Una crítica de izquierda al asistencialismo no debe partir del prejuicio reaccionario de la ociosidad popular. La crítica de izquierda debe enfilarse contra el uso clientelar de los programas sociales, contra el uso electoral de los mismos, contra la corrupción que puede haber en ellos, contra el paternalismo autoritario con el cual se pueden gestionar.
Carlos Figueroa Ibarra / La Hora (Guatemala)
He publicado ya dos artículos en los cuales deploro el contenido de los ataques de la derecha contra Sandra Torres. Reitero que el contenido de estos ataques es racista, sexista, machista y clasista. La argumentación de más nivel de los ataques derechistas a Sandra Torres se refiere al cuestionamiento de los programas sociales que se agrupan en el proyecto de Cohesión Social. El argumento se sustenta en el lugar común de que a la gente no hay que darle pescado sino que hay que enseñarle a pescar. Que los programas contenidos en Cohesión Social son despilfarro y que lo único que se propicia es la holgazanería de la gente. El argumento parte del prejuicio de que los sectores populares son flojos y poco diligentes. Que la única ruta del éxito es la del trabajo perseverante. Si así fuera, miles de millones de personas no estarían en la miseria pese a que se parten el lomo trabajando. Hay en el mundo en la actualidad aproximadamente 1,600 millones de personas con trabajo precario o francamente desempleados. El problema de hoy no es que la gente sea haragana sino que el capitalismo manda cada vez más gente al paro laboral.
Un gobierno preocupado por la justicia social debería partir del criterio de que para crecer económicamente es necesario distribuir. El dogma neoliberal que se nos ha repetido desde hace muchos años, es que primero hay que crecer y luego pensar en distribuir. Llevamos aproximadamente treinta años de neoliberalismo en América Latina y en la mayoría de los países que aplicaron el recetario del consenso de Washington, eso nunca se observó. Aquí es de donde debe partir una crítica desde la izquierda a Sandra Torres. La distribución no radica solamente en programas asistencialistas, sino en generar mejores condiciones de vida para la población a efecto de que ésta tenga dinero en el bolsillo y el mercado interno se convierta en palanca del crecimiento. Esto implica entre otras cosas una efectiva política de crecimiento del empleo, mayor gasto público en salud y educación, la reparación de la maltrecha seguridad social, resolución de la miseria campesina, movilidad social a través de la educación, el Estado como palanca del crecimiento económico. La derecha ultramontana ve en esta postura una alucinación socialista o comunista. Para información de la parte de la derecha que es inculta: esto no es marxismo sino keynesianismo. La pregunta que habría que hacerle a Sandra Torres es si su eventual gobierno se contentaría con el asistencialismo o si pretende ir más allá del mismo.
El que no comparta la crítica que desde la derecha se le hace a Sandra Torres, no implica que sostenga que desde la izquierda no existen argumentos que se le pueden plantear. Una crítica de izquierda al asistencialismo no debe partir del prejuicio reaccionario de la ociosidad popular. La crítica de izquierda debe enfilarse contra el uso clientelar de los programas sociales, contra el uso electoral de los mismos, contra la corrupción que puede haber en ellos, contra el paternalismo autoritario con el cual se pueden gestionar. El asistencialismo puede ser un eficaz instrumento de control de población si se convierte en un medio para usar las necesidades de ésta con fines políticos y electorales. El asistencialismo por el contrario puede ser un vigoroso recurso para fomentar la participación popular si se empieza a fomentar gradualmente la intervención de los de abajo en la gestión de estos recursos.
Por lo demás, desde la izquierda se podría interpelar a Sandra Torres con respecto a los proyectos de minería abierta, de construcción de represas, carreteras, de introducción de nuevos cultivos, todo esto a costa de una agresiva contaminación ambiental y del despojo de poblaciones rurales. Podría preguntársele si su eventual gobierno sería tan diligente para reprimir campesinos indígenas como recientemente lo ha sido el gobierno del presidente Colom. Todo esto, y más, podría preguntársele a Sandra Torres.
A la mayoría de sus oponentes en la carrera presidencial acaso no sea necesario preguntárselo. Su trayectoria e ideario nos hacen imaginar sus respuestas.
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