La capacidad de autocrítica - radicalmente transformadora – hace de José Carlos Mariátegui el personaje tan artístico como político que se trascendió a sí mismo. Su adhesión total hacia el movimiento feminista se dio sin medias tintas: “A este movimiento –dijo- no deben ni pueden sentirse extraños ni indiferentes los hombres sensibles a las grandes emociones de la época. La cuestión femenina es una parte de la cuestión humana”.
José Toledo Alcalde / Especial para Con Nuestra América
Desde Lima, Perú
(Fotografía: Mariátegui con modelos de la Escuela de Arte Anticoli Corrado de Roma, 1920)
"No se nace mujer; mujer se llega a serlo". Simone de Beauvoir, El Segundo Sexo, 1949
El sembrador salió a sembrar. Queremos dar inicio con una alegoría realizada por María Wiesse sobre el significado del legado de José Carlos Mariátegui. “El sembrador; así veo a Mariátegui, en actitud de aventar el grano en las llanuras costeñas melancólicas y desoladas, en los valles risueños e idílicos del Ande, en la floresta enmarañada del Oriente. ¡Qué energía la de este hombre, a quien amenaza la enfermedad, que jamás supo de la fortuna y a quien la muerte se llevará en plena juventud! ¡Qué energía y qué alegría sencilla y comunicativa! ¡Y qué ansiedad por todos los aspectos de la vida y del arte! …Por eso se dio por entero al Perú, donde el problema humano es hondo y trágico y la tradición artística, rica y variada”.[1]
En la urgente tarea de hacer del socialismo la opción política en el mundo y darle fin a la unilateralidad globalizada nos viene el Amauta al encuentro o vamos al su encuentro. Escuchar decir que el socialismo es cosa del pasado, argumento anacrónico y que cayó junto con el muro de Berlín, nos convence de la necesidad de remitirnos a las bases teóricas del socialismo mundial. En el caso latinoamericano, la prolija información heredada de José Carlos, desde diversos matices, nos interpela a verificar la autenticidad de sus análisis, investigaciones y praxis aplicada a los tiempos actuales. Contextualizados y aplicados a cada realidad como él nunca se cansó de recomendar.
Es así, como percibimos la tarea del Amauta, fuerza vital convertida arte en constante crecimiento; paragonando a Walter Martínez,[2] movimiento vital en pleno desarrollo. Dentro de sus innumerables obras de arte, hemos elegido aquella - que en conceptos sociales de la modernidad – es conocida como género, en alusión al fenómeno histórico-cultural que encierra el desarrollo de las identidades humanas.
Cuando escuchamos hablar del tópico género, como acto reflejo, cuasi inmediato, pensamos en luchas feministas, mujeres e igualdad de derechos inter-género. En eventos sobre género casi siempre son mujeres las que asumen con las responsabilidades tanto en la organización, como en las ponencias. Es raro ver algún varón abordar el tema como si hasta ahora no se hubiesen reconocido personas vulnerables a exclusión y opresión de parte del imperio del Capital. Evidentemente, por razones históricas son los movimientos femeninos los que impulsaron las luchas por los derechos de equidad desde la perspectiva de género.
Al día de hoy y en las actuales circunstancias de exclusión y discriminación socio-económica, se verifica que no existe macho, ni hembra; blanco, negro, indio o mestizo; lesbiana, gay o queer; existen solo “números” que contabilizar y organizar con fines productivos.
No abordaremos la vasta lista de mujeres que para José Carlos representaron el ideal de luchadoras feministas de primera generación. Solo nos proponemos comentar algunas aproximaciones que versaría sobre la mujer en su denominada “Edad de Piedra” y algunos comentarios desde la experiencia en la Revista Amauta esto ya en su “edad madura”.
Nos está claro que José Carlos no nació Amauta, Amauta se hizo. En un primer y segundo momento hablaremos de la construcción histórica, cultural del Amauta, que aceptó ser quebrado por el desafiante vaivén de la historia. El biselado de las perspectivas de género, complejas en comprensión, sufrieron, lealmente, la influencia de estilos de una vida marcadamente eurocentrica en la cambiante Lima, tres veces coronada ciudad de los reyes. Dentro de las identidades encontradas de José Carlos, las cuales las asumimos – superficialmente – señalaremos diversos seudónimos de los cuales el Amauta se valió en su corto periplo periodístico.
Será desde algunos de los escritos -firmados como Juan Croniqueur- que nos aproximaremos a su visión del significado de la mujer. El detalle de la estética nos ocupará el tercer momento. En un cuarto momento, nos dedicaremos a la escritora Clorinda Matto de Turner, como símbolo de aquellas mujeres del Perú y América Latina, que según nuestro parecer, fueron no tomadas en cuenta – por decir lo menos – por la extraordinaria observación literaria del Amauta. El cambio del sentido estético, la contemplación de las formas en su real dimensión política, al punto de ser censurado por el oficialismo de Leguía y reprimido por las fuerzas militares, para nosotros, marcó un antes y un después entre la forma y el contenido de su obra; iniciaremos esta etapa a partir del punto quinto.
Aunque a pesar de haber hecho público su alejamiento del seudónimo Juan Croniqueur y desde Italia aún se valió de este, consideramos que a partir del quiebre entre Croniqueur y Mariátegui amplia su visión de género. En el sexto, séptimo y octavo punto comentaremos algunas cartas enviadas desde Italia, deteniéndonos en el artículo destinado a la canonización de Juana de Arco. Finalmente en el noveno y decimo acápite abordaremos la presencia de la mujer en la Revista Amauta y el texto “Las reivindicaciones feministas”[3] donde se percibe un importante giro analítico sobre el movimiento feminista internacional.
Dicho lo anterior, queremos entrever -mediante los ojos del mismo José Carlos- la integridad de una persona que asumió la responsabilidad de crearse y dejarse ser creado completamente revolucionario a partir de la transformación integral de sí mismo en medio de mundos plagados de estigmas y prejuicios.
Por último, en esta breve introducción, nos cabe señalar que husmearemos en qué medida aquel mundo de las relaciones inter género contribuyeron en el proceso de creación de una personalidad que - al final de cuentas- cuando pensó en el Indio o el proletario no lo hizo teniendo en mente al varón en exclusividad, sino al ser humano integral; como objeto de opresión o como sujeto de liberación. Ambas realidades dentro de una misma posibilidad; ni biológica, ni sexual, estamos hablando de su visión de género como construcción históricamente revolucionaria en permanente desarrollo.
Mariátegui, construcción histórica.
El Amauta se sabe a sí mismo construcción humano-histórico-cultural. El reto que percibimos estuvo presente en cada uno de sus escritos. Él se dio a conocer siempre en construcción, tanto desde la soledad de sus amados espacios, como en medio de la hipócrita y púdica sociedad de aquel entonces. Pretender abordar el tema de las relaciones equitativas de género es ante todo - y sobre todo- una cuestión de identidades. Desde este matiz y estrechamente ligado a la construcción de la identidad del Amauta, quisiéramos desflorar el profundo sentido de lo sublime, lo sensible y espiritualmente humano en él.
El año del fallecimiento del Amauta (1930), varios intelectuales de la época expresaron su sentir, entre ellos Manuel A. Seoane quien señaló: “En el terreno personal, Mariátegui fue de una sensibilidad exquisita, extraordinariamente tierno y afable. Su espíritu también era trabajado por el drama dialéctico de edificar sobre un terreno sentimental una ideología materialista y determinante”.[4]
Cuando José Carlos se transfirió con su familia a Huacho cambió su nombre de pila, José del Carmen Eliseo por el de José Carlos; no se tienen datos precisos de cuando sucedió. Cabe resaltar lo referido por Guillermo Rouillón sobre las motivaciones en torno al nombre de pila: “El nombre del recién nacido repetía el de su abuelo materno, a la vez que homenajeaba a la Virgen a quien encomendará la salud del retoño la tribulada madre que vistió habito carmelita durante el embarazo. Más tarde el joven sustituyo de esas remembranzas pro el de Carlos, José rememorará el del primer Mariátegui que incorpora su apellido en el Perú del siglo XVIII”.[5]
Nació en 1894, aunque su madre, Amalia La Chira, se empeñó en no ser clara en tres puntos con José Carlos: 1° La fecha de su nacimiento con el cual fue registrado por su madre Amalia La Chira un 14 de Junio de 1895 acaecido en Lima. Esta fecha fue considerada falsa. En 1937 se realiza el cambio de fecha de nacimiento por el 14 de Junio de 1894; 2° El lugar de su nacimiento no fue Lima, sino Moquegua. Se presume que José Carlos fallece sin saber el lugar exacto y 3° La real identidad de su padre, quien fallece en 1907 cuando él solo tenía 13 años siendo este evento sigilosamente guardado por la madre.
Una personalidad construida en torno a mujeres. Candelaria Ballejos, Amalia La Chira y su hermana Guillermina. Amalia como costurera, llevó adelante su hogar ante un José Carlos dramáticamente débil. Rouillón nos dirá: “El organismo desgastado de la madre, por el trabajo agobiante y por la anemia aniquiladora, se ha de proyectar en el niño que desde el claustro materno habría padecido de inanición y, por ende, de defectuosa formación biológica. Mariátegui nace, pues, como la mayoría de los infantes humildes, raquítico y endeble”.[6] Será su hermana Guillermina ayude en sus primeras lecturas a él y su hermano menor Julio César. Cuando ingresaron a la escuela de barrio, ubicada en la calle Malambo (hoy avenida 28 de Julio núm. 135), bajo la dirección de Francisco Javier García, ambos saben leer y escribir. La hermana se encargaba de llevar y traer de la escuela a los hermanos.
