Brasil, que es crítico, dice: miren, Lula no fue lo ideal, pero lo apoyamos. Y cuando traicione lo vamos a criticar, pero es el mal menor. Otros dicen: es el mal, y se oponen frontalmente. Pero hay cierta oposición de la extrema izquierda que se toca con la extrema derecha.
Lo que yo digo es que en la actual coyuntura latinoamericana, la izquierda tiene la responsabilidad de ejercer el poder en favor de un pueblo. Las instituciones pueden intentar servir al pueblo o pueden ser represivas. No es un hecho a priori que las instituciones son dominación siempre.
La democracia representativa y el poder obedencial deben ser fiscalizados. La representación es necesaria, porque no puede hacerse todo por democracia directa; los 112 millones de mexicanos no podemos estar en asamblea permanente. Hay que tener representación. Pero la representación finalmente se corrompe si no es fiscalizada.
Ahora, gracias a los medios electrónicos, tenemos por primera vez en la historia humana un instrumento de redes que permite la organización de esa participación fiscalizadora. Hay movimientos sociales, como el zapatismo, que tienen gran sensibilidad sobre la participación. Porque ahí es donde se expresa la voz del pueblo. Pero hay que repensar la representación en un momento creativo. No hay que confundir los tiempos, hay un tiempo para criticar y un tiempo para gobernar. Y estamos en el tiempo del gobierno en América Latina.
Urgen nuevas teorías para el siglo XXI
–El problema es cuando la corrupción llega demasiado pronto.
–Pero esa es la condición humana. Eso no va a desaparecer nunca. El que ejerce el poder tiene muchas tentaciones de aprovecharse. Para eso hay que crear organismos de participación para fiscalizar.
–¿Qué teorías le dan cuerpo a lo que Chávez llama el socialismo del siglo XXI?
–Este es un momento esencial para la construcción de la teoría en toda América Latina. Hay categorías que ya no nos alcanzan para una realidad compleja, hay que renovar todo. Se necesita una nueva teoría, pero que no sea pura imitación de lo que se dijo ya hace siglo y medio.
Dussel cita algunas fuentes importantes para la construcción del pensamiento latinoamericano actual: Theotonio dos Santos, Immanuel Wallerstein, Franz Hinkelammert, Boaventura de Souza, Hugo Zemelman, el húngaro István Mészáros. Y añade el pensamiento aymara y el zapatismo, que no forman parte de las teorías clásicas.
“Tenemos mucho que recuperar de esos pueblos, que antes la izquierda no supo considerar. En 1994 el zapatismo fue una conmoción para muchos intelectuales. El asunto es tener una visión de pueblo que no sea populista, que suponga articular la clase y las etnias indígenas dentro del pueblo. Y eso es una explosión teórica, porque ¿qué hacer con el imaginario de los pueblos, que son relatos religiosos míticos? La izquierda era tradicionalmente atea y veía como retrógrado ese imaginario. O decir, dentro del imaginario, como señala Ernst Bloch, que en el Principio esperanza toma los mitos, que llama como el sueño despierto de la humanidad, y dice: hay unos que son de dominación y otros que son de liberación.

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