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sábado, 12 de febrero de 2011

Honduras: vocación de traspatio

Honduras se convierte nuevamente en plataforma para las acciones militares norteamericanas en la región. Es un papel en el que los militares y la oligarquía hondureña parecen sentirse cómodos. Es casi una vocación que renuevan periódicamente, cada vez que los Estados Unidos necesitan un lugar en el cual recalar para de ahí desplegarse.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

rafaelcuevasmolina@hotmail.com

(Fotografía: el presidente de Honduras, Porfirio Lobo –derecha-, “saluda” al Embajador estadounidense en Tegucigalpa, Hugo Llorens).

La ubicación geográfica de Centroamérica la ha marcado de por vida. Región estratégica para los intereses estadounidenses, no ha habido momento de su historia en la que la gran potencia del Norte la haya perdido de vista. Cuando, en la década de los 80, Nicaragua parecía salirse del redil, sin vacilación ni contemplaciones pusieron en marcha todo el aparataje bélico y político con el que cuentan para acosarla hasta dejarla exánime.

En aquellos años, la presencia norteamericana fue avasalladora, incluso en el orden militar. La excusa era la “amenaza comunista” que acechaba no solo desde Nicaragua sino, también, desde Guatemala y El Salvador, en donde los sectores populares, organizados bajo la dirección de la URNG y el FMLN, habían logrado avances significativos que hacían temblar a las oligarquías locales.

Las condiciones internacionales de la década del 90, signadas por el destramamiento del campo socialista en Europa, cambió la correlación de fuerzas mundial y llevó a la firma de los acuerdos de paz entre las fuerzas insurgentes y los gobiernos de turno. Se abrió así una época que no pocos han caracterizado como de “transición” hacia la democracia. Tal transición ha durado ya, a estas alturas, casi 20 años en El Salvador y 15 en Guatemala, y no han sido pocos los que, decepcionados, constatan que poco ha cambiado en esa nueva etapa, manteniéndose y, a veces profundizándose, las condiciones estructurales que dieron pie a la insurgencia popular de la década de los 80.

La Centroamérica de la posguerra, en la que intenta implantarse la democracia liberal que se contenta con que haya elecciones y partidos políticos, ha visto como se profundizan viejos y recurrentes problemas. Los de la violencia y las migraciones son dos de ellos. Los de la exclusión y la profundización de las brechas sociales otros.

Siendo los dos primeros objeto de preocupación constante de los centroamericanos, los Estados Unidos de América encuentra en ellos la excusa perfecta para mantener su presencia militar en la zona.

Preparando la visita que próximamente realizará el presidente Barak Obama a América Latina, en donde hará una escala en El Salvador, una delegación estadounidense ha visitado en estos días varios países centroamericanos. El Salvador y Honduras han disputado protagonismo. El primero porque, según lo dicho por su presidente Mauricio Funes, quiere intentar lo que la alianza de derecha que le precedió en el poder político no logró nunca: una alianza estratégica con los Estados Unidos. La segunda porque, acorde con el tradicional papel que siempre ha jugado en el istmo, ha sido elegida para ser sede principal de la nueva Iniciativa de Seguridad Regional para Centroamérica (CARSI) que la hace acreedora de una suma cercana a los 200 millones de dólares.

Para quienes no tenían claro si la actitud “displicente” de Washington durante el golpe de Estado perpetrado contra Zelaya era falta de voluntad política o parte de un plan pre-establecido, valga el sitial privilegiado que ahora se le asigna en la política estadounidense para comprender por qué el Zelaya constituía una piedra en el zapato.

Honduras se convierte así, nuevamente, en plataforma para las acciones militares norteamericanas en la región. Es un papel en el que los militares y la oligarquía hondureña parecen sentirse cómodos. Es casi una vocación que renuevan periódicamente, cada vez que los Estados Unidos necesitan un lugar en el cual recalar para de ahí desplegarse.

Según el jefe de la misión de marras, el subsecretario antidrogas adjunto de los Estados Unidos, el señor William Brownfield, el dinero que están ofreciendo a los hondureños llegará a través del BID y la OEA. Que nosotros sepamos, Honduras sigue fuera de la OEA, por lo que el anuncio de Brownfield podría estar anunciando esfuerzos tendientes a revertir esta situación.

Quedamos avisados.

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