A los 8 años sufrió un accidente en la rodilla izquierda quedando afectada su motricidad, convirtiéndose – de esta manera - en el “cojito Mariátegui”. Rouillón señala: “ corre la versión en torno a este asunto de que, su condiscípulo y amigo y amigo de la infancia, José Mercenaro Bisso, jugando con Mariátegui en la escuela, a la hora de recreo, a las carreras y a los empujones resbalan y caen los frágiles cuerpos de ambos colegiales sobre el patio empedrado, provocando dicha caída aparatosa de José Carlos, una hematoma en la pierna izquierda (a la altura de la rodilla) y con ello un dolor agudo y, después, la cojera”.[7]
Las largas agonías en la clínica Maison de Sante en Lima lo acercaron a la introspección literaria y el conocimiento de sí a partir del dolor propio y ajeno. En 1909, a los 15 años, ingresa al Diario La Prensa como aprendiz de obrero, alcanza-rejones y de allí a linotipista. En 1911 pública su primer artículo, anónimo, “Crónicas Madrileñas. La popularidad de Lerroux. El mitin de Jai Alai. Un poeta festivo. Madrid”[8] artículo en el cual usa por primera vez el seudónimo Juan Croniqueur lo cual le valió severas amonestaciones del director del diario Alberto Ulloa Cisneros quien juzgó: “el ayudante encargado de acomodar la munición [hubiese] disparado por sí mismo [y], aprovechado de su misión de entregar originales, [hubiese] dado a trabajar los suyos propios, sin encargo [y] sin control”.[9]
Acercarnos a las cartas y crónicas de género, en cuanto a la relación varón-mujer, en la “edad de piedra” de Juan Croniqueur y José Carlos Mariátegui es una aventura como la vivida por el propio Amauta. Esta suerte de pluri-personalidad del Amauta nos daría la impresión que es entendida como un único esfuerzo de crecimiento y aprendizaje:“Lejos de apuntar a la descripción de un trayecto en donde un sujeto encuentra un ‘camino propio’ que le permite alcanzar una identidad definitiva, es posible advertir la metamorfosis a través de la cual alguien que cree ser uno, es otro. De este modo, la ‘edad de piedra’ deja de ser una etapa de tránsito hacia la ‘edad madura’ y Juan Croniqueur se vuelve una variable en la identidad de José Carlos Mariátegui”, sostuvo Mónica Bernabé.[10] Fue Luis Alberto Sánchez, quien como reacción, a La creación heroica de J.C. Mariátegui. La edad de piedra (1975) de Guillermo Rouillón, caviló en pocas palabras sobre la dual identidad de Mariátegui entre “La edad de piedra” (1914-1918) y “La edad madura” (1920-1930): “El lector común se hallará en disposición de comparar al primero como el segundo Mariátegui, si es que, se pudiera decir que hubo dos cuando solo hubo uno, escalonado y al final amalgamado, en un solo ser pensante, sintiente y activante”.[11]
Resumiendo, nos atreveríamos a observar el desarrollo de la personalidad de José Carlos Mariátegui desde un mínimo de 15 variables de identidad: José del Carmen Eliseo (nombre de pila)[12]; José o Josecito[13];“cojito Mariátegui” (apodo debido a la lesión de rodilla);Juan Croniqueur (Juan el cronista, aunque para el profesor Yerko Moretic el “matiz francés del apellido no encuentra equivalencia exacta en castellano)[14]; “Jack”[15]; “El de siempre”[16]; “El joven H”; “El joven X.Y.Z”[17]; “Sigfrido”[18]; “Monsieur de Camomille”, “Val D’Or’”; “Kendal”; “Kendalif” y “Kendeliz Cadet”; “Cyrano III”[19] y “Revoltoso”[20] y José Carlos Mariátegui, como ultimo seudónimo. En esta oportunidad solo nos ocuparemos de Juan Croniqueur y José Carlos Mariátegui.[21]
De ahí que el reto de acercarnos a Croniqueur y Mariátegui desde la perspectiva de las mujeres nos abre la oportunidad de indagar la percepción del Amauta sobre sí mismo y la otra persona como construcción histórico-cultural y no exclusivamente biológica; así como acercarnos a la percepción de las mujeres sobre un personaje construido masculina y femeninamente desde una perspectiva diversa a la machista y patriarcalmente estandarizada.
En la experiencia del Amauta y su familia las construcciones de identidades fueron una constante. Más de un miembro de la familia Mariátegui-La Chira cambió el nombre de pila por otro. En el riguroso artículo del profesor Humberto Rodríguez Pastor: “José Carlos Mariátegui La Chira: Familia e infancia en Huacho”[22] nos comenta sobre esta experiencia de cambio de identidades; uno de ellos fue el mismo padre de José Carlos. Rodríguez señala: “En los libros biográficos hasta ahora escritos se indica que el padre es Francisco Javier Mariátegui Requejo, la misma persona que por esconder su verdadera identidad durante su vida matrimonial con Amalia La Chira, usó los nombres Francisco Eduardo”.[23]
Pero no solo fue el caso de su padre, su hermano Juan Clímaco Julio (un año menor) según Rodríguez “cuando es mayor – de edad - adopta otro nombre: Julio César”. Lo interesante es que en la historia familiar de José Carlos no encontramos mujeres enredadas en tramas de conflicto y ambigüedades de identidad. Al contrario, la identidad literaria que prevaleció en José Carlos fue promovida y reforzada de mano de las mujeres. Rodríguez nos comenta que fue su hermana Guillermina (9 años mayor que José Carlos) quien llevó a Josecito, a los 8 años, 1902, a una conferencia del poeta José Santos Chocano en el Club Unión Huachana.[24] Por otro lado, Rouillón sostiene: “Cierto domingo…a la estación veraniega de 1902, la hermana de regreso de un paseo con José Carlos, le sorprendió un inusitado gentío, a su paso por el Club de Huacho” era la presentación de José Santos Chocano (1875-1934). “José Carlos tomado de la mano de Guillermina, no fue ajeno a la inquietud de ésta, escuchó con fervor los versos recitados por el vate. Le impresionó su figura y, sobre todo los grandes mostachos que llevaba. Y cuando su hermana, luego de haber escudriñado el ambiente, quiso proseguir su camino, el niño la retuvo suplicante. No quería dejar de escuchar al poeta”.[25]
La sensible subjetividad del Amauta tenía como telón de fondo una sucesión de recuerdos de todos los matices, agradables y los menos agradables. Como aquella experiencia con los poemas de Chocano desde temprana edad. Una aproximación a la estética del romanticismo se pudo traslucir en las sensibilidades puestas en manifiesto como en las cartas a “Ruth” con quien exprime no solo recuerdos, sino la totalidad de sus experiencias. De la inspiración en Chocano, el Amauta pasó a su cotidianidad como desbordante fuente de constante inspiración; poetizó sobre su historia en construcción.
José Carlos tenía la enorme sensibilidad de fundirse en la otra persona desde el solidario y empático acercamiento. Tuvo la capacidad de hacer de la otra experiencia la suya propia, como fue el caso de los poemas de Chocano. En cierta oportunidad escribió a su anónima admiradora “Ruth”: “Yo también he sufrido ¿sabes cuál será uno de los epígrafes de mi libro de versos? Serán los siguientes versos de Chocano: Yo no jugué de niño. Por eso siempre escondo ardores que estimulo con paternal cariño. Nadie comprende, nadie, lo viejo que en el fondo tendrá que ser el hombre que no jugó de niño. Estos versos debieron ser míos. No los he escrito yo, porque antes que yo los escribió Chocano. Y a una infancia fugaz, siguió una adolescencia prematura”.[26]
La influencia literaria de Chocano, Gonzales Prada y otros acompañará a José Carlos por siempre. Formará parte inamovible de la personalidad del Amauta; el camino lo encontró o él encontró el camino a muy temprana edad, aunque para él, esta influencia no sería determinante en la definición de su identidad. A la edad de 32 años, José Carlos en respuesta a Angela Ramos (Mundial, 23 de Julio de 1926) señaló: “¿Era yo, en mi adolescencia literaria, el que los demás creían, el que yo mismo creía? Pienso que sus expresiones, sus gestos primeros no definen a un hombre en formación. Si en mi adolescencia mi actitud fue más literaria y estética que religiosa y política, no hay de que sorprenderse. Esta es una cuestión de trayectoria y una cuestión de época. He madurado más que cambiado”.[27]
La necesidad de José Carlos por construir y reconstruirse como proyecto histórico lo llevaba a reconocerse y no negar las etapas de su vida por más dolorosas que estas hayan sido; nunca se alienó de la realidad que lo circundó. El abandono de su padre, el nomadismo familiar en el cual se vieron obligados a transitar y la dolencia física, hicieron de él una persona profundamente sensible e introspectiva en búsqueda del autoconocimiento como punto de encuentro entre el sujeto y su contexto. El menor de sus hijos, Javier Mariátegui Chiappe (1928-2008) reflexionando sobre su padre sostiene: “En el caso de José Carlos Mariátegui, desde sus primeros escritos encontramos la huella autorreferencial, la pista autobiográfica, a veces explicita, a veces encubierta, pero siempre presente. En la etapa formativa se requiere…de una suerte de ejercicio especular constante que permita a la persona el reconocimiento de los cambios que suceden en su ‘psique’ y ‘soma’, para integrarlos a su modo de ser que se construye sobre un ‘eje’ que otorga a las funciones del yo la necesaria ‘constancia de presente’”.[28]
Identidades encontradas.
