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sábado, 14 de mayo de 2011

El antiimperialismo como necesidad vital

Ser antiimperialistas es una necesidad vital no solo en América Latina sino, también, en todo el llamado Tercer Mundo. No se trata de una reivindicación romántica ni de rémora de un pasado superado, sino que es casi el resultado de un impulso de supervivencia frente al avasallador e inescrupuloso avance del saqueo.

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Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

rafaelcuevasmolina@hotmail.com

Reciclados y agiornados ven como remanente del pasado la noción de imperialismo para caracterizar el estadio de desarrollo del capitalismo contemporáneo. Caracterizan de “dinosaurios” a los que insisten en ver su presencia en el contexto de la era de la globalización, como si ambos fueran procesos distintos con dinámicas diferentes.

Mientras tanto, los Estados Unidos y sus socios de la OTAN hacen de las suyas por el mundo, haciendo prevalecer sus intereses, que es prácticamente lo mismo que decir los intereses de las grandes transnacionales.

Son especiales receptores de la dilecta atención de las huestes imperialistas los Estados en los que existen recursos naturales necesarios para continuar alimentando el predatorio “desarrollo” que esquilma al planeta.

Encabezan la lista los afortunados que poseen reservas petrolíferas en su subsuelo. De ella solo se salvan los que no tienen veleidades nacionalistas o “populistas”, como Arabia Saudita. Los otros deben dormir con un ojo abierto, no vaya a ser que, de pronto, se descubra que apoyan al terrorismo internacional y se ponga en marcha una blietzkrieg que no deje títere con cabeza.

Los otros que deben estar atentos son quienes, por razones geopolíticas, les toca en suerte vivir en una zona que es, por alguna razón, de vital importancia para la potencia imperialista. En Centroamérica, por ejemplo, territorio que por su cercanía al coloso del norte ve encadenado a él su destino, el expresidente Manuel Zelaya puede dar fe de que la tal blietzkrieg a veces no le deja ni a los más altos dignatarios de la nación quitarse el pijama para aparecer en público ante los medios de comunicación.

Enredados en los avatares de la crisis que los agobia, los europeos se han puesto las pistoleras de cowboy y se erigen en “árbitros” en los acontecimientos que tienen lugar en los países árabes. Imperialista de segundo orden, en franca decadencia pero imperialista al fin, Francia se asegura el petróleo de de Gabón apoyando a Omar Bongo, que lleva 40 años en el poder. En toda la Françafrique, término acuñado por François-Xavier Verschave, campea la corrupción económica y política impulsada desde París. Alemania, locomotora de la economía europea, pone sus condiciones económicas y políticas para “salvar” a quienes, enredados en los mecates de la crisis de los grandes bancos y especuladores financieros, han caído en el default y deben acudir, como viles tercermundistas, al Fondo Monetario Internacional.

Inténtese tener una pizca de independencia frente al diktat imperialista y le lloverá todo tipo de atropellos y vesanias. Cuba y Venezuela son casos ejemplificantes en América Latina. No se deja oportunidad para “probar” que sus dirigentes son narcotraficantes, soportes del terrorismo, corruptos enriquecidos, autócratas maníacos, locos de atar que deberían estar en un manicomio y no recibiendo el beneplácito de sus conciudadanos que, tercos, insisten en llevarle la contra a los intereses imperialistas en la región que, repetimos, son los de los grandes emporios financieros.

Ser antimperialistas es, por lo tanto, una necesidad vital no solo en América Latina sino, también, en todo el llamado Tercer Mundo. No se trata de una reivindicación romántica ni de rémora de un pasado superado, sino que es casi el resultado de un impulso de supervivencia frente al avasallador e inescrupuloso avance del saqueo. Se trata de un antimperialismo que ya se había manifestado en América Latina desde los años 20 del siglo pasado, y que debe asociarse a un concepto de nación que ve en la América “saxona” (como se decía entonces) una amenaza. Este nacionalismo antimperialista, erigido en bandera por Augusto César Sandino entre 1927 y 1934 en Centroamérica, ha logrado, por primera vez en nuestra historia, erigirse en norte de iniciativas y políticas que apuestan por la integración, la unidad o la colaboración sur-sur.

Solo unidos tendremos alguna oportunidad.

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