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sábado, 21 de mayo de 2011

Narcomasacres, herencia del terror y la guerra que nos viene

En la masacre perpetrada por Los Zetas en El Petén, Guatemala, contra 27 campesinos, es posible identificar la marca que los kaibiles guatemaltecos imprimieron en Los Zetas cuando junto a militares mexicanos los organizaron y entrenaron. Es la herencia del terror que las dictaduras militares y las fuerzas armadas propiciaron durante los años de las masacres y la tierra arrasada.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América

Desde Puebla, México

La guerra que han planteado los Estados Unidos de América al narcotráfico es algo que debe darse fuera de sus fronteras nacionales. En México, el gobierno de Calderón quiso matar dos pájaros de un tiro cuando aceptó embarcarse en la guerra animada por Washington: por un lado se congraciaba con la gran potencia al cumplir la agenda que ésta le planteaba y por otro creaba una bandera por medio de la cual buscaría una legitimidad que había perdido cometiendo el fraude electoral de 2006. Casi cinco años después, México se ha sumido en un baño de sangre con casi 40 mil ejecuciones, 16 mil secuestros y 6 mil desapariciones forzadas. Cuando Calderón se vaya de la presidencia en 2012, dejará al país anegado en sangre y con los cárteles del narcotráfico actuando como siempre. Más aun, dos de ellos, el cártel de Sinaloa y el cartel de los Zetas, serán notablemente poderosos.

Pero hoy sabemos que la estrategia estadounidense es expandir la guerra hacia el sur de México y llevarla hacia el triángulo norte de Centroamérica: Guatemala, El Salvador y Honduras. El jefe del Comando Sur, general Douglas Fraser ha instado a Calderón a abrir un frente de guerra en la frontera sur de México y de esta manera terminar de controlar el istmo, corredor del narcotráfico. “El Triangulo Norte de Centroamérica, dijo Fraser, es la zona más letal del mundo fuera de las zonas activas de guerra”. No le falta razón. En efecto el Triangulo Norte es la región más violenta del mundo: 51 homicidios por cada 100 mil habitantes. Pero la Casa Blanca tiene otras razones vinculadas a lo que consideran amenazas a su seguridad nacional: por el Triángulo Norte pasan anualmente entre 250 y 300 toneladas de cocaína con destino a los Estados Unidos de América. Del Triángulo Norte proceden también los 300-400 mil centroamericanos que intentan llegar a dicho país para no morirse de hambre. Y en la zona aledaña a Guatemala, en Chiapas, se encuentran yacimientos petrolíferos, una enorme riqueza en biodiversidad y los zapatistas…

Hay motivos pues para que la guerra con el pretexto del narcotráfico se expanda hacia Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador. Cables noticiosos dieron cuenta que el 15 de abril jefes militares estadounidenses y canadienses se reunieron en la frontera sur de México con funcionarios gubernamentales de éste país además de Guatemala y Belice. Abordaron temas de narcotráfico y trata de personas (migrantes). Los acuerdos no fueron divulgados como se debe hacer cuando se prepara una guerra.

Este es el contexto en el cual se da la terrible masacre de la Finca de Los Cocos en El Petén. Llama la atención que el gobierno guatemalteco esté repitiendo los argumentos del gobierno mexicano: los narcotraficantes acorralados se van a otro lugar y desesperados cometen infamias como las que ahora nos conmocionan. La masacre de la finca de Los Cocos perpetrada por Los Zetas tiene la marca del terror del narco: después de asesinar a Haroldo, el hermano de “Juancho” León, Los Zetas le mandan un mensaje de terror al dueño de la finca a quien consideran del lado de sus rivales. Mensaje que a su vez tiene la marca que los kaibiles guatemaltecos imprimieron en Los Zetas cuando junto a militares mexicanos los organizaron y entrenaron. Es la herencia del terror que las dictaduras militares y las fuerzas armadas propiciaron durante los años de las masacres y la tierra arrasada. Pero en aquella época el ejército era el ejecutor del terrorismo de estado. Ahora es el narcotráfico quien manda el mismo mensaje de terror a sus rivales y al mismo gobierno. No es un signo de debilidad sino de prepotencia lo que hace el narcotráfico cuando efectúa la masacre y hace estallar bombas en un mercado en El Petén en el momento en que el Presidente Colom llegaba al lugar de la tragedia. El mensaje es claro: si se siguen metiendo con nosotros anegaremos en sangre a este país.

En México muy pocos dudan que Calderón perdió ya la guerra contra el narcotráfico. Obama mismo ha reconocido que los cárteles mexicanos están “más poderosos que nunca”. El poeta Javier Sicilia ha levantado un vasto movimiento social que cuestiona la guerra inútil del gobierno y ésta es tan impopular por inefectiva, que el partido gobernante será severamente derrotado en las elecciones del año entrante.

Por lo demás es doloroso e indignante que 27 jornaleros, entre ellos dos mujeres y tres menores, hayan encontrado tan terrible fin en una masacre que comenzó a las 7 de la noche y terminó a las 3 de la mañana. Con un desprecio absoluto a la vida, Los Zetas hicieron tal infamia solamente para enviar un mensaje de muerte y poder.

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