El apetito de observación, análisis y elaboración de ideas no tubo limites en el Amauta. Esta primera etapa iniciada anónimamente en el Diario La Prensa muestra aquella genialidad argumentativa y la grandeza de su espíritu. Encuentros artísticos, carreras de caballos, obras de teatro en el teatro Colón, hasta artículos que se dirigían al mundo femenino publicados en la revista “Lulú”, hicieron de Juan Croniqueur el prolijo y polifacético escritor de la temprana “edad de piedra”.
Juan Croniqueur fue consciente que ingresaba a un mundo plagado de dualismos, estereotipos y prejuicios propio de una sociedad ética y socialmente amorfa que intentaba construir un colonialismo eurocentrico y criollo el cual impuso modelos de relaciones sociales y de producción no equitativas. En este contexto patriarcal y androcentrico la tarea literaria y política era asociada con el varón – por más que las mujeres incursionaban a la par de los varones. Él se comprendía diverso al estereotipo varonil de su época. Juan Croniqueur escribe una serie de crónicas – no todas tuvieron que ver estrictamente con el mundo de la mujer – dentro de las cuales resaltan las llamadas “Las Cartas a X. Glosario de las Cosas Cotidianas”. En un semestre, del 13 de febrero al 17 de agosto de 1916 publica un total de 19 crónicas en el Diario la Prensa, bajo el seudónimo Juan Croniqueur.
Construyéndose, desde la forma.
Como parte del corpus Las Cartas a X se evidencia la febril corriente epistolar con “Ruth”. En la carta dirigida a “Ruth”, del 2 de abril de 1916 ya nos hacía ver estas contrariedades: “Tengo la mala suerte de que mi corazón influya en mi vida definitivamente, y que mi cerebro en cuanto a mi vida se refiere no influya en nada. Es una gran desgracia. ¡Si mis sentimientos obedecieran a mis ideas, cuán infinitamente feliz sería, cuán ferozmente egoísta, cuán súper-hombre! Pero es imposible, ‘Ruth’[29], y no hay más remedio que someterse a esta dura condición de haber nacido sentimental y delicado.” (Carta del 2-IV-16)
Este ser sentimental y delicado, obviado en cantidad de investigaciones; como si el ser revolucionario estuviese reñido con la sensibilidad y la ternura; ya lo dijo Ernesto “Che” Guevara: “Hay que endurecerse sin perder jamás la ternura”.
Sara Beatriz Guardia nos detalla que entre 1911 y 1916 José Carlos escribió 10 artículos y 12 entrevistas a artistas y escritoras las cuales expresan “la visión del ideal hegemónico de la mujer” en las primeras décadas del siglo XX. También existieron personajes femeninos en 17 cuentos y 2 obras de teatro.[30] José Carlos demostró la sensibilidad estética aprendida al calor del trabajo de modista de su madre. En los 10 artículos dedicados a la mujer bajo el seudónimo de Juan Croniqueur, 3 de ellos se ocupan el rubro de la moda femenina. En “La moda ‘Harem’”, escrito cuando tan solo tenía 17 años, muestra sus primeras impresiones por aquel mundo que lo abriría al misterio de una increíble sensibilidad y sentido de lo erótico como fuerza vital: “La civilización trajo consigo el uso de las enaguas amplias y pesadas, de los calzones de blancos tejidos, de los corpiños perfumados, del corsé tosco y rígido y sobre esta vestimenta interior, el lujoso atavío de un traje plegado y deslumbrante de larguísima cola y recargado de gruesos encajes”.[31]
En esta primerísima experiencia argumentativa - en cuanto al sexo opuesto - Croniqueur se recrea del color, la forma y la representación que encuentra en la vistosa diversidad de la estética burguesa de la Lima a inicios del siglo XX. En cuanto a crónicas sobre estilos y modas nos interesa notar la ausencia de comentarios sobre el atuendo de la mujer indígena, la afrodescendiente 0 quizá la de descendencia asiática. Muy seguros que José Carlos se las cruzaba por los puentes, calles y alamedas de aquella Lima virreinal. Todas estas invisibilizadas mujeres no gozaban de los derechos apropiados por aquellas pertenecientes al glamour burgués de la época.
José Carlos tenía claro la efervescencia del movimiento por los derechos de mujer en el mundo, así como individuaba la indiferencia de las limeñas de la época con sus congéneres de otras latitudes, pero aún así se percibe en él ausencia de criticidad socio-política, sobre identidades culturales, que con el pasar del tiempo adquirió: “De la evolución femenina, que cada día mayores triunfos conquista, no tendremos aquí seguramente, el afán de las mujeres por obtener el derecho de votar, ni la fiebre por dedicarse a profesiones liberales. Las mujeres limeñas, serán siempre, deliciosamente inútiles y frívolas. Y así también, serán siempre adorables”.[32]
La identidad de género, construido desde el contexto histórico de Croniqueur estaba sesgada por los prejuicios sexistas de la época. A pesar de la existencia de mujeres de importante influencia en la vida social y política, existía algo en él que le impedía ver esa dimensión equitativa en la relación inter género. La mujer era para Croniqueur objeto de culto desde la obnubilación de la belleza de las formas y la melodía de sus contenidos. Amante de las bailarinas y piezas de teatro en donde la estética desbordada lo hizo revelarse en contra de toda expresión femenina que – según él – acabaría con el sentido sublime de la belleza de la mujer. En el contexto del Congreso Femenino de la Paz celebrado en La Haya y frente a la exigencia de mujeres activistas a favor del cese de todo proyecto armamentístico que reclamaban con un rotundo ¡Qué nos devuelvan nuestros hombres! Juan Croniqueur respondió: “Podrá tener el significado sentimental de que guste esa frase, pero yo quiero interpretarla como un grito de sexo”.[33]
Esa tensión entre una idealizada Europa (Francia) y un Perú que satisfacía su sed de elegancia y belleza, omitió la existencia de colectivos de mujeres que desde las artes y ciencias luchaban por relaciones sociales equitativas tanto dentro como fuera del Perú. A estas mujeres no les dedicó las horas epistolares de aquella época de monacal devoción, de las frivolidades en los “five o’clock tea”, aquellos Vermouth en el Palais Concert, las placidas noches del Teatro Colón y las reuniones en el Jockey Club. Como – de igual forma - lo reseñaba Luis Alberto Sánchez: “Con el cholo Meza compartía a menudo polémica, chops y salchichas de Frankfort en el café Berlín; helados de biscuits o guindas donde Giacoletti de la esquina de Boza; naranjitas con Yerovi en Giacoletti de la Avenida Colmena”.[34] Esta bohemia lo obnubiló dentro de aquel periodo y espacio que le tocó vivir, muy posiblemente preso del argot popular de la época cayó en expresiones homofóbicas y de alto calibre sexo-excluyente.
