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sábado, 20 de agosto de 2011

Sobre el modelo de desarrollo que talvez se acaba y lo que sigue

Para poder pensar con cabeza propia y adelantar procesos de desarrollo de nuevo tipo, es necesario que nuevos actores políticos, con nuevas ideas, nuevas mentalidades, nuevos intereses y nuevos aliados lleguen al poder.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

rafaelcuevasmolina@hotmail.com

Vivimos en tiempos de crisis. Es lo único certero a estas alturas, pues nadie se pone de acuerdo si es crisis terminal del capitalismo, crisis cíclica, crisis del capital financiero que se trasvasa hacia la economía real, crisis de los Estados Unidos, crisis del capital financiero desdoblándose en crisis nacionales europeas o todas juntas, al mismo tiempo, crisis de crisis.

Ante la certeza única de que estamos en crisis, bien vale la pena pensar en el modelo de desarrollo que ha llevado a ella, no para caracterizar la crisis, pues caeríamos en el mismo intríngulis anterior, sino para pensar en qué podríamos proponer como alternativa pues, si mal no recuerdo, en eso de las alternativas es en donde estamos más flojos los que abogamos por uno modo de vida distinto al que prevalece en nuestros días.

Ya se sabe, y nosotros lo hemos dicho muchas veces, que en América Latina existen búsquedas interesantes y, en muy buena medida, únicas, de alternativas. Pero, paralelamente, han aparecido en nuestro subcontinente otras propuestas, que no necesariamente están vinculadas a los proyectos gubernamentales, que también tienen cosas que decir. Muy llevada muy traída ha sido en los últimos tiempos la que deriva de una visión de mundo andina prehispánica, que ha trascendido hasta nuestros días, que se denomina el buen vivir. Es posible que por el hecho de que en Bolivia se esté llevando a cabo un proceso político social presidido por un indígena aymara, esta concepción de vida haya saltado a la palestra con tanta fuerza; pero en todo lugar de América Latina en donde hayan poblaciones originarias, hay también formas de vida distintas a las occidentales implantadas en nuestras tierras desde la conquista española. Las poblaciones de origen mayanse, por ejemplo, en el sureste mexicano, Guatemala y Belice, tienen una cosmovisión muy fuerte que en nuestros días empieza a aflorar con fuerza a la vista de todo el mundo.

El problema es si estas formas de vida pueden considerarse, además de diferentes del modo de vida occidental y del modelo de desarrollo capitalista, como alternativas; es decir, si se podrían plantear como posibles de ser adoptadas hoy, por ejemplo, por la nación boliviana o guatemalteca en vez del modelo de desarrollo capitalista subdesarrollado y dependiente que ostentan y adelantan.

Un primer problema que se presenta en este sentido es la poca sistematización que tienen; es decir, son formas de vida con orígenes ancestrales, que importantes segmentos de la población pueden haberla tenido como forma de relacionarse con el mundo circundante pero, por ser patrimonio de los pobres, pocos o nadie en el pasado se preocupó por establecer, a partir de ellas, un modelo.

Otro problema importante es que son poco conocidos por la mayoría de la población de los mismos países de donde proceden, lo cual no es nada extraño pues todo lo que proviene de “los de abajo” siempre ha tenido un carácter marginal en el saber y el conocimiento hegemónico.

Y por último, solo para hacer una rápida enumeración de algunos de los problemas que se presentan, aunque se conocieran serían discriminadas, miradas de menos, echadas en saco roto por una gran parte de la población de esos países quienes, estandarizados bajo los patrones hegemónicos occidentales, consideran esas visiones de mundo como “cosas de indios”.

Hemos tomado el ejemplo de las ideas, concepciones y visiones de mundo de los indígenas de América Latina solo como uno de muchos ejemplos que se podrían traer a colación. Lo cierto es que cada país, cada comunidad nacional tienen sus propias raíces históricas y culturales que pueden servir de sustento para pensar en verdaderas alternativas. Algunas de ellas son antiguas, como la del buen vivir, y otras son más recientes. Pero lo importante es tratar de pensar con cabeza propia poniendo atención en las cosas que hemos sabido hacer bien, potenciándolas con una perspectiva de futuro que ponga por delante valores como la autodeterminación, el bienestar de la mayoría y el desarrollo no depredador.

Claro que esto se dice fácil pero es muy difícil llevarlo a la práctica. Los sectores que han sido hegemónicos en América Latina desde tiempos de la independencia se han preocupado más por su propio bienestar sin importar la suerte de los más, y para ello se especializaron en estar al servicio de intereses foráneos, que siempre fueron grandes y los subordinaron.

Por eso, para poder pensar con cabeza propia y adelantar procesos de desarrollo de nuevo tipo, es necesario que nuevos actores políticos, con nuevas ideas, nuevas mentalidades, nuevos intereses y nuevos aliados lleguen al poder.

Por eso es tan importante que dirigentes como Evo Morales, Hugo Chávez o Rafael Correa hayan llegado al poder del Estado. Sin las fuerzas sociales que ellos representan es difícil echar a andar con pies propios.

No se trata ya de utopías inalcanzables sino de una necesidad en la que, a lo mejor, nos va la propia superviviencia.

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