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viernes, 4 de noviembre de 2011

Chile 2011: el despertar de la conciencia ciudadana.

A partir de las numerosas movilizaciones ciudadanas (no sólo estudiantiles), el reclamo y la conciencia social se expandieron a tal punto que el mismo modelo neoliberal de desarrollo, exitoso en la acumulación de capital y en el crecimiento económico, es puesto en cuestión.

Manuel Barrera R. / Especial para Con Nuestra América

Desde Santiago de Chile

Este año 2011 en Chile se ha producido un fenómeno social sorprendente: un fuerte e inesperado despertar de la conciencia ciudadana. Es la culminación de un proceso que probablemente se ha venido gestando en los últimos años y que coincide con lo acontecido a nivel internacional, aunque acá la crisis financiera y del empleo ha tenido un impacto limitado. Este despertar ha traído consigo, entre otras importantes novedades, que el pasado reciente (20 años) se aprecia desde una nueva perspectiva: mucho de lo que en su tiempo se percibió como adecuado, aceptable o plausible ha devenido en mezquino, temeroso, vacilante. Durante los años de la dictadura los chilenos fueron tratados como clientes no sólo por las empresas de servicios y el comercio sino también por el Estado. Esto varió sólo parcialmente con los gobiernos de la Concertación. Pues bien, ahora piden ser tratados como ciudadanos.

Este rever el pasado ha traído serias consecuencias políticas. En efecto, ahora se aprecia de un modo diferente la perfomance de los anteriores gobiernos democráticos y de la combinación de partidos que gobernó. Esa renovada apreciación resulta ser más negativa de lo que la Concertación y la opinión pensaban sobre la correspondiente gestión gubernamental. Al problema generado por la derrota en la elección presidencial ahora se suma esta evaluación a posteriori de su trayectoria. Para muchos líderes de la coalición esta nueva mirada resulta novedosa e impensada. Sin embargo, analistas cercanos a la coalición visualizaron a tiempo sus falencias políticas[1]. La mayor de todas: los sistemas político y económico siguieron siendo, en lo esencial, los heredados de la dictadura. A partir de esta visión retrospectiva el juicio es, al presente, más exigente tanto para el actual gobierno como para las empresas, para el conjunto de la institucionalidad política y, en general, para el funcionamiento de la sociedad. Los entes especializados del Estado y los partidos políticos han experimentado lo que los sociólogos llaman una pérdida de status. Aunque no sólo ellos.

Lo que es un notorio avance de la conciencia nacional constituye algo trágico para el gobierno de derecha, no sólo por lo inesperado de la situación sino también porque tal proceso es muy opuesto a su férrea ideología economicista, conservadora y autoritaria. Han sido los jóvenes estudiantes los que pusieron el explosivo. En efecto, salieron a las calles a pedir educación de calidad: universal, gratuita, equitativa como un derecho y no como un bien de consumo. El gobierno ha sido incapaz de solucionar el conflicto que ya cumple seis meses y que cuenta con el apoyo de la mayoría del país. Según la encuesta de la Corporación Latinobarómetro, (ausculta la opinión pública latinoamericana) la confianza en el gobierno chileno marcaba 58% en 2010 y marca 29% en 2011. La imagen de progreso en el país, un 55% en 2010 y un 29% en el 2011. La satisfacción con la democracia un 56% en 2010 y un 32% en 2011. Todos estos indicadores están bajo del promedio de la región. La Corporación atribuye a los estudiantes la causa de estas caídas. Su directora agregó: ”las reformas efectuadas, las políticas sociales, no han logrado cambiar el lugar de cada cual en la sociedad…”[2] El autor de este artículo piensa que al parecer el pueblo chileno perdió este año su inocencia.

A partir de las numerosas movilizaciones ciudadanas del 2011 (no sólo estudiantiles), el reclamo y la conciencia social se expandieron a tal punto que el mismo modelo neoliberal de desarrollo, exitoso en la acumulación de capital y en el crecimiento económico, es puesto en cuestión. Este modelo, implantado por el gobierno militar, posibilitó un explosivo crecimiento de la clase media, al punto de que la tradicional clase obrera chilena ha perdido protagonismo social y político, incluso sindical. Una parte numerosa de la clase media ha debido vivir en condiciones de “proletarización”: empleos precarios (inestables y mal remunerados), endeudada, sin claros horizontes de progreso y movilidad para sí y sus hijos. Es justamente la clase media la que está a la vanguardia del movimiento social que ha surgido poderoso este año y que concita una adhesión casi unánime de la sociedad. Ella avanza en el proceso de pasar de una clase en sí (klasse an sich) a una clase para sí (klasse für sich).

No es extraño, entonces, que las reivindicaciones actuales se diferencien de las tradicionales. Se lucha por una educación de calidad, por la preservación del medio ambiente, por los derechos de las minorías étnicas y sexuales. Otra innovación de crucial importancia es que ya no se acude a la protección de la institucionalidad política, más bien se percibe un distanciamiento de ella: el gobierno, los partidos políticos, el Congreso Nacional, la Iglesia aparecen devaluados en la apreciación de la opinión pública. Tampoco el movimiento sindical encabeza la protesta, como aconteció históricamente en el país. Lo hacen los nuevos movimientos sociales y las organizaciones estudiantiles.

Esta expansión de la conciencia social empieza a cuestionar los abusos masivos y reiterados que venían cometiendo impunemente grandes empresas financieras, de servicios y comerciales a los clientes y usuarios. Entre estas empresas se incluyen a Universidades privadas (surgidas en 1981) que hacen de su actividad educativa una con fines de lucro, por ley prohibido. (Curiosidad: se venden y compran Universidades a precios de mercado). De paso se descubre que los órganos fiscalizadores del Estado no realizan su función con eficiencia y transparencia.

El consumismo: el dinero y los bienes materiales como un valor cardinal de la vida social; la desigualdad existente entre la élite y el ciudadano común: gran distancia económica (apropiación de la riqueza), política (apropiación del poder) y social (apropiación del prestigio); la concentración de la riqueza (monopolios y oligopolios) y del poder político (derecha, centro e izquierda) en pocas familias, también están siendo cuestionados. Lo mismo ocurre respecto de la falta de transparencia en el conjunto de la institucionalidad política y económica.

¿Qué ha pasado en el pasado reciente, anterior a las movilizaciones del 2011, que se ha producido este repentino renacer de la conciencia social? Es un interrogante que amerita una respuesta bien pensada.


NOTAS

[1] Véase Manuel Barrera; “Hacia un nuevo pacto político y social”. Escrito y circulado en abril de 2007 y publicado en septiembre de 2008. http://bibliotecamanuel.blogspot.com/2008/09/hacia-un-nuevo-pacto-poltico-y-social.html.

[2] Marta Lagos; “Chile al desnudo” resumen entregado a la prensa en Santiago.

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