El camino del autodescubrimiento seguido por José Carlos lo hace percibir su mundo circundante como él mismo, quizá, se percibió a sí mismo. Su sentido estético de la mujer se encontraba fragmentado por una visión burguesa del mundo caracterizado por hacer de la biología el método de interpretación de los fenómenos sociales. Veamos uno de los deleites de José Carlos basado en la danza de Felyne Verbist:
Ha sido para mí una visión de exquisita armonía. Los matices de la línea, la elocuencia del rictus, la gracia del gesto y la elegancia del ritmo, -cadencia, alegría, dolor, miedo, anhelo, voluptuosidad, fiebre- han tenido a mis ojos altísima exaltación y han traído a la vulgaridad de mi vida exterior (…) la redención de sutilísimas sensaciones (…) El teatro estuvo rebosante en las primeras noches. Esto me permitió sentir mis emociones en un ambiente en que palpita una gran devoción (…) Yo no haré el elogio de Felyne Verbist. Yo solo diré que la admiro inmensamente y que le soy deudor de un caudal milagroso de exquisitas emociones. Ella es mi acreedora.[35]
Sara Guardia cita pasajes de “Las mujeres pacifistas”: “yo no concibo a la mujer abandonando el ritmo encantado de su vida y tornándose vocinglera, corre-calles y exaltada como uno de nuestro capituleros criollos. Es tanta mi devoción por la armonía, por la gracias de sus actitudes, que la prefiero cien veces frívola y loca que adoptando el ademan hierático y doctoral de la mujer letrada, abstraída en la contemplación de tremendos problemas científicos. Y dicho esto, piense el lector como he de detestar a esas marimachos desgreñadas, empeñadas en la conquista de un derecho tan prosaico y vulgar como el voto. A todas las sufragistas me las imagino nurses histéricas, a cuyos oídos ninguna voz caritativa deshojó jamás la voz de un requiebro”.[36]
Sin lugar a dudas – en este primer período - vemos a un Croniqueur que embebido en el frenesí burgués de una Lima arribista hace de sus artículos una trinchera que contribuyen- en relación a la mujer - con el orden establecido de las desigualdades de género reforzando la indiferencia de la mujer por los asuntos públicos y los relativos a la vida científico-política. En “Contigo Lectora” José Carlos evidencia su desacuerdo con las luchas feministas: “Porque para nosotros, lectora, lo sesudo, lo meditativo, lo grave, no debe tener cabida en cabecitas hechas para albergar ilusiones y ensueños volanderos, y amamos tanto a las que solo saben de coquetería y la frivolidad como detestamos a las que tienen el mal gusto de engolfarse en el estudio de problemas tremendos y en la solución de áridas y groseras cuestiones. Seguros estamos, lectoras, de que tú gustas más de la delicadeza de una página de Prevost, de la distractiva variedad de una revista de modas, del encanto del flirt, de una novela de amoríos y de un poema idílico, que de cualquier tópico tan profundo como antipático del feminismo que quiere robar a las mujeres el natural encanto de su frivolidad y de su gracia y tornarlas en austeras tenedoras de libros o en grandílocuas oradoras de plazuela”.[37]
Aunque nos suene a contrasentido, por la imagen justiciera en la “edad madura”, Croniqueur era contrario al derecho al sufragio de las mujeres: “Sinceramente nos indigna que las mujeres renuncien a su alta condición social, para buscar la concesión de un derecho tan prosaico y tan grosero como el del sufragio, que entre las virtudes tendría la de confundirlas en las bulliciosas explosiones partidarias de la plebe. Felizmente para nosotros, lectora, todas aquellas teorías del sufragismo y del feminismo serán por mucho tiempo en nuestro medio cosas exóticas insuficientes para entusiasmar a las mujeres limeñas que saben cómo valen más su gracia, su donaire y su elegancia que todas las conquistas del feminismo imaginables.”[38]
Recordemos que en la época ya era famosa la novela de Clorinda Matto de Turner de profundo sentido social y precursora del indigenismo. En el mundo existían personalidades como Alicia Moreu (1885-1986); Rosa de Luxemburgo (1871-1919); Clara Zetkin (1857-1933) y María Montessori (1870-1952). La presencia del movimiento de mujeres socialistas a nivel mundial adquirirá otro matiz -en la vida de José Carlos- una vez llegado a Europa. En cuanto a las escritoras peruanas como: Mercedes Cabello de Carbonera (1843-1909), Teresa Gonzales de Fanning (1836-1918), Lastenia Larriva de Llona (1848-1924), Clorinda Matto de Turner (1852-1909), Elvira García y García (1862-1951), María Jesús Alvarado Rivera (1878-1971), fueron omitidas de igual forma. Como dirá Sara Guardia[39]: Esta “omisión no ocurre con la poesía escrita por mujeres” como por ejemplo la mención que hace de la poetisa Magna Portal en 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana: “Con su advenimiento le ha nacido al Perú su primera poetisa. Porque hasta ahora habíamos tenido sólo mujeres de letras”.[40]
¿Por qué omitir a estas mujeres que desde un compromiso social desarrollaron labores socio-educativas y dejaron innumerables aportes a la literatura latinoamericana? ¿Por qué invisibilizar María Alvarado Rivera quien en 1924 – II gobierno de Leguía - apoyó a los mineros de la Oroya que se levantaron contra medidas arbitrarias a favor de la compañía Cerro de Pasco Coooper Corp? Recordemos que esta educadora y literata fue la que imprimió los folletos y volantes de protesta a los campesinos y mineros, cuando todos se rehusaban hacerlo, valiéndose de la imprenta del Instituto Moral y Trabajo de la calle Zamudio (hoy Jr. Cuzco). Como consecuencia Augusto B. Leguía cierra, destruye la imprenta y el mismo año Alvarado es forzada al exilio por 11 años en Argentina. ¿Cuánto contó para el silencio de José Carlos el favor recibido de parte de Augusto B. Leguía – al evitarle el encarcelamiento y comisionarlo a Europa de parte del gobierno - por ser familia de su esposa?[41]
La santidad, no reconocida, de Clorinda Matto de Turner[42].
Más adelante hablaremos del reconocimiento de la santidad canonizada que Vaticano prodigó a la Doncella de Orléans, Juana de Arco. Evidentemente las condiciones políticas de finales de Guerra en 1920 - en donde Francia fue la gran abanderada de los diversos acuerdos de Paz (1919-1920) - influyeron para la emisión de la señal política, emitida pro Vaticano, que significó dicha canonización. Este evento mereció loado homenaje de José Carlos, lo cual no llegamos a percibir en relación a la obra de Clorinda Matto de Turner que muy bien podría haber sido canonizada si la posición del Perú – para los intereses de Vaticano – hubiese sido otra.
El denodado compromiso socio-político de Clorinda Matto con la campaña en las breñas andinas del general Andrés A. Cáceres, la publicación y puesta en escena de Hima-Súmac (1829),[43] la defensa de los intereses nacionales desde el diario La Bolsa (1861), los Bocetos al lápiz de americanos celebres (1861), la publicación de Aves sin Nido (1889), Indole (1891), Herencia (1893) –por mencionar los emblemáticos– hicieron de la escritora cuzqueña referente a nivel nacional e internacional. Estos aportes literarios al quehacer social y político de la Nación en palabras de Alberto Tauro del Pino (1914-1994): “proponen la incorporación de los indios a la vida nacional, pero liberados de la injusticia y la explotación; desacreditan los inescrupulosos manejos de los usureros y la desquiciadora influencia del oscurantismo; esbozan la renovación que pueden aportar los inmigrantes, merced a sus hábitos de trabajo y su indiferencia ante simulaciones y prejuicios; y, fundamentalmente, asignan fuerza contaminante a los ejemplos de la virtud y la comprensión humana.”[44]
Alberto Tauro nos narra exquisitamente dos acontecimientos que casi le cuesta la hoguera a Clorinda Matto: Uno de índole político y el otro religioso. En lo político explícitamente defendidos intereses económicos de grupos de poder civilistas contrarios al nacionalismo militar de Cáceres. Como diría Miguel de Unamuno citado por Carmen María Pinilla[45]: “El económico y el religioso son acción y reacción mutuas, los factores cardinales de la historia humana, el cuerpo y el alma de todo ideal vivo, nacido de la unión sustancial de esos dos factores…”.[46] La cercanía política de la escritora con el nacionalismo cacerista la hizo ser flanco de ataques de las montoneras revolucionarias acaudillada por Nicolás de Piérola (17 de Marzo de 1895). Las fuerzas coalicionistas saquearon su casa, en la calle Calonge, violentaron a su hermano David Matto, se salvó, gracias a la oportuna intervención de un colega galeno. Como si fuese poco la imprenta “Equitativa” de propiedad de los Matto fue destruida completamente.
El segundo incidente, de carácter religioso, que puso en serio riesgo la integridad de la escritora, fue la publicación del cuento titulado Magdala del brasilero Enrique Maximiano Coelho Netto (1864-1934). En la época Joseph Ernest Renán (1823-1892),[47] José Manuel de los Reyes González de Prada (Manuel Gonzales Prada) (1844-1918) y otros, se habían empeñado – desde la literatura – abordar ciertos temas de carácter teológico. Uno de ellos fue de enfoque cristológico: Enfocar la humanidad del Cristo presentando a un Jesús de Nazaret tan humano como cualquiera de ellos. El detalle fue que el cuento –de Coelho Netto - fue publicado en el diario El Perú Ilustrado, el cual era dirigido por Clorinda Matto, quien tomó dicha responsabilidad un 5 de Octubre de 1889. El texto imagina a un Jesús visitando a María Magdalena quien reclinada en su lecho invita al Nazareno prodigarle de besos quien “en un movimiento brusco…se arrancó de los brazos de la concubina y loco, alucinado, presa de un santo delirio, se lanzó hacia afuera y desapareció en medio de las sombras de la noche”.
El clero se las tenía jurada a la escritora. La publicación de Aves sin Nido, en donde dejaba ver la doble moral del clero, encolerizó al Arzobispado develando el doble rasero ético-moral que se manejaba aquel entonces. Según Alberto Tauro de nada valió las disculpas ofrecidas por Matto quien señaló que la publicación del cuento se dio en circunstancias en donde ella se encontraba enferma filtrándose el “irreverente” texto que había sido publicado en el diario La Prensa de Lima el 19 de Junio de 1890 sin que nadie se manifestase al respecto. El promotor fiscal del arzobispado José Antonio Roca y Boloña denunció a Magdala y el arzobispo Manuel Antonio Bandini “Adscribió a la categoría de pecado mortal la lectura o la propagación de El Perú Ilustrado, y las prohibió al clero y la feligresía de la arquidiócesis”.[48] En Arequipa, el Obispo, hizo aplicar la pena de “pecado mortal” a la lectura de Aves sin nido y promovió la movilización del pueblo quien en acto público quemó la efigie de la excomulgada escritora. Por esta y muchas razones de orden socio-político, Clorinda Matto representó al movimiento de mujeres peruanas que supieron librar – desde su propia identidad –luchas frontales en contra de toda manifestación de colonialismo, entre ellos la concerniente a la exclusión de género.
Dicho lo anterior, nos llama la atención que en el artículo “El problema primario del Perú” se encuentra una minúscula citación a Clorinda Matto: “Antes de que se apaguen los ecos de la conmemoración de la figura y de la obra de Clorinda Matto de Turner, antes de que se dispersen los delegados del cuarto congreso de la raza indígena, dirijamos la mirada al problema fundamental, al problema primario del Perú. Digamos algo de lo que diría ciertamente Clorinda Matto si viviera todavía. Este es el mejor homenaje que podemos rendir los hombres nuevos, los hombres jóvenes del Perú, a la memoria de esta mujer singular que, en una época más cómplice y más fría que la nuestra, insurgió noblemente contra las injusticias y los crímenes de los expoliadores de la raza indígena”.[49]
El particular acercamiento a la mujer - promoviendo su sentido estético y omitiendo los diversos compromisos sociales y políticos que muchas de ellas habían asumido en aquel entonces- formará parte de un período de transición caracterizado por la desidia, la flojera, el aburrimiento, la apatía y una densa melancolía de parte de José Carlos. Podríamos señalar que el sinsentido político que aún encontraba en la mujer era la proyección de un tiempo de búsqueda y definiciones entre el iconoclasta reprimido por la profunda religiosidad, el amante platónico, el cronista de los afanes burgueses y el brillante crítico literato que se agudizará con el paso de los años.
