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sábado, 29 de octubre de 2011

Turner y la unidad latinoamericana

La honestidad intelectual del panaño Jorge Turner fue ejemplo vivo de que las izquierdas, cuando consiguen liberarse de las telarañas ideológicas y sectarias, encauzan generosamente sus energías a lo fundamental: la emancipación nacional y social de los pueblos, y la unidad de América Latina contra el imperialismo.


José Steinsleger / LA JORNADA (México)

Comunista con identidad (o sea, nacional y patriótica), las ideas y la praxis política del panameño Jorge Turner (1922-2011) fortalecieron la causa de la Patria Grande, y como militante de la revolución siguió las huellas de Bolívar y Martí, de Zapata, el Che y Fidel, y las del general Omar Torrijos, quien paradójicamente lo tuvo cerca de un año en prisión (1969).

Hijo de Domingo H. Turner (autor del primer Código de Trabajo de Panamá, 1926), Jorge nació en el “país-ojo” de la tormenta histórica continental, y su pensamiento se gestó en el canal interoceánico, herida nacional que al imperio yanqui le sirvió para imponer sus intereses y trazar la raya artificial entre latinoamericanos del norte y el sur.

En los muelles del enclave neocolonial de Balboa (donde trabajó de estibador), el joven Turner fue dando forma a sus ideas. A través del marxismo básico entendió cómo funcionaba la explotación capitalista, y saludó los vientos de esperanza que la revolución rusa suscitó en el mundo del trabajo.

En 1941, el presidente Arnulfo Arias dictó una Constitución “panameñista” de tintes racistas, en perjuicio de los negros antillanos y los panameños de origen asiático. Pero cuando llegaba el día de cobrar, Turner se preguntaba por qué la United Fruit (compañía que representaba a un país “democrático”) le pagaba el salario en filas diferenciadas de los trabajadores negros.

Lamentablemente, el clasismo racial no figuraba como categoría de análisis en los libros del marxismo europeo, y en sus manuales de historia “universal” o economía política tampoco merecían un pie de página las recias luchas sociales y populares de Panamá y América Latina.

Por aquella época, las juventudes patrióticas veían a la Revolución Mexicana (las luchas agrarias, y en particular la obra del gobierno de Lázaro Cárdenas) como un referente de sus ideales. Así fue como a los 21 años Turner llegó a México, encabezando la delegación panameña que debía participar en el Congreso Latinoamericano de la Juventud por la Victoria (Palacio de Bellas Artes, 1943).

En una breve memoria, nos cuenta: “La llegada a México me abrió el horizonte. No se trataba sólo del simplismo de reivindicar los derechos de los obreros en cualquier oportunidad, sino también de entender el momento histórico por el que atravesaba la humanidad… En ese tiempo estuve muy preocupado por el planteamiento central de la época y por el apoyo hipócrita de nuestras dictaduras criollas a la causa contra el nazifascismo” (Andanzas de un exiliado, México, 2003).

Inscrito en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, fue electo presidente de la Asociación de Estudiantes Hispanoamericanos, se graduó de abogado con la Medalla de Honor Gabino Barreda, y estuvo vinculado a la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), representando a la Federación Sindical de Trabajadores de Panamá (1948).

En 1954, Turner formó parte del Departamento Legal del Sindicato de Mineros de México, y a raíz de la intervención militar yanqui en Guatemala organizó junto con otros compañeros el apoyo armado en solidaridad con el gobierno de Jacobo Árbenz, iniciativa que se frustró por la velocidad de los acontecimientos.

En 1962, durante la crisis de los misiles, Turner se hizo presente en Cuba, y en 1964 participó directamente en la histórica rebelión popular del 9 de enero, cuando, movilizados al grito de “¡soberanía o muerte!”, miles de jóvenes panameños trataron de arrancar con sus manos la cerca que dividía la ciudad de Panamá de la zona canalera ocupada por el Pentágono. Los yanquis dispararon contra la multitud. Hubo 21 muertos, 500 heridos y el gobierno panameño rompió relaciones con Estados Unidos.

En 1966, Turner asistió como jefe de la delegación panameña a la Conferencia de Solidaridad Tricontinental de los Pueblos, celebrada en La Habana. En octubre de 1968, los coroneles Boris Martínez y Omar Torrijos dieron un golpe de Estado contra el tercer gobierno oligárquico de Arias y encarcelaron a centenares de personas, Jorge entre ellas.

En 1969, los militares le cambiaron la prisión por el destierro y lo enviaron a México. La etapa siguiente de su vida estuvo marcada por las tribulaciones del giro ideológico iniciado por Torrijos, así como la vigorosa campaña del gobierno panameño en pos de la soberanía en la zona del canal.

Junto con destacados académicos y luchadores sociales Turner integró el Comité de Solidaridad Latinoamericano (1975). Y en 1977, año en que se firmaron los acuerdos Torrijos-Carter, se entrevistó en Cancún con Torrijos.

El líder de la revolución panameña declaró entonces que los exiliados eran personas honorables y patriotas, y agregó que los desterró porque “…querían cambiar las cosas a 100 kilómetros por hora, cuando lo prudente es moverse a 80 kilómetros”.

La honestidad intelectual de Turner fue ejemplo vivo de que las izquierdas, cuando consiguen liberarse de las telarañas ideológicas y sectarias, encauzan generosamente sus energías a lo fundamental: la emancipación nacional y social de los pueblos, y la unidad de América Latina contra el imperialismo

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