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sábado, 29 de octubre de 2011

México: Violencia e identidad

El monstruo que aúlla con la voz de los muertos caídos todos los días y a todas horas es una poderosa llamada a la potencia que anima al espíritu. Al impulsar a los hombres a que se vean tal como son, se ha eliminado la máscara. ¿Qué espejo tendrá la fuerza para permitirnos entender cómo somos en realidad?

Ricardo Guzmán Wolffer / Suplemento El Semanal (LA JORNADA)

Porque no somos libres es que el cielo puede 
caernos encima. Antonin Artaud

En México nunca se había tenido registro de la violencia que ahora se vive: cadáveres impensables y sus partes en una escalada de tortura. Pero la violencia no es exclusiva de los delincuentes: es constantes el abuso de militares –con todo y lo resuelto por la Corte Interamericana de Derechos Humanos– y otras policías.

Hablar de la tipificación de delitos en las leyes puede ser útil para entender qué quiere un país en su alocución oficial, pero el inaudito grado de impunidad que hay en México haría estéril tal análisis discursivo. Se calcula que apenas se investiga el tres por ciento de los delitos cometidos y de ese porcentaje apenas se castiga un sesenta por ciento; es decir, que se castiga, en el más optimista análisis, el 1.5 % de los delitos cometidos. Ese porcentaje corresponde, en su mayoría, a delitos del orden común y la mayor parte de la población carcelaria en México es de personas de bajos recursos. La mayoría de los delitos de cuello blanco (salvo los de delincuencia organizada), por ejemplo, no son considerados graves. Pero aunque lo fueran, la población carcelaria adinerada es mínima: no modifica el fenómeno delincuencial en México. Lo mismo sucede con la medida de aumentar las penas carcelarias para los delitos más recurrentes. Por más que el discurso gubernamental sea de éxito contra la delincuencia organizada, las decenas de miles de muertos, las ciudades diezmadas, las protestas ciudadanas e incluso los medios de comunicación (muchos proclives a no hablar de esa violencia cotidiana), muestran lo contrario. Hay otras violencias estatales: en mayo de 2011, México llegó a la máxima deuda pública en su historia (355 mil millones de dólares): las consecuencias en la vida cotidiana serán inocultables.

En este contexto, sólo queda hacer el análisis de cómo vive la población mexicana esa violencia que a todas luces resulta imparable. Pero en el inconsciente colectivo mexicano eso no es nuevo. Lea el artículo completo aquí…

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