Una de aquellas expresiones de desidia las expresará en el diario El Tiempo : “Tarde sosa”, “Discursos, discursos, discursos”, “Monotonía”, “Languidez”, “Sin novedad”, “No pasa nada”, “Nos aburrimos”, “Bostezando”…entre otras, nos habla de aquella transición. Gonzalo Portocarrero Maisch lo llama la “tristeza originaria y remota”. [50]
Construyéndose, desde el contenido.
Cuando en 1919 es comisionado a Europa, entendido como la estrategia del gobierno de Augusto B. Leguía por apartarlo de la vida política de entonces una suerte de sutil-deportación, la construcción de la identidad de José Carlos Mariátegui se consolidará desde la forma de un criollo afrancesado conocido como Juan Croniqueur – aunque seguirá firmando como tan estando aún en Italia – a un José Carlos Mariátegui que lo acompañará hasta el final. El quiebre empieza en Lima, cuando el 22 de Junio de 1918, en la revista política “Nuestra Época” da por finalizado la “edad de piedra” y con ella a Juan Croniqueur: “Nuestro compañero José Carlos Mariátegui ha renunciado totalmente a su seudónimo de Juan Croniqueur, bajo el cual es conocido, y ha resuelto pedir perdón a Dios y al público por los muchos pecados que escribiendo con este seudónimo ha cometido”.
Sin lugar a dudas, no todos fueron pecados bajo la pluma de Juan Croniqueur. Cuando al abrirse al mundo cual libro abierto aproximó al mundo a lo más oculto en sí. El ir en contra del imperio de la razón y la lógica de la forma, la apariencia y el esnobismo de una arribista Lima colonial, dejo la posibilidad a José Carlos de optar por una identidad de género que comenzó a interpelarlo de cara a los prejuicios y convencionalismos que terminaría por quebrarlo desde sus más profundas convicciones existenciales, estéticas, políticas y sociales. José Carlos no pidió perdón por todo lo escrito sino escuchen lo confesado a su carísima amiga “Ruth”: “ Por qué hablas así del amor? Eres injusta. El amor es la única cosa que vale en la vida. Porque es la fuente eterna del dolor y no hay mayor placer que el dolor que aceptamos, buscamos y queremos. Las gentes que van al amor saben todas cómo es fuente de amarguras. No obstante lo ansían. Mis ideas del egoísmo también me hacen pensar contra el amor, pero estoy convencido de que no es la cabeza la que norma nuestra vida, sino el corazón. Y en mí siempre triunfa el sentimental sobre el cerebral”.[51]
Esta ruptura, la llamaríamos de perspectivas del micro y macro mundo de Mariátegui, va acompañada de una serie de definiciones que giraran hacia un rumbo político sin límites. Bajo la influencia del semanario España (1915-1924), el cual fue dirigido en un primer momento por José Ortega y Gasset y posteriormente por Luis Araquistáin, José Carlos, Humberto del Águila y otros, fundaron “Nuestra Época”[52]. En este nuevo proyecto se encontrarán César Falcón, César Ugarte, Félix del Valle, Abraham Valdelomar, Percy Gibson, César A. Rodríguez, César Vallejo y Mariátegui. Será en el primer número de la revista en donde José Carlos escribirá “Malas Tendencias: el Deber del Ejercito y el Deber del Estado” el cual le costó la violenta censura de las fuerzas militares bajo el mando de Augusto B. Leguía.[53]
Es a “Ruth” (Bertha Molina) a quien sintetiza las transiciones y el costo de las opciones políticas cada vez más definidas de José Carlos: “Me han agredido tanto que he tenido que vivir siempre en son de combate. Se ha aprovechado los menores pretextos para soliviantar contra mí la ciudad. He salido de una acechanza para caer en otra. Escándalo tras escándalo. Escándalo de Norka Rouskaya, escándalo de los militares, etc., etc. Cierto que yo no he sido prudente jamás. Pero no he podido, no puedo ni podré serlo. Un hombre todo sinceridad no puede ser prudente. No puede ocultar su abominación de la estupidez, ni su pasión por la belleza, la verdad y el talento”.[54]
Mientras la opción socio-política-literaria de José Carlos transitó los caminos de la frivolidad limeña, la desencarnada religiosidad conventual[55], las soleadas y aburguesadas tardes taurinas en Plaza de Acho, las tardes esnobistas en Palais Concert y en el Jockey Club o los amoríos platónicos desarraigados de compromiso político, todo iba bien para el status quo quien lo apoyó en diversas oportunidades. Bastó que ese grupo de intelectuales reorientara colectivamente la praxis literaria anti-sistema para que se origine el inicio de los conflictos.
La transición fue marcada por una dura paliza que recibió José Carlos y un reto a duelo el cual nunca se llegó a realizar. Fue de tal escándalo la agresión que sufrió José Carlos que el ministro encargado de tales desordenes se vio obligado a renunciar al cargo. Luis Alberto Sánchez comentó: “En “Nuestra Época”…Mariátegui [hablaba] de los arrestos y defectos de nuestra carrera militar, atribuyéndole origen harto modestos. La respuesta fue del todo guerrera, o mejor dicho pendenciera: un grupo de oficiales fué (sic) a buscar a la redacción de ‘El Tiempo’ al indefenso José Carlos, débil, enjuto, cojo y le golpeó”.[56]La transición del periodo de la forma a la del contenido se dio en medio de rupturas y cambios en la orientación política, no fue solo un cambio de estilo desde su pluridimensión abstracta.
Europa, cambio de perspectivas.
Lo que le costó – en palabras de María Wiesse – la “deportación simulada” fue el artículo publicado en el Diario La Razón, de clara oposición leguiísta. Para Guillermo Rouillón: “…Mariátegui escribió un editorial titulado “La Patria Nueva” y llevaba como subtitulo “Un personal senil y claudicante”. Este ataque sirvió de pretexto para que el gobierno clausurara el diario…Leguía además de silenciar La Razón dio orden de arresto para José Carlos y César Falcón, a quienes consideraba como elementos disociadores del orden público. Luego recapacitó, tuvo en cuenta Leguía los vínculos familiares que unían a José Carlos con la señora Julia Swayne Mariátegui de Leguía, su esposa.[57] Es así como el presidente Leguía dispuso que ambos periodistas fueran a Europa como “agentes de prensa” del Perú. El 8 de Octubre de 1919 Falcón partió a España y José Carlos salió rumbo a Italia. Según Diego Meseguer Illán en aquellos días “corrió por Lima el rumor de que Alfredo Piedra…planteó…a Mariátegui y a Falcón: o a la cárcel o viaje a Europa con ayuda oficial”. Ante la propuesta ellos aceptan viajar. Dicha opción hizo correr la versión que “estaban vendidos al Gobierno”.[58]
Ya en Europa, José Carlos intensifica sus definiciones socialistas. La ruptura en Lima con un género literario políticamente descomprometido - para complacencia de la burguesía -lo ayudó en la transición a ese José Carlos Mariátegui que aún le costaba asumir su nuevo tiempo. Siguió siendo corresponsal de El Tiempo. Llegó a escribir 15 artículos en 1920; 28 en 1921 y 5 en 1922. Siguió valiéndose de los seudónimos Juan Croniqueur, Jack y a veces como José Carlos Mariátegui para firmar “Las Cartas de Italia”[59], las cuales fueron publicadas por El Tiempo entre Mayo de 1920 y Mayo de 1922.
Entre 1920 y 1930 José Carlos escribió un total de 21 artículos sobre la mujer. Aborda temas que van desde el Amor, la sexualidad, política, literatura, etc.[60] El primer artículo es “La señora Lloyd George, la justicia y la mujer”[61], en alusión al nombramiento de la señora Lloyd George como jueza. Se vale como referencia de uno de los cuentos de Leonidas Andreiev, en donde uno de sus personajes – un loco – dice “ha habido y habrá mujeres buenas, que ha habido y habrá muchas mujeres inteligentes, pero que no ha habido ni habrá jamás una mujer justa”. Para José Carlos “la mujer peca de debilidad o de dureza” no existen términos medios. Realiza, de igual forma, la alusión a Débora la jueza del Antiguo Testamento. Asume que la redacción bíblica es benevolente con la jueza cuando asume que “Débora se porto con suma justicia y máxima sabiduría”.
Percibimos en José Carlos el difícil camino del cambio de imágenes y prejuicios respecto a los estereotipos asumidos en la androcentrica y heteronormativa Lima liberalmente colonial. Insiste en valerse de la clasificación excluyente y estigmatizadora de lo femenino versus lo masculino, lo débil versus lo fuerte, lo sublime versus lo banal: “Yo presiento que el día que las mujeres sean jueces no van a ser las mismas para los poetas…Los poetas han detestado siempre a los jueces. Es la suya una adversión orgánica, natural, instintiva”. Aún no vemos que José Carlos logra romper con integrar en el ámbito de las relaciones inter género la historia como método de análisis y no la biología. Aunque al final del artículo nos sorprende con un quiebre reflexivo al enfatizar que no se equivoca en afirmar que “no hay mujeres justas” y al preguntarse ¿acaso los hombres somos justos? Puede ser, precisamente, que demos una prueba de que no lo somos, cuando afirmamos que las mujeres no han sido, no lo son, ni lo serán jamás…”.[62]
En “El Divorcio en Italia”[63]la cuestión es abordada desde 3 vertientes: Ética, política y económica. Según José Carlos los hombres, ya sean italianos, franceses o italianos, son víctimas de la guerra: “El país no puede ser indiferente a la desgracia de esos soldados que han sido traicionados [por sus mujeres] mientras se abatían por la patria”. Por orto lado los socialistas reclamaban que se acepte el divorcio y cese de ser un procedimiento al cual solo podían acceder la clase rica viajando a Francia o Suiza, encontrándose muy lejos de las posibilidades de los pobres. Más allá de elucubrar y continuar vertiendo opiniones de carácter estereotipado entre sexos, José Carlos, concluye afirmando que al final de cuentas “con divorcio o sin divorcio, la humanidad seguirá siendo tan desventurada como ahora”.[64] Seguramente será en el encuentro con la toscana Anna Chiappe donde esta desventura a flor de piel y redacción se esfume en medio de una nueva y primaveral etapa en su vida. Etapa desde donde redimensiona su perspectiva de género equitativa justa desde el análisis al compromiso de vida.
“En mujeres de letras de Italia”[65] hace el monumental esfuerzo de abordar la creatividad literaria de la mujer europea, énfasis en Italia y Francia. A la poetiza francesa Luisa Colet le atribuye su fama a la ocupada agenda de visitas de alcobas de “literatos ilustres”. Reconoce en la italiana Ada Negri, las francesas Rachilde y la condesa de Noailles extraordinarias dotes de literatas. José Carlos señalará la diferencia entre la poesía de una mujer y la de una poetisa: “Los versos de las poetisas generalmente no son versos de mujer. No se siente en ellos versos de hembra. Las poetisas no hablan como mujeres. Son, en su poesía, seres neutros. Son artistas sin sexo. La poesía de la mujer está dominada por un pudor estúpido. Y carece por esta razón de humanidad y de fuerza. Mientras el poeta muestra su “yo”, la poetisa mistifica y esconde el suyo. Envuelve su alma, su vida, su verdad, en las grotescas túnicas de lo convencional”.[66]
Concluye haciendo referencia a tres literatas, Grazia Deledda, Amalia Gugliemimetti y Carolina Invernizio. Para José Carlos la novelista Deledda “tiene dulzura su visión de la vida” y en la poetisa Gugliemimetti aprecia su moderna complejidad propia del siglo XX. Refiere que la poetisa entre 1904 y 1919 ha publicado 10 libros “casi todos de versos, uno que otro de cuentos y una comedia”. Sentencia finalmente que para Invernizio “hay un enorme y permanente público de cocineras en todas partes del mundo”. Por último, recuerda a su amigo Valdelomar quien señaló: “‘para salvarnos del olvido basta que un alma nos comprenda’. Y es cierto”.[67]
La santidad, reconocida, de Juana de Arco.
Sin pretender agotar las cartas de Italia en donde la cuestión de género es tema de análisis por parte de José Carlos, veremos algo de lo dicho acerca Juana de Arco (1412-1431), persona que inspiró al escritor y dramaturgo George Bernard Shaw llevando a las tablas la obra Saint Joan (1923) motivo de reflexión – de parte de José Carlos – en El Alma Matinal. Y otras estaciones del hombre de hoy .[68] Volviendo a nuestro último comentario sobre las Cartas de Italia y el acápite dedicado a La Santificación de Juana de Arco y la Mujer Francesa[69] José Carlos aborda el tema de la santificación de la Doncella de Orléans, Santa Patrona de Francia, realizada en 1920 bajo el pontificado de Benedicto XV, canonización que evalúa, paralelamente, con la realizada a Margarita María de Alacoque (1647-1680).
La calendarización de las canonizaciones de Margarita María de Alacoque el 13 de Mayo de 1920 y de Juana de Arco el 16 de Mayo del mismo año evidencia la redacción del articulo La Santificación de Juana de Arco y la Mujer Francesa al día siguiente del magno evento. A continuación algunos comentarios sobre el texto. Para José Carlos los dos eventos guardaron las mismas formas litúrgicas al interior del claustro pontificio: “Ambas canonizaciones han sido iguales dentro de San Pedro”. Caso contrario sucedió fuera del protocolo eclesiástico en donde “resplandeció plenamente la figura de Juana D’Arc. Lo cual se convirtió en un asunto de importancia por el Estado francés”.
Las virtudes resaltadas de ambas personas – elevadas a santificados status – no son homogéneas. Mientras a Margarita Alacorque – José Carlos – le encuentra valores místicos, a Juan de Arco le atribuye valores como el místico, el militar y el político. Como recordamos entre 1919 y 1920 Francia lideró el triunfo de la guerra, monitoreando los diferentes Acuerdos de Paz llevados adelante en dicho período. En el contexto político en el cual se desarrollaron ambas canonizaciones José Carlos atribuye dicha acción - de parte de Vaticano - a una suerte de canonización del triunfo armado de Francia.
La defensa asumida sobre el debilitado prestigio de la mujer francesa - en el texto - es el eje central. No escatima en señalar el aspecto intelectual, sentimental y místico como sus atributos más resaltantes. Lejos de haber sido elevada al sitial canonizado, para José Carlos Juana de Arco “esta extraña doncella, iluminada y sibilina es una de las mujeres más extraordinarias del mundo”. No ahorro de igual manera comparaciones que pudieran resaltar su heroica santidad, llegando a contrastarla con la última reina egipcia Cleopatra Filopator Nea Thea (69 a.C – 30 a.C). Para el Amauta, Cleopatra fue persona “hetaira vulgar que no sintió orgullo de la raza y de la civilización egipcia, que se arrodilló servilmente ante la civilización romana”.
Percibimos una lectura histórica a estos dos personajes, más no así biológica, ni menos aún romántica. Ambas calificadas, si bien es cierto subjetivamente, por el desarrollo de sus acciones en relación directa con la responsabilidad socio-política que les tocó afrontar. Para el Amauta, Juana de Arco es la “vidente, santa, caudillo, capitán y mártir” que se elevó a niveles proféticos: “El fuego de la profetiza no secó nunca la ternura de la virgen”.
Notamos en los comentarios sobre Juana de Arco un filón de transferencia de los propios atributos del Amauta en la santificada mártir francesa. Misticismo y militancia política, engranados con una mística espiritualidad calificada de “dinámica” y no “eclesiástica” lo asemeja a su propia experiencia. Es pues esta interpelación -que ejerce Juana de Arco- en José Carlos un posible acápite en el proceso de integración de nuevos valores de género, lejos de la frivolidad y superficialidad que gozaba atribuir al movimiento de mujeres activistas en el mundo.
En 1926 escribirá una segunda obra sobre Juana de Arco desde la visión del libro de Joseph Delteil. Para José Carlos, Shaw hace la defensa del Obispo Cauchón, mientras “Delteil…se ocupa de Cauchón [solo] para maldecirlo y vituperarlo”.[70]José Carlos concluye: “a pesar de que la obra de Delteil es un apología fervorosa de la Santa, la prensa ortodoxa lo ha condenado, debido a que la “Iglesia no puede admitir que se hable de una santa como de una mujer”.[71]
Es así como percibimos - en la semblanza dedicada a Juana de Arco – la transferencia de José Carlos en la imponente personalidad de la Doncella de Orléans. Enumerará los atributos de la recién canonizada mártir como: intelectual, sentimental y mística; él dirá: “esta extraña doncella, iluminada y sibilina es una de las mujeres más extraordinarias del mundo”.[72] Esta madurez a la cual alude José Carlos -después de su periplo en Europa- está impregnada de sentido del reconocimiento del otro, de la otra persona como reflejo de uno mismo, como parte de una misma construcción histórica llamada humanidad. Se reconoce en Juana de Arco a partir de la síntesis de sí plasmada en una observación. El intelectual, sentimental y místico Amauta desplazó, rompió con la frivolidad del acercamiento de los cuerpos y opto por la construcción de relaciones equitativas a partir de la observación y el juicio histórico y no de Indole biológico-romántico.
Ahora, nos alejamos de las cartas de género desde Europa y trataremos de aproximarnos al nuevo espacio literario-político que hizo posible que el discurso social y político encontrará un cierto equilibrio inter género, con iguales posibilidades de expansión de ideas e imágenes, estamos hablando de la Revista Amauta[73]que en sus mismas palabras es fundada con el objetivo de “plantear, esclarecer y conocer los problemas peruanos desde puntos de vista doctrinarios y científicos”.[74]
Construyéndose, desde el Amauta[75].
Al cumplirse el segundo aniversario de la fundación de la Revista Amauta José Carlos señalará: “Amauta no es una diversión ni un juego de intelectuales puros: profesa una idea histórica, confiesa una fe activa y multitudinaria, obedece a un movimiento social contemporáneo. En la lucha entre dos sistemas, entre dos ideas, no se nos ocurre sentirnos espectadores ni inventar un tercer término. La originalidad a ultranza, es una preocupación literaria y anárquica. En nuestra bandera, inscribimos esa sola, sencilla y grande palabra: Socialismo”.[76]
Amauta no fue solo una revista de expansión de ideas e imágenes, fue ante todo un espacio de encuentro y creación de proyectos revolucionarios desde un sentir propio, sin calco ni copia, sino creación histórica. Esa creación histórica se convirtió, en palabras de Sara Guardia, “el primer espacio en que las mujeres peruanas pudieron escribir, publicar sus poemas, levantar la voz para decir lo que pensaban sobre los hechos que convulsionaban la vida política de entonces, o para referirse a los libros, a la música, y al cine de moda. Pueden atestiguarlo: Dora Meyer de Zulen, Carmen Saco, Julia Codesino, María Wiesse, Blanca de Prado, Ángela Ramos, Alicia del Prado, Magda Portal y Blanca Luz Brun, entre otras”.[77]
Es de esta forma que encontramos en la Revista Amauta el signo de encuentro de José Carlos Mariátegui consigo mismo a partir de sus más profundos ideales de fe, justicia y amor. Esta ruptura con la dualidad de las formas y contenidos – entre viejo y nuevo mundo – se plasmará en el compartir en iguales condiciones espacios -antes sacrosantos para literatas europeas. En Amauta se encontrarán literatas peruanas y suramericanas con personajes como Rosa Luxemburgo, Larissa Reissner, Nydia Lamarque y Tina Modotti (Amauta, N° 28, 29,30). En el N° 30 del Amauta, año del fallecimiento de José Carlos Mariátegui, Ángela Ramos resaltará la señal que quedará registrada en la imagen de aquellas personas que lo conocieron y de alguna manera en todo aquel que quiera percibirlo en sus obras: “Por sobre su miseria física, por sobre la miseria moral de los otros, que siempre le acechaba, su risa extendida como un sol. Risa que alumbro todos los caminos, que iluminó todas las inteligencias, que confortó todos los corazones”.[78]
La Revista Amauta se publicó entre 1926 y 1930, 32 números en su totalidad. José Carlos Mariátegui dirigió hasta el número 29. En los números 31 y 32, no figura ningún artículo escrito por mujeres o sobre mujeres.[79]
Construyéndose, desde las reivindicaciones feministas.
El artículo publicado en mundial el 19 de diciembre de 1924 llevó como nombre “Las reivindicaciones feministas”.[80] En el texto nos muestra un estado de personalidad y de conciencia histórica de mayor amplitud que el Juan Croniqueur de la “edad de piedra”.
Las primeras inquietudes feministas – como las calificó José Carlos – produjeron zozobra en Lima. Según el Amauta el movimiento era considerado como exótico, foráneo. A diferencia de la antigua repulsa de José Carlos al movimiento feminista, en esta oportunidad demuestra un cambio de dirección tanto de forma como de contenido. Ya no eran solo excentricidades de “marimachos” y mujeres carentes de afecto y plenitud sexual. José Carlos integró la incidencia política de género a un Perú que dejaba de ser la boutique de Europa para convertirse en espacio fértil de ideas y movimientos sociales. El ingreso de la mujer al mundo del trabajo intelectual y manual fue reconocido por José Carlos como el detonante para la aparición de la luchas feministas: “La idea feminista…encuentra un ambiente propicio a su desarrollo en las aulas universitarias, que atraen cada vez más a las mujeres peruanas, y en los sindicatos obreros, en los cuales las mujeres de las fábricas se enrolan y organizan con los mismos derechos y los mismos deberes que los hombres”.
En un tercer momento quedó claro – para el Amauta - que el feminismo, como otros movimientos sociales, podían ser asumidos desde diferentes perspectivas en donde “la lucha de clases - hecho histórico y no aserción teórica - se refleja en el plano feminista”. Él distinguió tres grupos de feminismo: 1° Feminismo burgués; 2° feminismo pequeño burgués; y 3° feminismo proletario. En sus propias palabras: “La mujer burguesa solidariza su feminismo con el interés de la clase conservadora. La mujer proletaria consustancia su feminismo con la fe de las multitudes revolucionarias en la sociedad futura”. Quedaba claro así que “las mujeres, como los hombres, son reaccionarias, centristas o revolucionarias”. Desde una nueva perspectiva de género y un nuevo concepto de sí mismo, para José Carlos:“El feminismo, como idea pura, es esencialmente revolucionario”.
Podemos decir que la construcción histórica de la identidad revolucionaria de José Carlos llegaba a su estado de madurez integral. Donde se dio el salto de la brillantez intelectual a la integridad revolucionaria que le ayudó a derrumbar las barreras de separación entre géneros que el pragmatismo liberal – apoyado en las ciencias naturales y biológicas -se había encargado de acuñar en el inconsciente colectivo social y político. Los tiempos eran otros: “En el actual panorama humano, la clase diferencia a los individuos más que el sexo” señaló. Reconoce las raíces liberales del movimiento feminista y en ello sus deformaciones de principio:” Los Derechos del Hombre…podían haberse llamado, más bien Derechos del Varón. La democracia burguesa ha sido una democracia exclusivamente masculina”.
La capacidad de autocrítica - radicalmente transformadora – hace de José Carlos el personaje tan artístico como político que se trascendió a sí mismo. ¿Dónde quedó el Juan Croniqueur, ambiguo y oculto en la bicefalia de una identidad socio-cultural y política? Su adhesión total hacia el movimiento feminista se dio sin medias tintas: “Los que impugnan el feminismo y sus progresos con argumentos sentimentales o tradicionalistas pretenden que la mujer debe ser educada sólo para el hogar. Pero, prácticamente, esto quiere decir que la mujer debe ser educada sólo para funciones de hembra y de madre. La defensa de la poesía del hogar es, en realidad, una defensa de la servidumbre de la mujer. En vez de ennoblecer y dignificar el rol de la mujer, lo disminuye y lo rebaja. La mujer es algo más que una madre y que una hembra, así como el hombre es algo más que un macho”.
José Carlos sentencia finalmente: “A este movimiento no deben ni pueden sentirse extraños ni indiferentes los hombres sensibles a las grandes emociones de la época. La cuestión femenina es una parte de la cuestión humana. El feminismo me parece, además, un tema más interesante e histórico que la peluca. Mientras el feminismo es la categoría, la peluca es la anécdota”.
Concluimos esta provocadora aventura con lo dicho por uno de los fundadores de la Teología de la Liberación Latinoamericana el teólogo Gustavo Gutiérrez Merino: [La aventura de José Carlos Mariátegui] es, además de alguna manera la nuestra. Asistimos hoy a grandes cambios en el panorama social, económico, político, cultural, tanto a nivel internacional como nacional. Ellos se manifiestan en el derrumbe del socialismo real, la fuerza ideológica –y, tal vez la debilidad práctica- de un cierto liberalismo, brotes autoritarios con algún respaldo popular, una nueva etapa de la modernidad. Todo eso hace de nuestros días un tiempo que no es el de Mariátegui, pero entre ambos se presentan analogías que resultan dicentes y fecundas para nosotros”.[81]
NOTAS
[1] Wiesse, María. José Calos Mariátegui. Etapas de su vida. 1ª Ed. Lima: Empresa Editora Amauta “Biblioteca Amauta”, 1959, p. 30.
[2] Periodista uruguayo, nacionalizado venezolano director y conductor del programa periodístico Dossier transmitido por Telesur (La Nueva Televisora del Sur).
[3] Mundial, Lima, 19 de Diciembre de 1924.
[4] Seoane A., Manuel. “Contraluces de Mariátegui” (1930) en El Apra y Mariátegui et al. Lima: CONCYTEC, 1995, p. 36.
[5] Rouillón, Guillermo. La Creación Heroica de José Carlos Mariátegui. Lima: Editorial Arica, 1975, p. 40.
[6] Idem. p. 45.
[7] Rouillón, op. cit. p. 47-48. En el mismo capítulo “El alma de un niño en busca de Dios” de Rouillón, p. 45, la nota 22 señala: “El Dr. Sebastián Lorente, amigo de José Carlos Mariátegui desde la época de su iniciación como periodista en el diario “La Prensa” (1913), diagnostico que desde muy niño Mariátegui empezó a padecer e una artritis tuberculosa. Coinciden con esta calificación, los médicos: Eduardo Goicochea, Fortunato Quesada, Carlos Bambarén, Hugo Pesce, etc.
[8] La Prensa, 24 de Febrero de 1911.
[9] Cf. Ulloa Sotomayor, Alberto. “José Carlos Mariátegui” en Nueva Revista Peruana: N° 6, pp. 261-279; Lima 1º VI-1930.
[10]Op. cit., Vidas de artistas. Bohemia y dandismo en Mariátegui, Valdelomar y Eguren (Lima, 1911-1922) 1ª ed.-Rosario: Beatriz Viterbo Editora; Perú: Instituto de Estudios Peruanos, 2006, p. 64.
[11] Sánchez, Luis Alberto. “El primer Mariátegui” (Cuaderno de bitácora) en Revista “EQUIS” Año Uno. N°2- 25 de Septiembre de 1975, Lima. Este artículo apareció en El Apra y Mariátegui, op. cit. p. 116.
[12] Humberto Rodríguez Pastor basándose en las fuentes citadas por Guillermo Rouillón en La Creación heroica de J.C. Mariátegui. La edad de Piedra. Lima: Ed. Arica, 1975, traemos a colación que el nombre del abuelo materno de José Carlos fue José del Carmen La Chira (1817-1882), nacido en la comunidad de Catacaos, Piura, el cual murió en Sayán, Valle del Huaura (Huacho). Los dos primeros nombres fueron colocados por su abuelo materno y el tercero por el santo que rezaba el día, Eliseo el profeta bíblico.
[13] Cf. Javier Mariátegui, “Un autodidacta imaginativo” en José Carlos Mariátegui y Europa. Lima: Ed. Amauta, 1993, p.29.
[14] Moretic, Yerko. José Carlos Mariátegui. Su vida e ideario. Su concepción del realismo. Santiago de Chile: Ediciones de la Universidad Técnica del estado, 1970, p. 65.
[15] Seudónimo, usado en las crónicas hípicas publicadas en “El Turf”.
[16] Única aparición en Lulú, 1915.
[17] La Prensa.
[18] El Tiempo.
[19] El Turf, N° 47, pp.32-33; 28 de Julio de 1916.
[20] “Carta abierta al Conde de Lemos”, El Turf, N° 74, pp. 17-18, Lima, 2 de Junio de 1917.
[21] Cf. Tauro, Alberto. José Carlos Mariátegui. Escritos juveniles (La edad de piedra)- Poesía, cuento y teatro; Tomo I. Lima: Empresa Editora Amauta S.A. 1987, p. 295.
[22] Rodríguez Pastor, Humberto. : “José Carlos Mariátegui La Chira: Familia e infancia en Huacho” en La Aventura de Mariátegui. Nuevas perspectivas, Gonzalo Portocarrero, et al. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad la Católica del Perú, 1995.
[23] Rodríguez, comenta que con la finalidad de precisar la veracidad de la doble identidad tuvo que revisar las partidas de nacimiento de casi todas las parroquias de Lima, señala que la única que le falto fue la de El Cercado. Los documentos revisados datan de inicios a finales del siglo XIX, concluyendo que no halló información sobre Francisco Eduardo.
[24] Rodríguez, op. cit., pp.59.
[25] Rouillón, op. cit. p. 47
[26] Carta a Ruth, 16 de Abril de 1916 en Anuario Mariateguiano, n° 1, p. 56.
[27]Portocarrero Maisch, Gonzalo. “A la búsqueda de Dios. El proceso ideológico del joven Mariátegui” en La Aventura de Mariátegui, ed. cit., p. 75.
[28] Mariátegui, Javier. “En busca del joven Mariátegui: Una propuesta metodológica” en La Aventura de Mariátegui, ed. cit., p. 66.
[29] Bertha Molina, hija del escritor Modesto Molina, nacida en Tacna.
[30] Guardia, Sara Beatriz. José Carlos Mariátegui una visión de género. Lima: Ed. Minerva, 2006, p. 18.
[31] Diario La Prensa, Lima, 7 de Mayo de 1911.
[32] “La semana de Dios” en el Diario La Prensa, 8 de Abril de 1912, p. 18.
[33] Las mujeres pacifistas, La Prensa, Lima, 2 de Mayo de 1915 en José Carlos Mariátegui. Escritos juveniles. La edad de piedra. Tomo II. 1ª Ed. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1991, p. 242.
[34] Sánchez, Luis Alberto. “Datos para una semblanza de J.C. Mariátegui” (1930) en El Apra y Mariátegui, op. cit. p. 18.
[35] “Glosario de las cosas cotidianas”, 2 de junio de 1916, t. 3, p. 106.
[36] Diario La Prensa, Lima, 2 de Mayo de 1915.
[37] “Mundo Limeño” del 21 de Junio de 1914, p. 37.
[38] Ibíd. P. 38.
[39] Guardia, Sara Beatriz, op.cit., p. 55.
[40] Mariátegui, José Carlos. 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana. 47ª Edición. Lima: Empresa Editora Amauta S.A.- 1992. p.322
[41] En las páginas que César Miró destina al alzamiento minero en la Oroya no menciona nada referente al apoyo que María Alvarado Rivera facilitó al movimiento campesino y minero. Cf. Asalto en Washington izquierda. Una carta inédita de José Carlos Mariátegui, Lima: Ed. Minerva, 1974.
[42] Nombre de pila, Grimanesa Martina Matto Usandivaras nació en Calca, Cusco, en 1852.
[43] Hima Súmac estrenado en el Teatro de Arequipa el 16 de Octubre de 1884 y representado en el Olimpo de Lima, 27/04/1888.Fuente: http://www.unigraz.at/erna.pfeiffer/materialien/hima-sumac.htm. Revisado: 29/01/12.
[44] Tauro del Pino, Alberto. Clorinda Matto de Turner y la Novela Indigenista. 1ª Ed. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Dirección Universitaria de Biblioteca y Publicaciones, 1976. p. 32.
[45]Pinilla, Carmen María. “La Agonía del Cristianismo en Mariátegui” en La Aventura de Mariátegui, ed. cit., p. 256.
[46] De Unamuno, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida en Ensayos I, Aguilar, pp. 1016.
[47] Autor de La vie de Jésus (París, 1863). Publicación por la cual fue expulsado del Collège de France, siendo bautizado con el epíteto de "blasfemo europeo" por parte del papa Pio IX (1792-1878). Bajo la influencia de la alta crítica - exegética y hermenéutica - sobre la historicidad de Jesús de Nazaret iniciada por el historiador Hermann Samuel Reimarus (1694-1768) Renán formará parte del grupo de intelectuales anatemizados por Vaticano.
[48] Tauro del Pino, op. cit. p. 17.
[49] Mundial, Lima, 6 de febrero de 1925.
[50] Cf. Portocarrero Maisch, Gonzalo. A la búsqueda de Dios. El proceso ideológico del Joven Mariátegui en La Aventura de Mariátegui, ed. cit., p.p. 75-108.
[52] El primer número sale el 22 de Junio de 1918.
[53]Wiesse, María. José Carlos Mariátegui. Etapas de su vida. Lima, 1959 en Yerco Moretic, op. cit. p. 70.
[54] Mariátegui, José Carlos. “Las cartas de José Carlos Mariátegui a Bertha Molina (1916-1920)” en Anuario Mariateguiano, n° 1. Lima: Empresa Editora Amauta, 1989, p. 69. Cf. William W. Stein G. “Algunas observaciones adicionales sobre Mariátegui en el cementerio” en La Aventura de Mariátegui, ed. cit., p. 111-124.
[55] En el “Glosario de las cosas cotidianas” del 22 de Junio de 1916 escribe: “hoy he ido al convento de los descalzos, en pos de un instante de apacibilidad, calma, misticismo y dulzura. Lo he hallado (…) un árbol grande, bueno, amigo, me daba hospitalidad protectora y amante. Y bajo su abrigo me adormía el son de las campanas que jadeaban en la torre mística”. En el Diario El Tiempo del 10 de Noviembre de 1917, José Carlos sostuvo: “He escrito versos místico en el Convento de los Descalzos adonde me condujo el mismo móvil de especulación estética que me condujo al Panteón”, haciendo alusión a la visita que realizaron al Cementerio General de Lima en compañía de la bailarina Norka Rouskaya hecho que fue sancionado policialmente y anatemizado por el Arzobispado de Lima.
[56] “Datos para una semblanza de J.C. Mariátegui”, op. cit. p. 22.
[57] Rouillón, Guillermo. “Prólogo” a Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Santiago, Chile: Ed. universitaria, S.A., 1955, págs. 264.
[58] Meseguer Illán, Diego. José Carlos Mariátegui y su pensamiento revolucionario. Lima: Instituto de Estudios Peruanos (IEP), 1974, p. 23.
[59] Mariátegui, José Carlos. Cartas de Italia. Lima: Editorial Minerva, 1969, págs. 231.
[60] Guardia, Sara Beatriz, op.cit., p. 41.
[61] Idem. p. 181.
[62] Idem. p. 184.
[63]Fechado en Florencia, 30 de Junio de 1920; publicado en El Tiempo, Lima, 10 de Octubre de 1920.
[64] Idem. p.189.
[65] Fechado en Florencia, 28 de Junio de 1920, publicado en El Tiempo, Lima 12 de Octubre de 1920.
[66] Idem. P. 192.
[67] Idem. P. 196.
[68] 2ª ed., Editorial “Biblioteca Amauta”, Lima, 1959, p. 139.
[69] Cartas de Italia, op. cit. p. 177. Publicado en El Tiempo, Lima, 23 de Agosto de 1920.
[70] Guardia, Sara Beatriz, op.cit., p. 53.
[71] Cf. José Carlos Mariátegui. Signos y obras. “Juana de Arco de Joseph Delteil” en Variedades, Lima, 6 de Febrero de 1929 y publicado en Lima por la Empresa Editora Amauta S.A., 1971, 3ª Ed. (Nota de Sara Beatriz Guardia, 2006).
[72] “Cartas de Italia”, op. cit. p. 179.
[73] A partir del Nº 17, el subtítulo es “Revista mensual de Doctrina, Literatura, Arte, Polémica”.
[74] Amauta, N° 1, Lima, Septiembre de 1926.
[75] En palabras de Eve-Marie Fell: “la elección del vocablo “Amauta” refleja un compromiso que Mariátegui resume del modo siguiente: ‘El titulo no traduce sino nuestra adhesión a la Raza, no refleja sino nuestro homenaje al Incaísmo” “Presentación de AMAUTA”, Amauta Nº 1, IX-1926, p. 1 en Eve-Marie Fell. “El tema de la educación peruana en Amauta” en Mariátegui. Una verdad Actual Siempre Renovada. Lima: Empresa Editora Amauta, 1994, p.45.
[76] Amauta, Editorial “Aniversario y Balance” de Septiembre de 1928
[77] Guardia, Sara Beatriz. Mujeres Peruanas. El otro lado de la Historia. Lima: Tempus Editores, 1986, p. 74. 2ª Edición.
[78] Amauta, N° 30, Abril-Mayo de 1930.
[79] Guardia, Sara Beatriz, op.cit., p. 77.
[80] Op.cit. Mundial, 19 de diciembre de 1924, Lima - Perú. Aparece en el tomo14, Temas de educación, de la colección "Obras Completas de J. C. Mariátegui" de Biblioteca Amauta.
[81] Gutiérrez Merino, Gustavo. Pensar y hacer la historia. La aventura de Mariátegui en La Aventura de Mariátegui. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1995, p. 161.
Excelente artículo, muy oportuno para el debate dentro de la izquierda, que tiene entre otras tareas pendientes la autocrítica y erradicación del patriarcado y el machismo.
ResponderEliminarPatricia Castillo